Policía macedonio intimida a grupo de refugiado FREEDOM HOUSE / DOMINIO PÚBLICO FLICKR |
Decía Owen Jones, en una entrevista, que los medios de comunicación ayudan a dirigir la frustración y la rabia de la gente. Las desvían de los poderosos y las canalizan “hacia los que están en lo más bajo de la escala social: pobres, inmigrantes, desempleados y empleados públicos... todos aquellos menos los empleadores que no pagan adecuadamente, los banqueros que operan de manera opaca y los evasores de impuestos”.
En España, primero señalaron a los funcionarios, como privilegiados ineficientes que disfrutan de unas condiciones laborales que no merecen. Después, a los parados con prestación de desempleo, que están desincentivados para buscar trabajo. Esperanza Aguirre lo tenía claro: “el paro es como una beca para disfrutar de un año sabático”.
Pero se podía apuntar más bajo. El gran problema del país no es ni la corrupción ni la desigualdad, sino el fraude de los magrebíes en las ayudas para la inserción social, nos alertó el hoy vicesecretario sectorial del PP, Javier Maroto.
La estrategia es alentar el conflicto entre las clases medias y las menos favorecidas: la guerra entre los “pobres”, la del empleado de una empresa privada con el funcionario, la del trabajador temporal con el indefinido, la del trabajador precario con el parado que cobra un subsidio, etc. De tal manera que el foco de nuestra indignación se sitúe lejos de la elite económica del país. El paradigma de esta estrategia político-mediática es responsabilizar a los inmigrados de los males del país, ya sean laborales, fiscales, de cohesión social, o de seguridad.
Bien es cierto que el tratamiento de la inmigración en los medios se mueve alternativamente entre un enfoque alarmista y un enfoque humanitario, entre el miedo y la compasión. Las inquietudes personales de los periodistas coinciden, en ocasiones, con los intereses comerciales de los medios, que encuentran en la emotividad de los dramas personales un atractivo para su audiencia. Sin embargo, las direcciones de los medios más afines a la élite económica colaboran en esa estrategia de dirigir la frustración de la gente hacia aquellos asuntos que no ponen en entredicho el sistema económico y las desigualdades sociales.
Cuando comenzó la crisis de los refugiados en 2015, contemplamos lo que parecía suponer un punto de inflexión en el tratamiento mediático de las migraciones. Se trataba de una crisis humanitaria, de personas que huían de la guerra con desesperación. El mero uso de la palabra “refugiado”, en lugar del ya casi peyorativo “inmigrante”, activaba otros resortes mentales entre la gente: compasión, obligación moral, emergencia, solidaridad…
Pero no podía durar demasiado. El Ministerio de Interior del PP y sus colaboradores mediáticos habituales comenzaron a amplificar convenientemente el riesgo de terroristas “infiltrados” entre los refugiados. Una estrategia eficaz. Lo que durante apenas unas semanas había despertado empatía y solidaridad, estaba comenzando a despertar sospecha y miedo. Objetivo cumplido.
Por ALEX CABO ISASI
Miembro de http://www.observatorioproxi.org
23-02-2016
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