18 nov 2016

El síndrome de Dunning-Kruger


La relación entre estupidez y vanidad se ha descrito como el efecto Dunning-Kruger, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden sistemáticamente a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que son. El fenómeno fue rigurosamente estudiado por Justin Krugger y David Dunning, psicólogos de la Universidad de Cornell en Nueva York, y publicado en 1999 en “The Journal of Personality and Social Psychology”.

Se basa en los siguientes principios:

1º. Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades.

2º. Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás.

Antes de que estos estudiosos lo evidenciasen científicamente, Charles Darwin ya había sentenciado que “La ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”,  y los que tenemos la manía de reflexionar, que es lo mismo que mirarse al espejo, ya sospechábamos que la mayoría tendemos a valorarnos a nosotros mismos por encima de la media, cosa que, lógicamente, es estadísticamente imposible.

El avance de Krugger y Dunning fue simplemente demostrarlo en un experimento consistente en medir las habilidades intelectuales y sociales de una serie de estudiantes y pedirles una auto-evaluación posterior. Los resultados fueron sorprendentes y reveladores: Los más brillantes estimaban que estaban por debajo de la media; los mediocres se consideraban por encima de la media, y los menos dotados y más inútiles estaban convencidos de estar entre los mejores. Estas observaciones, además de curiosas me parecen preocupantes, pues según ellas los más incompetentes no sólo tienden a llegar a conclusiones erróneas y tomar decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello.

Pues bien, en la actualidad estos parámetros vienen al pelo para catalogar e interpretar muchas de las decisiones y desaciertos de tantos pretendidos “expertos” en economía y política, que nos han llevado a donde estamos. No estoy aludiendo a ningún personaje concreto, ni a ninguna opción política, sino simplemente me atrevo a proponer el modelo para diagnosticar a tantos líderes, peritos, charlatanes, sacamantecas y desatinados que pululan por doquier y padecen este “Síndrome de Dunning-Kruger”, y de paso recomendarles que, como diría un catalán, se lo hagan mirar ya que ellos solos, por si mismos, son incapaces de reconocer que lo padecen. Y el resto mejor no dárnoslas de sabios en nada, no sea que también estemos afectados.

Por Jesús de la Gándara
2 diciembre 2012
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4 oct 2016

ELECCIONES EN MARRUECOS Un análisis de urgencia



El próximo 7 de octubre es la fecha de las nuevas elecciones legislativas en Marruecos.


El próximo 7 de octubre es la fecha de las nuevas elecciones legislativas en Marruecos. Elecciones que se celebran bajo los parámetros de la nueva Constitución (de 2011), que fue adoptada gracias al empuje del Movimiento 20 de febrero, dentro del marco de lo que se  denominó erróneamente como “primavera árabe”.

Estas elecciones coinciden con una situación regional convulsa y compleja: Libia estado fallido por culpa de una intervención  inoportuna y mal calculada, Túnez en proceso de transición indigesto, Argelia en un impase inquietante entre la quiebra económica y una clase política que pelea por la sucesión de un presidente incapacitado, mientras Egipto se encamina hacia el colapso económico y político.

Por el norte, España, socio importante y clave, lleva casi un año con un gobierno en funciones y ralentiza el ritmo de cooperación y de colaboración en materias de especial trascendencia como  la seguridad, la inmigración, el tráfico de estupefacientes, el terrorismo y la trata de seres humanos, sin hablar  del resto de los asuntos bilaterales que requieren una normalidad institucional a tiempo real.

En el plano interior, en cuanto al interés y el entusiasmo de los electores no va a haber cambios sustanciales respeto  a procesos anteriores: unos partidos políticos desacreditados, sin  capacidad de ilusionar al votante a pesar de la nueva constitución que dio lugar al establecimiento de unas nuevas reglas del juego, donde los márgenes de actuación y de maniobra en el tablero político resultan bastante más seductores que en épocas anteriores.

Los partidos denominados históricos, el nacionalista El Istiqlal, el socialista Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) y el partido del Progreso y el Socialismo (PPS) antiguo partido comunista, han ido dilapidando su credibilidad progresivamente, hasta acudir a estas próximas contiendas bajo mínimos.

Los partidos denominados “administrativos”, particularmente los Liberales y la Unión Constitucional, han conseguido configurar una élite política que se adapta a cualquier escenario y cualquier resultado electoral. Están ahí para apuntalar al partido ganador cualquiera que sea su color ideológico, pero también hacen de  vigilante y de azote si se tercia.


Es lamentable ver cómo esos actores políticos  dilapidaron  su historia y su legado a cambio de instalar a sus élites en el entorno del poder o a su sombra,  sin buscar antes cómo contribuir a la instauración y la consolidación del Estado de Derecho, olvidando que la democracia es un proceso que se conquista y  que se debe cuidar, impulsando la cultura de la tolerancia, de la pluralidad y de la alternancia, valores que se encargaron de aniquilar  de sus propias estructuras orgánicas hasta dejarlas en  los huesos.

Obviamente, el vacío dejado por estos actores lo han ido llenando otros. Por un lado los islamistas del Partido de Justicia y Desarrollo (PJD) que  irrumpieron en el escenario político después de ocupar el espacio social en los barrios y en las calles.

De una contienda a otra el PJD ha ido adecuándose al juego político y escalando posiciones en la sociedad y en las instituciones hasta el punto de conseguir encabezar el gobierno en las pasadas elecciones. Ese pragmatismo y rápida adaptación responde a una estrategia política que considera prioritario acaparar  cuotas de poder antes que cualquier otra consideración,  aunque sea a costa de ceder en las prerrogativas institucionales otorgadas al jefe del gobierno en  la nueva constitución.

Ese afán de acaparar más cuotas de poder les ha erosionado sin duda, pero no hasta el punto de impedir ser el actor de referencia en el  cuadrilátero electoral marroquí.

Ese es el verdadero objetivo del PJD, convertirse en un partido hegemónico que se apropia del espacio político de los partidos clásicos, y que discute o comparte el discurso religioso con la institución monárquica.

Dans un bureau de vote de Salé, près de Rabat. Le nouveau Parti authenticité et modernité (Pam), fondé par des partisans du roi Mohamed VI, est en tête aux élections communales au Maroc, selon des résultats officiels préliminaires. /Photo prise le 12 juin/REUTERS/Rafael Marchante

La aplicación de las conquistas de la nueva constitución no es su prioridad, y si se me apura, no es lo que buscan.

El PJD tiene en el PJD turco el modelo a emular, y no cabe duda que su líder aspira a ser el Erdogan marroquí, que bajo el manto de la religión y en nombre de ella, no duda en evocar manos negras y  enemigos invisibles que acechan la moral y el pudor, para luego  cercenar las libertades y las conquistas.

Por otro lado está el Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), segunda fuerza política, un conglomerado de ex izquierdistas, muchos de los cuales pasaron años en las cárceles y/o en el exilio, junto con algunos intelectuales y tecnócratas. Se les tacha de su cercanía a palacio y de ser un nuevo prototipo de  partido administrativo, pero honestamente todos los partidos políticos en Marruecos, incluido el PJD, hacen de la concesión y/o de la colaboración una práctica habitual para acercarse a palacio. Esto se le puede llamar de muchas maneras, pero la más indicada es: peculiaridad marroquí.

Dentro de esa misma peculiaridad hay dos actores políticos, uno legal de extrema izquierda, El Nahj Democrati (Vía Democrática) única fuerza política que reclama la autodeterminación del Sáhara, y el otro ilegal pero tolerado,  los islamistas radicales de El Adl wa El Ihsane (Justicia y Caridad),  que llaman al boicot de las elecciones porque el primero  considera que  Marruecos no es apto todavía para una elecciones democráticas, y el otro cuestiona el propio sistema de sufragio.



A modo de conclusión Marruecos no deja de ser, con sus peculiaridades, un Estado estable en una zona de grandes turbulencias y transformaciones. Esto le ha propiciado unas relaciones políticas y económicas privilegiadas con  sus aliados, con EEUU y la UE a la cabeza.

Sin olvidarnos, claro está, de España, un país   socio aventajado por la cercanía geográfica, por el volumen in crescendo de los intercambios económicos, de los flujos de capitales y de personas, y por la cada vez más  compartida estrategia sobre los asuntos de interés entre los dos países, tanto en los foros multilaterales o en el ámbito de las relaciones bilaterales.
Dans un bureau de vote de Salé, près de Rabat. Le nouveau Parti authenticité et modernité (Pam), fondé par des partisans du roi Mohamed VI, est en tête aux élections communales au Maroc, selon des résultats officiels préliminaires. /Photo prise le 12 juin/REUTERS/Rafael Marchante
Por último,  Marruecos tiene varios retos, muchos de ellos complejos y algunos de ardua solución. La sanidad, la corrupción, el contrabando, la pobreza extrema y particularmente la educación.

Todos los informes y los indicadores, tanto los propios como los ajenos, sobre educación y enseñanza hace mucho que hicieron saltar la alarma y  la alerta máxima, pero entre unos y otros han estado manoseándola  y restregándola hasta convertir a la escuela en Marruecos en una fábrica de ineptos, mientras las élites envían a sus hijos a las escuelas privadas o  al extranjero, con Francia y España como destinos preferidos.

Por Mohamed Haidour
03 de Octubre de 2016
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3 oct 2016

Muere Shimón Peres, héroe genocida y premio Nobel de la Paz

Se distinguió por ser uno de los traficantes de armas más importante del planeta.
Szymon Perski, nacido en  Wisniew (Polonia) y mejor conocido como Shimón Peres acaba de morir (28/09/2016) en Tel Aviv a la edad de 93 años. A  este extranjero invasor del territorio palestino se le considera uno de los padres fundadores del estado sionista de Israel.


Su familia hizo aliyah a Tel Aviv en el año 1934. Desde temprana edad se enroló en la Haganah tomando parte en sus “gloriosas” actividades terroristas. Participa de manera sobresaliente en la guerra Árabe-Israelí cumpliendo a cabalidad su función de asesino y sicario. Israel precisaba desocupar el territorio palestino para acoger al pueblo elegido por Yahvé. Por sus destacadas dotes organizativas Ben Gurion le encargó el papel de acelerar al máximo la carrera armamentística del nuevo estado judío. Shimón Peres era el responsable directo del programa nuclear israelí (Dimona) y el intermediario en la compra de los cazabombarderos Mirage franceses. Israel  pretendía así erigirse en potencia regional y disuadir a sus enemigos de cualquier posible agresión. A tal punto llegó su gran amistad con el gobierno de Francia que tenía un despacho secreto en el palacio del Elíseo.

Shimón Peres fue un extraordinario relaciones publicas y forjó una profunda amistad con los más destacados líderes mundiales. Supo mover con inteligencia las fichas de la diplomacia a favor de la causa sionista. Gracias a este laborioso trabajo Israel ha visto legitimada su soberanía sobre un territorio ilegítimamente ocupado.

Shimón Peres ocupó importantes cargos en el gobierno de Israelí: ministro de Defensa (guerra), ministro de Relaciones Exteriores, Primer Ministro y por último  presidente de Israel. Por lo tanto es el directo responsable de las agresiones y bombardeos,  ejecuciones extrajudiciales y violación de los derechos humanos que ha sufrido durante décadas al pueblo palestino. Él ha sido la cabeza pensante del terrorismo de estado en su máxima expresión. Peres fue quien nombró a Ariel Sharon para que comandara las tropas del Tzahal que invadieron el Líbano. Las mismas que posteriormente cometieron la masacre de Sabra y Chatila. Siempre permaneció en la sombra para guardar las apariencias y dar la imagen de un hombre justo y honorable.

Shimón Peres contribuyó enormemente a cimentar la alianza estratégica con el gobierno racista Sudafricano de Pieter Botha. Israel colaboró muy estrechamente en el desarrollo del programa nuclear Surafricano. Sus diabólicos proyectos se hicieron realidad cuando en aguas del Atlántico sur realizaron una prueba atómica secreta (operación Phenix).

En el currículum de Shimón Peres hay que señalar sus relaciones amistosas con regímenes dictatoriales como los de Augusto Pinochet en Chile, Ríos Montt en Guatemala, Videla en Argentina, con D´Aubuisson de Arena en el Salvador, Somoza en Nicaragua y  posteriormente con los gobiernos  ultraderechistas colombianos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. EE.UU en su ofensiva anticomunista utilizó a Israel para que asesorara militarmente y proveyera de armas a sus aliados.

Shimón Peres se distinguió como uno de los miembros más destacados del movimiento sionista mundial y ficha clave del lobby judío (que es el principal valedor de Israel en los EE.UU). En incontables oportunidades negoció con Washington el aumento de la ayuda militar con el fin de consolidarse como la potencia más temida de Oriente Medio. Él afirmaba que Israel es la primera línea de fuego del occidente civilizado en su enfrentamiento contra el “terrorismo islámico”

Shimón Peres ha sido en realidad uno de los mayores traficantes de armas a nivel mundial. Un título adquirido gracias a que ejerció el papel de representante exclusivo de la industria bélica israelí -una de las más pujantes del mundo.

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Astútamente intervino junto a Isaac Rabin en el proceso de paz palestino- israelí en el que pactaron con Yasser Arafat los tristemente célebres   “acuerdos de Oslo” Por tal motivo obtuvo el premio Nobel de la Paz (compartido con Yasser Arafat) Durante el tiempo que ocupó la silla de Primer Ministro dio luz verde a  las más sangrientas operaciones militares como “las Uvas de la Ira” en el sur del Líbano, o los indiscriminados bombardeos contra la Franja de Gaza y Cisjordania.

Israel prepara las honras fúnebres de este “ángel exterminador”. Seguramente a su postrer despedida  asistirán los más importantes líderes mundiales y personalidades de reconocido prestigio. Por ley hay que rendirle un merecido homenaje a tan ilustre “apóstol de la paz”. Dirán los sepultureros que esta es una pérdida irreparable para el mundo libre que lucha por preservar los valores de la libertad y la democracia.


Por Carlos de Urabá, para Palestinalibre.org
30 SEPTIEMBRE, 2016


26 sept 2016

Socialismo para los ricos, capitalismo para los pobres

Las elites son tratadas de una forma especial por las políticas de estado. Hubo una época en la que el resto éramos los destinatarios de las políticas públicas de estado.
El adagio que da título a este texto, acuñado por Charles Abrams, describe está notable inversión de las categorías en la teoría y práctica y existe una plétora de ejemplos para el incrédulo. Algunos ejemplos son subsidios y ayudas públicas a empresas y sectores privados, rescates a bancos privados con el dinero de todos los contribuyentes, compra de deuda a empresas privadas por parte de Bancos Centrales, créditos fiscales para salarios bajos financiados por el estado, eliminación de impuestos de patrimonio, exenciones para las empresas, rebajas y deducciones fiscales en impuestos (pero no para las personas físicas), cláusulas de contratos que tipifican lucro cesante por lo que si una empresa privada fracasa en su modelo de negocio el estado cubre gastos... y la lista puede seguir ad libitum.

En cambio, el resto de la ciudadanía (las clases populares y trabajadoras, clase media/trabajadora, pobres o ponga usted el epitome sociológico que más le guste) viven bajo la doctrina férrea de un capitalismo. Algunos ejemplos son individualismo cultural e individualismo expresivo en todas sus formulaciones (búsqueda de estatus social por medio del consumismo y la exploración hedonista) competición por ofertas de trabajo cada vez más precarias y escasas, mercantilización de los derechos y servicios públicos (quien disponga de los recursos para obtenerlos que pague por ellos porque ya no serán ofrecidos por el estado como ejemplo la educación, sanidad...).

Para que el lector se haga una idea, en España el 20% más rico de la población recibe el 25% de las ayuda públicas mientras que el 20% más pobre solo el 10%. José Antonio Noguera, Profesor Titular de Sociología en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y director del grupo de investigación GSADI (Grupo de Sociología Analítica y Diseño Institucional), lo expone de una forma más clara y didáctica. El 10% que declara una renta más alta (renta promedio de 71.000 euros al año en el IRPF) recibe una subvención pública de 350 euros mensuales como media mientras que el 10% con menos ingresos (que declara una media de 2.300 euros al año) recibe únicamente 41 euros mensuales (El estado de bienestar oculto en España, 12 de septiembre 2016, Agenda Pública).

Esto es lo que los politólogos, economistas y científicos sociales llaman “bienestar fiscal” por oposición a “bienestar social”. Sí, sí, a los ricos se les ayuda con subvenciones públicas igual que a los pobres, lo que sucede es que tiene la forma de ser socialismo para los ricos, pero capitalismo para los pobres. En otras palabras, exenciones, reducciones y deducciones impositivas que la administración aplica a los contribuyentes de rentas medias y altas que no recibe la trascendencia y eco mediático que debiera, mientras que las rentas más bajas presentadas de forma pícara como perceptores de prestaciones sociales directas que viven de la ayuda pública; basta para alarmar política y socialmente.

Que a las rentas más altas se les perdonen 7.300 millones de euros no preocupa a nadie y que las rentas más bajas se les creen la imagen de parásitos sociales, ocupa las páginas de los periódicos.

Es como si se tratará a los ricos con guantes de seda y a los pobres con mano de hierro. En una verdadera sociedad de economía capitalista las empresas que toman decisiones que entrañan grandes riesgos y se equivocan, entran en bancarrota, se arruinan y desaparecen. Es la competitividad. Pero las rentas altas o las empresas no quieren una verdadera sociedad de economía capitalista. Quieren que “papa estado” este ahí para socorrerles cuando están en peligro, rescatándoles con el dinero de los contribuyentes. De ahí la cínica expresión “demasiado grande para caer”.

Sí, aunque le parezca contraintuitivo y un absurdo á la Lewis Carroll, el sistema actual es un socialismo para los ricos y un capitalismo para los pobres.


Por Aníbal Monasterio Astobiza
16-09-2016
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@anibalmastobiza (https://twitter.com/anibalmastobiza)

29 ago 2016

El gran negocio de González y Cebrián: Violaciones masivas, genocidios y niños soldados

Al leer la mayoría de las noticias que provienen de Sudán del Sur dan ganas de llorar. Auténticas atrocidades. Alberto Rojas narraba varias escenas horripilantes en El Mundo, ese diario cada día más arrodillado en el que faltan muchos como Alberto. En una de ellas una mujer era violada por quince hombres, uno tras otro como si aquello fuera un dispensario de comida. No fue un hecho aislado.

Después de una cruel batalla se produjeron tres días de festejos con violaciones y asesinatos masivos que provocaron un excedente de cadáveres, para regocijo de los perros que se dieron un buen festín. Un cuadro que, con todo, todavía se encuentra muy alejado de lo que protagonizó el general Yagüe en Badajoz, esa historia que la Transición prohíbe recordar.

En julio de este año también fue asaltado el Hotel Terrain lo que provocó que una veintena de extranjeros terminase en la sala del pánico, un recinto acorazado. Los asaltantes, casi un centenar, después de disparar contras las puertas de metal consiguieron entrar. Lo que allí sucedió fue dantesco para cualquier occidental, aunque cotidiano en casi toda África: golpearon, insultaron, vejaron y simularon ejecuciones a los hombres y violaron a las mujeres en repetidas ocasiones mientras los primeros fueron obligados a presenciarlo. Solo eran cinco mujeres para casi cien hombres, los cálculos son tan sencillos como aterradores.

Una hora antes de vivir aquel infierno solicitaron ayuda a los cascos azules de la ONU, los cuales respondieron: “no podemos enviar a ningún equipo ahora”. No solo es un hecho extraordinario, sino que lo normal es que las mujeres sean violadas a un centenar de metros de la base militar de la ONU o que los propios miembros de la ONU las violen. Hechos silenciados o amortiguados por Occidente e ignorados por la ONU salvo en casos de presión mediática excesiva. Esa es la ONU, la que pretende dar lecciones al mundo mientras obvia investigar los abusos sexuales de sus propios militares en África, en muchos casos europeos, en muchos casos actos infames. Basta recordar los cascos azules que ofrecían galletas por sexo oral o aquellas menores que fueron obligadas a tener relaciones con un perro a cambio de dinero. Hay mucho más.
 
Sudán del Sur es mucho más que violaciones y, como casi toda África, se trata de una interminable fábrica de guerras civiles. Estas necesitan tal cantidad de combatientes que ni las altas tasas de natalidad son capaces de suministrar la cantidad de carnaza necesaria. Así pues, en ocasiones estos escasean, aunque siempre hay soluciones: Si no quedan adultos, se secuestran todos los niños mayores de doce años y se les inyecta en las venas la guerra y el odio. Por ejemplo, el año pasado casi un centenar de niños fue secuestrado y esta primavera casi 9.000 menores habían sido convertidos en soldados, lo que supone un desastre que va más allá del presente, pues convierte el futuro de Sudán del Sur en una carnicería. Muy probablemente serán estos niños los que terminen enzarzados en una nueva guerra civil cuando se conviertan en adultos. Otra más. Las cifras evidencian la magnitud de la tragedia: unos dos millones y medio de personas están en riesgo de sufrir hambruna y más de setecientas mil personas son refugiados.

Cualquier persona normal se sentiría conmocionado por lo aquí narrado, pero Felipe González y Juan Luis Cebrián no son normales. Son hombres de negocio, carniceros y capitalistas al por mayor. Para ellos y su gran aliado, Farshad Zandi, Sudán del Sur es petróleo y dinero. El tal Zandi es propietario de Star Petroleum y SP Mining, domiciliadas en paraísos fiscales, claro está, y Felipe González y Juan Luis Cebrián son sus mamporreros. No son los únicos pues en la lista también figura Alberto Cortina, íntimo del rey Juan Carlos, Antonio Navalón, Miguel Ángel Remón…

Felipe González no tuvo ningún reparo en grabar un vídeo de apoyo o escribir una carta de recomendación a un genocida para Zandi. El vídeo es bochornoso y la carta infame, pero ahí está el
expresidente ofreciendo charlas morales y disecciones sobre la democracia.



Hablemos claro: En primer lugar, Farshad Zandi no es un hombre cualquiera, es un empresario que donó seis millones de euros a Juan Luis Cebrián, uno de los directivos con un mayor salario del IBEX 35 aunque haya dejado pérdidas superiores a los 2.200 millones de euros.

En segundo lugar, lo que hacen Juan Luis Cebrián o Felipe González es muy parecido a lo que hizo José María Aznar para colocarse como comisionista de la venta de armas a Libia o Argelia o Zapatero y Bono para intentar lucrarse en la Guinea de Obiang. Para nuestros dirigentes o para el IBEX 35 no existe el infierno, las violaciones, los derechos humanos, las infancias destruidas por la guerra… para ellos lo único que importa es el negocio.

En tercer y último lugar, quizá todo se deba a que en Sudán del Sur, Guinea o Libia acontece algo que hace no mucho sucedió en Badajoz y en muchas otras ciudades, y los que lo hicieron son los que se han perpetuado en el poder. A lo mejor sucede que cuando ordenas despellejar, arrancar las uñas y enterrar en cal viva ya ta de lo mismo de donde venga el dinero mientras venga. A lo mejor sucede que cuando multiplicas por seis la industria armamentística como Chacón ya te la trae al fresco todo. A lo mejor sucede que hasta que no juzguemos a todos los criminales y delincuentes de Occidente no tendremos una mínima posibilidad de un mundo mejor. A lo mejor sucede que hay que explicarles a los sursudaneses, guineanos, libios, argelinos o lo que se tercie que no se preocupen por el infierno porque luego vivirán una idílica transición en la que los asesinos y las familias de los asesinos gobernarán sus países con una gran apariencia democrática. A lo mejor hay que explicarles que todavía les queda mucho hasta alcanzar a España como segundo país del mundo en número de desaparecidos.

No desesperen, hay muchos como Cebrián, González, Aznar, Zapatero, Bono, Morenés o Chacón… Y todavía queda mucha África y mucho mundo por expoliar y destruir y, también, quedan muchas transiciones por hacer.



Por Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra.
28-08-2016
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En la actualidad, sobrevivo gracias a las ventas de Código rojo, ¡CONSÍGUELA AQUÍ FIRMADA Y DEDICADA!. “Código rojo le echa huevos al asunto y no deja títere con cabeza. Se arriesga, proclamando la verdad a los cuatro vientos, haciendo que prevalezca, por una vez, algo tan denostado hoy en día como la libertad de expresión” (“A golpe de letra” por Sergio Sancor).

Tal vez te puedan interesar las novelas “Código rojo” (2015) y “Un paso al frente” (2014).




11 ago 2016

Mapas

La amputación de Palestina en Google Maps entronca con la utilización política e ideológica de la cartografía


Hay expuestos en Yad Vashem, el magnífico y estremecedor Museo del Holocausto en Jerusalén, muchos objetos, muchas fotos,  obras de arte. Y también algunos mapas. Uno de ellos siempre me ha parecido muy significativo: muestra la población judía en el mundo por países antes de la Segunda Guerra Mundial para informar de forma gráfica cómo la solución final nazi eliminó a los judíos de forma sistemática y atroz. Aparecen, pues, los judíos en Polonia, Alemania, Francia, etcétera. Y también aparece, del Mediterráneo al Jordán, Israel, como país. El mapa obvia dos detalles: que Israel jamás ha sido un país que comprenda por completo de forma legal y reconocida internacionalmente toda la tierra entre el Mediterráneo y el Jordán; y que antes de la Segunda Guerra Mundial Israel no existía. El Estado hebreo nació en 1948; antes de esa fecha, Palestina era un protectorado británico.

El mapa de Yad Vashem no es fruto de la ignorancia, por supuesto. En primer lugar, establece una continuidad histórica falsa entre el Holocausto y la creación del Estado de Israel, uno de los mitos más potentes del sionismo. La idea está presente en todas partes (Steven Spielberg, en su epílogo en color de ‘La Lista de Schindler’, también la difundió, por ejemplo) y consiste en afirmar que Israel es el Estado que crean los judíos para que no se repita el Holocausto. Muchos judíos emigraron al protectorado de Palestina durante y tras la Segunda Guerra Mundial, pero lo cierto es que el proyecto sionista en tierra palestina nace mucho antes: la primera colonia sionista data de 1870. A pesar del mapa de Yad Vashem, Israel no existe antes de 1948 y no se crea para evitar otro Holocausto. Israel es un proyecto ideológico.

La segunda función del mapa, no menor, es borrar el concepto de Palestina. Otro mito fundacional muy potente del sionismo es la idea de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Al dibujar un Israel del Mediterráneo al Jordán antes de 1948, se establece que lo que había allí antes de que fuera Israel no existía porque, de forma legal o no, reconocido como tal o no, con Estado o no, aquello siempre ha sido Israel, el hogar nacional de los judíos y sólo de los judíos. Es una mezcla de colonialismo (el europeo que va a otra tierra y se apodera de ella sin tener en cuenta el indígena que vive allí, un patrón que se ha dado literalmente en todo el mundo) y nacionalismo (sólo un pueblo, una nación, tiene vínculo con la tierra, no los individuos).

La polémica alrededor del mapa de Google Maps de Palestina entronca con esta utilización política e ideológica de la cartografía. Un artículo de The Washington Post explica que Google en realidad no ha borrado Palestina, que si clickas en Cisjordania y Gaza aparece el nombre de Palestina. La explicación es tan endeble que sólo hace falta imaginarla al revés: que no aparezca Israel sino Palestina pero que si clickas en Tel-Aviv entonces sí se puede leer Israel. Es sencillo imaginar la que le caería encima a Google. Que Palestina, más allá del reconocimiento simbólico de la Asamblea de la ONU, no sea un Estado como tal también es una explicación frágil. Google puede argumentar lo que quiera, pero es muy difícil darle mapa por liebre a los palestinos.

Y es que la cartografía es una realidad de la vida palestina. Este mal llamado conflicto produce más mapas de lo que es capaz de digerir. Yo, en casa, tengo uno que compré en una tienda de antigüedades de Jerusalén que data de principios del siglo XX y que dibuja un Plan C de Partición que, sinceramente, no tengo ni idea de qué fue. Hay mapas de todo tipo: zonas A, B, y C; la bantustanización de Cisjordania; el recorrido del muro; la Palestina menguante; los recursos hídricos; las aldeas árabes borradas del mapa; el recorrido del muro; los check points; las barreras; las zanjas; las carreteras sólo para colonos; las carreteras cortadas; los asentamientos; los bosques bajo los que se ocultó la limpieza étnica; la línea verde; las líneas de armisticio; las zonas de exclusión y las zonas pesqueras en Gaza; la declinante población musulmana; la demografía cambiante; el tranvía de Jerusalén; la Palestina histórica; el Plan de Partición; las fronteras del 67…

A los palestinos les encantan los mapas. Y las llaves de casas que perdieron. Y las fotos de parientes que nacieron y vivieron en lugares a los que ya no tienen permitido el acceso. Y las cifras, adoran las cifras que ilustran su desgracia, la injusticia que sufren, la nakba. También saben mucho de matemáticas (la tierra y las vidas que hay que restar, los asentamientos que hay que sumar) y de leyes internacionales, resoluciones de la ONU y fallos de tribunales internacionales. Los palestinos no necesitan inventarse mapas ni manipular fechas ni descontarse en las sumas y las restas ni presionar a las televisiones para que no hagan ejercicios cartográficos cuando informan del mal llamado conflicto. Igual la realpolitik les da espalda, pero la realidad está de su lado.

Por eso, diga lo que diga Google, la cartografía está del lado de Palestina. Como la geografía, como la historia, como la memoria, como las fotografías, como el arte, como la arqueología, como la poesía, como la gastronomía, como la arquitectura, como la agricultura, como la pesca. Como la justicia.

Google mejor que nadie sabe que en la era de la información la memoria es masiva, que nada puede borrarse de esa hemeroteca sin fin que es internet. Para la historia queda, pues, que Google, la empresa que hizo del “don’t be evil” su lema, ha hecho lo que ha hecho. Que en este asunto ha elegido en qué lado quiere estar. Y ese lado es muchas cosas –políticamente correcto, pragmático, probablemente inteligente, sin duda mucho más tranquilo– pero no es el de la justicia.
Al final, todo el mundo queda retratado.

Por JOAN CAÑETE BAYLE
10-08-16
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19 jul 2016

Cuando éramos idiotas


“Esa idiotez que decíamos cuando éramos
de extrema izquierda de que las cosas se cambian
en la calle y no en las instituciones es mentira”.
Pablo Iglesias

Cuando éramos idiotas creíamos en la posibilidad de cambiar la sociedad para hacerla mas justa, más democrática. Pensábamos que no bastaba con lavarle la cara a la realidad. Creíamos también que los representantes políticos no nos representaban y que tampoco tenían por qué representarnos. Creíamos que la participación directa de la gente, organizada, era imprescindible. Que éramos mayores de edad para decidir acerca de nuestro destino. Sabíamos que ninguno de los derechos sociales, laborales o culturales conquistados en el pasado fueron concesiones voluntarias del poder. Que hubo que arrebatárselos luchando en la calle, que costó miles de vidas, de humillaciones, de cárcel, de marginación, de vidas entregadas a esas causas justas. Pensábamos, cuando éramos idiotas, que jamás se lograron cosas a nuestro favor desde las instituciones del poder. Que había que sostener las demandas desde la calle, precisamente. Creíamos que los que mandan debían obedecernos y no decidir por nosotros.

Cuando éramos idiotas creíamos que todos los luchadores que dieron sus vidas, para mejorar la sociedad no eran idiotas. Al contrario, estábamos convencidos de que marcaron el camino a seguir, que fueron ejemplos de dignidad. En esos momentos de idiotez nos ubicábamos en la izquierda y la clase dominante era la derecha. Ahora, gracias a Laclau, sabemos que los significantes que significan los significados vacíos no son significativos y que, por lo tanto, no hay más clases sociales. Clarito, ¿no? Ahora están los de arriba y los de abajo. Todos juntos, como en el tango Cambalache, ya que hablamos de Laclau. Había que ser muy idiota para no entenderlo.

Lo que no sabíamos cuando éramos tan idiotas es que integrábamos la extrema izquierda. O sea, una izquierda que no entendía el significado de los significantes. En aquellos tiempos lejanos, hace unos dos años más o menos, llamábamos a las cosas por su nombre. Al opresor le decíamos opresor, al capitalismo, capitalismo y hasta irresponsablemente queríamos una sociedad socialista. Al menos ese era el objetivo, aunque sabíamos que “la lucha es cruel y es mucha”, al decir de Discépolo. Éramos tan idiotas que ni pensábamos en la socialdemocracia y menos que Marx había sido socialdemócrata como Felipe González, por ejemplo.

Pero, si 20 años no es nada, como decía Gardel -para no olvidarnos de Laclau-, 2 años es el tiempo suficiente para dejar de ser idiota. Apareció Podemos en el horizonte del 15M generando una nueva ilusión de cambio y poco a poco fuimos dejando idioteces por el camino. Abandonamos teorías descabelladas, como las elaboradas por Marx y Engels, y nos abrazamos a Laclau para significarnos. Una vez significados, nos dimos cuenta de que el tema de conquistar el cielo, en realidad, quería significar que era mucho mejor pedir permiso para acomodarnos en lo posible, en lo terrenal. Que teníamos que dejarnos de aventuras utópicas que jamás nos llevarían a saludar a Obama. Y menos a convertirnos en el ejército regular del sistema y despreciar, como debe ser, la fantasía partisana propia de aquellos tiempos idiotas.

Hasta nos avergonzamos de viejas tertulias donde combatíamos a lengua partida a los tertulianos de arriba. Era para provocarlos que nos autodenominábamos comunistas, ¡faltaría más! Ellos, que entendían la broma, nos seguían el juego para que todos, finalmente, creyéramos que esa parodia de debate era real. Además, como dijo Don Pablo -que me parece que así hay que nombrarlo desde ahora para tener presente su presente señorial de general del ejército regular-, ya aclaró que comunista es uno de joven. Mejor aún, de joven idiota de extrema izquierda. Y que esa especie de desliz juvenil se cura cuando uno ya es un adulto que pretende gobernar desde el sistema. Integrado plenamente en el sistema que aquellas locuras juveniles querían, irresponsablemente, cambiar. Que no hay mejor cambio que cambiar algo para que nada cambie, sin abusar por supuesto.

En fin, que, gracias a Podemos, dejamos de ser idiotas. Dejamos de ser de izquierda. Dejamos de ser jóvenes. Dejamos de ser utópicos. Dejamos de ser.


Por Ángel Cappa
14-07-2016
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4 jul 2016

España ha votado corrupción, desigualdad y autoritarismo

Desde que a última hora de la noche del pasado domingo supimos que los resultados electorales no habían hecho caso alguno a las encuestas, sobre todo en lo que tocaba a Unidos-Podemos y al Partido Popular, a los otros los clavaron, se vienen sucediendo análisis que tratan de explicar con diversos argumentos por qué empresas dedicadas a adivinar científicamente lo que sucederá en los comicios, han errado de manera tan brutal como poco explicable. No son nuevos los errores de las demoscópicas, lo que si resulta novedoso y extraño –porque hay instrumentos sociológicos para corregir la probable mentira de un sector de los encuestados- es que el yerro supere el veinticinco por ciento en el caso de la formación Unidos-Podemos. Esa es una novedad mundial, una nueva aportación de España al campo de la sociología, la psiquiatría clínica y la alcornocología –ciencia desgraciadamente olvidada en nuestro país- que tendrá que ser estudiada con especial interés por los sabios de cada una de esas disciplinas si queremos saber por qué lo que es no es y lo que no es, es. De modo que quienes se dedican a las prospecciones de opinión son capaces de afirmar con toda seguridad que la próxima salida al mercado del yogur de apio con semillas de nabo y aire de linimento será un éxito absoluto, y aciertan, y son incapaces, pese a lo que cobran y a los medios de que disponen, de aproximarse con un mínimo de credibilidad a lo que votarán los expañoles en un momento dado. O han puesto el mismo interés que yo cuando pinchan en la radio a Chiquetete, o nos han mentido con deliberación o no saben lo que hacen. De las tres opciones, de momento, me quedo con la segunda.

Sin embargo, hay una cuestión que podría explicar de forma sencilla el estrepitoso fracaso de las empresas de opinión y el solemne ridículo que ha hecho el país en su conjunto a la hora de depositar su fragmento de poder en las urnas. Lo que ha sucedido en España es absolutamente insólito, es cierto que hay un gravísimo corrimiento hacia la derecha en todos y cada uno de los países europeos, que la izquierda está atravesando por un periodo de confusión incomprensible ante las salvajes políticas derechistas que nos acosan, que la xenofobia, la insolidaridad, el racismo y el clasismo son los nuevos fantasmas que recorren Europa, pero no es menos cierto que en el resto de Europa los votantes castigan a los corruptos, a los prevaricadores, a los ladrones y a los malnacidos. Salvo el caso de Italia en el periodo de Berlusconi, no existe ningún otro país que haya votado de forma mayoritaria a un partido que ha protagonizado más casos de corrupción de los que mi memoria puede recordar ni a un Presidente que los ha comprendido y tolerado como algo natural. Hemos visto dimitir a un ministro por uso privado de un coche oficial en el Reino Unido, a varios ministros alemanes renunciar por haber sableado –cosa que parece bastante habitual allí- sus respectivas tesis doctorales, por mentir en el Parlamento, por diversos asuntos relacionados con la vida íntima, y todos, absolutamente todos, han desaparecido de la vida pública al poco de conocerse sus tropelías, tropelías de mucho menor calibre que las que aquí se suceden día tras día. Y es que ni las encuestadoras ni el personal con derecho a voto –al menos una parte importante del mismo- han tenido en cuenta un factor decisivo para que eso no suceda en nuestro país, para que un chorizo sea más apreciado cuando más sinvergüenza sea, para que un prevaricador, un estafador, un recalificador, un explotador, un mangante o un arruinador gocen del aprecio, el aplauso y el voto del público cuanto mayor sea el éxito en su vida criminal de guante blanco. Ese factor, ese imponderable, esa contingencia se llama burrería. No le den más vueltas, es indiferente si hubiese habido alteración de los resultados electorales en las altas instancias del poder, insignificante si la mitad de los votantes de Izquierda Unida, por eso tan español de “yonomeajunto”, hayan declinado acudir a las urnas, baladí que el conteo se haya hecho de forma más o menos rigurosa, el factor determinante es que el pueblo español viene siendo sometido desde mediados de los años noventa a un proceso de embrutecimiento tal que ha conseguido que una fracción del mismo sea incapaz ya de distinguir entre lo digno y lo indigno, lo decente y lo indecente, el bien y el mal.

Hay quienes achacan la remontada del Partido Popular al resultado del referéndum en Reino Unido, cuando eso aquí importa exactamente un pijo; hay quienes ponen el acento en la inseguridad, cuando aquí más de un tercio de la población no tiene trabajo, ni comida, ni techo ni seguridad de ningún tipo, ni siquiera esperanza, y hay, también los hay, que achacan el resultado a los cambios de estrategia de Unidos-Podemos o al grito que aseguraba “venían los comunistas”. Nada de eso ha influido en el resultado electoral, aquí no andamos con sutilezas ni otras suavidades, aquí lo decisivo fue la aparición de “Dj Pulpo con Soraya Sáenz de Santamaría en el mitin final de campaña del PP en la plaza de Colón de Madrid, aquí lo concluyente fue ver a Rajoy Brey comentado la alineación de la selección española de fútbol mientras viajaba en el AVE, aquí lo definitivo fue la hostia que el domingo le soltó Bárcenas a un ciudadano que lo llamó por su nombre. Entre nosotros –un país ineficiente como España entre dos guerras civiles, Gil de Biedma dixit- se valora y se envida al triunfador, y el triunfador no es el que trabaja hasta el agotamiento para sacar a los suyos adelante, ni el que se ha dejado los codos estudiando biología molecular o arte, ni el que se mata en un hospital público para que vivan quienes padecen enfermedad, no, aquí el que triunfa es el que compra la primitiva porque no tenemos sueños baratos, porque en los áticos hace aire y los deportivos descapotables hacen mucho ruido; aquí, para ser reconocido tienes haber pisoteado a tus semejantes, exponer sin remilgos toda la soberbia del mundo, dilapidar el dinero que no es tuyo porque es de todos, lucir Armani, Rolex y Mercedes serie alta y mostrarte campechano como el rey Juan Carlos llegada la ocasión electoral. El mangante es un triunfador, alguien a quien se envidia y se admira al mismo tiempo que se teme. No existe ningún rechazo –al menos no se ha visto en las calles como sus currículums demandan- contra la familia Pujol, ni contra Blesa, Camps, Fabra, Valcárcel, Castedo, Prenafeta, Granados y tantísimos otros que han hecho mangas y capirotes de la “Res Pública”, no existe la ira pública que sería normal ante tanto estrago y tanto desalmado, hay indolencia, hay fascinación, encandilamiento y asombro ante esos hombres y mujeres que han dado el salto a la fama y a la riqueza con malas artes, cosa a la que ha contribuido sobremanera la lentitud y laxitud de la justicia y los medios del petardeo que un día sí y otro también nos han contado los pesares de la Pantoja o los sufrimientos del pobre Fabra en la cárcel. Evidentemente tenemos un problema, la burrería conduce inexorablemente a la estupidez y en ese estado no existe la conciencia.

Por Pedro Luis Angosto
28-06-2016
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10 jun 2016

El que paga manda, el que cobra calla. Silencio sobre los Papeles de la Castellana

Hace un par de semanas, nos dimos cuenta de una serie de frecuentes visitas a algunos de los sitios web que alojamos. No es extraño ver a ciertas multinacionales y despachos de abogados prestando especial atención a los medios de comunicación independientes, pero el tráfico a estas páginas era más grande de lo habitual.

Esta semana, por fin pudimos entender por qué los sitios web estaban recibiendo dichas visitas. "Los papeles de Castellana". Aristócratas, funcionarios públicos y grandes empresas españolas implicadas en la evasión de impuestos y lavado de dinero mediante paraísos fiscales.

Los papeles de Castellana y los documentos de Panamá ahora se cruzan en Madrid.

Durante los últimos diez días, La Marea y Diagonal han estado recibiendo visitas diarias de grandes corporaciones y sus empresas de consultoría. Sus oficinas centrales, sus abogados y departamentos de comunicación nunca han estado tan interesados en los medios de comunicación independientes.

Es la primera vez en la historia que los primeros visitantes de los sitios web de cada mañana son VOCENTO, S.A. (ABC, El Correo) o Promotora de Informaciones S.A. (PRISA, El País, la Cadena Ser). Es bueno saber que “Ustedes” están allí, con nosotros ... bebiendo su primera taza de café pensando cómo llenar sus editoriales. En silencio, porque el que paga manda,... manda callar.

Hacemos un llamamiento a romper el bloqueo informativo:
- Difundiendo las noticias sobre Los Papeles de la Castellana por todos los medios a tu alcance: webs, redes sociales, foros, correo electrónico, en tu centro de trabajo, en el bar...
- Denunciando el silencio de los grandes medios. Podéis dirigiros directamente a ellos en las redes sociales, o en los comentarios a las noticias en sus webs.
- Hablando con periodistas y trabajadores silenciados de esos medios para animarles a explicar los motivos del silencio informativo.
- Suscribiéndote a los medios que difunden Los Papeles de la Castellana.

MAS INFORMACIÓN

Principales accionistas de PRISA (fuente Wikipedia)

A marzo de 2015 los principales accionistas de PRISA eran los siguientes:
- Familia Polanco. 19,5%
- Ghanim Al Hodaifi Al Kuwari, empresario de Catar. 10%
- HSBC. 9,6%
- Roberto Alcántara, presidente del Grupo IAMSA. 9,3%
- Caixabank. 9%
- Banco Santander. 4,6%
- Telefónica. 4,5%
- Fondos de capital riesgo

El accionariado de PRISA ha evolucionado significativamente entre 2009 y 2015 debido a las dificultades económicas del grupo. La familia Polanco, que en 2009 controlaba el 71% de las acciones, vio su participación disminuir por debajo del 20%. En las sucesivas ampliaciones de capital entraron en el accionariado empresarios acaudalados, fondos de capital riesgo y también bancos españoles que canjearon por acciones las deudas que PRISA había contraído con ellos.

Principales accionistas de VOCENTO (fuente Wikipedia y el libro de Pascual Serrano "Traficantes de información")

- Familia Ybarra 11,077%
- Víctor Urrutia Vallejo 10,137%
- Familia Luca de Tena 10,090%
- Familia Bergareche 7,982%
- Enrique Ybarra Ybarra 6,536%
- Mª del Carmen Careaga Salazar 5,471%
- Familia Aguirre 5,016%
- Familia Castellanos 4,427%
- Eolo Media S.L. 2,000%

Es sencillo encontrar información de estos nombres por la red. No sorprende encontrar a grandes empresarios, directivos de bancos, financieras, sociedades de inversión, multinacionales de energía, grandes empresas de alimentación y cadenas de hoteles.


Por NODO50
10 de junio de 2016

Los Papeles de la Castellana y la familia del rey

Entre los 38.598 documentos filtrados de clientes procedentes de varios despachos de asesoría fiscal con sede en el Paseo de la Castellana, en Madrid, se incluyen declaraciones fiscales, correos y otros datos de grandes fortunas, empresas y funcionarios públicos.



Los infantes Alicia de Borbón-Parma y Habsburgo-Lorena y Carlos de Borbón-Dos Sicilias, y dos de los hijos de éste último, Cristina de Borbón-Dos Sicilias de Orleans y Pedro de Borbón-Dos Sicilias de Orleans, usaron la amnistía fiscal para aflorar 4 millones de euros ocultos en Suiza, lo que implicó que pagaran menos del 2% de la cantidad total regularizada..

Por otra parte, la familia Borbón-Dos Sicilias montó una estructura societaria opaca con base en Panamá acudiendo a gestores de offshore y testaferros que aparecen en los sumarios de las principales tramas corruptas.


Éstas son algunas de las informaciones que han trabajado eldiario.es, La Marea y Diagonal a raíz de la filtración de un total de 38.598 documentos, recibida hace tres meses a través de la plataforma Fíltrala, relacionados con clientes de varios despachos de asesoría fiscal situados en el paseo de la Castellana, en Madrid. Entre los documentos se incluyen declaraciones fiscales, correos electrónicos y diferentes informaciones relacionadas con empresas, funcionarios públicos y grandes fortunas de todo el Estado.

Por Diagonal
09/06/16

5 jun 2016

Algunas razones para no leer

Lectores en la Feria del Libro de Madrid.  EFE
Lectores en la Feria del Libro de Madrid. EFE

Hoy aquí, contraviniendo todas las previsiones y ejerciendo de enanita saltarina, mosca cojonera, duendecillo maligno, demonia o Ángela caída, voy a intentar daros algunas razones fundadas para NO leer. Habéis escuchado bien para NO, NO, NO leer. Voy a colocarme al otro lado de ese espejo donde si uno se refleja de noche, alumbrado por una vela, se tropieza con un fantasma. Voy a subir al desván para mostraros el auténtico rostro del angelical Dorian Grey: su cara reconcomida por gusanos y devastadoras arrugas. Ahí va el listado razones por las que, como diría Amy Winehouse, NO, NO, NO debéis leer:

Si lees, corres el riesgo de que de pronto muchos de los seres humanos que te rodean empiecen a convertirse en animalillos. Salvajes o domésticos. Puede que, al darse la vuelta, tu vecina del segundo te enseñe el rabito de rata que le sale entre la botonadura de su vestido. Poco a poco notarás que se le han afilado las orejas y en la piel de las manos le ha nacido una capilla de pelusa. Tu vecina seguiría siendo una mujer normal si tú no hubieses leído La celestina o Las alegres comadres de Windsor.

Si lees, dejarás de tener tiempo para ver la televisión y cabe la posibilidad de que los gritos de los tertulianos —tertulianos de la casquería o tertulianos políticos, tertulianos que hablan de deportes— empiecen a resultarte incomprensibles, como si hablaran en una lengua que desconoces y que no tienes ninguna gana de aprender. Ahora hablas en otro idioma porque has leído La soledad del corredor de fondo de Sillitoe, La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe o Miss Lonelyhearts de Nathanael West.

Si lees, cabe la posibilidad de que te despistes a menudo y se te dibuje en la boca una sonrisilla que muchos pueden calificar de tonta. Algunos pensarán que has esnifado pegamento o bebido más de la cuenta. Lo cierto es que leer no es más barato que consumir ciertas drogas y que también genera adicción. Cuidado. Te darás cuenta de ello cuando leas Los paraísos perdidos de Baudelaire, La pipa de Kif de Valle-Inclán o Yonqui de William Burroughs.

Si lees, quizá todo el mundo piense que eres un empollón, que te crees superior a los demás. Puede que te segreguen y te aparten. Que no te consideren una persona normal, que te llamen friki. Posiblemente tendrán razón. Pero también son frikis los klingon, los coleccionistas de Barbies, los seguidores de Mujeres, hombres y viceversa, los eurofans... Bienvenidos al club del licenciado Vidriera o a la compulsión de Madame Bovary por la lectura de novelas románticas.

 Si lees, cuando escuches los telediarios puedes llegar a saber hasta qué punto te engañan. Todas las noticias y ciertas actitudes se te pueden clavar en la niña de los ojos como una esquirla de cristal. Eso te hará sentir casi enfermo. Como Heinrich Böll cuando escribió El honor perdido de Katharina Blum o Evelyn Waugh se rio del mundo del periodismo en ¡Noticia bomba!.

Si lees, verás que muchos emperadores van desnudos y puede que incluso te atrevas a decirlo. No solo los niños y los borrachos dicen la verdad, pero ya sabes que a veces decir la verdad no sale a cuenta. Incluso puede llegar a ser una acción contraproducente.

Si lees, llorarás a menudo: de tristeza o de felicidad. Notarás cómo la sangre te corre por las venas y puede que enfermes del mal de la hipocondría como aquel enfermo imaginario de Molière. Certificarás que no eres de madera ni de trapo, paja u hojalata como el muñeco del mago de Oz que anduvo, junto a Dorothy, por el camino de baldosas amarillas, para conseguir un corazón.

Si lees, tendrás que tomar muchas decisiones difíciles, verás las aristas de las cosas, aprenderás a ponerte en el lugar del otro y a veces tendrás la sensación de que las buenas palabras –el amor, la protección, la familia— esconden significados dañinos. Como en La piedad peligrosa de Stefan Zweig y en todas esas novelas donde las madres o los padres devoran a sus propios hijos. Estar expuesto a tanta lucidez de golpe duele más que un pinchazo de reúma en la articulación.

Si lees, querrás comprarte muchos diccionarios, usar todas las bibliotecas. Y entenderás que nos roban las palabras. Y leerás doscientas veces, como si estuvieses castigado, La biblioteca de Babel o El nombre de la rosa. 

Si lees, tendrás visiones de molinos que son gigantes e inmediatamente los gigantes volverán a ser molinos y te sentirás muy listo y muy tonto al mismo tiempo. Más exclusivamente tú que nunca y al mismo tiempo más conectado con tu comunidad y con tu mundo.

Si lees, te transformarás en el lobo de Caperucita y tendrás los ojos muy grandes para verlo todo más y mejor. Luego el cazador te arrojará al río con la barriga llena de piedras porque no conviene ver más de la cuenta ni mirar lo que pasa en los cuartos cerrados. Todos los lectores son mirones que observan a través de un agujerito. Y alguien los castigará por esa curiosidad que perdió al gato y a la mujer de Barba Azul.

Si lees, siempre saldrás a la calle sin gafas de sol, de modo que los rayos ultravioletas podrán herir tus pupilas, pero al mismo tiempo no te perderás ni uno solo de los colores de la realidad: el color azul del cielo y el de la basura. La vida huele muy bien, pero también huele muy mal. La literatura invita a la hiperestesia como al protagonista de La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe.

Si lees, puede que pases muchos ratos en silencio, pero cuando encuentres un interlocutor, ése sabrá escucharte y compartir contigo los momentos más reveladores de tu vida. También puede que, al mirarte al espejo, no te encuentres. No te asustes ni te creas un personaje de los relatos de fantasmas de Edith Wharton. 

Si lees, vivirás otras vidas que de un modo irremediable empezarán a formar parte de tu propia existencia. Se te quedarán ahí dentro del estómago y en el intestino delgado. Allí habitan sin que tú te des cuenta de ello: Anna Karenina, Peter Pan, Zalacaín, el Lazarillo, John Silver el largo, Holden Caulfield, el Pijoaparte, Sam Spade y todas las mujeres fatales, el conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas, el comisario Montalbano y David Copperfield. 

Si lees es posible que engordes. Vuelve a pensar en la cantidad de gente que guardas en la barriga como la ballena de Jonás o el bolsillo del mudito de los Hermanos Marx. A esa circunstancia has de sumarle el hecho de que la lectura a veces hace que el deporte nos dé mucha más pereza y la separación de nuestro sillón preferido puede ser un trauma. Una aberración.

Si lees, a menudo encontrarás muchas razones para tirar una piedra y te preguntarás por qué manda el que manda. Te harás preguntas sobre el precio de las cosas y sobre quién es el jefe de todo esto. Ten cuidado, si lees, si piensas, puedes acabar en la cárcel. Como El extranjero de Camus. Como los incinerados personajes de Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Como Las brujas de Salem. Y todas las mujeres que fueron estigmatizadas a causa de su ansía de conocimiento: Eva, Medea, Carmen, la marquesa de Merteuil…

Si lees, separarás mejor el grano de la paja. Y esa separación a menudo puede provocarte un disgusto. Como el hijo pródigo, encontrarás con más facilidad el camino de vuelta a casa. El problema será que ya no sabrás si de verdad quieres volver.

Si lees, ya nunca podrás leer un libro sin acordarte de todos los demás. Porque leer es haber leído y es muy posible que empieces a sospechar que ni la pureza ni la inocencia existen verdaderamente. Te darás cuenta de que dentro de Lolita están las hadas y las ninfas y las traviesas libélulas con rostro femenino. También todas las mujeres que se abandonan y se ponen gordas de tanto comer bombones y cortezas de cerdo.

Si lees, te dará una rabia inmensa haber consumido ya casi todas tus primeras veces: la primera vez que leíste Niebla, Miau, Poeta en Nueva York; la primera vez que leíste una tragedia de Shakespeare, un cuento de Chéjov, los versos cárnicos de Anne Sexton, El bello verano de Cesare Pavese… Esa primera vez, esa primera experiencia, esa sensorialidad, esa explosión, ese descubrimiento, esa epifanía ya no se volverán a repetir…

Si lees, puede que pierdas el gusto por las hamburguesas y por pasar la tarde en un centro comercial o tomando un café en una franquicia de expresos y wifi.

Si lees, querrás tocar a las personas, ver a la gente de cerca, mirar a los ojos, recuperar el espacio de la fisicidad, saber cómo suena una voz, romper los espejos virtuales. Te transformarás en un ser terriblemente táctil, casi sexual, y no se te caerán de las manos los textos de Sade o de Bataille.

Si lees, te harás más lento. Necesitarás de una medida del tiempo más demorada. Elogiarás la lentitud y la gente pensará que eres un anfibio que ha aprendido a caminar por debajo del agua cuando paladees, sílaba a sílaba, cuando leas en voz alta, profundices en el sentido de cada una de las frases de Cien años de soledad o de Pedro Páramo. Sin prisas. Disfrutando el presente y del pasado. Del inframundo.

Si lees, verás los tomates de todos los calcetines. El reverso de las cosas. Lo que guardamos en los cuartos oscuros. Te insultarán llamándote “Aguafiestas, pejiguero”. Esto le pasaba mucho al gran Rafael Chirbes.

Si lees, generarás una mirada de rayos X que te permitirá detectar las enfermedades morales de las personas de tu entorno. Sufrirás porque te darás cuenta de que a menudo no puedes curarlas. Entonces deberás hacer lo mismo que Blimunda, la protagonista del Memorial del convento de José Saramago: comerás miga de pan antes de abrir los ojos cada mañana para no ver el lado oscuro de cada ser humano. Sus tumoraciones.

Si lees, te darás cuenta de que la libertad pasa por la conciencia de sus límites. Y comprarás un cuchillo para romper las cuerdas. Sudarás mucho mientras estés cortando las ataduras.

Decide si quieres leer. No es una decisión fácil ni cómoda. Es una decisión subversiva. Es una decisión que a la vez nos alivia y nos hace daño. Lee porque, entre los artefactos y maquinaciones de la literatura, es posible que encuentres ciertas verdades y a ti mismo. A ti misma. Aunque puede no gustarte lo que veas. Sé valiente, lee. Hazlo, no por contentar a nadie ni por razones estúpidas, ramplonas, hazlo por agrandar tu vanidad o por un egoísmo que paradójicamente hará de ti un ser muy generoso. Lee por lo que de verdad merece la pena de la literatura: salir transformado de cada buen libro. Como la mariposa surge de la crisálida o como Gregorio Samsa reducido a cucaracha, escarabajo o bicho bola. Atrévete. No es fácil. No siempre compensa. Pero cuando compensa ya no hay vuelta atrás. Ésa es la gracia y el peligro de los libros.

*Marta Sanz es escritora. Este texto fue leído en la Feria del Libro de Fuerteventura.
03/06/2016
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20 may 2016

Ese pobre nos roba

Hay mucha gente que montada en su fundamentalismo ideológico, aún hoy, defiende el escamoteo de unos recursos básicos a los que más lo necesitan y, sin embargo, presionan para obtener suculentos beneficios fiscales y no fiscales; se niegan a pagar y esconden sus dineros en paraísos fiscales burlando sus obligaciones para con la sociedad que les acoge y de la que dicen ser máximos defensores de su bandera y símbolos; marca España. Y vemos, sin embargo, con estupor que el Ibex-35, en el que se encuentran las grandes empresas de nuestro país y los empresarios que reciben los sueldos más estratosféricos, triplicó su presencia en paraísos fiscales durante la presente crisis.

A los pobres, sin embargo, se les excluye de los derechos sociales, se les priva de los medios básicos para una vida digna y se les hace, además, responsables de ello. Hay así "…una categoría de personas ‘excluidas’ a las que se atribuye un amplio repertorio de características individuales: poca fuerza de voluntad, vagancia, vicios, incapacidad para gestionar el dinero, hábitos sexuales no aceptados, impulsividad, predisposición a la delincuencia, alcoholismo, drogodependencias […] la sutil pero progresiva transformación de los problemas sociales en asuntos individuales justifica la transferencia de responsabilidades del ámbito de los servicios sociales al de la política criminal (1)".

Un recurso ampliamente utilizado por el fundamentalismo neoliberal para acabar con el paro, es poner a los ciudadanos al borde de la indigencia para que formen un ejército de parados que pueda servir de reducción de los costes salariales y, como consecuencia, sirvan de impulso de nuevas actividades empresariales con más posibilidades de beneficio y luego echarles la culpa de lo que les pasa. El incremento de la presión sobre los parados para que trabajen vía su culpabilización, viene a plantear que las causas del desempleo se encuentran en deficiencias aptitudinales o actitudinales de carácter personal. El mensaje que se lanza es que el empleo lo crean los empresarios y el desempleo los propios trabajadores.

Con esta filosofía todo vale. Nos inoculan para cualquier barbaridad. El colmo de la insensibilidad y la falta de empatía lo hemos visto en estos días con la propuesta del BBVA de reducir los salarios de los trabajadores un 7 por ciento para fomentar el trabajo, ¡cómo si la austeridad estuviera dando resultados! Aclaremos, además, que el salario mínimo interprofesional (SMI) es de 9.168 euros anuales y que el presidente del BBVA cobra alrededor de 15.470 euros diarios.

No obstante, debiéramos estar acostumbrados a estas cosas con el modelo neoliberal; una, entre muchas, que nos cuenta Owen Jones es la siguiente: “Brian McArdle era un exguardia de seguridad de cincuenta y siete años de Lanarkshire que había quedado medio ciego y paralizado de un costado por un derrame cerebral. Le costaba horrores hablar, ya no digamos alimentarse o vestirse; un ejemplo clásico y trágico de por qué es tan importante que en nuestro país exista un Estado de bienestar, pueden pensar ustedes. Sin embargo, al señor McArdle le mandaron presentarse a una “evaluación de aptitud para el trabajo” a cargo de Atos, una empresa francesa contratada para reducir el gasto en prestaciones a base de reducir el número de personas que solicitaban ayudas de incapacidad. Días antes de su cita, McArdle sufrió otro derrame cerebral, pero, aun así, se presentó. Lo declararon apto para el trabajo. El día 26 de septiembre de 2012, le informaron de que iba a dejar de cobrar prestaciones al día siguiente, le dio un ataque al corazón, se desplomó en la calle y murió (2)”.

Quien nos ha traído la crisis nos ha apresado en un mundo cruel y feroz. El índice de incidencia de siniestralidad laboral, cuya tendencia era descendente  antes de la crisis, se revierte en el año  2012 a pesar del cierre casi completo de la construcción. Sector que mostraba los peores índices de siniestralidad laboral. Las personas que han solicitado la Renta Mínima de Inserción (RMI) en el ámbito nacional, han pasado de 103.071 personas titulares de RMI en 2007 en el inicio de la crisis, a 258.408 personas en el año 2013 según los ministerios de Sanidad y Servicios Sociales e Igualdad. Sin embargo, en el año 2014, el número de filiales ubicadas en territorios con ventajas fiscales batió el récord con 891. El Banco Santander, con 235 filiales, es la principal beneficiaria de la elusión fiscal, según un informe de Oxfam Intermón y el ORSC.

No puedo estar más de acuerdo con Susan George cuando nos dice: “Estamos viviendo una fase regresiva en lo que respecta al bienestar humano y medioambiental. Una clase internacional dominante especialmente codiciosa no ceja en su empeño de arrebatar a la clase pobre trabajadora y a la clase media muchas de las mejoras y ventajas por las que tanto han luchado en las últimas décadas y los últimos siglos. La lucha  ahora debe ser internacional. Los derechos humanos deben ser universales y, para que ello suceda, las instituciones públicas y privadas deben  estar bajo el control de la democracia (3)".

En estos últimos decenios la diferencia entre pobres y ricos no ha hecho más que agrandarse, sin embargo, no se ha penalizado a aquellos que han tenido la culpa de la misma y sí a los pobres que han sufrido las consecuencias. ¡Qué mundo cruel!


(1) Sales, Albert (2014:13): El delito de ser pobre. Una gestión neoliberal de la marginalidad, Barcelona: Icaria.
(2) Jones, Owen (2015:270). El Establishment. Seix Barral.
(3) George, Susan (2005:37-38) Frente a la razón del más fuerte. Galaxia Gutenberg.


Por Ernesto Ruiz Ureta
18 de Mayo de 2016
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3 may 2016

El centro es de derechas

“No hay guerra más triste que la que libran dos que no querían pelear” .

Lo que no tiene precio también se puede vender, y en eso consiste el neoliberalismo, que es la religión de los inmorales, esos apóstoles de la usura para los que el único dios digno de ser adorado es el becerro de oro y el único Jardín del Edén posible es un paraíso fiscal. Para ellos el valor de las cosas equivale a lo que puedan sacar por ellas, nada es sagrado y todo se puede tasar con ojos de prestamista, da igual si se trata de la Sanidad, la Educación, la hucha de las pensiones o la construcción de infraestructuras públicas, que siempre se pueden convertir en un buen negocio si al que lo subasta no le importa el daño que pueda causar a quienes se lo roba. A estos vampiros sólo se les puede detener haciendo que lo que ganan les salga muy caro, que es lo que podría ocurrir si prospera la acusación que acaba de presentar la Fiscalía de Santiago de Compostela contra dos altos cargos de la Consellería de Sanidade de la Xunta de Galicia por un delito de homicidio imprudente que se pudo cometer al retrasar la financiación de las medicinas con que se trata la hepatitis C aduciendo “razones presupuestarias”, lo que causó la muerte de varios enfermos. Es un asunto al que no se ha dado mucha publicidad en los medios de comunicación. ¿Por qué? Igual es porque aquí cada vez que alguien tira del hilo, se lía la madeja.

Una campaña electoral también es un mercado, en el que cada partido trata de vender sus candidaturas y sus promesas, pero la gran diferencia es que en él no existen ricos y pobres, no hay billetes sino papeletas y éstas se reparten de forma equitativa, dos por persona, una para las urnas del Congreso y otra para las del Senado. Quien no acude a votar, desperdicia la ocasión de no ser menos que nadie, algo que en este mundo, por lo general no resulta tan sencillo.


Las elecciones de junio se pueden definir de cualquier manera excepto como una repetición, porque en realidad no se parecen ni a las de diciembre ni a ninguna de las que se han celebrado en nuestro país hasta el momento, ya que van a ser las primeras de nuestra historia en las que los ciudadanos hayan tenido la oportunidad de verle durante cuatro meses el plumero a los líderes políticos, que en ese tiempo han cambiado de discurso como una bandera cambia de dirección según de qué lado sople el viento. En mitad de la batalla, hubo generales que se pusieron el uniforme del enemigo, los rivales se transformaron en aliados y las líneas rojas en tachaduras que hacían desaparecer la mitad de los programas. Pero la jugada no les ha salido bien, la partida ha quedado en empate y a los que se quisieron llevar el gato al agua, se les ha ahogado. Seguramente es que pedían mucho para lo poco que dan de sí, que es lo que pasa cuando se tienen más ambiciones qué cualidades.

Los aspirantes a La Moncloa vuelven a empezar su carrera hacia el poder, pero no lo hacen de cero ni desde la casilla de salida, porque por muy cínicos que puedan llegar a ser, la mayor parte de ellos no se atreverán a volver a decir de sus adversarios lo que dijeron en su día y después matizaron. El número uno del PSOE, por poner de ejemplo a quien ha intentado con más decisión formar Gobierno, se supone que no va a volver a definir a Albert Rivera y los suyos, con quien caminó a dúo hasta el borde del abismo, como “la derecha de toda la vida con otro collar” o “las nuevas generaciones del PP”; y en justa correspondencia es de esperar que éste tampoco tendrá el valor de catalogar a los socialistas de estar acabados, ser la otra mitad del lobo feroz del bipartidismo y representar la “vieja política”, aunque la previsible cabeza de lista del PSC a las generales, Meritxell Batet, haya dado por extinguido el pacto con Ciudadanos, lo que nos hace ver que habrá algún fuego cruzado entre ellos, pero será de fogueo: ya hemos aprendido que del rojo al naranja había un lavado y que en esa batalla los combatientes luchaban con espadas de madera. Queda por saber si unos y otros se seguirán calificando a sí mismos como formaciones de centro, algo que dejaría toda la izquierda libre para Podemos, Izquierda Unida y las confluencias, porque todo el mundo sabe que lo que distingue la geometría de la política es que en ésta el centro es de derechas.

Hay un personaje inquietante en uno de los poemas del libro Las princesas no tienen nombre, de Silvia Rodríguez, recién publicado por la editorial Maclein y Parker, al que la autora dice: “No tienes cara / hasta que empiezo / a ver tu cara / en la cara de todos”, y esos versos que hablan del miedo y la obsesión me han hecho pensar en lo complicado que resulta ver más allá de las imágenes que sonríen en los carteles pegados por los muros, ser capaces de separarlas de las personas a las que representan y que, por desgracia, a menudo son tan distintas de lo que dicen ser. ¿O haremos borrón y cuenta nueva y volveremos a creerlos una vez más? Puede que necesitemos hacerlo, tener alguien de quien fiarnos, algún héroe. “Sophia Loren nació en Nápoles / a los 25 Clark Gable / la besaba en blanco y negro / en el salitre de Marina Grande / en Amalfi los pescadores / han colgado su bandera / la foto de Sophia recibiendo el Oscar / envuelve la vida de los vecinos”, dice Silvia Rodríguez. O tal vez es que nos han decepcionado tantas veces y desde tantos sitios distintos, que ya no quedan más que soluciones individuales. “La fachada del convento próximo / exhibe eslóganes de spray roto / ahí donde está prohibido / ti amo Simona / é amore vero / morte al nemico”.


Por si a alguien pudiera interesarle, ofrezco esta fórmula para afinar nuestra decisión en la próxima cita electoral: se toma lo que nos digan ahora, se le resta la parte de lo que dijeron en diciembre de la que se desdijeron en enero, y el resultado es igual a la cantidad de mentira que intentan hacernos creer. Si es que al final, todo puede ser una ciencia exacta.


Por Benjamín Prado
03/05/2016
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2 may 2016

La industria de la separación

“No recuerdo un solo momento de mi vida donde no me haya sentido ajeno del resto, distanciado, en un estado de aislamiento respecto de lo que me rodeaba”, reflexiona el autor.

La industria de la separación
Robert Desnos.
No recuerdo un solo momento de mi vida donde no me haya sentido ajeno del resto, distanciado, en un estado de aislamiento respecto de lo que me rodeaba. Sin ser esto, por otro lado, el resultado de la falta de empatía y sí precisamente el resultado de la misma, al moverme por el mundo no he recolectado más que incomprensión, frialdad y la sensación de no entender por qué todo sucedía en unas coordenadas tan atroces.

Al sentarme frente a la televisión, encender la radio, abrir un periódico, la sensación se hacía más patente, casi lapidaria. Ninguno de mis valores, expectativas y opiniones tenían un momento de cabida en los medios, al contrario, eran vilipendiados sin descanso. Bajo estas premisas no es raro que a uno le invada ese sentimiento de estar en un momento y en un lugar equivocados, de no pertenecer, de estar separado de todo y de todos.

Por eso se empieza leyendo a Hesse a los diecisiete, buscando algún tipo de respuesta, palpándote la frente para encontrar la marca de Caín, caminando como un lobo estepario, alerta pero esperando no ser visto. Luego llega el resto: la música que no se escucha en tu entorno, la estética de tiralíneas afilado, la mirada arrogante del raro. Y el rastreo de referentes.

Eso no se pierde nunca, la necesidad de reflejo, digo. Lo otro se atenúa, por sociabilidad, por supervivencia, por ideología. No hacerlo sería caer en el elitismo del que prefiere atesorar sus razones antes que enfrentarlas, que es lo mismo que decir underground. Y en esa labor arqueológica, para sentirte menos solo, encuentras huellas que son ejemplo y virtud.

El otro día leía sobre Robert Desnos, el poeta surrealista, el escritor del sueño, una persona que reflejaba en su cara, su mirada, el fin de época que vivió. Con la llegada de la guerra y la caída de Francia, Desnos no escapó, pese a haber podido hacerlo, ni del país ni de su realidad. Pudo callarse, refugiarse en versos leves y palabras huecas. Eligió resistir. Eso le costó, en el 44, la detención de la Gestapo, la tortura, el periplo por varios campos de concentración. Y su muerte por tifus en Terezin, ya exhausto, aunque las tropas del Ejército Rojo le hubieran liberado.

Cuenta la escritora Susan Griffin, a propósito del espíritu surrealista que Desnos mantuvo hasta el final, que en una ocasión en que él y otros prisioneros eran conducidos a la cámara de gas, el poeta salió de la fila y agarró la mano de una mujer fingiendo que leía sus líneas, asegurándole una larga y feliz vida. A continuación se puso a hacerlo con el resto de prisioneros, que aún en tan terrible momento, se sentían confortados por el súbito don precognitivo de Desnos. Los guardias, estupefactos ante la nueva realidad creada, ante la resistencia desde el absurdo, decidieron no ejecutarlos y mandarles de vuelta a los barracones.

Aunque el pasaje resulta increíble -y todo sea dicho, no pude encontrar más referencias al mismo- ejemplifica muy bien el espíritu de alguien que no renunció a su ser, a quien era, hasta el último momento. Retrata a quien eligió no colaborar, pese a las consecuencias.

Hoy, pese a que Europa empieza a mostrar los mismos síntomas preocupantes que dieron pie a aquel desastre, ni los tiempos son los mismos ni nosotros somos los mismos. Quizá por eso no seré yo quien exija a nadie, ni siquiera a mí mismo, ni una mínima parte de lo que muchos dieron en aquella época.

Lo que me resulta raro -por no decir obvio- es que quien escribe, quien se entrega a ese esfuerzo por narrar su realidad, comprenderla, dar un contrapunto a lo esperado y además consigue hacerlo desde esas tribunas donde la audiencia está asegurada, siempre elija enseñar la pata en el mismo sentido. En ese donde el cálculo sobre lo suyo, que coincide siempre con las cuentas de los de arriba, sea lo único que importa.

Nunca, por ejemplo, les veo escribir sobre los trabajadores de Coca Cola y sí mostrarse horrorizados ante la jauría de las redes que ataca al pobre intelectual, que tras soltar alguna soflama clasista, dice sentir cercenada su libertad de expresión pese a contar con una columna semanal en un gran periódico. Nunca les veo interesarse por la mujer que ha sido maltratada y sí lograr la polémica fácil buscándole las vueltas al feminismo desde, eso sí, aquello que llaman lo políticamente incorrecto. Nunca les veo, a la hora del desalojo del CSO, investigar qué de terrible se hacía allí y sí, por contra, les leeré buscando la anécdota chusca que justifique la represión y las detenciones.

Eligen, como Desnos, pero justo en el sentido contrario. Escriben, sí, más como contables que como poetas. Narran, pero siempre con las gafas de lo aceptado, de aquello que finge libre-pensamiento, crítica y mordacidad pero sólo nos entrega seguidismo, complacencia y polémica inane. Se dicen intelectuales, periodistas, escritores, pero no son más que piezas -muy bien pulidas, muy bien pagadas- de la industria de la soledad, de la industria de la separación.


Justo esa que nos hace sentirnos como les contaba al principio, ajenos de todo y de todos, distantes de nuestro tiempo, perdidos en nuestra cotidianidad.

Por Daniel Brnabé
21-04-2016
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29 abr 2016

Los progresistas pijos: una explicación a los cambios en la política contemporánea.


Foto: Dicen que son progresistas y van en limusina. ¿Un estereotipo? (iStock)

Un nuevo libro del ensayista estadounidense Thomas Frank ofrece pistas acerca de qué está ocurriendo en la sociedad. Y sirve para describir a la izquierda dominante en España.

Entre muchas personas de izquierda, tras los últimos éxitos de la extrema derecha austriaca, alemana o estadounidense, y constatando cómo esa tendencia está imponiéndose en la Europa de la crisis, late la preocupación de que las malas perspectivas vitales, la frustración y la ira acaben dirigiendo a grandes masas de votantes hacia movimientos autoritarios. Unos recuerdan a la Europa de 1920, otros alertan del populismo, muchos de ellos equiparan una cosa y la otra, y los menos piensan en cómo pueden dirigir esas tensiones hacia un terreno políticamente productivo.

Thomas Frank ofrece una respuesta a los progresistas en su nuevo libro, 'Listen, liberal': “Mirad dentro de vosotros”. La causa primera de que los liberales estadounidenses, los equivalentes a nuestros progresistas, hayan perdido a parte de la clase media y a la clase obrera para su causa, tiene que ver con que han pasado demasiado tiempo asistiendo a charlas TED, yendo de vacaciones a Martha's Vineyard, hablando de microfinanzas, de lo saludable que es montar en bicicleta, de la filantropía y de que la desigualdad se soluciona con la políticas educativas que promuevan la innovación. Salvo lo de Martha's Vineyard, todos estos males también son aplicables aquí.

La izquierda caviar

El 'New York Times' publicó esta semana una reseña en la que, además del libro de Frank, incluía la revisión de 'The Limousine Liberal', de Steve Fraser, quien analiza el estereotipo al que parece apuntar Frank. La izquierda caviar o la izquierda bling-bling, según la nominaban los franceses, alude a ese tipo de progresistas que conducen coches de lujo, viven en casas muy por encima de la media, alternan con las élites y cuentan con un nivel de vida elevado (o son directamente millonarios). Hay una serie de nombres en la sociedad española que encajan en esa tipología, por lo que este tipo de argumentos también nos suenan familiares.

El argumento de Fraser no consiste en profundizar en el estereotipo, sino en dinamitarlo. Desde su perspectiva, algunos de sus elementos no dejan de ser ciertos: el partido demócrata está constituido por nuevas élites y se ha convertido el espacio en el que se juntan el mundo del management, los profesores de las grandes universidades y los emprendedores tecnológicos, como Zuckerberg o Gates, sólo que, en lugar de promover el mundo jerárquico y patriarcal de los conservadores, apuestan por la interconexión y el cosmopolitismo. Sin embargo, avisa, la utilización del término “liberal de limusina” más que responder a esta realidad, constituye una acción populista de la derecha neoliberal para instigar el resentimiento. El nacimiento de nuevas formas de conocimiento experto y las nuevas instituciones que exigía la modernidad han promovido cambios notables, y los conservadores tratan de aprovechar políticamente la resistencia que generan utilizando una expresión peyorativa que desprestigia a sus rivales.

La solución a un gran misterio

La de Fraser es también la interpretación que de los liberales de limusina han acogido los partidos socialdemócratas europeos y la izquierda que circula a su alrededor. Pero esta lectura implica estar varios años por detrás de la realidad presente, que es la que Frank trata de subrayar. Hay una idea que expone el autor de 'La conquista de lo cool' que le hubiera venido bien a Fraser. Según Frank, existe una pregunta que los liberales estadounidenses se niegan a contestar, esa que es el centro del asunto desde hace algunos siglos. Hoy se la denomina desigualdad, pero en el siglo XIX se la llamaba de otra forma: era la cuestión social, o por decirlo en los términos de Frank, “la solución a ese gran misterio que es cómo vamos a vivir todos juntos”. Desde esa perspectiva, y entendiendo que lo fundamental es qué forma de sociedad es más adecuada para la vida en común, incluyendo la cuestión del reparto de la riqueza, apenas tiene importancia el hecho de que se posean más o menos bienes o que se tenga una posición social mejor o peor para emitir un juicio. Recurrir a las características personales de quienes enuncian las ideas es con frecuencia una forma de negarse a debatir: se desprestigia al adversario y así no hay que ofrecer razones.

Aún así, no debería olvidarse que Frank ha puesto el dedo en la llaga, y bien puede concluirse que existe un progresismo que se ha alejado mucho de sí mismo y que ha terminado por defender exclusivamente sus intereses. Pero ese progresismo de limusina no es exactamente al que se refieren los neoliberales, el de ricos hipócritas que engañan al populacho para que les vote, sino un tipo de opción política totalmente alejada de los intereses de las clases medias y de las obreras.

Un retrato ideológico

Su ideología recoge un montón de asuntos de interés general a los que da un giro para que encajen en su perspectiva. Son cosmopolitas, europeístas y defensores del medio ambiente. Los asuntos sociales están entre sus principales preocupaciones, pero desde esa vertiente instrumental que subrayaba Nancy Fraser cuando se refería a Hillary Clinton como el prototipo del feminismo de derechas “centrado en romper el techo de cristal. Eso significa eliminar los obstáculos que impiden a mujeres más bien privilegiadas, con buena formación, y que ya poseen grandes cantidades de capital cultural y de otro tipo, subir en los escalafones de gobiernos y empresas”.

Esta misma operación se repite en el mundo del trabajo: suelen hablar del gran problema de la precariedad, pero se refieren a las dificultades del ingreso en el terreno laboral de personas con buena formación y grandes capitales de capital cultural, a menudo sospechosamente parecidas a sus propios hijos. El paro es una cuestión que se soluciona ayudando a que los desempleados se formen, y sólo son partidarios de medidas especiales para casos concretos, como  el de los jóvenes o los parados de larga duración.

Aman las estadísticas

Son especialistas en las guerras culturales, y enseguida sacan a relucir los problemas que está causando la religión en el mundo y la católica en España, o las discriminaciones que sufren los homosexuales de clase alta en su vida cotidiana. Odian a los populistas, por supuesto. Y aman los gráficos: en cuanto alguien les subraya un problema real, echan mano de las estadísticas para negar que ese asunto exista.

Les gusta el 'running', y en general la vida saludable, y disfrutan con la comida, sobre todo con la de los restaurantes que más cobran. La cultura es algo que siempre defienden, con la condición de que no sea demasiado problemática, y autores como Muñoz Molina o Millás, o tantos otros que giraban alrededor de 'El País' se han convertido en sus referencias. En España son fáciles de reconocer, porque han estado ligados al partido socialista y a sus entornos, pero sobre todo porque, como subraya Thomas Frank son progresistas para casi todo menos para las cuestiones económicas, donde se muestran insistentemente ortodoxos.

¿España es diferente?

En este contexto, es sencillo entender que buena parte de las clases medias y de las clases obreras estén girando en Europa hacia la derecha, porque es enormemente complicado que con este tipo de visión del mundo puedan generar simpatías entre la gente común. Podría argumentarse que España es diferente porque aquí no han estallado los partidos populistas de derechas. Y siendo cierto, también lo es que esas clases no son particularmente favorables a la izquierda: el voto que recibe el PSOE de esas capas sociales proviene de la tradición más que de la convicción, y el de Podemos ha llegado tanto desde posiciones favorables al nacionalismo periférico como de clases medias empobrecidas (universitarios precarios, profesionales que han salido del mercado, funcionarios) con motivos para indignarse.

Si podemos hablar de una suerte de gentrificación de la izquierda socialdemócrata, también podemos hacerlo de una operación similar en la izquierda emergente, que ha acogido ideas, actitudes y formas que les separan de esos estratos que por origen y situación social deberían ser sus principales simpatizantes.

De modo que, si la izquierda quiere entender cuáles son sus problemas, y por qué la derecha populista está ganando terreno en Europa, el consejo de Thomas Frank suena pertinente: mirad dentro de vosotros.

Por ESTEBAN HERNÁNDEZ
28.04.2016
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