El debate político en España es un ejemplo claro. Durante años los dos partidos mayoritarios se vieron envueltos en numerosos casos de corrupción sin que los escándalos pasaran factura excesiva. Cuando llegó la crisis económica, la indignación popular se hizo dominante y empezaron a sonar voces de cambio. El descrédito de la política tuvo una raíz profunda: la incapacidad de los partidos gobernantes para solucionar el deterioro de los derechos laborales, los servicios públicos y la calidad de vida de la gente. Saltaba a la vista: el bipartidismo estaba privatizado al servicio de las élites económicas.
El malestar económico sirvió de energía cívica para dirigir la mirada hacia otras cosas también importantes: la falta de transparencia en la gestión de las instituciones, la falta de democracia interna en los partidos y la falta de protagonismo de los jóvenes en la cúpula de las decisiones políticas. Tres faltas sin duda graves.
Lo normal hubiese sido que en los debates se unieran la degradación laboral, la explotación económica y las nuevas formas de hacer política. Pero en realidad la interpretación de los hechos se ha impuesto sobre la parte decisiva de los hechos mismos. La discusión de las nuevas formas de la política y la necesidad de caras jóvenes ha servido al final para ocultar el debate económico. En una España socialmente tan deteriorada, es muy sintomático que el señor Rajoy se permita repetir una y otra vez que estamos saliendo de la crisis. Y es muy sintomático que Ciudadanos, un partido con la misma política neoliberal que el PP y con su mismo rumbo antisocial, aparezca ante mucho españoles como una alternativa.
Así que conviene atender a la realidad que denuncian los informes de Cáritas. La pobreza en España no sólo es una verdad dominante, sino que ha cambiado de rostro. Los sueldos son tan miserables y las condiciones laborales tan indecentes que tener un trabajo ya no significa superar el umbral de la pobreza. La pobreza se enquista, el 74% de los parados llevan más de un año sin encontrar empleo.
¿Salir de la crisis? ¿Ciudadanos como alternativa? El 53 % de los pobres españoles trabajan, pero no pueden alimentar a sus hijos o pagar sus cuentas. Son datos de esta semana. Cáritas publicó otro informe el mes de junio pasado para advertir que 1 de cada 3 niños españoles vive bajo el umbral de la pobreza. La gran victoria de la derecha es que el debate político no esté centrado en esta situación social. Es también el gran fracaso de la izquierda.
Hace apenas año y medio se daba por descontado un giro en la política española hacia la izquierda. Se veía inevitable un desplazamiento de la socialdemocracia con un discurso político más cercano a la voluntad real de las bases socialistas que a la cúpula del PSOE vinculada con las élites económicas. La consolidación de una Izquierda Unida con ideas claras resultaba determinante. Ahora todo eso parece imposible. En el peor de los casos, gobernará el PP con ayuda de Ciudadanos; en el mejor, gobernará un PSOE desplazado a la derecha por exigencia de Albert Rivera. En un solo rostro, el de Albert Rivera, el IBEX -35 ha conseguido reunir las dos caras de su bipartidismo.
El señor Hollande dice a voz en grito que el nacionalismo es la guerra. ¿Pero qué vacío están llenando los sentimientos nacionalistas? ¿No será el dejado por la conversión del socialismo europeo en una pantomima de caviar y champán?
La inercia de excluir los asuntos laborales y económicos del debate político ha sido la gran jugada del pensamiento conservador. Resulta más difícil entender que ese discurso calara también en la izquierda española, aceptando la corriente dominante hasta el punto de concluir que la mejor alternativa pasaba por la autoliquidación de sus organizaciones políticas y sindicales. Los viejos cascarrabias y paralizadores fueron sustituidos por unos jóvenes sin memoria (y a veces sin escrúpulos).
No hay mejores aliados de la derecha que los tontos de la izquierda.
Por Luis García Montero
10/10/2015
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