26 ago 2012

Las Hurdes urbanas de hoy.

 

Acabo de terminar Donde Las Hurdes se llaman Cabrera, de Ramón Carnicer, una de mis lecturas de estas vacaciones. El texto, un libro de viajes y de denuncia social, fue publicado por primera vez en 1963, y armó cierto revuelo. Carnicer -leonés del Bierzo de origen, profesor en la Universidad de Barcelona- había recorrido a pie y con los ojos muy abiertos la paupérrima comarca leonesa, había hablado con todo el que se encontró en su camino y lo contaba en una prosa sencilla y muy eficaz, casi periodística por la mucha información que daba sobre las duras condiciones de vida de los habitantes de aquella remota zona. A las fuerzas vivas del régimen, sobre todo las más próximas, las de Astorga y León, no les gustó nada el retrato, probablemente porque se dieron por aludidos como responsables últimos de aquellas penurias.

El libro, reeditado ahora por Gadir, al cumplirse el centenario del nacimiento de Carnicer, ha envejecido bien tanto en su forma como en su contenido. Parece incluso un texto reciente. La injusticia social, las desigualdades, el aumento de la brecha entre clases sociales… vuelven por desgracia a estar de actualidad entre nosotros.

Los libros de viajes con denuncia social formaron casi un género literario en la España de hace algo más de medio siglo. Fueron uno de los pocos reductos desde donde la literatura le sacó los colores al franquismo. Muchos autores de novela del llamado realismo social frecuentaron también esta fórmula. Algunos expertos sostienen que el libro que abre la saga es el Viaje a La Alcarria, de Cela, es de 1948, pero a mí me parece que tiene demasiado costumbrismo y poca denuncia social.

Veo que Gadir también ha rescatado recientemente a otro clásico del género: Caminando por Las Hurdes, de Antonio Ferres y Armando López Salinas, que es de 1960. Las Hurdes era el sinónimo principal del atraso económico y de la pobreza desde mucho tiempo atrás, desde Les Jurdes. Étude de géographie humaine, publicado en 1927 por el hispanista francés Mauricio Legendre, y Tierra sin pan, el estremecedor documental de Luis Buñuel de 1932. Con las imágenes de Buñuel recientes, vistas en la Filmoteca, y el libro de Ferres y López Salinas en la mochila, mi amigo Juanjo Calvo y yo recorrimos a pie Las Hurdes en marzo de 1978, y escribimos también un libro… que no encontró editor.

Anterior a Caminando por Las Hurdes es otro clásico de la denuncia social disfrazada de libro de viajes para sortear a la censura franquista: Campos de Níjar, de Juan Goytisolo, en el que el escritor barcelonés retrata los paisajes y sobre todos los paisanajes de la comarca almeriense de Cabo de Gata, que hoy es boyante y exporta turismo de naturaleza y agricultura innovadora bajo plástico, pero que entonces era muy pobre y solo exportaba mano de obra barata al desarrollismo catalán. Goytisolo lo publicó en 1954, y unos años después volvió por Almería con un libro de viajes diferente, La Chanca, en el entonces mísero barrio de ese nombre al pie de la alcazaba, muy cerca del centro de la ciudad: de la Rambla, el Paseo o Puerta Purchena. Lo publicó en 1962, pero en París, ignoro si porque aquí se lo impidió la censura.

La Chanca tenía, por tanto, una novedad técnica, una innovación para el género. No era un libro de viajes a una zona rural más o menos remota, a una comarca inhóspita y pobre, sino a un barrio de una ciudad donde se vivía de modo miserable a pocos metros de donde habitaban los más acomodados. Quizás hoy habría que hacer lo mismo. Un libro de viajes, calle a calle, a cualquier barrio pobre de alguna de nuestra grandes ciudades, a Las Hurdes o las Cabrera de hoy. Caminar, mirar, preguntar, conversar… y contar cómo se vive en la España de los recortes y de la galopante desigualdad. Es probable que al régimen no le gustara el retrato.

Arsenio Escolar.
23 agosto 2012

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