La cuestión metafísica de cuándo empieza la vida humana pasa a ser política en el momento en que los Estados pretenden actuar sobre los cuerpos donde se gestan esos procesos orgánicos. De sobra conocemos la cruzada antiabortista que se lleva a cabo mediante la férrea alianza entre dos fuerzas patriarcales primitivas: Estado y religión.
Lxs católicxs se sirven del conservadurismo político y éste, a su vez, del discurso moral cristiano. De este modo, cuando los gobiernos intervienen en los cuerpos, pasamos del juicio de la Iglesia a un asunto de las clases dirigentes y a una materia biopolítica. Si a esta pólvora añadimos la mecha del discurso “científico” antielección, el resultado es un cóctel molotov de argumentaciones legitimadas que solapan las voces de las mujeres. Las políticas de control del cuerpo entroncan con la perpetuación del sistema capitalista, especialmente en el caso de las mujeres. Para éste, nuestros cuerpos no son más que centros de producción o de reproducción humana, lo que no es nuevo. Como apunta Federici, desde la Edad Moderna el Estado ha redirigido la natalidad mediante diferentes estrategias de control social propias de los procesos de acumulación originaria y aparición del capitalismo.
Los tiempos no han cambiado tanto. Además de los poderes mencionados, hay uno que podría considerarse prioritario y que lxs conservadorxs han manejado de forma sublime para esta causa: los medios de comunicación. Tanto la construcción social del feto, vinculada demagógicamente con el imaginario de los bebés, como el discurso en torno a “la vida humana” del embrión, tienen mucho que ver con estrategias publicitarias y con el uso de imágenes que proliferan desde que en el año 65 la revista Life publicara la primera fotografía de un feto humano. Empezó entonces a tomar forma la idea que convierte al resultado de la fecundación en una entidad con esencia y vida propia. La socióloga Nayla Vacarezza nos cuenta que, conscientes de la proliferación y el uso ideológico de este tipo de imágenes, en la década de 1980 el feminismo cultural norteamericano crea el concepto “feto público” para desenmascarar y combatir los pseudoargumentos antiabortistas. La imagen pública del feto configura la subjetividad de las mujeres –sobre todo de las embarazadas– y crea un vínculo –¿filial?– entre la mujer que gesta y el embrión/feto, además de instituir una especie de cultura ideográfica de la esencia de la vida humana. Mecanismos de representación como fotografías de niñxs nacidxs para denunciar el aborto, la no relación de dependencia entre mujer gestante/feto y la visión de éste como ser individual que flota tranquilamente en algo parecido al escenario del Sputnik, ayudan al desarrollo discursivo del feto como sujeto autónomo. En campañas mediáticas antiabortistas se recurre a la invisibilización de las mujeres mediante encuadres cerrados en los que solo vemos sus recipientes –vientres– en avanzado estado de gestación. También es común en sus actividades publicitarias el uso de la primera persona del singular, que posiciona al embrión como una suerte de subalterno y nos interpela inoculando culpa, eje esencial de la moral judeo-cristiana.
A través de estas falacias, la Iglesia, el Estado conservador, lxs ultras provida, etc., pretenden la vuelta de las mujeres a los fogones y a las cunas, así como la perpetuación de su rol en el modelo de familia nuclear tradicional. Nos obligan a ser madres, pero nos echan de los trabajos al anunciar embarazo; nos arrebatan la capacidad decisiva, pero nos acortan las bajas de maternidad y merman las de paternidad; la ley nos obliga a parir, pero impide una sociedad accesible a todas las personas y no provee las condiciones materiales para una crianza digna; encarecen los bienes de primera necesidad; desahucian a mujeres lactantes y a niñxs de 3 años –esxs sí son personas-; privatizan la educación pública… en definitiva, nos predestinan a la precariedad. Todo esto conforma un engranaje clave de la máquina heterocapitalista, que se beneficia del trabajo femenino, silenciado y no valorado de la retaguardia, para seguir funcionando. Defensa de la vida. ¿Vida embrional? Puede. ¿Vidas humanas vivibles? Nunca.
La reforma de la ley del aborto no es, por tanto, una cuestión ética, sino un ataque ideológico. No se trata de un debate moral, sino político. Y los derechos de las mujeres a controlar su cuerpo y su vida no deben ser objeto de debate político. Gallardón insiste en la desaparición de estos derechos y condena a las mujeres que desean anteponer su vida a la de otra persona. Las que resistimos sentimos vergüenza y tristeza al cantar consignas de hace más de 30 años. Nos duele el pecho cuando escuchamos a nuestras madres y abuelas: "no me puedo creer que vosotras estéis así".
Y a eso vamos el 28 de septiembre. Ese día y los que hagan falta. ¿Provida? Provida nosotras las feministas, que luchamos por la salud y la vida plena y libre de todas las mujeres.
Nos vemos en las calles.
Yendéh R. Martínez
Elisa Mandillo Cabañó
Por Fundación de los Comunes, 23-Sept.-2013
2 comentarios :
Ver artículo del Blog:
http://veroirteclear.blogspot.com.es/2013/05/ni-eta-ni-cefalopodos-diez-mitos-y-una_11.html
Más de cien mil mujeres que abortaron en 2011 no habrían podido con la reforma prevista de Gallardón.
http://www.eldiario.es/sociedad/abortaron-hacerlo-reforma-prevista-Gallardon_0_178482737.html
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