25 abr 2015

¿Quién sale ganando con el cambio climático?

Los científicos piden cambios "radicales" para mitigar los efectos del cambio climático. AFP
Los científicos piden cambios "radicales" para mitigar los efectos del cambio climático. AFP
Inundaciones, sequías, aumento de las temperaturas, erosión de la costa, escasez de recursos. Deshielo, migraciones forzadas, extinción de especies y nuevas enfermedades. Catastrofista o no, lo cierto es que el cambio climático augura un futuro de impactos globales, inminentes, y según los científicos, irreversibles en la mayoría de los casos.

El último informe del Panel Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático (IPCC), la mayor organización científica sobre la materia, ya ha alertado de que son necesarios cambios “radicales” para mitigar sus efectos. “Tenemos que despedirnos del sistema económico actual”, ha advertido uno de sus investigadores, el catedrático de Economía del Cambio Climático de la Universidad Técnica de Berlín, Ottmar Edenhofer.

Pero por el momento, parece que el “sistema económico actual” al que se refiere Edenhofer se resiste a abandonar. Sobre todo porque más allá de los efectos perniciosos, el cambio climático supone una buena oportunidad para hacer caja, unas veces con mejor intención que otras, a veces con mayor acierto que otras. Ante este panorama, empresas, investigadores, gobiernos, industria e inversores trabajan ya en el amplio mercado surgido de la necesidad de mitigar los efectos del calentamiento global, pero también de adaptarse a sus posibles consecuencias, o adelantarse a ellas. Una carrera a contrarreloj para asegurarse un puesto en el escenario de futuribles ganadores.

Alemania, líder mundial en energías renovables, es uno de los que tiene garantizada buena parte del pastel energético, un sector clave para los cambios que se avecinan, y en el que tiene puestas grandes expectativas. El ministerio de Medio Ambiente de la Cancillería proclama en su página web: “La protección del clima abre una masiva oportunidad para las empresas alemanas que ayudará a fortalecer la posición de liderazgo como país exportador de tecnologías.

En efecto, el mercado de las renovables en Alemania, que da empleo a más de 380.000 personas en el país, ya movía 25.000 millones de euros en 2010 por venta de maquinaria y tecnología y 12.000 sólo en concepto de exportaciones. Según la Agencia Alemana de la Energía, el país ya tiene el tercer sector de energía eólica más importante del mundo y el primero de energía solar.

Esto no significa que otros mercados energéticos estén abocados a la ruina. La nuclear, por ejemplo, que ha perdido apoyo de sociedad y gobiernos desde el accidente de Fukushima en 2011, podría tener importantes posibilidades en un futuro cercano. El lobby nuclear, advierte Raquel Montón, del área de Energía y Cambio Climático de Greenpeace, está trabajando para conseguir subsidios y ampliar el parque nuclear de algunos países, basándose en el escaso dióxido de carbono que, en teoría, expulsa a la atmósfera este tipo de energía.

La presión por reducir las emisiones de CO2 ha abierto un mundo de posibilidades comerciales. EEUU ya vende algunos proyectos de captura y almacenamiento de carbono, una nueva tecnología para concentrar el gas contaminante y enterrarlo bajo tierra que no cuenta con el visto bueno de los ecologistas. Y el dueño de la empresa Virgin Records, el británico Richard Branson, lanzó en 2007 un concurso científico internacional que ofrece 25 millones de dólares para quien consiga inventar un mecanismo que elimine los gases de efecto invernadero de la atmósfera y que sea económicamente viable y sostenible a largo plazo. Después de recibir miles de propuestas, el reto ya cuenta con once finalistas.

También el deshielo progresivo del Ártico supone una mina aún por explotar para la industria petrolera y gasística mundial, en especial para Rusia y EEUU. Según estimaciones del United States Geological Survey, esta zona del planeta alberga alrededor del 22% de las reservas no descubiertas de petróleo (90.000 millones de barriles) y el 30% de las de gas natural. Es, por tanto, un sabroso pastel al que hincar el diente. Rusia, con la compañía Gazprom, es sin duda quien lidera la carrera (su plataforma Prirazlomnaya ha sido la primera en conseguir extraer petróleo a 50 grados bajo cero y bajo una capa de hielo de tres metros de espesor), pero otras compañías de EEUU, Holanda, Francia, Alemania, Reino Unido o Corea del Sur pelean de igual modo por colarse en el reparto. También la española Repsol tiene ya licencias de explotación bajo su custodia. Además, la subida de las temperaturas en el Ártico podría abrir nuevas vías de transporte comercial, como la Ruta Marítima del Norte que Rusia pretende poner en marcha.

No obstante, no todos los inversores lo tienen claro: “Va a haber cambios muy relevantes en el panorama del mundo, pero es muy difícil para una empresa hacer planes de negocio con perspectiva de aquí a 30 años”, asegura Arturo Rojas, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI). La consultora, sin embargo, reconoce que existen fondos cada vez más sensibles a los efectos del cambio climático y sectores con una enorme proyección de rentabilidad para los inversores.

Quizás el caso más flagrante de todos es el del agua, un recurso vital con graves problemas de abastecimiento, distribución y composición a los que hacer frente, es decir, de los que hacer negocio. Frente a las sequías de algunas zonas, aumentará el nivel del mar por el derretimiento de los polos. Habrá más agua, pero su ciclo natural variará, provocando lluvias torrenciales y mal distribuidas. Según la empresa de inversiones Sustainable Asset Management, la desalinización es una de las actividades con mayor potencial de crecimiento. Sólo en India, este mercado tiene previsto triplicar su crecimiento para 2017 hasta los 1200 millones de dólares. La química estadounidense Dow Chemical (responsable del accidente de Bhopal), Saline Water Conversion Corporation y el gobierno de Arabia Saudí ya han llegado a un acuerdo para investigar sobre nuevos procesos y tecnología.

Otra buena prueba del atractivo del mercado del agua es el SGI World Water CW, un índice bursátil creado en 2004 que mide la evolución de las 20 mayores compañías de abastecimiento, infraestructuras y tratamiento de agua del mundo. El 35% de estas empresas pertenece a EEUU, el 20% a Reino Unido y el 10% a Suiza. Según explica el también socio de AFI David Cano en un artículo publicado en la revista Economía Exterior, hasta 2012 el SGI World Water ha acumulado una rentabilidad mucho mayor (114%) a la de otros índices bursátiles del mundo, como el Nasdaq 100 (62%), Standard & Poors 500 (20%) o el Eurostoxx 50 (-12%). Además, advierte de que “sus empresas cuentan con unas expectativas de crecimiento superior a la de la media del conjunto de la economía”.

En consecuencia, Sustainable Asset Management asegura que el sector del agua potable, cada vez más cara y cada vez más en manos privadas, supone “enormes oportunidades a medida que se espera que aumente la demanda de los países en vías de desarrollo”. “SGI World Water ofrece, desde su nacimiento, rentabilidad absoluta, mejor comportamiento relativo e inferior volatilidad: la combinación perfecta que avala la idoneidad de este sector para incluirlo en las carteras”, suscribe Cano.

Mapa con los países donde se están acaparando tierras. LAND MATRIX
Mapa con los países donde se están acaparando tierras. LAND MATRIX

Otro tanto ocurre con el sector de la alimentación, sobre todo los derivados de la agricultura. Los cambios en las temperaturas, el previsible aumento de la demanda para abastecer a una población creciente y el uso cada vez mayor de biocombustibles en sustitución de otros carburantes más escasos, ha acelerado la compra de terrenos por parte de gobiernos y de las principales empresas alimentarias que quieren asegurarse el beneficio ante un bien cada vez más cotizado. El Banco Mundial estima que sólo entre los años 2008 y 2010 fueron vendidas o arrendadas a inversores extranjeros hasta 60 millones de hectáreas de terrenos para la agricultura a gran escala, más del 50% de ellas en África.

Según Land Matrix, una organización que recopila, compara y analiza los datos disponibles sobre la compra y venta de tierras, EEUU, con más de 7 millones de hectáreas cultivables en otros países, es el mayor acaparador de terrenos, seguido de Malasia (3, 5 millones), Singapur (2,9 millones) Emiratos Árabes (2,8 millones), Reino Unido (2,4 millones), India (2.1 millones) o Canadá (2 millones). Del otro lado de la moneda, entre los 10 países donde se están acaparando más tierras, siete son africanos. Nueva Papúa e Indonesia, con más de 3,5 millones de hectáreas vendidas cada uno, son los dos países que encabezan la lista. Les siguen Sudán del Sur (3,4 millones), República Democrática del Congo (2,7 millones), Mozambique (2,2 millones) o el Congo (2,1 millones). Rusia, por ejemplo, se encuentra en ambos lados de la contienda.

En cualquier caso, pocos en el sector de la alimentación se frotan las manos tanto como la industria de la biotecnología, que ya investiga no sólo con semillas transgénicas resistentes a determinadas plagas o herbicidas, sino también que puedan soportar sequías o crecer a bajas temperaturas. "Esta es la herramienta del futuro", dice a este periódico Daniel Ramón, de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio), que se queja del casi nulo respaldo de Europa a estas tecnologías. “Europa no es consciente de que está a punto de perder un tren importantísimo y luego nos lamentaremos”, dice.

Aún así, la industria de la biotecnología en el mundo, con EEUU a la cabeza, ha venido experimentando incrementos anuales del 15% y aumentos en la inversión en I+D de alrededor del 34% cada año, según datos de la Comisión Europea. No sólo para alimentación. Los nichos de negocio para esta industria son enormes y variados. Por ejemplo, desarrollando microorganismos que sean capaces de generar plásticos biodegradables o que cambien la flora digestiva del ganado para reducir sus flatulencias. No es baladí. Según los científicos, los gases de los rumiantes representan cerca del 15% de todas las emisiones de metano a nivel mundial.

Aunque la lista de potenciales ganadores seguramente albergue a muchos otros, es aún incierta. Lo que sí parece seguro es quiénes llevan todas las de perder. El cambio climático afectará sobre todo a los países pobres, a pesar de que son los que menos contribuyen a generarlo.
“Tenemos los conocimientos para resolver los impactos del cambio climático, así como para lidiar con oportunidades para la mitigación. Y cuanto antes empecemos mejor será, porque si nos atrasamos el costo se disparará considerablemente”, respondía a Público el presidente del IPCC, Rajendra Pachauri, poco antes de finalizar las negociaciones de la cumbre de Lima el pasado diciembre.

por Lucía Villa
Publicado:  14.02.2015 
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21 abr 2015

Ante la muerte de Eduardo Galeano: una doble tristeza


Ante la muerte de Eduardo Galeano: una doble tristeza

Acabo de enterarme de la muerte del uruguayo Eduardo Galeano. Y no puedo dejar de sentirme triste.

Mi primer contacto con sus trabajos fue cuando yo era un joven estudiante de Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires, y su libro “Las venas abiertas de América Latina” era un texto obligatorio de estudio en la materia Sociología.

Me gustó mucho y lo sentí parte de “mi sector” de lucha contra el imperialismo y por el socialismo. No fui el único, para muchos jóvenes de izquierda de la época fue una referencia.

Después leí alguna de sus novelas (como “El libro de los abrazos”) y  sus deliciosos libros menores sobre el fútbol y la pasión que despertaba. También tuve la oportunidad de conocerlo personalmente en alguno de los foros de Porto Alegre.

Galeano fue sin dudas un intelectual de izquierda honesto y, al mismo tiempo, por su época de pobreza y de trabajos obreros, muy sensible a los problemas de los trabajadores y el pueblo.

Pero esta definición visceral de su honestidad (y la tristeza que siento ante su muerte) no pueden ocultar que no comparto la evolución (para mí negativa) que tuvo en sus ideas políticas.

Él comenzó ubicándose dentro de una izquierda radical que consideraba que sin revolución no habría cambio posible de la sociedad. Representaba, en el campo de las ideas, algo similar a lo que otro uruguayo (Daniel Viglietti) expresaba en el canto. Más allá de las diferencias que ya en esa época tenía con sus opciones partidarias, me unía a ellos la rebeldía y la bronca.

Después la vida fue dura con la izquierda, especialmente en los 90, y la caída de la URSS y del  Muro de Berlín golpeó con fuerza a gran parte de los rebeldes revolucionarios de las décadas anteriores.

Lamentablemente, Galeano (sin perder su sensibilidad ni su honestidad), junto con muchos, giró a la derecha en sus propuestas, hacia el “posibilismo”. Al igual que Viglietti, pasó a ser parte del ala izquierda del “otro mundo es posible” sin liquidar al capitalismo ni construir el socialismo, que expresaba la tendencia central que impulsaba el Foro Social Mundial.

Llegó incluso a renegar de su mejor libro: "No volvería a leer Las venas abiertas de América Latina, porque si lo hiciera me caería desmayado. No estoy arrepentido de haberlo escrito, pero ya es una etapa superada".

Ese posibilismo lo llevó a integrar una lista interna del Frente Amplio (ya en tiempos recientes), el mismo que desde el gobierno de su país, entre otras cosas, pactó con los militares el “olvido” de los crímenes de la dictadura uruguaya. O que “convive” sin contradicciones con el imperialismo que Galeano llamaba a combatir en los 70.

No puedo dejar de estar triste por su muerte. Pero me quedo con aquel Galeano rebelde y revolucionario de mi juventud (o con aquel que siguió siendo sensible a los sufrimientos de las masas) y no con el que abandonó esa lucha, aunque lo haya hecho con total honestidad. Es una doble tristeza porque como revolucionario ya lo habíamos perdido antes.

por Alejandro Iturbe
15 Abril 2015

17 abr 2015

Cuando tu viejo teléfono es suficientemente bueno


cuando viejo telefono suficientemente bueno

La diferencia funcional entre un teléfono inteligente de este año y otro del año pasado nunca antes había sido más pequeña.



Es posible que a los lectores les alivie descubrir, como me ocurrió a mí, que hay un motivo matemático por el que uno no siempre tiene el último ni el mejor aparato tecnológico. El principio carece de nombre, pero es común para una serie de fenómenos producidos por el hombre, incluido el promedio de bateo en el béisbol, el mercado de valores y el funcionamiento relativo de la economía y de los coches de lujo.

Pongamos como ejemplo a Ted Williams, que en 1941 se convirtió en el último jugador de las Grandes Ligas en batear con un promedio superior a .400 en una temporada. Como observó el fallecido biólogo evolutivo Stephen Jay Gould, el motivo puro y duro por el que nadie ha logrado igualar a Williams en los últimos 60 años es que todos los jugadores de béisbol se han vuelto uniformemente más habilidosos desde entonces, los lanzadores incluidos. A medida que se han ido extendiendo las mejores prácticas en la preparación y selección de jugadores, todos se han ido volviendo mejores, y la diferencia entre el rendimiento del peor y del mejor jugador se ha reducido. En términos estadísticos, como el rendimiento de los jugadores ha mejorado, la varianza en sus promedios de bateo se ha ido reduciendo año tras año.

Lo mismo ha ocurrido en el mercado de valores, señala Michael Mauboussin, jefe de estrategias financieras de Credit Suisse. "2014 fue un año récord en términos del colapso de la diferencia entre los fondos de inversión con el mejor y el peor rendimiento", decía en una conversación mantenida la semana pasada en Wharton. Después, pregunté a Mauboussin si el principio se aplica al funcionamiento relativo de cosas hechas por el hombre, es decir, nuestra tecnología. Por supuesto, contestó, y señaló que en términos de funcionalidad, la diferencia entre los vehículos de lujo y los coches más económicos nunca antes había sido tan pequeña.

Lo mismo ocurre con la tecnología de consumo e incluso con la tecnología para empresas. Tomemos como ejemplo los teléfonos inteligentes. La diferencia funcional entre la generación del pasado año de teléfonos Android y de iPhones y sus últimas versiones nunca ha sido más reducida, al menos en términos subjetivos. Esto es porque, lo mismo que ha ocurrido con los portátiles y los automóviles, los teléfonos inteligentes se han convertido en una tecnología más madura. Como resultado, a sus fabricantes cada vez les resulta más difícil contarnos no sólo en qué se diferencian sus últimos modelos de los más antiguos, sino también entre ellos. Como John Herrman escribía en Medium, esto ha llevado al "extraño narcisismo de la industria respecto a las pequeñas diferencias".

Un resultado es el creciente mercado de aparatos electrónicos de segunda mano de todo tipo. "Estamos intentando educar a los consumidores sobre el coste total que implica la tenencia de un teléfono inteligente y en inteligentes elecciones financieras", comenta Sarah Welch, responsable del departamento de marketing de Gazelle. El negocio principal de Gazelle consiste en la compra de teléfonos de segunda mano directamente a los consumidores, su renovación o puesta a punto y posterior venta. Welch afirma que Gazelle aspira a convertirse en el "CarMax de los aparatos tecnológicos de segunda mano". El dispositivo más popular de Gazelle es el iPhone 5, a la venta por 219 dólares, un tercio de lo que costaría un teléfono nuevo de Apple o un teléfono proporcionado por un operador. Se trata de una opción que tiene sentido para los consumidores que más que nunca están rechazando los caros planes de precios que sirven para subvencionar el coste de los teléfonos nuevos. Y, hablando como alguien que está totalmente en contra de la actualización de sus aparatos más de una vez cada dos o tres años, puedo asegurar que se trata de un aparato perfectamente funcional, como lo es el comparable Samsung Galaxy S4, que Gazelle vende por 249 dólares.

Gazelle, una empresa privada, dice que el único problema en la venta de estos aparatos radica en mantener el ritmo de la demanda. "Los teléfonos de la generación anterior tienen una funcionalidad tan similar a la de los nuevos que mucha gente cree que esta solución intermedia merece la pena", afirma Welch.

Otro camino que están tomando los consumidores consiste en la reparación de sus aparatos supuestamente difíciles de reparar. Hace poco, cuando la batería de mi iPhone de un año de antigüedad empezó a fallar, llamé a un técnico de iCracked para que se desplazara a mi oficina para cambiarla. El coste total, incluidas las piezas, fue de 40 dólares. Por el mismo precio de una agradable cena, compré un año adicional de servicio para el aparato más esencial de mi despacho.

AJ Forsythe, fundador y consejero delegado de iCracked, compañía fundada hace cuatro años, me comentó que la demanda de los servicios de reparación de móviles de su compañía está creciendo tan rápidamente que está contratando a entre 400 y 500 técnicos al mes. La compañía también acaba de lanzar un programa de seguros para el móvil denominada Advantage, que garantiza un teléfono nuevo del mismo modelo si iCracked no puede reparar el antiguo.

Otras compañías, como Glyde, permiten a los consumidores vender sus viejos teléfonos entre sí directamente. Como todos los grandes operadores estadounidenses en la actualidad, tienen algún tipo de programa de permutación o canje como pago de otra cosa, y algunos incluso ofrecen seguros para móviles. En su conjunto, el mercado de los dispositivos móviles se está pareciendo cada vez más al mercado de automóviles, con las mismas estratificaciones por precio, y las mismas medidas (teléfonos de segunda mano, seguro, reparación) para hacer que los caros aparatos sigan funcionando o que estén más ampliamente disponibles.

Todo esto es posible porque nuestros portátiles, ordenadores personales, teléfonos inteligentes y tabletas han llegado a ser, independientemente del fabricante o del sistema operativo, más o menos igualmente utilizables. No resulta difícil ver, si se echa un vistazo en una oficina o en una cafetería, a gente utilizando aparatos de todos los fabricantes y de cualquier generación. Puede resultar liberador darse cuenta que cada cadena de herramientas personalizadas, por estrafalaria que sea, de cada individuo es tan válida como la del individuo de al lado. Negarse al culto a lo nuevo y brillante y abrazar la tecnología suficientemente buena no es una cuestión de renuncia. Es simplemente el reconocimiento de que todas las tecnologías maduras acabarán convirtiéndose en suficientemente buena.

Por CHRISTOPHER MIMS
14/04/2015
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Rato o un caso de emergencia democrática


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Una mano inclina el cogote de Rodrigo Rato para que entre en un coche policial. Se desvanece, en un instante, una época. La del milagro económico. La del argumentario contra lo público. La de la criminalización de los sindicalistas críticos y el desprecio a los trabajadores. La del éxito de lo privado, la liberalización del suelo, el azul del PP hasta en los telediarios, el ladrillo, el cemento y las tuneladoras, la era de Rouco, los telediarios mercenarios, José Luis Moreno y José María Fidalgo, el desparpajo de la cazadora de talentos ladrones Aguirre, la de las privatizaciones felices de la sanidad y la educación, la de los españoles mirando en los cubos de basura mientras Ana Botella les multaba e invitaba al mundo a un relaxing cup of café con leche. La del saqueo de las cajas de ahorro, la de la universidad entregada a Bolonia y devuelta a los ricos.  La era de Aznar y la Gürtel, de Esperanza Aguirre y la Gürtel, de Cristina Cifuentes y la Gürtel. Maldita Venezuela que no lo tapa todo. A ver si Maduro hace algo que está la cosa fea.

Una mano inclina el cogote de Rodrigo Rato, detenido, mientras registran su casa. Alzamiento de bienes, fraude fiscal y blanqueo. Con el apoyo del Ministro Montoro. Que hace amnistías fiscales para sus colegas. Montoro el deslenguado. El que usa el aparato del Estado contra los adversarios políticos. El del despacho donde atienden los problemas fiscales de las grandes fortunas. Un fiscal, que viene de esa época, hace un escrito urgente al juez de guardia para que Rato sea puesto en libertad en cuanto acabe la práctica de los registros. Qué fiscal tan diligente. Personas pobres que han robado un par de cientos de euros no tienen tan buenos abogados. Los ricos siempre han sido impunes porque ellos han escrito las reglas de juego. Hoy algo se ha roto. Una mano, detenida como un paso de baile, baja la arrogante cabeza de Rato para que entre en el coche. El fiscal tiene miedo a ese coche y se acaricia su propio cogote. No pocos fiscales, en estos tiempos del PP, pertenecen al pasado aunque no lo sepan. Una época se acaba y nunca faltan mercenarios que antes de abrazar el nuevo régimen, siempre  con maneras de converso, deciden ser los más execrables defensores del necrosado nepotismo. Ni siquiera la historia se acuerda de esos seres tan infames. Pero tienen su cuota parte en el daño.

La noche del jueves 16 de abril, a las 22:40, desaparece el hashtag #FueraLaMafia 17A. Un llamamiento para que el viernes 17 la ciudadanía le recuerde al PP que está harta de sus acciones criminales. En las redes sociales surge una gran consternación: ¿por qué ha desaparecido algo que están construyendo decenas de miles de tuiteros en toda España? ¿Cómo es posible que ese llamado, convertido en apenas unos minutos tendencia nacional, haya sido retirado? ¿Es que los poderosos mandan sobre las redes? Alguien ha llamado a Twiter para frenar ese llamamiento. Otra vez una concentración delante de la sede del PP. Y la cúpula del PP tiene pánico. Lo que más les asusta es que la gente se dé cuenta de que se comportan como una asociación para delinquir.

Aquella vez fue a las cinco. Este viernes es a las siete. Pero tiene la misma lógica: decirle a los ladrones de nuestra democracia que ya sabemos qué tienen entre manos, que no vamos a permitirlo. Un petrolero que amenaza la costa canaria regresa vientos del pasado. La cabeza de Rato, responsable de agachar la cabeza de continentes enteros cuando era Director del FMI, se inclina para entrar en un coche policial. Rato, que le quitó medicinas y educación a los países del Sur, que ha compartido vinos caros y suites lujosas con la enemiga de los ancianos Lagarde, con el enemigo de las mujeres Strauss-Kahn, que le quitó a los madrileños la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, entra en un coche policial para que sepamos que todos este esfuerzo de protesta no ha sido en vano. Tantos desahuciados de Bankia tendrán, al menos, una pequeña compensación por todo lo que han sufrido. He visto a una preferentista dejar caer una lágrima. Ayer, mientras los trabajadores esperaban la sentencia del Supremo que les daría la razón, lloraba porque una anciana acababa de morir sin recuperar sus ahorros. La gente como Rato no llora por nadie.

Quedan, todavía, todos los necesarios responsables de esta etapa de rapiña. Los Montoro, Guindos, Esperanza Aguirre,  Mariano Rajoy, Cospedal, Soraya Sáez de Santamáría, Javier Arenas, Carlos Floriano, Ana Mato, el Ministro Fernández, Gallardón o Javier González, Camps, Matas, Bárcenas o Jesús Sepúlveda. Y el gran jefe bajo cuyo mandato se gestó la Gürtel y todos estos desaguisado: José María Aznar. El de la foto de las Azores. Y no olvidamos a los periodistas mercenarios que los han defendido. Qué etapa. ¿Cómo hemos podido los españoles aguantar tanta mentira? Igual estábamos viendo el fútbol o planeando el siguiente viaje. Ellos estaban enriqueciéndose sobre nuestras espaldas. Y usando el aparato del Estado para hacer negocios e intentar silenciar a los opositores.

Una mano inclina el cogote de Rodrigo Rato, Vicepresidente del Gobierno de Aznar, el mismo al que el sonriente Presidente de la foto de las Azores había señalado como sustituto, para que entre en un coche policial. Se desvanece, en un instante, una época. Caen las estatuas pero quedan los pedestales. Si el pueblo no reacciona, vendrán los mismos perros con distintos collares. No pueden irse otra vez de rositas. Es hora de recordar que en democracia el pueblo es el que manda. Pásalo.

Por Juan Carlos Monedero
Publicado el 16 abril, 2015 
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14 abr 2015

UPyD, juguete roto






La política española se ha convertido en un espectáculo para contemplar con palomitas. Un público irritado y caprichoso hace subir y bajar a los políticos a un ritmo vertiginoso. Hay una demanda muy fuerte de novedades: hace unos meses la conversación giraba en torno a Podemos y ahora Ciudadanos parece haber ocupado “la centralidad” del debate. ¿Qué será lo próximo? La gente reclama nuevas formaciones que alimenten su voracidad política.

El espectáculo político está adquiriendo tintes de un reality, como si fuera un Gran Hermano en el que los televidentes van nominando y expulsando a los políticos hasta llegar a la final el día de las elecciones generales. Los últimos jugadores en entrar a la “casa” han sido los intelectuales, veremos cuánto tardan en perder el favor del público. Ya sólo falta que Mercedes Milá presida el Congreso. 

En este concurso virtual, hay perdedores que salen muy tocados. Rosa Díez, que llegó a ser la política mejor valorada en España, es hoy una sombra de sí misma. En aprecio ciudadano le han superado Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y, más recientemente, Albert Rivera. Ella, que prometía regenerar la vida pública española, que quería enarbolar en su persona la suprema dignidad constitucional, parece hoy una política perdida, aferrada al cargo, repudiada por los suyos y víctima de un absurdo culto a la personalidad.

Rosa y su partido, UPyD, son hoy un “juguete roto”. Un grupo de intelectuales, capitaneado por Fernando Savater, apostó por Díez, una modesta administrativa, sin estudios universitarios, que venía ocupando cargos políticos en el PSOE desde 1979, cuando fue elegida Diputada Foral de Vizcaya. Díez es el ejemplo perfecto de política profesional que enlaza un cargo con el siguiente. Se trata de una de las políticas más veteranas de la democracia española.

Tuvo la audacia de presentarse a la secretaría general del PSOE en 2000, pero quedó la última (tras Zapatero, Bono y Matilde Fernández), con solo un 6% del voto de los delegados (ya había perdido antes en las primarias del PSE frente a Nicolás Redondo Terreros). Sin poder aguantar su irrelevancia política, se reinventó como una anti-nacionalista primaria y furiosa, a pesar de que entre 1991 y 1998 no tuvo demasiados escrúpulos en ocupar una consejería en el Gobierno vasco de coalición entre el PNV y el PSE.

Fernando Savater, Mario Vargas Llosa, Aurelio Arteta, Mikel Buesa, Albert Boadella, Herman Terstch, Álvaro Pombo, Antonio Elorza, Andrés Trapiello y Félix de Azua, entre muchos otros intelectuales, le han hecho un daño terrible a esta funcionaria política, que ha acabado endiosándose.

Produce mucho sonrojo releer ahora las lisonjas ridículas que le dedicaba Vargas Llosa (¿se acuerdan de Una rosa para Rosa?) o ver de nuevo la intervención locoide de Álvaro Pombo en el mitin de Vistalegre de abril de 2011 gritando como un energúmeno “¡Viva Rosa Díez!” en el discurso más estrambótico de la historia política española (aquí el montaje del director en un solo minuto). Por no hablar de cómo Rosa y UPyD se dejaron querer por tipos tan recomendables como Federico Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez. 

Díez acabó creyéndose los ditirambos que decían de ella y empezó a repetir como un papagayo las simplezas de Savater y los suyos sobre la maldad del nacionalismo, la unidad de España y el Estado del derecho. Eso sí, lo hacía con desparpajo y chulería bilbaína. Consiguió de este modo convertirse en la portavoz del malestar de esa legión de intelectuales recalentados con la cuestión catalana y vasca y en posiciones cada vez más derechistas y reaccionarias.

Rosa Díez incurre en simplificaciones groseras, como confundir el Estado de derecho con la uniformidad de la ley en todo el territorio, o suponer que las naciones son construcciones jurídicas (véase un ejemplo, aquí). En fin, teoría política de “todo a un euro” que tiene su clientela en España.

“Rosa de España”, como algunos la llamaron, utilizó la artillería más pesada para arremeter contra el proceso de paz de Zapatero. Para ella, el diálogo con los terroristas era una ofensa a las víctimas y liquidaba el orden constitucional. Que Zapatero lograra con su diálogo meter una cuña decisiva entre ETA y la izquierda abertzale, y que la organización terrorista acabara renunciando a la violencia en octubre de 2011 es algo que ni Díez ni sus intelectuales palmeros han podido asimilar con naturalidad.

Los ideólogos de UPyD nunca encontraron un perfil político definido para el partido. En estos últimos años, sin poder combatir a ETA y sin encontrar una línea clara en la cuestión de la crisis económica, el partido ha intentado buscarse un hueco en la lucha contra la corrupción. Sin embargo, la operación no ha funcionado, entre otras cosas porque la trayectoria de la líder es el ejemplo más acabado de la vieja política. En cuanto han surgido nuevas figuras críticas con la política tradicional, la imagen de Díez se ha desdibujado del todo.

A todo esto debe añadirse la forma despótica en la que ha resuelto los conflictos internos, con el apoyo rocoso de su peculiar escudero, el simple de Carlos Martínez Gorriarán. Es justo reconocer que Rosa tiene que enfrentarse dentro del partido a unos egos enormes y llenos de ambición, pero eso no justifica los castigos que ha aplicado a los disidentes.

Los intelectuales que tanto hicieron por Rosa se mantienen ahora callados. En este sentido, la crisis terminal de UPyD resulta más reveladora sobre las limitaciones de la intelectualidad española que sobre Rosa Díez. A quienes habían seguido la trayectoria de Díez, dominada por el oportunismo más descarado, no les puede sorprender demasiado que esté acabando como lo está haciendo. Al final, su cultura de aparato y su baja talla política le tenían que pasar factura.

En realidad, lo más sorprendente es la mezcla de ingenuidad, frivolidad y arrogancia de esa legión de profesores, escritores e intelectuales varios que se creían que un partido político puede construirse con cuatro tópicos que no resisten un mínimo examen y con gente como Rosa Díez al frente.

Rosa Díez es hoy el “juguete roto” de todos esos intelectuales que tanto la jalearon. Ahora que ya no les sirve la dejarán tirada. Así son ellos. Próxima estación, Ciudadanos.

por
Ignacio Sánchez Cuenca es director de Instituto Carlos III-Juan March de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid y Profesor de Ciencia Política en la misma universidad.
12/04/14
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En un país amnésico: El terror fascista en España

Gonzalo Queipo de Llano y Sierra con la La Basílica de la Macarena al fondo
Gonzalo Queipo de Llano y Sierra con la La Basílica de la Macarena al fondo

Antonio Bahamonde tenía una afamada papelería en Sevilla en los años treinta. El negocio le iba bien, era muy conservador y cuando sucedió el golpe de Estado lo apoyó creyendo en el orden que vendría detrás, pero no se implicó. Un amigo le dijo que un hombre de su situación no podía permanecer al margen del "movimiento que iba a suponer la liberación de España de las garras del ateísmo y el comunismo descreído".

Bahamonde, ignorando las atrocidades cometidas por el general hasta aquel momento, medroso y al mismo tiempo esperanzado con la acción de los militares africanistas, aceptó una entrevista con Queipo de Llano. El sanguinario general lo recibió en Capitanía con un amplio dossier en el que abundaban los informes encomiásticos sobre su persona, firmados por el obispo, curas de bajo y alto rango, industriales, terrateniente, y todo tipo de "buena gente". Tras una charla preliminar, entraron en materia. Bahamonde intentó zafarse discretamente en varios momentos de la conversación, pero no lo consiguió. Al despedirse, Queipo de Llano le dijo que lo nombraba su jefe de Propaganda, avisándole, además, de que tendría que acompañarle a aquellos lugares donde todavía la hidra roja resistía.

Así lo hizo Bahamonde. Unas veces con Queipo y otras con sus secuaces, fue testigo presencial de las indescriptibles carnicerías que los fascistas españoles cometieron en Andalucía y Extremadura y de las que dejó testimonio en un libro publicado hace unos años por Editorial Renacimiento y llamado "Un año con Queipo".

Desde el primer momento, Antonio quedó horrorizado y quiso buscar influencias cerca de Queipo para que lo sustituyeran. Sus amigos le dijeron que bajo ningún motivo podían llevar sus peticiones al general, pues no sólo habría corrido peligro su vida -le habría tachado de traidor- sino también la de los mensajeros. Atenazado por el terror, el espanto, el miedo y su sentido de la dignidad, Bahamonde pergeñó un plan para poder sobrevivir a lo que sus ojos habían visto. Una mañana, en Capitanía, dijo a Queipo que quería ir a Portugal para iniciar una campaña explicativa de las grandezas del movimiento de salvación nacional. Queipo lo vio muy bien, le dio unas indicaciones, firmó los oportunos salvoconductos y autorizó que se le entregara una determinada cantidad de dinero. Una vez en Portugal, Bahamonde contactó con un viejo amigo que le esperaba con una avioneta. La que le llevaría a Francia para no regresar jamás.

En las fechas que estamos, recordando aquel esplendoroso 14 de abril asesinado por la barbarie nacional-católica, creemos que el testimonio de Bahamonde tiene un valor inestimable para conocer quiénes y cómo eran los fascistas españoles, por eso reproducimos el siguiente fragmento de sus pequeñas memorias en la seguridad de que el lector sabrá apreciarlo en toda su intensidad, viniendo de quien viene: Un hombre de derechas de toda la vida, católico, de misa diaria, muy bien relacionado con la oligarquía sevillana, con una gran fortuna personal y refractario a cualquier idea de progreso:

“Los nacionalistas pretenden hacer creer y lo han conseguido en gran parte, ya que toda su propaganda se basa en ello, que los gubernamentales son comunistas. Los nacionalistas luchan contra el comunismo destructor de la familia, de la patria y de la propiedad. Nada más lejos de la realidad. Esto sería exacto si en España antes de la sublevación, hubiera imperado el comunismo. Pero en España, antes del nefasto 18 de julio, había un gobierno completamente moderado; por serlo en demasía, es por lo que pudo llegar a realizarse el levantamiento. Si el gobierno, seguramente, pues era del dominio público, no cortó radicalmente los manejos de los rebeldes, fue por impedírselo el exceso de legalidad con que procedió; si no, Franco, Mola y todos sus comparsas, en vez de permanecer en el generalato, en sus puestos de mando, hubieran sido eliminados. El gobierno que había en España el 18 de julio y todos los que lo antecedieron, no tenía un ápice de comunista. Ni por lo más remoto puede nadie que sea imparcial achacar a cualquier gobierno de los existentes desde la proclamación de la República, un ápice de comunista. La verdad es que en España no había comunistas.. .

¿De dónde han sacado que la España gubernamental es comunista? ¿Lo era acaso antes del 18 de julio? No, no lo era y seguramente no lo es hoy día. Lo que sucede es que para justificar lo injustificable –invasión extranjera, continuas matanzas, etc., etc.-, pretenden hacer creer que luchan contra el comunismo y no contra sus propios hermanos… Los que viviendo en la zona de Franco siguen siendo fascistas, son criminales natos; no es posible que ningún hombre de bien, a la vista de lo que ocurre en la zona “nacional”, siga siendo fascista. En ella no pueden vivir tranquilos más que los asesinos, y, de éstos, los más feroces; en determinados momentos y circunstancias especiales, yo llego a concebir excesos, siempre injustificables; lo que mi mente no concibe es, por ejemplo, el suplicio satánico, presenciado por mí, que consistía en hacer a una mujer de unos cuarenta años, encadenada por los tobillos, transportar una gran cantidad de madera de un lado a otro, teniendo que andar a saltitos. Cuando terminaba, la obligaban a transportar la carga al mismo sitio del que la había quitado. Sólo entonces le daban comida. Terminaron fusilándola, cuando, agotada, no podía más, al cabo de varios días. Llamar a los autores de estos hechos, asesinos, no es llamarlos nada; el noventa y ocho por ciento de los criminales se horrorizaría de esta escena que yo he visto. Tanto crimen, tragedia tan inmensa, nunca puede tener justificación, aún cuando hubieran hecho a su costa la felicidad no ya de los españoles, sino de todos los habitantes del globo.

Mi casa era un hogar católico, mi mesa era bendecida por mi hijito pequeño, todos los días, continuando la tradición familiar. Diariamente, mi esposa recibía la sagrada comunión; todos los domingos lo efectuábamos juntos… Soy un temperamento profundamente religioso; no concibo la vida sin una fe profunda. Enemigos de exhibicionismos, nos gustaba ir a comulgar temprano a una capilla que estaba próxima a nuestra casa. A mí me parecía que estaba más cerca de Dios en aquel sencillo templo, que en las suntuosas naves de la catedral. Soy católico, y al serlo soy feliz…Sin embargo, los hechos que yo he visto realizar con el beneplácito y la bendición de la Iglesia, de sus más caracterizados representantes, y la cantidad de crímenes cometidos para los que nunca, en ningún caso, han tenido la más ligera insinuación de protesta, es lo que ha hecho vacilar mi fe y flaquear mis convicciones...  

A través de los relatos de los bárbaros crímenes cometidos por los “rojos” repetidos todos los días, para mí éstos eran tan criminales como los fascistas. No hay comparación posible, sin embargo, entre lo realizado por los “nacionales”, fría y metódicamente, organizado por las que se llaman autoridades, y lo que haya podido hacer el pueblo, en algunos casos, desbordando al Poder Público. Para conocer en toda su intensidad los procedimientos fascistas, hay que haber vivido en la zona . Por mucho que se diga y por mucho que se escriba, la realidad siempre lo supera. Si en España se organizara un plebiscito con garantía y con seguridad de no exponerse a represalias, yo, que he visitado gran número de pueblos y capitales, he podido apreciar, a través del terror imperante, y esto lo saben bien Franco y su cuadrilla, que las gentes están sometidas, y todos, todos, exceptuando a la minoría de responsables del crimen nacional, nos pronunciaríamos en contra del fascismo. Yo afirmo, con seguridad absoluta, que tendrían más votos los fascistas en la zona gubernamental que en la nacionalista. Otra cosa sería creer que España es un país de criminales…Si el gobierno no tuviera otros motivos para resistir, sería motivo más que suficiente la obligación que tiene de proteger las vidas de los españoles. Creo un deber sagrado de conciencia advertir que antes de caer en manos de los fascistas, es preferible todo, aun cuando ese todo suponga la muerte. El fascismo no perdona, y lo que es peor, el fascismo, para producir el terror, su principal arma, ataca ciegamente. Que no crean los que han permanecido al margen de la lucha sin inmiscuirse en nada, que si triunfa el fascismo nada tendrán que temer. Que no crean los católicos que por el hecho de serlo se liberarán de la persecución y de la muerte. No, sé de muchos casos de personas de derecha que permanecían al margen de la lucha y que han caído; sé, igualmente, de cientos de casos de católicos fervientes alejados de toda lucha, que han caído. La gente preguntará por qué. Por varias razones: La primera y principal, porque el fascismo es esto, muerte y destrucción, y porque si no fuera así, si no sembrara el terror en su más alto grado, hubiera fracasado la sublevación, pues el pueblo en masa se habría puesto en pie contra sus verdugos. El gobierno tiene el deber de resistir mientras quede un palmo de tierra, para impedir que los españoles sean por los nacionales, y el pueblo el deber de resistir, resistir hasta el último momento, antes de caer en poder de Franco, es decir, de la MUERTE”.

Antonio Bahamonde fue una de las personas que más cerca estuvo del genocida Queipo de Llano durante el primer año de la guerra. En sus andaduras con el carnicero, llegó a presenciar la desaparición de todos los varones de pueblos enteros, enterrar a personas vivas en fosas comunes llenas de cal viva, amputar piernas, brazos y pechos, fusilar a boleo a los hombres y mujeres que caían en poder de las hordas bárbaras, violar a mujeres en masa a plena luz del día en el Parque de María Luisa. Antonio Bahamonde sintió morir, quiso morir ante tanta aberración y murió en el exilo de tristeza, de angustia, rodeado de visiones fantasmagóricas. Todavía hoy, muchos españoles siguen gritando, ¡Franco, Franco, Franco!, el Gobierno crea leyes inspiradas en aquel tiempo ominoso y muchos Alcaldes “democráticos” siguen rotulando las calles de sus pueblos con los nombres de los genocidas sin el menor rubor… Malditos sean por siempre jamás.

por Pedro Luis Angosto
14 de Abril de 2015

12 abr 2015

Vistas del principio y el final

De la prehistoria al colapso: la historia de la humanidad contada a través de la energía

Emma Gascó

2050. Ciudades abandonadas, reducción drástica de la población, las ­mafias pugnan por el control del territorio ante la crisis del Estado y del mercado tal como los conocíamos. Puede parecer un escenario apocalíptico, pero no lo es necesariamente. Lo que ocurra en un mundo sin petróleo dependerá de “no­so­tros”, dice Luis González Reyes, autor junto con Ramón Fernández Durán del libro 'En la espiral de la energía'. No se trata de una obra de ciencia ficción, sino de un ensayo sobre la relación entre la energía, el medio ambiente, la economía y las sociedades a lo largo de la historia. Una vista a los principios para asomarse al final, o a un nuevo comienzo, según se mire. Un trabajo de siete años para llegar, a lo largo de casi mil páginas, a una conclusión: el “colapso del capitalismo global y civilizatorio no sólo es inevitable, sino que ya ha comenzado”.

En realidad es un trabajo de mucho más de siete años. Para Gonzá­lez Reyes, se trata de un compendio del legado del activista y pensador Ramón Fernández Durán: “Ramón concibió el libro de alguna manera como el cierre de su trabajo intelectual, su obra cumbre, la recopilación de gran parte de su pensamiento”.


Ramón Fernández Durán, referente durante tres décadas del activismo y el ecologismo social, dedicó sus últimos cuatro años de vida a escribir los borradores y los índices de gran parte de los capítulos. “Ramón trabajó hasta el último día”, relata. “Un viernes, después de una ronda de quimioterapia, Ramón acabó ingresado. El lunes fui a verle al hospital. Durante todo ese fin de semana había hecho la elaboración de lo que haría en los siguientes meses: iba a dejar de tratarse, iba a ponerle fecha a su muerte. No iba a poder terminar el libro, y ese día me pidió que fuera yo quien lo concluyese”.

Aprender del pasado

El 22 de abril de 2011, en la carta de despedida que hizo pública, Ramón Fernández Durán habla del libro como del “proyecto inacabado que otros seguramente continuarán”. Un trabajo cuyo objetivo es “aprender del pasado para atreverse a pensar y a poder transformar el futuro que se avecina”. El 10 de mayo, sólo cinco días antes del 15M, Ramón Fernán­dez Durán fallecía. Tres años de dedicación necesitó Luis González Reyes para terminar el trabajo iniciado por quien fuera uno de los fundadores de Ecolo­gistas en Acción en 1998. Un trabajo que comienza, como las buenas historias, por el principio.

Pese a que durante mucho tiempo se ha pensado lo contrario, los últimos estudios antropológicos y arqueológicos dicen que durante la ­mayor parte de la historia de la humanidad “los seres humanos no han vivido con relaciones de dominación entre ellos y con el entorno, sino con relaciones más o menos igualitarias”. Algo normal, sostiene González Reyes, en grupos nómadas que no pueden acumular posesiones ni energía y, sobre todo, en los que la identidad de sus integrantes no estaba basada en la individualidad, sino en la colectividad.

Más sorpresas: las primeras sociedades tampoco solían solucionar sus problemas por medio de la guerra. Algo normal, sostiene, en un “mundo vacío”, donde la reducida población de los grupos dificultaba la crea­ción de una casta de guerreros, donde la pérdida de integrantes ponía en peligro a toda la comunidad. Y no es que los “los seres humanos de entonces fueran mejores que los que tenemos ahora –apunta–. Eran los mismos. Pero el contexto en el que se movían les impulsaba a otro tipo de organización”.

Un contexto marcado por fuentes reducidas de energía: básicamente madera para calentarse o cocinar, y animales y frutos silvestres para alimentarse. Porque no hay que olvidar, sostiene González Reyes, que somos también “vectores energéticos”, es decir, entidades que procesan alimentos para convertirlos en energía utilizable para cualquier actividad o trabajo, ya sea cavar un campo o construir una pirámide. “No es que el tipo de energía determine cómo nos vamos a organizar –afina–, pero sí marca el campo de juego, lo posible y lo imposible”.

La revolución agraria, iniciada hace 10.000 años, fue una revolución fundamentalmente energética, sostiene González Reyes. Aunque la disponibilidad de energía seguía siendo escasa, la posibilidad de almacenar la energía –grano en este caso–, la necesidad de organizar el reparto del excedente o los trabajos colectivos como la siembra o los canales de riego “implicaron una organización social más compleja”.

Pero las sociedades agrícolas siguieron siendo “más o menos igualitarias” durante otros 4.000 años. En ese momento, en distintos lugares del planeta de forma independiente comenzó el salto hacia las sociedades que los autores llaman “dominadoras”. “Y ese salto tiene mucho que ver con un aumento de la energía disponible: es consecuencia y causa a la vez. Se acentuó el proceso de domesticación de animales, y eso significó más potencial bélico, más transporte, mayor comercio, mayor capacidad de roturación de nuevas tierras, y, por lo tanto, más agricultura y más fuentes energéticas”.

La otra caja de Pandora

La otra fuente de energía que hizo posible estas sociedades desiguales fue “la dominación de unas personas sobre otras”. Las grandes desi­gual­dades entre los seres humanos, entre hombres y mujeres, entre hombres y animales y entre los seres humanos y la naturaleza tienen en En la espiral de la energía un mismo origen.

“Mayor energía no significa automáticamente más dominación. Más energía significa más dominación potencial”, sentencia González Reyes. Pero no se trata de una historia lineal. En el medievo europeo, por ejemplo, la vuelta a un mundo más rural y las luchas sociales produjeron una menor desigualdad social en comparación con los tiempos del Imperio Romano.

La energía también cumplió un papel en la transición entre la sociedad medieval y la edad moderna. La “conquista de todo un continente por explotar” proporcionó metales preciosos, pero también nuevas tierras y millones de esclavos amerindios y africanos, convertidos en “una fuente energética fundamental” para cimentar los inicios del capitalismo. Un sistema económico y social catapultado por dos revoluciones industriales, basadas en el carbón y el petróleo, que cambiaron para siempre la historia de la humanidad. “De repente hubo muchísima más energía disponible, fácilmente acumulable. Una energía muy barata en grandísimas cantidades, pero no para todo el mundo. Un pequeño grupo de personas podía controlar la boca de la mina o el pozo petrolero”, argumenta González Reyes. Unos cambios “radicales” que se trasladaron a la organización social: “En las sociedades industriales, la potencialidad de dominación de unas personas sobre otras explotó, especialmente porque se produce en un entorno de capitalismo. Más energía significa más productividad, más explotación del entorno, más reproducción del capital, por lo tanto, más acumulación y capacidad de explotación, y, a partir de ahí, más economía financiera, un Estado más centralizado y ejércitos cada vez más letales”.

El colapso de civilizaciones enteras es una constante en la historia: “Llega un momento en el que una sociedad alcanza los límites de sus recursos”. Pero no es el único factor. El otro es el aumento insostenible de la “complejidad”, entendida por Gonzá­lez Reyes como el aumento de la población, de la interrelación entre las personas y de la especialización social. “Grandes aumentos en la complejidad requieren necesariamente mayores aportes energéticos”, define. La caída de Roma es un ejemplo de esto. Tam­bién lo es la situación actual, donde el aumento de población, del comercio globalizado y del consumo choca con una realidad incontestable: que los combustibles fósiles baratos y de buena calidad tienen los años contados y que, según los autores, no hay a la vista “ninguna energía o combinación de ener­gías” que pueda suplantarlos.

A diferencia de otras crisis civilizatorias, no se trata “del colapso de una parte de la población, ni de un territorio concreto, sino de un colapso que abarca al conjunto del planeta, en el que no hay sitios donde ir”. Ya no se trata de un “mundo vacío”, sino de un mundo “saturado”, donde el cambio climático y la “crisis crónica del capitalismo”, que cada vez tiene más dificultades para mantener sus tasas de beneficios constantes, pone las cosas todavía más difíciles.

Según la Agencia Internacional de la Energía, la extracción del petróleo convencional –el que tiene más rendimiento energético y el que resulta más barato de extraer– llegó a su cénit en 2005. Mien­tras tanto, para satisfacer una demanda creciente se ha extendido la extracción de petróleos no convencionales –el fracking, las arenas bituminosas de Canadá, el petróleo de aguas profundas–, con rendimientos energéticos mucho menores y con precios de producción mucho más altos. Nadie duda de que el petróleo y otros combustibles fósiles como el uranio se vayan a acabar. Las diferencias radican en la fecha y si antes surgirá una energía que pueda satisfacer una demanda creciente.

De todas formas, aclara, en caso de descubrirse una nueva fuente de energía “milagrosa” que pueda sustituir al petróleo sólo postergaría el colapso. “Un salto de ese tipo aumentaría aún más la complejidad, y, en cualquier caso, habría un momento en el que se llegaría, si no a los límites energéticos, sí a los límites de recursos del planeta”, explica.

El colapso

Ramón Fernández Durán y Luis Gon­zález Reyes se “lanzan a la piscina” para imaginar cómo sería ese mundo sin petróleo. “El fin de la energía barata repercutirá en el ­actual modelo de Estado, algo que ya está ocurriendo ahora con el fin de lo que se llamó Estado del bienestar. No hay crecimiento económico si no hay un consumo energético barato detrás. Y eso ya no es posible, simplemente porque la energía barata es parte del pasado”.

En la proyección de los autores de un mundo que se ha quedado sin petróleo, “la población humana se reduciría de forma inevitable”. Para mover los tractores, para producir los fertilizantes y pesticidas, para empaquetar los alimentos, para comercializarlos a nivel global, para mantener todo el sistema alimentario actual, se necesita petróleo barato, argumenta.

“El escenario Mad Max es un escenario posible, pero no es el único”, admite. Si el salto a sociedades más dominadoras está relacionado con una mayor energía disponible, “una menor cantidad de energía disponible podría implicar sociedades menos basadas en la dominación”, explica. Las fuentes renovables, ­argumenta, “son de acceso más universal, con menos capacidad de ­almacenamiento”. Y el Estado, tal y como lo conocemos, “no podría mantener algunos de sus elementos básicos de dominación”.

De la misma forma, “la incapacidad de sostener el crecimiento del capitalismo va a significar, ya está significando, una crisis que va a permitir la eclosión de otras formas de organización, de economía solidaria, pero también formatos de economía parecidos a la feudal”. Además, tras el abandono de las tareas que antes realizaba el Estado, éstas necesitarán ser reemplazas. González Reyes pone como ejemplo la situación de Ar­gentina tras la crisis de 2001, donde la economía social floreció en clubes de trueque y fábricas recuperadas.


“El colapso va a abrir un campo de juego muy grande para que surjan otros modelos económicos. Al­gunos tendrán que ver con emancipación social y otros no”, sopesa González Reyes. “A fin de cuentas, el tipo de organización social que surja, el tipo de relaciones entre las personas y con el entorno va a depender de lo que elijamos los seres humanos”, concluye.

Sociedadesigualitarias primitivas
Durante prácticamente toda la historia, las sociedades humanas fueron “más o menos igualitarias”, cuenta Luis González Reyes. Aunque los restos fósiles denotan un reparto de tareas entre hombres y mujeres, los enterramientos permiten deducir que las diferencias de género eran, al menos, mucho menos acentuadas que en periodos posteriores. Lo mismo ocurría con las de­sigualdades sociales entre los miembros de la comunidad. “La identidad individual no existía, un requisito indispensable para concebirse por encima del resto y por encima de la naturaleza”, explica. El culto era a la fertilidad, que garantizaba la supervivencia colectiva; a la vida y a la naturaleza, de la que dependían directamente las primeras sociedades.


Del culto a la vida al culto a la muerte
La revolución agraria, la domesticación de los animales –que multiplicó la capacidad de producción agrícola–, los “cambios psicológicos” relacionados con “la noción de individualidad” y cambios climáticos que afectaron a las cosechas son algunos factores que explican la transición hacia las “sociedades dominadoras”. Según explica González Reyes, la necesidad de organizar la construcción de los canales de riego fue una de las causas principales de los primeros ensayos de Estado. Las abismales desigualdades de género o la esclavitud, pero también la noción de la naturaleza como algo que debe ser dominado, tienen origen en estas transformaciones. Del culto a la vida y a la fertilidad –representado en las estatuillas femeninas de la etapa anterior– se pasó a la “adoración de la muerte”, representada por dioses guerreros y sus símbolos: espadas, martillos o lanzas.  


La sociedad del “largo declive”
Las dos revoluciones industriales multiplicaron la energía disponible y la demanda exponencial de todos los recursos del planeta, entre ellos los –finitos– combustibles fósiles que permitieron esta “radical transformación”, explica González Reyes. Si no se descubre una fuente alternativa de energía que pueda sustituir los combustibles fósiles, el colapso será una realidad en unas pocas décadas, afirman los autores de En la espiral de la energía. Y por ahora no hay ninguna energía “milagrosa” que pueda ocupar ese lugar, dice González Reyes. La fusión fría, que intenta reproducir en ambientes controlados la energía nuclear que se produce en el interior de las estrellas, por ahora no deja de ser ciencia ficción: “Se viene trabajando desde hace décadas y siempre se dice que faltan 20 años para que esté comercializada, siempre faltan 20 años y nunca llega”.


¿Qué pasa después del colapso?
El descenso de la población sería una de las primeras consecuencias de un mundo sin petróleo y sin sustitutos energéticos de la misma eficacia. La dimensión de ese descenso dependerá del tipo de organización social, explica González Reyes. “Sociedades más igualitarias pueden sostener a poblaciones más grandes”, dice. Con la caída de la URSS, la población experimentó un descenso marcado, relata este activista ecologista, por la caída de la natalidad, la disminución de la asistencia social y una peor alimentación. Dos elementos que entrarían en crisis en un mundo sin petróleo serían el Estado y el mercado, “dos factores a los que recurrimos para satisfacer la mayoría de nuestras necesidades”. Para González Reyes, el mundo después del colapso sería un terreno “mucho más fértil para el surgimiento de modelos alternativos de sociedad”.  

por Martín Cúneo
06/04/15
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10 abr 2015

¿Y ahora qué, el pluralismo?

  Las elecciones autonómicas andaluzas han revelado dos claros triunfadores: Podemos y Ciudadanos. Sin embargo, teniendo en cuenta la inclemente campaña política y mediática contra Podemos, nunca vista desde la recuperación de la democracia en 1977, y teniendo en cuenta además que Podemos no se financia mediante préstamos bancarios, de los dos triunfadores electorales creo sinceramente que la victoria de Podemos tiene más mérito que la de Ciudadanos, sin restarle a éste el suyo propio, que ha sido articular el primer éxito electoral fuera de Cataluña en pocos meses desde el inicio de su expansión territorial al resto de España.

Los no triunfadores en Andalucía son, claramente, el resto de partidos que aspiraban a representación parlamentaria según las encuestas, es decir, PSOE, PP, IU y UPyD. Aunque el PSOE ha ganado las elecciones autonómicas, su victoria es pírrica pues Susana Díaz no ha conseguido aumentar el número de diputados que le dejó su antecesor, José Antonio Griñán. Bien es verdad que tampoco ha perdido representación, y de ahí la sensación de victoria, que lo es al fin y al cabo, máxime en el escenario pluripartidista de la contienda andaluza, pero triunfo a todas luces insuficiente para gobernar con la estabilidad que demandaba la candidata socialista, estabilidad que dijo haber perdido con su socio de gobierno, IU. Por lo tanto, victoria doblemente pírrica. El resto de partidos no triunfadores, PP, IU y UPyD, son en realidad partidos derrotados por sus adversarios políticos, pues PP e IU han perdido una considerable representación parlamentaria y UPyD no ha conseguido, una vez más, entrar en el Parlamento andaluz, aunque argumentos que justifiquen la resignación siempre se encuentran.

Ahora comienza la campaña para las elecciones municipales y autonómicas, segunda de las cuatro citas electorales de este año, y la incógnita ya sólo consiste en saber qué representación obtendrán los dos partidos más novedosos, Podemos y Ciudadanos, y en qué medida podrán romper el bipartidismo PP-PSOE que ha definido nuestro régimen constitucional desde 1982, aunque a la socialista Trinidad Jiménez le chirríe el término de régimen para referirse a nuestro sistema político, en una sorprendente reacción airada que tuvo en un especial televisivo sobre las elecciones andaluzas cuando Íñigo Errejón, de Podemos, utilizó dicho término. Resulta chocante tener que recordarle a Trinidad Jiménez (porque lo sabe) que el término régimen, en Derecho Constitucional o en Ciencia Política, es sinónimo de sistema político, sea éste democrático, constitucional, autoritario o dictatorial.

Sin embargo, de los dos partidos novedosos, Podemos y Ciudadanos, es el primero el que tendrá que hacer frente, de nuevo, a una campaña política y mediática sucia, difamatoria, de esas que tanto gustan a la derecha radical española, campaña de la que se encargarán medios de comunicación, periodistas y políticos adscritos a esa ideología que tantas veces ha embarrado la legítima contienda electoral en España. Esa derecha radical lleva doscientos años abusando de la libertad de expresión, manipulando los medios de comunicación a su alcance, tergiversando los mensajes electorales y difamando sobre las intenciones de sus adversarios políticos.

Esa derecha radical de ahora es la lejana heredera de la que se opuso a la libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz de 1810 pero que, sin embargo, la retorció hasta la inmoralidad contra sus adversarios políticos, los liberales, en la campaña electoral de 1813, obteniendo como resultado unas Cortes mayoritariamente absolutistas que permitieron al año siguiente el regreso al Antiguo Régimen. Esa derecha radical de ahora, política y mediática, es también la heredera de la que, durante la II República, participó en la creación del estado general de pánico al nuevo régimen constitucional que había echado a andar tras la alianza socio-política de las clases populares y la pequeña burguesía.

Esa derecha radical de ahora encuentra en los medios digitales el sustrato perfecto para la expansión de sus virus, que tienen como objetivo atemorizar a los electores con información tergiversada y, en la mayoría de los casos, directamente falsa. Esa derecha radical, política y mediática, le ha declarado la guerra a Podemos, siendo ahora mucho más condescendiente con Ciudadanos. Luego, de nuevo, el partido liderado por Pablo Iglesias tendrá que hacer frente a una campaña de difamaciones que exigirá un esfuerzo diario (por no decir horario) de desmentidos y explicaciones. ¿Está Podemos preparado para ello? ¿Cuenta con estructura y recursos suficientes para responder a tantos ataques viscerales nunca vistos? La libertad de expresión tiene límites en un Estado de Derecho, aunque dichos límites se dirimen en sede judicial, una vez que las calumnias se denuncian. ¿Ha preparado Podemos una bolsa de resistencia para hacer frente al coste de las demandas que, posiblemente, tendrá que interponer ante los tribunales? Si no es así, creo que deberían ir pensando en ello, y comenzar por las últimas declaraciones de Esperanza Aguirre a la Agencia EFE, plagadas de injurias contra Podemos que sobrepasan el límite tolerable en campaña electoral.

La derecha radical parece no haberse enterado todavía de que el pluralismo político es un valor superior de nuestro ordenamiento jurídico, según la Constitución de 1978. Por tanto, si esa derecha creyera honestamente en nuestra norma fundamental, que es tanto como creer en la democracia, respetaría el pluralismo político ya no solo como valor superior sino como derecho fundamental de los ciudadanos a elegir libremente a sus representantes políticos, para lo cual es imprescindible respetar al adversario en justa contienda electoral. Dicho de otra manera, si esa derecha radical creyera lealmente en la democracia, no recurriría a instrumentos electorales tan sucios como difamatorios. Y si la derecha radical asentada en algunos medios de comunicación y en algunos periodistas creyera sinceramente en la democracia, no pondría la mentira y la tergiversación al servicio de la libertad de expresión, en la que tampoco esa derecha cree fielmente. No disfrutaremos de una democracia avanzada y sana hasta que estas actitudes intrínsecamente antidemocráticas no sean desterradas del debate político.

por Francí Xavier Muñoz
Diplomado en Humanidades y en Gestión Empresarial
06 de Abril de 2015
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6 abr 2015

El pez informado

<em>El pez informado</em>
Francisco Camps, cuando aún era presidente de la Generalitat valenciana, junto a la plana mayor del Partido Popular. PP

Cuando una mañana de julio del 2013 desayunábamos leyendo en el periódico que el presidente del Gobierno había intercambiado unos SMS con Bárcenas pidiéndole al corrupto confeso que fuera fuerte en la cárcel, que aguantase con ánimo y le prometía que desde fuera iban a hacer todo lo posible para salvarle el pellejo, muchos acabamos de tomarnos el café con las manos en la cabeza y el convencimiento de que con una prueba tan clara de corrupción a su espalda, a Rajoy no le quedaría más remedio que dimitir por la presión que recibiría en lo que le quedaba de mandato. Nos equivocamos y mucho. Hoy sabemos que eso no pasó, que las manos en la cabeza duraron lo que tardó en llegar el siguiente titular.

Nos hace falta un concepto en el diccionario que explique por qué hemos olvidado qué fue de Julian Assange, aquel tío de Wikileaks que pateó las estructuras del poder, siendo perseguido por ello, que se convirtió en icono máximo y definitivo de una serie de ideales durante aproximadamente una semana, hasta el siguiente titular. Gandhi pasó a la historia porque hace 80 años no había Internet. Hoy día, su huelga de hambre hubiera sido trending topic los dos primeros días, hasta que el caso de un Pequeño Nicolás indio de la época se hubiera cruzado en su camino, inundando los platós de televisión de India de imágenes del adolescente reunido con todos y cada uno de los mandos colonos, que jurarían no conocerlo de nada. Hoy en Nueva Delhi se tomaría el té a las cinco.

Nos hacemos expertos en ébola, accidentes de avión, Ucrania, Palestina o la situación de las fronteras en Ceuta y Melilla con la misma velocidad y facilidad con la que metemos en un cajón y quemamos toda la información recibida, para tranquilidad de muchos responsables de ciertas situaciones y desesperación de las víctimas de las mismas situaciones. Necesitamos urgentemente esa palabra que defina y explique qué extraño y nada útil superpoder nos hace olvidar con la misma rapidez con la que tenemos acceso al más gigantesco catálogo informativo diario que haya existido.

Ayer el PP respiró aliviado tras conocerse que el Tribunal Superior de Justicia no juzgará el caso Gürtel en la Comunidad Valenciana hasta pasadas las elecciones. Qué más da que el juicio sea un poco antes o un poco después si ya sabéis desde hace varios años lo que han hecho esos políticos, nos preguntaría una mente con cierta capacidad de retención venida de alguna galaxia lejana. No da igual, le responderíamos nosotros si tuviéramos consciencia de lo que nos pasa. Si no nos recuerdan una semana antes de las elecciones con un juicio televisado y tuiteado que nos han robado, volveremos a votarlos, idiota, nos indignaríamos con la inocente mente venida de lejos.

Dicen que un usuario de Internet permanece de media en una página unos siete segundos. Si por lo que sea ha llegado usted hasta el final de este artículo, le doy las gracias y la enhorabuena.

por Gerardo Tecé
02 de abril de 2015
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