El gobierno acaba de aprobar (un vez más por decreto) otra importante reforma educativa que también en esta ocasión tiene significativos efectos colaterales, ahora en forma de un nuevo negocio para la banca.
Lo que propone el gobierno es que la actual estructura de los estudios universitarios (cuatro años de grado más uno de áster) pase a ser (en principio de modo voluntario según el criterio de cada universidad) de 3 más dos.
La propuesta no es en sí mismo buena o mala sino que, como suele ocurrir casi siempre, depende del contexto y las condiciones en que se lleve a cabo.
Otros países europeos tienen esta estructura y no son precisamente los que tienen un peor sistema universitario, de manera que puede ser que la fórmula también pudiera ser la más apropiada para España. Pero hay razones para pensar que el modo en que se llevará a cabo en nuestro país va a generar graves costes sociales y muy pocos resultados positivos.
En primer lugar, hay que lamentar que de nuevo se proceda a implantar un cambio de esta envergadura sin apenas debate previo, sobre todo, cuando hace tan poco tiempo que se optó por un modelo distinto. Gobernando con prisas y por decreto el gobierno de Rajoy demuestra una vez más que lo que busca no es encontrar las mejores soluciones sino poner en marcha cuanto antes y a cualquier precio las medidas que, como en este caso, benefician a unos pocos grupos e intereses sociales.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que los cambios en el sistema educativo no se pueden llevar a cabo considerando solo su propia estructura sino que hay que poner sobre la mesa la financiación que van a a necesitar para evitar que su provisión se deteriore, como creo que será inevitable que ocurra en este caso.
En un momento en que las becas se reducen y suben constantemente los precios públicos universitarios, optar por esta fórmula solo puede llevar a que se agudice el ya fuerte proceso de expulsión de alumnos del sistema educación superior.
La estrategia que hay detrás de esta nueva estructura de los estudios es bien clara. El grado, que hasta ahora es el que está asociado a precios públicos más reducidos, se acorta y se hace más elemental para pasar cuanto antes a la fase de máster que se puede y se va a ofrecer a precios mucho más elevados y libres.
Se fortalece así la provisión de la enseñanza universitaria como un simple negocio que va a excluir a buen número de estudiantes y no solo por razones de capacidad o excelencia. Y así se beneficia a las universidades privadas que podrán especializarse -con menos competencia desde las públicas- en la oferta educativa más cara y dirigida a los grupos sociales con recursos suficientes para poder pagarla.
Pero lo que realmente creo que se esconde detrás de esta medida es un negocio que ya empezó a forjarse hace años y que muy posiblemente sea ahora cuando comience a desarrollarse en toda su extensión: el de los préstamos a estudiantes universitarios.
Se nos suele decir siempre que la deuda es el resultado de nuestro comportamiento culposo, de nuestro afán por vivir con más de lo que tenemos. Pero la verdad es que la deuda es el negocio de la banca.
Los bancos se dedican constantemente a encontrar los caminos que pueden permitirles aumentar la deuda, puesto que es solo con ella como ganan dinero (en contra de lo que se cree, arruinaríamos a un banco no solo por dejar de depositar allí nuestro dinero sino, sobre todo, por no solicitarle créditos). Para ello promueven políticas de adquisición de vivienda y no de alquiler, salarios más bajos y una política económica general que merme los ingresos disponibles en hogares y empresas para que tengan que recurrir permanentemente a sus préstamos.
Desde hace años los bancos (y en nuestro caso especialmente el Banco de Santander) vienen desarrollando una estrategia lenta pero efectiva de penetración en la vida universitaria y ahora están cerca de alcanzar su verdadero objetivo: poner en marcha en España el negocio de los préstamos que permitan a los estudiantes financiar sus estudios universitarios cada vez más caros y gracias a medidas como la que hoy se ha aprobado.
Es un fenómeno que ya se ha vivido en otros países y sabemos, por tanto, cómo empieza y cómo acaba: elevando poco a pocos los precios públicos, reduciendo las becas y ampliando la franja (postgrado) de matrículas más altas. Y todo ello, mientras que se difunde la idea de que sin un máster es imposible encontrar trabajo, lo que obliga a que los universitarios entiendan que realmente no lo son y que no están preparados para afrontar su futuro sin realizarlo.
En Estados Unidos, donde el negocio ha adquirido una dimensión gigantesca, el negocio en torno a los préstamos a universitarios es de 1,3 billones de dólares y la deuda media ha crecido casi un 60% desde que empezó la crisis. Tanto así, que la morosidad oficial es del 11-12% pero la real se estima que podría ser del 20%.
La explicación de por qué se ha llegado a esa situación es elemental y nos anticipa lo que ocurrirá en España. Se sube el coste medio de las matrículas (en Estados Unidos un 141% en los últimos 30 años y un 70% de 2001 a 2011) mientras que bajan los recursos nacionales o locales con que se financia a la universidad (cayó un 25% en ese mismo periodo) y también los ingresos de los hogares (bajaron un 7%).
Cuando todo eso ocurre, a cada vez mayor proporción de universitarios no les queda otro remedio que endeudarse para poder pagar sus estudios. En Estados Unidos, el 94% de los estudiantes que obtuvieron una licenciatura tuvieron que pedir prestado para pagar una educación universitaria, casi un 45 por ciento más que hace veinte años, lo que hace que la deuda (es decir, el negocio de banca) crezca a razón de 3.000 dólares por segundo (Stephen Lendman, How Wall Street fleeces America Privatized Banking, Government Collusion and Class War).
El problema estalla cuando también hay cada día más antiguos estudiantes que no tiene trabajo ni ingresos para pagar los préstamos estudiantiles que arrastran o que tienen empleos tan precarios que no les dan para ello. Exactamente lo que le ocurre a unos 7 millones de antiguos estudiantes y al 53,6% de los graduados menores de 25 años en Estados Unidos. Y lo curioso es que casi cuatro de cada 10 (el 38%) tienen trabajos para los que no es necesaria la formación que les obligó a endeudarse.
El fenómeno no es propio solamente de Estados Unidos (en donde el presidente Obama tuvo que tomar medidas de rescate para evitar una auténtica hecatombe financiera). Ha ocurrido igual en Chile, en donde hay entre 100.000 y 200.000 antiguos estudiantes atrapados por créditos, literalmente acosados por los bancos y que ahora deben tres veces más cuantía de la cuantía inicial de los préstamos que recibieron (El millonario robo del Crédito Corfo: Más de 100 mil ex estudiantes viven acosados por los bancos). También en Inglaterra, en donde se calcula que tres cuartas partes de los estudiantes no serán capaces de pagar su deuda y que el 73% de los egresados no terminará de pagarla antes de cumplir 50 años (Tuition fees: Three quarters of students won’t be able to pay off their debt). O en Francia, donde el 12,5% de los estudiantes están endeudados para pagar sus estudios mediante préstamos que ya se pueden pedir a través de una simple página web.
Esto es lo que pasará a partir de ahora en España: comenzaron a subir matrículas,, cayó la renta familiar y las becas, ahora se reestructuran los estudios para que vaya predominando la etapa más cara y pronto se extenderá la oferta de préstamos estudiantiles. Los bancos, como en Estados Unidos, multiplicarán su negocio dando créditos y convirtiéndolos en nuevos productos financieros derivados, hasta que de nuevo estalle la burbuja, vuelvan a quebrar y empecemos de nuevo.
Entonces también dirán que fue porque estudiamos demasiado y nos endeudamos por encima de nuestras posibilidades. Salvo que se ponga fin a esta locura.
por Juan Torres López
Economista
03 de Febrero de 2015
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