El desparpajo de gobernantes y poder financiero para seguir imponiéndonos medidas asfixiantes que benefician a los que más tienen continúa marcando la agenda oficial, pero algo está cambiando. 2014 pasará a la historia como el año en el que el descontento y la indignación dieron paso a una mayor acción política y social. El curso que ahora comienza será sin duda histórico y clave.
Son muchas las personas que han abierto plazas a las que sigue llegando gente y que se esmeran para que en esos espacios quepan mayorías reales capaces de desplazar a quienes ahora gobiernan guiados por la ley de las elites. Son muchas las que entienden ya que la política no se hace desde nichos o partidos burocratizados, sino que debemos asumir una militancia de la vida cotidiana como ciudadanos capaces de participar, sugerir, proponer e intentar detener los abusos continuados que se aplican en nuestro nombre, con la excusa de que no hay otra salida.
Si tuviéramos que adelantarnos y elegir un nombre para bautizar este curso que ahora comienza, podríamos apostar por "el año que viviremos intensamente", porque independientemente de los futuros resultados electorales, nuestra sociedad experimenta ya la consolidación de un tejido social dispuesto a intervenir en la historia para intentar cambiarla, a través de asambleas, debates, acciones sociales y políticas.
Desde el 15M crece la cultura política: en bares, playas, en la calle, en la puerta de los colegios mientras esperamos la salida de nuestros hijos, incluso en la televisión, se habla de lo que nos pasa: de que no llegamos a fin de mes, del crecimiento de la desigualdad, del aumento de la riqueza de las grandes fortunas de España, de las nuevas medidas que nos arrebatan más derechos y, con todo ello, de la necesidad de un cambio político ya. La estafa ejecutada desde el poder es cada vez más nítida y clara, en un proceso similar al del traje del cuento del emperador desnudo.
Iniciativas como Podemos, Guanyem, Ganemos –así como algunos sectores de otras agrupaciones políticas y sociales– escribirán la historia de este curso. Son ellas las que han logrado colocar encima de la mesa un debate real, después de tantos años de política de cartón piedra, limitada a la agenda impuesta por el poder. Cada vez hay más personas que quieren y pueden participar en espacios nuevos caracterizados por ser inclusivos y por tanto ampliables, es decir, capaces de albergar mayorías y donde no caben viejas prácticas cocinadas en cúpulas y en despachos.
Por primera vez en mucho tiempo la debilidad del régimen del 78 es palpable: el bipartidismo pierde fuerza, y con él, las políticas económicas que nos han llevado hasta los niveles de pobreza y desigualdad actuales. Hay una capacidad objetiva para poder cambiar las cosas, y en ello juegan un papel clave las cotas de implicación de la gente. Pero a la vez la agenda de las elites prosigue, implacable, ejecutando medidas que nos hacen muy difícil vivir como seres humanos en todo el sentido del término.
El Fondo Monetario Internacional sugiere que nos bajen más los sueldos. Las mutuas decidirán sobre las bajas laborales de los trabajadores, privatizando así gestiones propias del servicio sanitario. La Unión Europea, en una carrera hacia el abismo, sigue defendiendo los intereses de Estados Unidos por encima de los suyos propios.
El patrimonio de las grandes fortunas españolas creció un 9,3% hasta junio, mientras el Gobierno invierte 75 millones de euros menos en becas y la tasa de paro de españoles con estudios universitarios en paro triplica a la de la OCDE.
Con la reforma fiscal el Estado dejará de ingresar 7.000 millones de euros y los ricos pagarán menos. La mano de obra se ha vuelto a abaratar, la universidad española se sitúa entre las más caras de Europa, y en Madrid más de un millón de personas vive con menos de 484 euros al mes.
Por todo ello el próximo año y medio es de suma trascedencia. De lo que ocurra en el plano político dependerá si este país se sumerge ya, irremediablemente, en el magma del subdesarrollo y la corrupción o si, por el contrario, logra cambiar para que sea la gente, y no una elite, quien tome las riendas al servicio de los intereses de la mayoría.
Comienza un curso en el que la transformación política merece el aporte de la participación ciudadana. En el que muchos trabajarán duro para que un posible proceso constituyente real no quede reducido a una simple transición restauradora. Ocurra lo que ocurra, 2014-2015 será sin duda un periodo que pasará a la historia de la política de este país. Del nivel de contribución de la gente dependerá la consolidación de una fuerza ciudadana y de una mayoría social capaces de poner fin a las políticas que nos han despojado de derechos fundamentales y que han hecho de la vida pública un negocio privado. Otra política es posible, y ya se está demostrando".
por Olga Rodríguez
16/09/2014
eldiario.es
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