La clase “media” vuelve a ser clase obrera
A lo largo de los años de la “burbuja”, y como consecuencia ideológica de la restauración del capitalismo en los llamados estados “socialistas”, parecía que las predicciones sobre la desaparición de la clase obrera eran reales. Todos éramos “clase media”, menos el 1% mas rico y los que, decían que por motivos ajenos el sistema, eran excluidos de él. Era la sociedad de las tres capas, los mas ricos, las clases medias y los excluidos, donde no tenía sentido el concepto clase obrera.
Esta ideología se vio reforzada en el Estado Español por la desindustrialización forzada en los años 80 para la integración en la CEE (actual Unión Europea), que se llevó por delante grandes sectores de la industria, desde astilleros hasta siderurgias. Los gobiernos de F. Gonzalez, Aznar y Zapatero, como la Xunta en Galicia, asumieron el papel del Estado Español que en la división internacional del trabajo imponían las grandes potencias, destrucción de la fabricación de bienes de equipo y de alto valor añadido, y dejarlo cómo exportador de bienes de consumo (automóvil que son deslocalizaciones de empresas multinacionales, textil, por donde entraron algunas multinacionales autoctonas, etc.),... y para variar, el turismo.
La crisis, como toda sacudida en la sociedad, esta bajando del sueño del bien estar de la clase “media” a los que siempre fueron clase obrera, incluso en sus sectores más pudientes. Cuando el gobierno de ZP militarizo a los controladores aéreos, asalariados/as con muy buenos salarios, recordó lo que eran, simples asalariados frente al poder del capital, que quería la privatización del servicio sin los salarios y las condiciones que tenían entonces en AENA. Los pilotos de Iberia sufrieron uno “correctivo” semejante desde la empresa, que les recordó que el capital es el capital frente el trabajo, por mucho dinero que ganen.
La clase en sí nunca dejó de existir
En un rizar el rizo de la alienación, los años 90 y comienzos del seculo XXI vieron como los asalariados y las asalariadas se negaban a sí mismos. La inmensa mayoría de ellos negaba su condición de trabajadores asalariados, de obreros, repitiendo el tiempo que fichaban en la entrada de la empresa que no eran obreros/las, que eran “clase media”.
Era una realidad inaudita ver la gente que vivía de su salario, que hipotecaba su vida para conseguir una vivienda, negar lo que eran.
Es más, para que el sistema consiguiera este colmo de la alienación -uno negándose a sí mismo- existía una gota de verdad, la burbuja permitió a muchos trabajadores y trabajadoras, la base de hacer horas extras, del endeudamiento masivo, etc., y la existencia de un estado del bien estar más o menos desarrollado, pensar que habían dejado de ser lo que eran, asalariados/as.
Como iban a ser obreros/as, si vivían como pequeño burgueses, si tenían acceso al duplex, al adosado, a las vacaciones y, por encima, tenían una seguridad social de cierta calidad, sus hijos iban a la universidad pública, y sus mayores tenían pensiones “decentes” y centros de día. Eso no era ser obrero, asociado toda la vida a pobre; a los que se ven en los films o en las fotos de los años 30 o los 50. ¡No podía ser, ellos no eran obreros, eran “clase media”!.
Esta realidad, que era una combinación entre conquistas de la lucha de la clase obrera y concesiones del sistema sobre la base de un saqueo sistemático de los pueblos oprimidos, ocultaba el hecho ineludible de que seguían siendo asalariados/las, es decir, su nivel de vida dependía de vender su fuerza de trabajo, de tener un trabajo mas o menos estable.
Eran clase en sí, es decir, clase obrera individualizada, no consciente de su situación en las relaciones sociales del sistema capitalista, que gracias a la combinación de factores objetivos y subjetivos ante dichos, se auto engañaba. El crédito barato, las horas extras, etc., no les permitía ver ni aceptar lo que algunos decíamos, que las rentas del capital estaban aumentando en el reparto de la renta nacional, a costa de la pérdida de las rentas del trabajo hasta llegar a la situación actual, donde la clase trabajadora sólo aporta el 42% de la renta nacional que ella genera. Por cierto Hacienda Pública es más “marxista” que muchos que se dicen marxistas, pues reconoce abiertamente que existe una contradicción entre rentas de Capital y rentas de Trabajo.
Clase asalariada, clase obrera y proletariado industrial
La crisis sacó del “paraíso” a millones de ser humanos, pues les dejó sin su medio de vida, el salario. De súbito, se dieron cuenta de que eran asalariados/las, clase obrera en el mas amplio sentido, todos aquellos que viven de la venta de su fuerza de trabajo por un salario.
Es una vieja discusión no sólo en el marxismo, sino también en el conjunto de la izquierda, sobre el concepto de clase, y en el concreto, de clase obrera, pues ni Marx, ni los marxistas dejaron una definición clara de clase obrera, más allá del hecho objetivo de que una clase “no se define por la cantidad de dinero que lleva en su bolsillo”, sino por su relación con la propiedad de los medios de producción, distribución y financieros.
Esta claro que el desenvolvimiento del capitalismo, la extensión de las sociedades por acciones y el imperialismo, que suponen una separación entre la propiedad de la empresa y su gestión, dejada en las manos de “asalariados” como los gerentes, consejeros delegados, administradores, etc. introduce elementos nuevos en la definición. En realidad estos sectores supuestamente asalariados/as vienen a ampliar el concepto de burguesía, que ya no es el propietario directo de la empresa sino un lío de accionistas, grandes y medianos, altos ejecutivos, directivos,... todos ellos con importantes ingresos a costa de la producción y distribución de las mercancías, aunque tengan la forma de “salario”. La clase burguesa actual se caracteriza por ser un agrupamiento de seres humanos que les une, no tanto la propiedad directa sino también las inversiones productivas o especulativas en empresas, bancos, aseguradoras, fondos de inversión, etc., etc., de donde sacan sus rentas.
En otro polo de la sociedad, entre los y las asalariadas, se produce la “proletarización” de las capas medias de la sociedad, de los técnicos y licenciados, que no hace tanto eran profesionales liberales como forma muy “elegante” de hablar de pequeños burgueses. Hoy, la mayoría de los médicos, arquitectos, químicos y técnicos en general tienen como su futuro su proletarización, y una minoría se incorporará a la burguesía. La sociedad se polariza, como lo demuestra que un sector de la vanguardia de la lucha contra las privatizaciones de la sanidad en Madrid sea llevada por los médicos.
Y sí, es proletarización, porque muchos de ellos van incorporarse a las grandes empresas que por mor del desarrollo de la capacidad productiva del sistema, hace de ellos los obreros industriales del futuro (la nanotecnología, que fabricará en laboratorios lo que hoy se hace en plataformas petrolíferas, refinerías, etc.).
La clase obrera industrial, el “viejo” proletariado en sentido estricto, tiene iguales estratificaciones que la producción, el sector I, extracción de materias primas (minería, pesca, agroganadera, etc.) y fabricación de maquinaria para la industria, el comercio, servicios, (bienes de equipo), transformación de la materia prima, etc., cuyo mercado son los propios capitalistas como dueños del capital. El sector II de la economía, la fabricación de bienes de consumo como el textil, el automóvil, la industria del ocio y el ocio, teléfonos móviles, aplicaciones informáticas,..., que pueden tener como punto final las masas o en una especialización, el consumo de bienes de “alto standing”, dirigido a los capitalistas como individuos.
El consumo, el uso, de estos bienes suponen la satisfacción de una necesidad real o ficticia del ser humano; pero hay un sector que desde los años 40 el 50 controlan el 50% de la economía yanqui y el 20% mundial, el llamado “aparato militar industrial”; es la industria de la guerra y el armamento, que aún generando plusvalía, en realidad no satisface ninguna necesidad social, su uso/consumo sólo puede ser destructivo.
Sea como fuere, todos constituyen el proletariado industrial, es decir aquellos asalariados/as que con su trabajo modifican el producto original (sea materia prima o no) aportándole en ese proceso el tiempo de trabajo necesario para su producción (trabajo abstracto). Construya lo que construya, elabore lo que elabore, sea un producto material como un coche, un barco o la transformación de bauxita en aluminio, sea un producto inmaterial como un software, una aplicación informática, una serie de TV o un film (aunque todos ellos tengan un soporte material, un hardware donde se incorporan), es proletariado industrial en su acepción mas tradicional. Con su trabajo modifica el uso de la mercancía original de tal manera que el consumo de la fuerza de trabajo produce un excedente económico, incorporado a cada mercancía en particular (trabajo concreto). Este tiempo de trabajo incorporado en el cambio en el valor de uso, la plusvalía, adquiere su forma dineraria en el mercado, en la venta de la mercancía en la competencia con otros productores de mercancías. A través del incremento de la productividad del trabajo se determinara el valor de la mercancía fuerza de trabajo.
Este proceso de producción para el mercado implica otros sectores de la clase asalariada necesarios para que el tiempo de trabajo incorporado en la producción de mercaderías llegue el consumidor, es el transporte y la venta. Son los trabajadores/las no proletarios, pero necesarios para que el producido se rentabilice en la forma en la que el capital quiere, dinero.
No generan ninguna plusvalía porque no modifican el uso de la mercancía original en una nueva, no le incorporan tiempo de trabajo excedente con su trabajo; pero no por eso no son necesarios, pues las mercancías no llegan solas al consumidor. Como se diría, todos son necesarios, pero sólo unos son imprescindibles.
La economía capitalista sublima la importancia de los primeros frente a los segundos porque en sus cabezas lo imprescindible es la forma dinero de la fuerza de trabajo. En la cabeza de los capitalistas solo cabe una idea, mercadería=dinero. Cómo esto se consigue, tanto le tiene, la cuestión es que se convierta en dinero.
Este, por cierto, es uno de los motivos que llevan la que los economistas actuales, los social liberales y los neoliberales, no acierten con la salida de la crisis. Unos recomiendan aumentar la inversión publico para aumentar el consumo, porque el problema es que ha un bajo consumo (las mercaderías no hallan comprador), otros, recomiendas austeridad y rebaja de los llamados costos laborales, porque así, piensan, aumenta productividad y la competencia, olvidando que hoy hay exceso de competencia.
Ni unos ni otros ven el fondo del problema, que es a largo plazo y estratégico: la capacidad productiva del sistema es tan grande que la tendencia es la deflación, es decir, la caída del valor real de las mercancías y con ella de los beneficios empresariales.
El proletariado industrial es la parte imprescindible para el sistema capitalista, pues es aquel sector, más o menos grande, que con su trabajo modifica el valor de uso de las mercancías. Pero el proletariado industrial no es la clase obrera/trabajadora/asalariada, es una de sus partes, y la lucha del es la lucha de toda la clase.
El carácter internacional de la clase obrera
Que la clase obrera sigue a la burguesía, el capital, como la sombra al cuerpo es una realidad indubitable. Al igual que capital en sus formas primitivas, mercantil, comercial, existían antes de su dominio mundial, también existía clase asalariada. De hecho las primeras huelgas-forma de lucha por excelencia de los asalariados/las- datan del viejo Egipto, en la construcción de las pirámides y en el trabajo portuario, que hacían trabajadores libres, no esclavos.
La clase obrera se ofrece cómo alternativa social cuando el capitalismo sale de la marginalidad y se convierte en el modo de producción dominante a nivel mundial el largo del siglo XIX. Marx y Engels decían que el capitalismo con su desarrollo generaba su enterrador, la clase obrera.
Ahora, en el siglo XXI, el capitalismo ya no tiene la competencia de ninguna otra manera de organizar la sociedad, es el modo de producción exclusivo en el planeta. En el siglo XIX en realidad sólo existía en Europa, América, y no toda, y Japón; el resto eran sociedades no capitalistas. Tras la revolución de Octubre el capitalismo “compartió” el planeta con sociedades anticapitalistas -a pesar de sus políticas de conciliación de clases y coexistencia pacifica-.
El capitalismo es por definición un sistema que se expande de una manera automática y no admite competidores. Puede comenzar por un simple intercambio de regalos la canjees de madera, plata u oro,... pero lo final las leyes del mercado corrompen todo lo que tocan, introducen el veneno de la competencia y la acumulación originaria, y destruyen las sociedades por ellos afectadas. Quieran que no, las leyes del capitalismo son “corrosivas” para cualquier cuerpo social.
En el caso de los estados obreros, “socialistas”, esta corrosión iba acompañada de una voluntad de destruirlas, de recuperarlas para el mercado mundial para someter a sus clases obreras a las condiciones de explotación que supone trabajar para el mercado capitalista.
Tras esta corrosión, consciente o no, ve el crecimiento del enterrador, de la clase obrera. Según datos de la OIT, hoy en el mundo el 70% de la población activa mundial en las zonas urbanas son asalariados/as, bajando al 50% en el rural. Es dicer, la mayoría de la población trabajadora mundial vende su fuerza de trabajo por un salario, más o menos grande, dependiendo si hablamos de una potencia imperialista o de una colonia/semicolonia.
La relación capital/trabajo nunca estuvo tan extendida. Alcanza a todo el mundo, por lo que si alguna duda existía del carácter internacional de la clase obrera, esta claro que los datos lo niegan. Es más, la crisis tiende a equiparar por debajo sus condiciones de vida, fruto del aumento de la productividad del trabajo y la consecuente caída de la tasa de beneficio, con unos efectos sociales importantes. Sienta las bases para romper el hecho de que un sector de la clase obrera en los estados imperialistas, que había compartido las migajas de la superexplotación de los estados dependientes, generaba una de las divisiones de la clase obrera que esta en la base de que la revolución no haya triunfado en el mundo. Esta aristocracia obrera, según el concepto de Lenin, ve como sus privilegios y conquistas son destruidos por los gobiernos para sacar el capitalismo de la crisis.
La aristocracia obrera es la clase media
En definición de Lenin, la aristocracia obrera es aquel sector de la clase que se beneficia de las migajas que caen de la mesa de las grandes multinacionales, corrompiéndolas y haciéndolas cómplices de la opresión de los pueblos que saquean y de la explotación de sus clases trabajadoras.
Por su nivel de vida, de ingresos y mismo condiciones de trabajo, estos sectores ase asimilan a la pequeña burguesía, viven con ellos, en los mismos barrios e iguales condiciones. Este asimilamiento no podía por menos que tener consecuencias en la forma de pensar, en su visión de la vida. La ideología de las “clases medias” les permite explicar esa situación social, asalariado por la forma que tienen de ganarse la vida, pequeño burgués por las formas de vida.
Pero la “vida es dura, y una crisis como la actual no podía dejar de golpear muy seriamente a estos sectores de “clase media”, recodándoles lo que realmente son, las capas altas de la clase obrera, la aristocracia obrera... venida a menos, en decadencia. Muchos de ellos se reintegraran entre la clase obrera, pero otros buscarán salidas individuales, “emprendedoras” a la crisis. Su profundización, que es inevitable en las condiciones actuales, les va a decepcionar con el ser humano y hará de ellos carne de fascismo.
La clase para sí
Nadie con dos dedos de frente diría que las crisis tienen algo bueno, salvo en que ponen de manifiesto el verdadero carácter del capitalismo; y no seríamos marxistas si no vemos todas las perspectivas de ella. La crisis esta a disolver muchas ideas preconcebidas construidas a lo largo de esa gran vuelta atrás social e ideológica que fueron los años 90. Sin pretender ser exhaustivo, voy a dar algunas
- el capitalismo había superado las crisis y era el “fin de la historia”. Da la risa pensar ahora en las boutades de un Francis Fukuyama, que, por cierto, ya se “autocrítico”.
- la democracia capitalista es el mejor de los sistemas posibles. Las escuchas y el espionaje de millones de personas recién puestos a la luz es la mejor demostración de la falacia que supone esta afirmación.
- el socialismo había muerto. A veinte años de la restauración del capitalismo en los llamados estados socialistas, lo cierto es que casi nadie cree que allí había existido socialismo, salvo algunos nostálgicos de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y sobre todo los propagandistas del sistema que empeñan en llamar “socialismo” a lo que era degeneración burocrática de unos estados que habían surgido en condiciones de destrucción case total.
- la clase obrera había desaparecido con el socialismo, decían, y ahora todos somos “clase media”. La manía del capitalismo de reducir los salarios, destruir las conquistas laborales de años de lucha, como las vacaciones, la jornada, etc., para recuperar la productividad demuestra cuanta razón tenía Marx cuando establecía como una de las fuerzas contra restantes a las crisis del capitalismo la reducción del valor de la fuerza de trabajo.
La crisis, en un proceso contradictorio, esta abriendo las puertas para que la clase obrera, todavía “en sí”, de el salto a la clase obrera “para sí”; es decir, recomponga la conciencia que tiene de sí, se reconozca como clase social enfrentada el capital con un proyecto social propio, el socialismo revolucionario.
7 de julio de 2013
Por Roberto Laxe
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