Activistas de la PAH ante la casa de la diputada del PP
Rodríguez Salmones
Ayer estuve en mi primer escrache: el que la PAH de Madrid
hizo ante el domicilio de la diputada del PP Beatriz Rodríguez Salmones, en el
barrio de Chamartín. Es decir, estuve intimidando y acosando, con violencia, de
forma ilegal y
antidemocrática,
y todo muy
nazi.
Bueno, nazi, lo que se dice muy nazi, no me pareció, la
verdad. No recuerdo yo que los nazis pusiesen pegatinas y luego se marchasen.
De hecho, diría que hasta me aburrí un poco, es lo que tienen las expectativas:
uno va esperando una batalla campal, y luego se encuentra gente que camina por
las aceras, padres con niños y hasta alguna señora que pasea al perro
aprovechando el escrache. Y no, tampoco parecía un perro nazi, si es lo que
están pensando.
Arrancamos desde la Plaza de Castilla, una vez la policía
terminó de
identificarnos.
Recorrimos uno de los barrios más ricos de Madrid, cantando pareados, poniendo
pegatinas y repartiendo información a vecinos y comerciantes, y a los muchos
porteros, que se mostraban cómplices. Ni siquiera cortamos el tráfico, eso se
lo dejamos a las decenas de antidisturbios que nos escoltaban por el asfalto.
Al llegar al portal de la diputada, la policía nos empujó hasta la acera
contraria, donde un portavoz leyó un mensaje, y después de cantar unos minutos
más, nos fuimos juntos.
No sé, a lo mejor cuando me metí en el metro, una vez
marchados los muchos periodistas (incluida alguna tele extranjera), los
activistas volvieron y tiraron piedras y cócteles molotov, pero mucha pinta no
tenían. La gente iba tranquila, la policía también parecía relajada, y no vi
miedo, ni siquiera a que en cualquier momento apareciese un ex
diputado del
PP enloquecido y te arrancase la cabeza por perroflauta. En resumen: fui al
escrache sin decirle nada a mi madre, para no preocuparla; y una vez visto,
pienso invitarla al próximo.
Ya lo he dicho alguna vez, pero repito: los gobernantes y
los medios afines deberían felicitarse de la calma y el civismo que estamos
demostrando los ciudadanos. Viendo la manera en que los ciudadanos están siendo
maltratados y humillados, con familias asaltadas por el balcón y echadas a
rastras, y miles de ahorradores estafados con descaro, es admirable lo
pacíficos que seguimos.
Y sin embargo, algunos parecen empeñados en echar leña al
fuego, a ver si consiguen que alguien sufra un calentón y acabe pasando algo,
para así hacer buena la profecía de autocumplimiento que suelen aplicar a las
protestas: los manifestantes son violentos, así que los criminalizo y reprimo,
hasta que al final acaban siendo violentos y puedo presumir de “ya lo decía
yo”.
Pero me temo que esta vez han pinchado en hueso, porque la
campaña de escraches está siendo una perfecta demostración de la inteligencia
colectiva de unos y la necedad orgánica de otros.
Inteligencia colectiva la de la
PAH,
que ha desbordado a la clase gobernante con una forma de protesta eficaz y muy
hábil: llevar a las casas de los diputados la protesta enmarca la acción y su
respuesta en el ámbito del domicilio, ese que algunos consideran sagrado salvo
cuando te desahucian. Las repetidas imágenes de familias, niños incluidas,
echadas a la fuerza a la calle con lo puesto, están tan presentes para los
ciudadanos que cualquier pataleta apelando a la inviolabilidad del domicilio y
la protección de los niños se diluye como azucarillo. Los escraches serían
inaceptables para la mayoría hace cuatro años; hoy en cambio cuentan con un
apoyo masivo.
Necedad orgánica, la de la clase gobernante, totalmente
descolocada y con una cintura de granito. Desbordada por formas de protesta
imaginativas, que rompen el clásico “manifestación autorizada”, y ante las que
solo tiene una respuesta que ofrecer: más policía, más blindaje, más
multas,
más criminalización, más miedo.
Cuando crean que han acabado con los escraches, se verán
otra vez desbordados por esa inteligencia colectiva que ya tendrá pensado el
siguiente paso. Y esa inteligencia está siendo el mejor fruto de este tiempo
terrible: la capacidad de los ciudadanos para organizarse, convocarse,
reapropiarse del espacio público, protegerse, burlar la represión, ser
autónomos, ser eficaces, construir comunidad. No todo son malas noticias.
No hay comentarios :
Publicar un comentario