La diferencia funcional entre un teléfono inteligente de este año y otro del año pasado nunca antes había sido más pequeña.
Es posible que a los lectores les alivie descubrir, como me ocurrió a mí, que hay un motivo matemático por el que uno no siempre tiene el último ni el mejor aparato tecnológico. El principio carece de nombre, pero es común para una serie de fenómenos producidos por el hombre, incluido el promedio de bateo en el béisbol, el mercado de valores y el funcionamiento relativo de la economía y de los coches de lujo.
Pongamos como ejemplo a Ted Williams, que en 1941 se convirtió en el último jugador de las Grandes Ligas en batear con un promedio superior a .400 en una temporada. Como observó el fallecido biólogo evolutivo Stephen Jay Gould, el motivo puro y duro por el que nadie ha logrado igualar a Williams en los últimos 60 años es que todos los jugadores de béisbol se han vuelto uniformemente más habilidosos desde entonces, los lanzadores incluidos. A medida que se han ido extendiendo las mejores prácticas en la preparación y selección de jugadores, todos se han ido volviendo mejores, y la diferencia entre el rendimiento del peor y del mejor jugador se ha reducido. En términos estadísticos, como el rendimiento de los jugadores ha mejorado, la varianza en sus promedios de bateo se ha ido reduciendo año tras año.
Lo mismo ha ocurrido en el mercado de valores, señala Michael Mauboussin, jefe de estrategias financieras de Credit Suisse. "2014 fue un año récord en términos del colapso de la diferencia entre los fondos de inversión con el mejor y el peor rendimiento", decía en una conversación mantenida la semana pasada en Wharton. Después, pregunté a Mauboussin si el principio se aplica al funcionamiento relativo de cosas hechas por el hombre, es decir, nuestra tecnología. Por supuesto, contestó, y señaló que en términos de funcionalidad, la diferencia entre los vehículos de lujo y los coches más económicos nunca antes había sido tan pequeña.
Lo mismo ocurre con la tecnología de consumo e incluso con la tecnología para empresas. Tomemos como ejemplo los teléfonos inteligentes. La diferencia funcional entre la generación del pasado año de teléfonos Android y de iPhones y sus últimas versiones nunca ha sido más reducida, al menos en términos subjetivos. Esto es porque, lo mismo que ha ocurrido con los portátiles y los automóviles, los teléfonos inteligentes se han convertido en una tecnología más madura. Como resultado, a sus fabricantes cada vez les resulta más difícil contarnos no sólo en qué se diferencian sus últimos modelos de los más antiguos, sino también entre ellos. Como John Herrman escribía en Medium, esto ha llevado al "extraño narcisismo de la industria respecto a las pequeñas diferencias".
Un resultado es el creciente mercado de aparatos electrónicos de segunda mano de todo tipo. "Estamos intentando educar a los consumidores sobre el coste total que implica la tenencia de un teléfono inteligente y en inteligentes elecciones financieras", comenta Sarah Welch, responsable del departamento de marketing de Gazelle. El negocio principal de Gazelle consiste en la compra de teléfonos de segunda mano directamente a los consumidores, su renovación o puesta a punto y posterior venta. Welch afirma que Gazelle aspira a convertirse en el "CarMax de los aparatos tecnológicos de segunda mano". El dispositivo más popular de Gazelle es el iPhone 5, a la venta por 219 dólares, un tercio de lo que costaría un teléfono nuevo de Apple o un teléfono proporcionado por un operador. Se trata de una opción que tiene sentido para los consumidores que más que nunca están rechazando los caros planes de precios que sirven para subvencionar el coste de los teléfonos nuevos. Y, hablando como alguien que está totalmente en contra de la actualización de sus aparatos más de una vez cada dos o tres años, puedo asegurar que se trata de un aparato perfectamente funcional, como lo es el comparable Samsung Galaxy S4, que Gazelle vende por 249 dólares.
Gazelle, una empresa privada, dice que el único problema en la venta de estos aparatos radica en mantener el ritmo de la demanda. "Los teléfonos de la generación anterior tienen una funcionalidad tan similar a la de los nuevos que mucha gente cree que esta solución intermedia merece la pena", afirma Welch.
Otro camino que están tomando los consumidores consiste en la reparación de sus aparatos supuestamente difíciles de reparar. Hace poco, cuando la batería de mi iPhone de un año de antigüedad empezó a fallar, llamé a un técnico de iCracked para que se desplazara a mi oficina para cambiarla. El coste total, incluidas las piezas, fue de 40 dólares. Por el mismo precio de una agradable cena, compré un año adicional de servicio para el aparato más esencial de mi despacho.
AJ Forsythe, fundador y consejero delegado de iCracked, compañía fundada hace cuatro años, me comentó que la demanda de los servicios de reparación de móviles de su compañía está creciendo tan rápidamente que está contratando a entre 400 y 500 técnicos al mes. La compañía también acaba de lanzar un programa de seguros para el móvil denominada Advantage, que garantiza un teléfono nuevo del mismo modelo si iCracked no puede reparar el antiguo.
Otras compañías, como Glyde, permiten a los consumidores vender sus viejos teléfonos entre sí directamente. Como todos los grandes operadores estadounidenses en la actualidad, tienen algún tipo de programa de permutación o canje como pago de otra cosa, y algunos incluso ofrecen seguros para móviles. En su conjunto, el mercado de los dispositivos móviles se está pareciendo cada vez más al mercado de automóviles, con las mismas estratificaciones por precio, y las mismas medidas (teléfonos de segunda mano, seguro, reparación) para hacer que los caros aparatos sigan funcionando o que estén más ampliamente disponibles.
Todo esto es posible porque nuestros portátiles, ordenadores personales, teléfonos inteligentes y tabletas han llegado a ser, independientemente del fabricante o del sistema operativo, más o menos igualmente utilizables. No resulta difícil ver, si se echa un vistazo en una oficina o en una cafetería, a gente utilizando aparatos de todos los fabricantes y de cualquier generación. Puede resultar liberador darse cuenta que cada cadena de herramientas personalizadas, por estrafalaria que sea, de cada individuo es tan válida como la del individuo de al lado. Negarse al culto a lo nuevo y brillante y abrazar la tecnología suficientemente buena no es una cuestión de renuncia. Es simplemente el reconocimiento de que todas las tecnologías maduras acabarán convirtiéndose en suficientemente buena.
Por CHRISTOPHER MIMS
14/04/2015
Fuente
No hay comentarios :
Publicar un comentario