¿Quién no ha
tenido un amigo narcotraficante con el que se
iba de juerga en su yate? ¿Quién no
ha heredado una fortuna en Suiza y se ha olvidado de declararla? ¿A quién no
le ha pasado que aparezca
un Jaguar gratis en el garaje, o que un deconocido generoso –apodado don
Vito– le regale bolsos, joyas, fiestas y viajes?
¿Quién no ha
recibido del partido abultados
sobres con efectivo, o donativos anónimos de constructores filántropos, o
ambas cosas al mismo tiempo? ¿A quién no le han despedido alguna vez de forma simulada,
fraccionada y en diferido? ¿De verdad nunca os han pagado un cuarto de
millón de euros al año por no
hacer nada de nada, salvo estar callado?
¿Quién no se ha
metido por la nariz el dinero de los
parados andaluces? ¿De verdad nunca os habéis inventado una
escritora imaginaria para cobrar artículos de una fundación a cojón de pato?
¿Quién no ha se ha llevado crudas varias dietas
por duplicado en una mañana de reuniones en la caja? ¿Quién no ha acumulado
tres
salarios públicos en un mismo año? ¿Quién no
se ha subido el sueldo en plena crisis?
¿Quién no
llama directamente al Poder Judicial cuando tiene un problemilla en un
juzgado? ¿Quién no se salta las normas alguna vez para hacer un
favorcillo a los amigos? ¿Qué familia no tiene un yerno un poco
crápula que roba unos míseros millones de euros a las administraciones
públicas? ¿A quién no le han
indultado alguna vez por delitos de torturas, o de cohecho, o de homicidio
imprudente, o de alzamiento de bienes, o de prevaricación, o de
narcotráfico? ¿Quién no tiene el dinero en un paraíso fiscal o ha recurrido a la
amnistía para blanquear unos ahorrillos?
Si es que os escandalizáis por nada.
01/04/2013
1 comentario :
Lo siento, perdóname, no volverá a pasar.
Si hay pocas evidencias materiales, lo primero que tienes que hacer es negarlo todo. Qué más da que el hecho haya sucedido delante de sus narices.
Lucía Lijtmaer
10/04/2013 - 20:39h
Imaginemos que tu pareja te pilla infraganti en la cama con otro/a. Después del shock inicial, respira hondo. Mira a tu alrededor. ¿Qué datos fehacientes hay además de que estés en la cama sin ropa, practicando un acto sexual más o menos depravado con alguien que no es tu media costilla? Compruébalo.
Si hay pocas evidencias materiales, lo primero que tienes que hacer es negarlo todo. Qué más da que el hecho haya sucedido delante de sus narices. Niégalo. No ha pasado. No es así. De hecho, te ofende que piense lo contrario. ¿Cómo se atreve? Declárate víctima. Considérate el blanco de una conspiración para destruir vuestra relación, vuestra confianza mútua. Culpa a terceros no presentes, a vuestros hijos, a vuestros enemigos, a cualquiera que haya pasado cerca de esa habitación en los últimos tiempos que pueda ser susceptible de ser culpado.
Ah, ¿que hay pruebas? ¿Recibos, mensajes en el teléfono móvil, correos electrónicos comprometedores, fotos explícitas y gráficas del acto sexual que tu pareja acaba de presenciar? Nueva táctica: reconoce alguna tontería, alguna cosita. Bueno, sí, nos tocamos un poco pero en realidad no pasó nada. Nada serio, al menos. Fue un despiste, un desliz propio del momento, una tontería. Evita las palabras “sexo”, “follar”, “polvo” y todos sus sinónimos. Tu nueva táctica es minimizar el daño y tu castigo. Debería funcionar, aunque puede que se acabe convirtiendo, precisamente, en lo que te delate: justificarte puede ser el principio del fin.
Si eso no para el golpe y tanto él/ella como vuestro entorno empiezan a desarmar tus argumentos, uno a uno, no te queda otra que pedir perdón. Lo siento. Perdóname. No volverá a pasar. Te lo juro. No sé como pudo suceder. Cambiaré. Lo haré bien. Y, sobretodo: no me culpes, porque no tienes ningún derecho.
Imaginemos ahora que no eres tú, sino un amigo el que te cuenta que su pareja le ha hecho todo esto, en ese orden: acto, pruebas, negación del acto, victimización, culpabilización a terceros, minimización del hecho y del daño y, finalmente posterior reconocimiento del acto, sin disposición a asumir ninguna de las consecuencias. Resulta increíble, ¿verdad? Nadie permite algo así.
Nadie permite algo así, repito.
Este burdo ejercicio acaba con lo obvio: sustituye de tu historia tu falta o la de la pareja de tu amigo por la de un escándalo político que ocupa las portadas. Cualquiera, el que sea. Y ahora, pregúntate: ¿quién, con las pruebas en la mano, con la cama aún caliente, aguanta que se le haga callar con las frases “se elaborará un informe pertinente”, se “irá hasta el final de los hechos” o “se exigirán responsabilidades penales” sin que haya consecuencias políticas inmediatas? Y empieza a conjugar: Yo. Tú. Él. Nosotros.
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