30 mar 2014

El delito de ser pobre

"Cada vez hay que vivir más en la miseria para ser considerado pobre"



'El delito de ser pobre. Una gestión neoliberal de la marginalidad', de Albert Sales en su libro.





El umbral del riesgo de pobreza disminuye cada año que España sigue en crisis por lo que "cada vez hay que ser más pobre para ser considerado oficialmente pobre", ha clamado el sociólogo y politólogo Albert Sales en su libro El delito de ser pobre. Una gestión neoliberal de la marginalidad (Ed. Icaria). Sales ha detallado en una entrevista que, según la Encuesta de Condiciones de Vida realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de personas en situación de riesgo de pobreza y exclusión social en España era, a finales de 2012, del 21,1% en relación al 21,8% de 2011.

Una pequeña disminución con grandes repercusiones. Como apunta Sales, el ligero descenso de la cifra ilustra que cada vez se debe cobrar menos para situarse bajo los lindares de la pobreza. El politólogo ha puesto el acento en la criminalización que el sistema penal lleva a cabo de esta pobreza, "que se centra en castigar las transgresiones de la norma propias de la marginalidad" con el objetivo de "justificarse ante las clases medias y la gente que vota", alegando "hacer cosas por la seguridad". "El Estado español es el país de la Europa de los 15 que recurre más frecuentemente al encarcelamiento de su población", pero "no hay un problema de seguridad pública en nuestro país", ha asegurado Sales.

Para deslegitimar a las personas sin recursos, "se traspasa la responsabilidad al individuo" achacándole "no ser suficiente trabajador, emprendedor o tener alguna debilidad personal que le impide implicarse en el trabajo", ha matizado Sales. En este sentido, el autor ha denunciado la "sospecha permanente" a la que están sometidas "las personas asistidas por los servicios sociales", a las que se trata como "parásitos que se quieren aprovechar del sistema". El politólogo, que también es profesor de la Universidad Pompeu Fabra y de la de Girona, ha insistido en que "las políticas que se llevan a cabo actualmente de atención a la pobreza" buscan "hacerla lo menos molesta posible", arrinconando en "barrios marginales y zonas de delegación" los problemas que se deriven de ésta.

En cuanto al incremento de entidades privadas de asistencia social, Sales ha alertado de que la ayuda ha pasado de ser "un derecho que puedo exigir a una administración pública" a convertirse en caridad de una organización privada "a la que tienes que estar agradecido". "La iniciativa privada es necesaria, pero el problema es que no es garante de derechos", ha sostenido Sales, quien ha agregado que "estas entidades no tienen la obligación de cubrir todas las necesidades" de los usuarios. El politólogo también ha criticado la "infantilización" que se lleva a cabo de las personas con menos recursos, a quienes se les acusa de no saber "gestionar la propia vida" ni la de su familia.

A la luz del auge de programas televisivos que muestran cómo ahorrar en el hogar, Sales ha asegurado que tratan "problemas estructurales" desde una perspectiva que reitera "estereotipos de clase media", pero que "no se han preocupado por comprender los procesos de decisión personales" que residen tras la problemática. Entre estos motivos, Sales ha destacado la imposibilidad de cocinar caliente por falta de gas, el rechazo a ingresar en una residencia porque no pueden entrar a sus animales de compañía o el no asistir al servicio social asignado por falta de tarjetas de transporte.

ALBA GIL (EFE) BARCELONA 23/03/2014
publico.es/culturas

25 mar 2014

Ha muerto Adolf(o) Suárez ¡arriba España!

El pueblo español víctima de un ataque de amnesia colectiva lo ha santificado como el “paladín de la democracia”

En esta endemoniada historia de España existe un capítulo emblemático que tiene que ver con  la mal llamada “transición” -que mejor sería definirla como “Restauración Monárquica”- Ahora resulta que el protagonista principal de esta demencial coyuntura es el recalcitrante falangista Adolfo Suárez. Un producto creado por los genios de la propaganda mediática dirigida por la familia Anson y Luca de Tena (la Gaceta Ilustrada, EFE y ABC. y TVE)  Adolfo fue un apasionado admirador de José Antonio Primo de Rivera al que imitaba tanto en sus poses y estilo de oratoria.  Imbuido en espíritu imperial y misionero que pregonaba monseñor Escrivá de Balaguer: “Cristo necesita hombres de acción católica y hay que demostrar que aún no se ha extinguido la raza bravía que en otros tiempos conquistó hombres para Dios” De porte elegante vestía la camisa azul mahón de falangista, trabillas en la hombrera, bolsillos con pinza bordada con el yugo y las flechas y cuello de legionario. Siempre tan presumido brazo en alto al mejor estilo hitleriano rindiendo tributo al caudillo Francisco Franco.

Adolfo fue el delfín político del fascista y opusino Herrero Tejedor, Secretario General del Movimiento y uno de los candidatos que se barajaban en ese entonces para suceder al Generalísimo Francisco Franco. Adolfo Suárez ocupó gracias a sus padrinos puestos de relevancia tales como presidente de Acción Católica, gobernador civil de Segovia,  la Secretaria General del Movimiento Nacional, Vicesecretario Nacional del Movimiento fascista español, Ministro secretario del movimiento fascista nacional español y Director de TVE (que utilizó para promocionarse)

A él  se le encomendó la patriótica misión de reconvertir a los falangistas fascistas españoles en demócratas monárquicos de pro.  Adolfo conocido por sus posiciones ultra conservadoras -era miembro numerario del Opus Dei,   feroz anticomunista y en su juventud admirador del fuhrer Adolf Hitler (su nombre no es por casualidad)- supo acometer con arrojo y valentía esa encomiable misión ¿evangelizadora?

Entre sus heroicas gestas se le atribuye el convencer a la vieja guardia militar golpista del 36 de iniciar cierta apertura y liquidar las Cortes Franquistas para dar paso al Parlamento Monárquico. Por algo el mismísimo caudillo escogió al rey Juan Carlos I como su sucesor y por ende se debía acatar su santa voluntad testamentaria. Por este desliz muchos de sus camaradas lo señalaron de traidor.

En 1976 fue nombrado por su majestad el Rey don Juan Carlos I y el visto bueno de Torcuato Fernández Miranda, Presidente de Gobierno. Suárez  juró por Dios y por España lealtad al rey y a las leyes fundamentales del Movimiento. Cuando se convocan elecciones generales “libres” en el año 1977  el falangista Adolfo Suarez, líder de UCD, obtiene mayoría absoluta y se convierte en el primer presidente del reino español. Al año siguiente se aprueba mediante referéndum (88% de los votos) la Constitución Monárquica Española vigente hasta nuestros días. El reino de España debía seguir el guión previamente establecido por EE.UU, es decir, integrarse en la  OTAN y la CE para contrarrestar el expansionismo soviético en esa época de la guerra fría. Aunque lo más importante era borrar ese pasado dictatorial para ingresar como miembro de pleno derecho en el seno de las naciones más civilizadas del planeta.

El escritor e intelectual derechista Emilio Romero en su libro de memorias “Tragicomedia de España” confesó que toda la camarilla franquista, falangista y españolista quedó muy sorprendida con la elección por parte de su majestad don Juan Carlos I de Adolfo Suárez  para dirigir la mentada “transición”. Era como poner a la zorra a cuidar el gallinero. Que un personaje  de esa calaña con tremendo bagaje nacional-catolicista y fascista tuviera que hacerse cargo de reconvertir la España franquista en una monarquía constitucional ¿democrática? era algo poco menos que inconcebible.

Pero astutamente supo disfrazarse, mudar de piel como hacen las serpientes, igual que un camaleón se mimetiza con el entorno cambió de sexo político y travestido por completo se erigió en el paladín de la democracia. Emilio Romero –archienemigo de Adolfo Suarez-escribió un artículo en ABC unos días antes del golpe de estado de 1981 –que realmente estaba dirigido contra él, pero semanas antes, abandonado por sus correligionarios que se fugaron a la Alianza Popular, se vio obligado a dimitir dejando paso a Calvo Sotelo-  en el cual reclamaba ante la debilidad del estado y los escasos resultados en la lucha antiterrorista un gobierno de salvación nacional presidido por el general Alfonso Armada.

Al oficializar su renuncia su majestad el Rey don Juan Carlos I para recompensarlo por sus servicios prestados a la corona lo premia con el título nobiliario de duque de Suarez -que en un principio se negó a aceptar aduciendo que prefería el de duque de Ávila- Pero este título sólo está  reservado a los altos miembros de la familia real. Por lo tanto,  para calmar sus delirios megalomaníacos se le otorgó el de Grande de España por la gracia de Dios. Acto seguido se construye en Palma de Mallorca una mansión de 4.000 metros cuadrados.  Más tarde, en el año 2007,  don Juan Carlos I lo invistió  Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro por su heroico sacrificio en pro de la “democracia española”.

El Alzheimer que sufría es la mejor metáfora que se pueda encontrar de esta España monarquía rastrera, corrupta y decadente.  Los súbditos de su majestad el rey don Juan Carlos I olvidan por completo el pasado fascista del finado duque de Suárez, ahora ungido como padre de la patria (el aeropuerto de Madrid-Barajas pasará a denominarse Adolfo Suárez) –

Es una monstruosa perversión borrar de un plumazo lo que significó la atroz dictadura franquista, es un insulto a la memoria de las miles de víctimas del fascismo españolista. El duque de Suárez, viril, enérgico, ambicioso y vehemente ha sido en realidad el rey Midas capaz de convertir la mierda en oro.  España entera está de luto, las plañideras lloran desconsoladas la perdida de tan insigne prócer. Se han decretado tres días de luto, que se izen las banderas a media asta en honor al hijo más preclaro. Los románticos falangistas se ponen la camisa azul para asistir a los funerales de Estado.

Estamos ante un acto vil y manipulador de la construcción de un falso mito, un mito creado artificialmente por las castas del poder; la ultraderecha, la oligarquía, la aristocracia,  el clero, los militares o los  jueces que le rinden tributo al nuevo superhéroe de la España Una, Grande y Libre ¡Ein Volk, ein Reich, ein Fuhrer!

por Carlos de Urabá.
24 de Marzo de 2014 
kaosenlared.net

¿Cuándo toca prevenirse contra la extrema derecha?

Franco y Mussolini
Franco y Mussolini en 1941
"Desde hace tiempo, pueden leerse noticias y análisis frecuentes sobre el crecimiento exponencial de la extrema derecha en Europa. En lo que hace a España, el goteo de atropellos contra los derechos y bienes de personas y colectivos por parte de grupos fascistas parece no cesar.

Con amenazas y agresiones, se revientan actos públicos en reconocimiento de la nacionalidad catalana. Locales y sedes de partidos de izquierda y de asociaciones que denuncian el racismo aparecen con destrozos y pintadas intimidatorias. Son numerosas las personas que por su orientación sexual o política, o por su condición nacional o económica, han sufrido coacciones, vejaciones, lesiones o incluso han sido asesinadas por el terrorismo ultraderechista. Dadas estas dosis regulares de violencia y contemplado el contexto europeo de crecida fascista, ¿hasta cuándo hay que esperar para recordar que el derechismo integrista es un peligro de primer orden para la sociedad?

El problema entre nosotros -y en países como Grecia- cuenta con un punto más de gravedad, pues de ser una corriente política deleznable seguida por cada vez mayor número de fanáticos, puede que se esté infiltrando o se encuentre directamente viva entre efectivos de cuerpos policiales y militares, al menos en lo que hace a su núcleo vital racista, jerárquico, ultranacionalista y ajeno a la humanidad de quien es considerado como enemigo. Suele pasarse por alto que un Estado constitucional y democrático debe contar con fuerzas de seguridad imbuidas de respeto escrupuloso a los valores cívicos del constitucionalismo y la democracia, no adoctrinadas en prejuicios patrioteros o en convicciones primarias excluyentes.

Desde posiciones liberales, se sostiene que la misma sociedad se basta y se sobra para generar los mecanismos morales y culturales necesarios para marginar el fascismo. Quienes secundan este parecer olvidan que justamente el pretendido desenvolvimiento “espontáneo” de la sociedad liberal es el que está creando las condiciones propicias para el resurgimiento fascista.

Otros creen que el hecho de ser el Partido Popular la formación absorbente de toda la derecha española nos salva de posibles despeñaderos ultraderechistas. Varios son los descuidos en este diagnóstico tranquilizador. No solo existen ya formaciones de extrema derecha, que, visto el hondo desprestigio del partido en el Gobierno y la celeridad de los tiempos de crisis, bien pueden ver multiplicados sus apoyos en breve lapso. También existe el notorio peligro de que, para evitar esa posible fuga de adhesiones, el sector más extremista concluya por marcar la agenda popular, algo patente en engendros legislativos como los que preparan sobre el aborto o la seguridad ciudadana.

En definitiva, ambas lecturas coinciden en recetar la inacción, actitud muy poco recomendable en este escenario europeo y dada nuestra situación particular, de falta persistente de condena unánime de la dictadura franquista.

En círculos más conscientes del peligro se exige represión. Como potenciales terroristas que son, se trataría de prohibir sus publicaciones, disolver asociaciones, liquidar partidos, suspender actos, perseguir a miembros y condenarlos por profesar creencias funestas para la sociedad.

Esta salida no lleva a solución alguna. No solo se cuenta con el peligro de extender el mal, incitando posibles reacciones compensatorias que vengan a legitimar lo que se pretende erradicar. También se corre el riesgo de pagar la persecución del fascismo con la inoculación en el propio Estado de prácticas fascistas. Por ahora, al Estado le basta para combatir los exabruptos ultraderechistas con los recursos penales disponibles, entre los que figura la agravante general aplicada a los delitos cometidos por motivos discriminatorios de toda índole (art. 22.4 del Código penal).

El problema hay que combatirlo en su origen, que no es sino cultural y, fundamentalmente, económico. Empieza por ayudar muy poco la representación espacial y circular del espectro político que, de manera simplista, identifica “los extremos populistas” de uno y otro signo. Basta recorrer los idearios ultraderechistas y ultraizquierdistas para apercibirse de que muy poco tienen que ver el racismo y la multiculturalidad, las jerarquías con la igualdad absoluta, las fobias violentamente excluyentes con el discurso de la inclusión total, o el fundamentalismo nacionalista con el más abierto de los internacionalismos. Equiparar fascismo y antifascismo puede parecer una estrategia neutral y equidistante que redunde en favor del borroso centro político, pero en la práctica solo termina beneficiando a la extrema derecha. Podría aducirse que tanto unos como otros se abrazan en su común justificación de la violencia, pero las diferencias siguen siendo insalvables entre su ejercicio efectivo contra minorías y su alusión retórica en proclamas revolucionarias, o su recurso defensivo precisamente contra la amenaza fascista.

Que combatir de raíz el virus ultraderechista sea asunto cultural conecta con una de las dimensiones fundamentales de la “memoria histórica”. Ha de concebirse ésta como la debida justicia y reparación a las víctimas del fascismo, pero también como el recuerdo socializado permanente de la barbarie, pues solo una conciencia colectiva despierta en este particular, transmitida entre generaciones, nos puede salvar de tropezar de nuevo con tan abominable error. De hecho, el creciente olvido entre los más jóvenes de lo que supuso el terror fascista es directamente proporcional a la intensidad de su reaparición. Por eso deben celebrarse disposiciones como la incluida en el anteproyecto de ley andaluza de memoria histórica, que inserta en el currículum educativo de la enseñanza no universitaria la materia de “memoria democrática”.

Arrostrar a la extrema derecha en el plano cultural implica otra obligación de mayor envergadura. En su valioso opúsculo sobre Educar después de Auschwitz, Theodor Adorno identificaba como la «condición psicológica» fundamental del Holocausto «la incapacidad de identificarse» con el otro. Solo un sentimiento extendido de indiferencia hacia qué ocurría en los campos de concentración explica que en éstos se pudiera aniquilar burocráticamente a centenares de miles de personas. El predominio absoluto del interés propio, la deshumanización ulterior de nuestros semejantes y el consiguiente desprecio hacia su suerte son las bases culturales que conducen al fascismo, y deben contrarrestarse a través de la educación, promoviendo los valores opuestos de la igualdad, la cooperación, la solidaridad y el humanismo.

El problema es que tales bases son las propias de la antropología capitalista. La acostumbrada afirmación de que los camisas pardas, azules o negras fueron la infantería del capital tiene una carga de profundidad mayor de la esperada. No es que el capitalismo se defienda a través del fascismo; es que lo produce de forma ineluctable. Tanto es así que vuelve a resucitar sin contar con el “enemigo comunista” enfrente, desmintiendo con ello el canon interpretativo según el cual el fascismo fue el morboso antídoto segregado de forma natural por la sociedad burguesa para defenderse del veneno comunista. Aun sin presencia probable de revolución social, el ultraderechismo vuelve a crecer, mostrando que su esencia no radica en su función contrarrevolucionaria sino en participar del desenvolvimiento del propio capitalismo.

Los testigos más perspicaces de la opresión lo vieron claro. El gangsterismo nacionalsocialista fue una consecuencia natural de la concentración de poder característica del capitalismo de monopolio. El aislamiento individualista y la enajenación respecto de la propia vida que conlleva la integración capitalista contribuyen, por necesidad, a añorar la pertenencia a un cuerpo colectivo místico y la protección (dominio) de un líder omnipotente. Por su parte, los que asistieron a la fundación del Estado social y democrático fueron conscientes de que sus exigencias de homogeneidad económica y distribución del poder eran ante todo un medio para prevenir la recaída en el fascismo.

Por eso, combatirlo es también una tarea económica, consistente en la desoligarquización de la sociedad, en el reparto del poder político y social. Justo lo opuesto de lo que hoy marca las prioridades, condenándonos a que sea demasiado tarde para sacrificar a la serpiente que descuidadamente incubamos".

Sebastián Martín 
13/03/2014 
eldiario.es

21 mar 2014

¿Y si fuera mañana?

Habrá muchos días importantes en este proceso de resistencia y lucha que tenemos abierto; ya ha habido muchos días. Hemos estado en concentraciones, en manifestaciones, hemos intentado parar desahucios, hemos salido a la calle con la bata blanca y la camiseta verde o morada, o negra, o roja. Hemos acudido a la mani de paseo, con los niños o nos ha hecho correr la policía; hemos ido con amigas o con los padres; hacía frío y llovía o nos hemos muerto de calor subiendo por el Paseo del Prado en pleno julio. Ha habido muchos domingos en los que a la manifestación le seguía el aperitivo, la comida y el cine; ha habido días tristes, de esos que estaba nublado y en los que parecíamos sombras. Pero también ha habido otros días felices que nos costará olvidar. Cada persona tiene sus días señalados en su propio calendario activista- emocional. Yo tengo varios.

Evidentemente uno de ellos fue el 15 de mayo de 2011; el primero. Ese día una manifestación convocada por gente anónima por las redes, que transcurrió sin siglas reconocibles y con un lema muy alejado de los lemas al uso, "No somos mercancía en manos de políticos y banqueros", convocó a cientos de miles de personas. Por primera vez el lema hacía referencia a un "nosotr@S" que hasta ese momento estaba medio escondido debajo de las siglas de los partidos. Nosotr@s: la gente corriente, las víctimas de vuestras políticas… era un cambio. Fue completamente inesperado, como un estallido, como un fogonazo. Yo acudí sin ninguna expectativa especial, llegué pronto a Cibeles y no vi a demasiada gente. Iba a marcharme, pero me encontré con una amiga y nos pusimos a hablar, cuando quisimos darnos cuenta había allí miles de personas. Por la noche supimos que había sido así en toda España y supimos también de la acampada… y después ya sabemos lo que ocurrió. El 15M levantó el velo que hasta este momento ha venido protegiendo a este régimen; un velo que lo cubría desde la Transición, de alguna manera quebró por fin el falso consenso y deslegitimó el relato fundacional que nos venían contando, nos mostró la auténtica desnudez de esta democracia y nos enseñó un camino diferente en el que cada uno de nosotros y nosotras cuenta.  Desde entonces recorremos ese camino que no sabemos dónde nos lleva pero por el que seguimos muchos/as caminando; a veces más lentos, a veces más rápidas; a veces más contentos y otras veces tristes, cansadas, exasperados.

Después han seguido pasando cosas, como las mareas y sus éxitos y fracasos; como la PAH o los coches de Miguel Blesa y de Rato zarandeados por la gente. Y ha habido otros días para recordar. Uno de ellos, de "mis" días, fue el recibimiento de los mineros en Madrid el 10 de julio del 2012. Nada hacía presagiar que la llegada de unos mineros en lucha por un conflicto sectorial sacara a la calle, de noche,  a miles de personas cantando "Santa Bárbara bendita". Recuerdo esa noche por lo extraño de la situación, y la recuerdo también por la melancolía que lo teñía todo. El "Santa Bárbara" que yo había escuchado de niña en un vinilo con canciones de la Guerra Civil que mi padre había comprado en París; el que la gente se echara a la calle a apoyar una lucha que todos sabíamos perdida, el hecho de que fueran mineros (con todo lo que tiene la lucha minera de simbólica). Lo que se respiraba en Madrid aquella noche de verano era solidaridad con todas las batallas y hermanamiento entre toda la gente trabajadora robada, explotada, expoliada. Era un año después del 15M y la demostración  de que el camino abierto entonces no iba a cerrarse como muchos creían.

Ese camino sigue abierto, y sigue dándonos días. El 1 de febrero estuvimos en la calle recibiendo también multitudinariamente al Tren de la Libertad que unas feministas asturianas trajeron a Madrid en defensa del derecho al aborto. No exagero nada si digo que fue la manifestación feminista más grande que he visto, incomparable a otras. El feminismo activista que languidecía en las calles y en las manifestaciones revivió de repente empujado por Gallardón, y se llenó de jóvenes, de chicas y chicos. El 8 de marzo pasado la historia se repitió. Llevó toda la vida acudiendo a la manifestación del 8 de marzo; ya no recuerdo las manifestaciones feministas de la Transición, pero dudo que fueran tan numerosas como la del 8 de marzo pasado. Y lo más sorprendente e ilusionante fue el tipo de gente que acudió. Detrás de mí, subiendo por la Gran Vía, caminaba un instituto entero, chicos y chicas de 16 años vociferando lemas a favor de los derechos de las mujeres; saltando, cantando y ellos, ¡ellos!, con la cara pintada de violeta feminista.

Pues este sábado, 22 de marzo, puede ser uno de esos días que después nos cueste olvidar. Por eso te recomiendo que no te lo pierdas; que estés en la calle para recibir y acompañar a las Marchas de la Dignidad que desde distintos sitios han llegado caminando hasta Madrid. Mañana comienzan varios días de activismo. No creo que debamos olvidar qué medios de comunicación han silenciado estas marchas; ni qué partidos y sindicatos no las han apoyado y ni siquiera han dicho una sola palabra sobre ellas. Ese silencio no sólo es cómplice de la situación, es un silencio que suena a desprecio por las formas de organización política que no pasan por ellos y que, finalmente, espero que se los lleven por delante. En todo caso, a pesar de ese silencio, varias columnas formadas por miles de personas llegan a Madrid con una lista de reivindicaciones básicas: que antes que pagar la deuda se garanticen los derechos sociales y los servicios públicos, el empleo, la vivienda; y que se rompa con la Troika, ese triunvirato que conspira contra la democracia y los derechos humanos. Toda persona de bien tiene que apoyar estas consignas, todos los partidos y sindicatos que callan y no están con las marchas porque hace mucho que no están a la altura, están ya desbordados por la gente. Y nosotros y nosotras, a la calle. Otra vez más, a la calle.

Aquello que va a hacer que encajen las piezas de la indignación y de la rabia está gestándose, puede ocurrir en cualquier momento. Pero… ¿y si fuera mañana? No te lo puedes perder.

Beatriz Gimeno  
20/03/2014 -
eldiario.es/zonacritica

...y Gamonal.

18 mar 2014

"El trabajo ha muerto"

Trabajador de una fábrica de coches. / GETTY
Trabajador de una fábrica de coches. / GETTY
"Ando leyendo, con los años justos de retraso, El fin del trabajo de Jeremy Rifkin. El título y su subtítulo original (El declive de la fuerza de trabajo global y el amanecer de la era posmercado) son 100% descriptivos y no encierran ninguna metáfora, así que me voy a ahorrar la sinopsis. Sí explicaré que el libro fue editado por primera vez en 1995 y que su vigencia a marzo de 2014 es total y absoluta. Y eso que en la década de los noventa el entusiasmo frente a las nuevas tecnologías era ya un dogma de fe del que muy pocos abjuraban. Y eso que por aquel entonces nada hacía presagiar la crisis financiera que apenas una docena de años más tarde iba a exterminar la clase media. Y eso que durante aquellos años la gente aún redactaba ¡e incluso diseñaba! su currículo con la esperanza de que sirviera para algo más que alimentar el fragor de las trituradoras de papel.

La tesis del libro de Rifkin es sencilla: el trabajo tal y como lo conocían las generaciones precedentes ha muerto. Para no resucitar, por supuesto. Milagros a Roma. Y lo que es aún peor: sin que haya aparecido ninguna alternativa válida en el horizonte. Incluso el pronóstico más aventurado de Rifkin en El fin del trabajo se ha cumplido a rajatabla. La de que el mundo se dividirá en unos pocos años en dos grupos sociales muy diferenciados. Por un lado, una elite escasa que controlará la economía global de la alta tecnología. Línea y seguimos para bingo. Por el otro, una inmensa masa de trabajadores, muchos de ellos educados a conciencia en universidades de prestigio para formar parte de una clase dominante que solo conocerán por TV, condenados al paro y a la economía de subsistencia durante toda su vida. Bingo.

Al menos en países como Portugal o Grecia saben cómo vivir la pobreza con dignidad porque lo han hecho toda su vida. Hay pobres en Viana do Castelo y Folegandros con los jardines de sus casas más pulcros y mejor cultivados que cualquier parque público de cualquier barrio bien de cualquier ciudad española. En España las nuevas generaciones ni siquiera han tenido esa suerte, la de haber vivido la pobreza, y de ahí esa sensación colectiva de derrota con la que se vive la crisis. Le acabaremos encontrando el qué a la decadencia. ¡Si al menos fuera una decadencia lánguida y trágicamente bella, como la de la aristocracia! Pero no: es abrupta, fiera y deforme como una gráfica financiera.

Les recomiendo un paseo por cualquier espacio de coworking de las ciudades de Barcelona y Madrid. De esos repletos hasta las trancas de hijos de la vieja clase media. Ociosos a la fuerza. Antiguos trabajadores de la antigua economía reconvertidos en freelance, es decir en parados con título a los que el Gobierno entretiene con la banalidad de turno (¡la recuperación!) y que fingen trabajar a cambio de una pequeña parte de las migajas que caen de las fauces de la economía financiera global. Y ahí entenderán de qué está hablando Rifkin. La tarta ha encogido y la cola de los que esperan para recibir su porción da ya la vuelta a la manzana.

Rifkin recomienda el reparto del trabajo, la disminución de la jornada de trabajo y las semanas laborales de tres o cuatro días. Ahí no andó muy fino el hombre: estamos en ese punto en el que ni trabajar 40 o 50 horas a la semana te garantiza un sueldo que te permita salir de la pobreza. Imaginen lo que ocurriría si reducimos la jornada a 20 o 30 horas. Tiene gracia este nuevo fenómeno, del que ya habrán leído por ahí: el de los pobres con trabajo y contrato indefinido. Qué raro que ningún coolhunter lo viera venir hace años.

Tres ejemplos estúpidos (aunque no tanto como el del coolhunting, el paradigma de trabajo inútil-exiguo-cortoplacista-y-esperpéntico propio de los nuevos tiempos).  

El primero: cuelguen, entre un millón de aplicaciones más, una APP de diseño propio en la APP Store de Apple. Sabrán entonces cómo se siente una sardina flotando en medio del océano Pacífico mientras intenta llamar la atención de un satélite de la NASA.

El segundo: cuelguen su piso en una página web de alquileres turísticos. Sentirán envidia de la sardina.

El tercero: cuelguen su currículum en una bolsa de trabajo digital cualquiera. La sardina se convertirá en Dios Padre Nuestro Señor.

Observen que en los tres ejemplos mencionados el éxito de su empresa depende de Internet. No de la calidad del servicio o del producto sino de la habilidad del postulante a la hora de posicionarse de acuerdo a unas reglas digitales incompatibles y contradictorias con respecto a las del mundo real y que conducen de forma natural a la formación fulgurante de monopolios.

Se lo pongo en plata: no hay un solo billete de veinte euros navegando al pairo en el océano de la economía global que no ande rodeado de miles de personas atizándose hostias como panes con el objetivo de hacerse con él. No es competencia, no es competitividad, no es adaptación, no es agilidad, no es precio, no es pereza, no es falta de iniciativa, no es el signo de los tiempos, no es una nueva economía. Es un cambio de paradigma. Hemos pasado de un mundo productivo a un mundo financiero. Es decir de un mundo en el que se pagaba a cambio del ejercicio de habilidades concretas a un mundo en el que esas habilidades son secundarias cuando no directamente intrascendentes y en el que solo importa la habilidad para mover dinero del punto A al punto B a cambio de una comisión por el viaje. Estamos enseñando a los adolescentes a ganar dinero como si todavía fuera 1973 cuando deberíamos enseñarles a buscarlo. El dinero ya no se gana: se captura.

Dice Rifkin: “El valor de mercado de la mano de obra disminuye y seguirá haciéndolo. Después de siglos de definir el valor del ser humano en términos estrictamente productivos, la completa sustitución del trabajo humano por máquinas deja a los trabajadores sin autodefinición válida o función social”.

“Sin función social”. Piensen dos segundos en la frase y átense los machos porque se avecinan curvas". 

por CRISTIAN CAMPOS
zoomnews.es   LA CAOSFERA | DOMINGO, 16 DE MARZO DE 2014

17 mar 2014

EE UU: ¿Quiénes se benefician realmente de los subsidios públicos?

"¿Recuerdas cuando el presidente Obama fue criticado por decir “tu no lo construiste solo”? Resulta que tenía razón, como mínimo en relación a lo acumulado por las compañías más ricas del mundo.
Esto es lo que se desprende del nuevo estudio de esta semana sobre 25.000 empresas en relación a las subvenciones recibidas en las dos últimas décadas.

Titulado “Subvenciones para el uno por ciento de las empresas” (Subsidizing the Corporate One Percent), el informe de la organización que estudia el sistema impositivo Good Jobs First (“Empleos decentes primero”) nos muestra que las empresas más grandes del mundo no son un modelo de capitalismo contenido y sostenible. Por el contrario, son apoyadas con billones de dólares en ayudas por parte de las administraciones estatales y locales.

Estas subvenciones podrían ser un poco más defendibles si se distribuyeran para ayudar a nuevos emprendedores. Pero tal como el estudio pone de manifiesto,  “la tercera parte del dinero destinado a fomentar el desarrollo económico por parte del estado y las administraciones locales ha ido a parar a 965 grandes empresas” y no a las pequeñas y nuevas empresas de las que los políticos a menudo hacen ver que se preocupan.

Las cifras demuestran que una enorme suma de 110 billones de dólares van a las grandes compañías.  Sólo 500 empresas reciben más de 16,000 ayudas de 63 billones de dólares.

Este tipo de ayudas son la manera que tiene el gobierno de intervenir en el mercado. En cambio los que reciben los subvenciones se presentan como paladines del libre mercado.

Si nos fijamos en Charles and David Koch. Su compañía, Industrias Koch, ha recibido ayudas estales por valor de 88 millones de dólares. Sin embargo como paladines de la no intervención del estado, los Kochs son todavía etiquetados como activistas libertarios del libre mercado.

Sucede exactamente lo mismo con las empresas de alta tecnología, que se consideran como  proyectos independientes de éxito. Sin embargo tal como Good Jobs First demuestra, están entre las que más ayudas reciben.

Intel es la primera, con  58 subvenciones por valor de 3.8 billones de dólares. La siguiente es IBM, que ha recibido más de1 billon en ayudas. La mayoria son del estado de New York, cuya administración hace publicidad de ello en los medios y en la campaña electoral

Después siguen los 632 billones de Google y los 260 billones de Yahoo —la mayoría de las ayudas para los centros de datos. Y sin olvidar 38 Studios, la empresa de software ahora en suspensión de pagos, que recibió 75 millones a cargo de los contribuyentes de Rhode Island. La compañía recibió la ayuda en el mismo momento en que la administración de Rhode Island recortó las pensiones de sus empleados argumentando no tener fondos para pagarlas.

Además de  las empresas subvencionadas que supuestamente son iconos del libre mercado, las subvenciones van también para las compañías financieras asociadas a repetidos rescates. Compañías como Goldman Sachs, Bank of America y  Citigroup—cada una de ellas han recibido ayudas, sufragadas por los contribuyentes, durante la crisis económica—son los beneficiarios de decenas de millones en subvenciones adicionales.

Si  todas estas ayudas fueran para la gente necesitada recibirían multitud de críticas, pero como van a parar a poderosos conglomerados empresariales,  bien conectados potlíticamente, se consideran “incentivos” o “desarrollo económico”. Estos eufemismos se siguen empleando aún cuando las ayudas no crean puestos de trabajo.

En conclusión,  el informe de Good Jobs First  pone al descubierto lo que no es más que pura retórica en contra de la intervención del estado. La mayor parte de esta retórica está orientada a perjudicar a las personas más necesitadas. Los pobres no cuentan con “lobbies” ni contribuyen a las campañas electorales al contrario de las grandes compañías que reciben todas esas subvenciones llamadas anodinamente “incentivos”  y ”desarrollo”

Pero como el informe demuestra, si vamos a discutir honradamente sobre el intervencionismo estatal y el libre mercado,  no podemos olvidar los billones de dólares que fluyen hacia las compañías bien conectadas políticamente".

David Sirota, forma parte de la redacción de In These Times es columnista en otras publicaciones como PandoDaily , autor del libro Back to Our Future: How the 1980s Explain the World We Live In Now y  The Uprising and Hostile Takeover, y también co-presenta el programa de radio "The Rundown" en la emisora AM630 KHOW en Colorado.

Traducción para www.sinpermiso.info: Victor Feliu

13 mar 2014

El emprendimiento y el ‘sex appeal’ del negocio de la pobreza

NEGOCIO // EL NICHO DE MERCADO EN TORNO A QUIENES VIVEN CON DOS EUROS AL DÍA
Fundaciones y empresas promueven el capitalismo incluyente como nuevo mercado.

Bill Drayton, fundador de Ashoka, tras la recepción del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. / JUAN CARLOS ROJAS


“La búsqueda de modelos de negocio rentables que ayuden a combatir la pobreza se ha convertido en un tema cada vez mas ‘sexy’”. Esta frase, que abría un artículo aparecido en inglés en el blog de Innovación Social de la ESADE, una de las principales escuelas de negocios españolas, señala por dónde van algunos de los nuevos intereses del capital. Sin grandes algaradas, pero con una estrategia continua y firme, bancos, transnacionales y consultoras están en los últimos tiempos dirigiendo sus miradas hacia las capas de lo que ellos llaman la base de la pirámide. Estaríamos hablando de más de cuatro mil millones de personas con una renta anual inferior a 1.500 euros, es decir que sobreviven con menos de cuatro euros al día. En España, esa pirámide también se va ensanchando por abajo: según el último informe de Cáritas, diez millones de personas se encuentran en una situación de pobreza relativa, y otros tres millones, de pobreza severa.

Ya hace más de diez años, en una publicación que es un referente en la estrategia de negocios con la pobreza, La fortuna en la base de la pirámide, sus autores, C.K. Prahalad y Stuart Hart, aseguraban, tras constatar que se habían sobrevalorado las perspectivas de ganancia en los países desarrollados y entre la clase media de los mercados emergentes, “que la verdadera promesa no eran los pocos ricos de los países en ­desarrollo, ni los consumidores de la clase media emergente, sino los miles de millones de pobres aspirantes que accedían a la economía de mercado por primera vez”.

El beneficio que puede dar una persona con pocos ingresos es mínimo, pero multiplicado por cuatro mil millones es muy importante. El blog de Esade recogía el dato que daba la banca J. P. Morgan en su informe de enero de 2013 de que ese año habría “más de nueve billones de dólares (casi 9.000 millones de euros) para inversiones de impacto social”.

Fundación Ashoka

Para hacer de puente entre las grandes instituciones del poder económico y estos nuevos objetivos de la base de la pirámide o de los consumidores críticos ha surgido en los últimos años la figura de los emprendedores sociales y las fundaciones que los apoyan. Una de las más importantes es Ashoka, que se define a sí misma como la mayor red internacional de emprendedores sociales.

Ashoka busca líderes en múltiples ámbitos como la economía social, la sanidad, la banca ética, la agricultura ecológica, los microcréditos o el periodismo. Según sus datos, tiene una red de 3.000 emprendedores sociales en 71 países, 23 de ellos en España, a los que financia con un estipendio mensual durante tres años. En una entrevista en 2011 la entonces directora en España de Ashoka Empren­dedo­res, María Calvo, afirmaba que los emprendedores sociales “una vez seleccionados, pertenecen a la red Ashoka de por vida”. Algunos de sus patrocinadores a nivel estatal son BBVA, la Fundación Telefó­nica, la Fundación Once o la farmacéutica Boehringer. Tiene alianzas con la Fundación Botín o Google y colabora con la consultora Price­wa­ter­houseCoopers. A nivel internacional tiene alianzas con la Fundación Gates, la Fundación Skoll, la consultora McKinsey y eBay entre otros.

En una entrevista a la revista Quo, la fundadora de Ashoka España, María Zapata, declaraba que “para las empresas, el mercado potencial que ofrece la población que está viviendo con menos de dos dólares al día, lo que llamamos la base de la pirámide, en temas de energía, vivienda, alimento, etc. es de cuatro billones de dólares. Por tanto, la oportunidad de mercado para esas empresas es brutal, y ellas lo saben. Pero las desconocen y no saben cómo acceder a ellas. Los emprendedores sociales trabajan con esas poblaciones y su labor es acercar a la multinacional hasta ellas, mientras salvaguardan los intereses de éstas”.

El apoyo al emprendimiento social, a lo que la élite económica llama “capitalismo incluyente”, es una de las principales formas que ésta ha encontrado para llegar a estos nuevos objetivos. Un ejemplo de este interés es Momentum Project, una iniciativa del BBVA y ESADE, dirigida al fomento de proyectos empresariales llamados de interés social.

Una de las empresas sociales seleccionadas por Momentum Project es Specialisterne España, de la fundación Planeta Imaginario. Trabajan con personas con autismo o síndromes como el de Asperger, y ofrecen a las empresas de telecomunicaciones servicios como las pruebas de software o el registro de datos informáticos. El presidente de su patronato es Ramón Bernat, a quien describen en la web de la fundación como industrial e inversor social. Este inversor social es a la vez presidente de la sicav Sical Plus, un instrumento financiero que utilizan las grandes fortunas para pagar tan solo un 1% de impuestos sobre sus rendi­mien­­­­tos ­y plusvalías. El fundador de Specialis­terne, con delegaciones en más de una decena de países, es el danés Thorkil Sonne, también emprendedor social de Ashoka.

Voluntarios y donativos

En el desarrollo de las empresas del capitalismo incluyente son fundamentales las donaciones y el trabajo voluntario. En el libro Capitalismo 2.0, concebido como un manual del emprendedor social, sus autores Patricia Sáez y Luis Pareras hablan de la necesidad “de atraer a un colectivo de personas dispuestas a dedicar su tiempo y su esfuerzo a una causa a cambio de la satisfacción de hacer del mundo un lugar más justo”. De ahí también el interés de las redes de emprendedores sociales (también llamadas incubadoras) en utilizar los medios de comunicación como herramienta de sensibilización de la población. El objetivo es crear una opinión propicia a sus proyectos que ­favorezca donaciones y ofertas de trabajo voluntario.

A pesar de que las empresas de este tipo actúan precisamente allí donde el Estado, tras realizar una política de recortes y privatizaciones, ha dejado un vacío, las empresas sociales aprovechan esta visibilidad en los medios para buscar las ayudas y subvenciones de las administraciones para su promoción y financiación. Un ejemplo de estas ayudas son las bonificaciones a las cuotas de la Seguridad Social, las deducciones de impuestos –están exentas del Im­pues­to de Bienes Inmuebles, o el de Actividades Económicas; y quienes les hacen donaciones se benefician de una deducción del 25% en el IRPF o del 35% en el Impuesto de Sociedades– y del acceso a los programas de apoyo al emprendimiento social, como el puesto recientemente en marcha por el Gobierno de Aragón, dotado con 30.000 euros.

En cualquier caso, cuando el neoliberalismo habla de cambiar el mundo obteniendo beneficios al mismo tiempo son evidentes sus esfuerzos por transformar los derechos sociales –de los que nunca habla– en simples servicios, o, lo que es lo mismo, convertir a los sujetos de derechos en meros clientes con necesidades, algo que a menudo ni sus mismos instigadores se molestan en esconder. En su último libro Un reportero en la Mon­taña Mágica: cómo la élite económica de Davos hundió el mundo, el economista y escritor Andy Robinson se hacía eco de una idea de la Fun­da­ción Schwab, de Klaus Martin Schwab, fundador del Foro Econó­mico Mundial, que no precisa comentario alguno: “Se avanza con mayor rapidez en el desmantelamiento del Estado y de la sociedad en interés del capital privado si se utilizan términos como progreso social, filantropía humanitaria y emprendimiento social”.

Güemes y sus financieros sin fronteras
R.M.
El IE Business School, instituto de empresa en el que trabajó el ministro Luis de Guindos, tiene un “centro internacional de gestión emprendedora” que dirige el imputado Juan José Güemes, exconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. El nombre de una de sus iniciativas, ‘Financieros sin fronteras’, es muy ilustrativo del nuevo interés por los beneficios que pueden reportar los negocios con la base de la pirámide, y de cómo se sirven de un lenguaje que nació en las antípodas de su ideología.

Rosa Martínez, Daniel García
10/03/14 
diagonalperiodico.net

11 mar 2014

Las circunstancias y la melancolía

Hace tres años participé con una red de colectivos y organizaciones en una manifestación que demandaba una huelga general, coincidiendo con el paro convocado en algunos territorios al margen de los sindicatos mayoritarios. Ansiábamos con extenderlo al resto del Estado, pero nos equivocamos: no medimos bien nuestras fuerzas. La melancolía, el retoño de las expectativas frustradas, nos invadió hasta tal punto que la posibilidad de una huelga alternativa parece hoy más lejana que entonces. Y eso que ahora volvemos a encontrarnos en otro contexto en el que las circunstancias urgen adoptar una solución extraordinaria. Subrayo una, en singular. Porque al afirmar que es "el momento de dar un paso adelante", se quiere decir de manera exclusiva que es el momento de participar en el juego electoral.

Este artículo no pretende decir si hay o no que votar, una decisión que depende de cada cual. Simplemente defiende que hay que enfriar este clima de entusiasmo electoral en aras de un sano escepticismo. Hay distintas cuestiones que nos mueven a duda. En primer lugar, su origen. Que los promotores de la aventura electoral confiesen que se embarcaron en la misma cuando comprobaron el éxito de su discurso en las tertulias televisadas, no es una garantía. Aquí conviene señalar que los grandes medios de comunicación, los "intelectuales colectivos" que comentaba el tan traído Gramsci, son un pilar fundamental de la cuestionadísima Cultura de la Transición. Pero además años y años de exposición televisiva demuestran que esta no contribuye a la maduración colectiva y que por tanto no resulta el vehículo más indicado para la concienciación. El medio determina el contenido y las voces críticas forman también parte del espectáculo.

Además, tampoco resulta clara la estrategia. Se plantea como fin la "democratización de las instituciones". En el panorama más próximo aparecen las elecciones europeas. ¿Se pretende democratizar la Eurocámara, compuesta por 754 diputados y expuesta al acoso de unos 2.500 lobbies que campan a sus anchas en Bruselas? Una labor cuanto menos titánica, máxime con la desafección que estos comicios provocan entre la población española. La estrategia habrá de ser por tanto a medio-largo plazo, con la consolidación de una fuerza que tenga presencia en las instituciones españolas.

Para una plataforma que reivindica el legado de un 15M dado prematuramente por finiquitado, la única opción de alejarse de los viejos vicios de la política es constituir una alternativa horizontal comenzando por la base, es decir, los barrios y los municipios, en línea con lo que propone Montserrat Galcerán. ¿Los círculos surgidos como setas las últimas semanas serían el punto de partida? Es dudoso. Por otra parte, hay que tener en cuenta las renuncias que supone la participación electoral: del abandono de la consigna icónica del "No nos representan" a la pérdida de poder de las asambleas y la aparición de líderes.

Los vaivenes en el discurso, que de la noche a la mañana introduce revolucionarios cambios en el tradicional panorama político español, son también sintomáticos de un movimiento volátil. La diferenciación entre izquierdas y derechas ha pasado a un segundo plano, una novedad que podría ser bendecida si con ella se entendiera de una vez por todas que el PSOE no representa los intereses de los trabajadores.

Al mismo tiempo desaparece la lucha de clases, remplazada por un patriotismo de tipo populista, importado del pensamiento bolivariano donde la defensa de la patria adquiere una connotación emancipadora. Explicar esta postura en un contexto como el español, donde la influencia del legado franquista todavía sigue siendo predominante, no es sencillo; sobre todo si es utilizada como coartada electoral para pescar votos entre unas Fuerzas Armadas que nos siguen sorprendiendo con gestos involucionistas. Pero además, ¿qué hay que decir sobre las brechas que ya existían en el seno de nuestra sociedad y que la crisis ha acentuado? Los argumentos no pueden limitarse a decir que la soberanía ha sido secuestrada, sin pronunciarse sobre un orden económico que ha convertido a la masa sometida a la esclavitud del trabajo asalariado en muchedumbre abocada a la agonía de la búsqueda de trabajo remunerado.

Algunos de los inconvenientes apuntados pueden ser solventados con el rodaje. O quizás no, porque en el fondo desconocemos bastante de las ideas y alcances que puede tener este nuevo movimiento electoral. Es lo que tienen los experimentos. En cualquier caso, siempre conviene estar alerta y no ceder ante la seducción de las circunstancias, porque no hay mayor desalentador que la melancolía.

Aleix Romero
Historiador
06/03/14
diagonalperiodico.net

9 mar 2014

Cómo desaparecer Online

Debes estar muy seguro de que realmente quieres borrar tu presencia online, porque la mayoría -por no decir todos- de estos pasos harán que desaparezcas completamente. Si quieres comenzar una nueva vida, borrar recuerdos de tu pasado o simplemente no te fías de lo que hacen con tus datos las plataformas online, adelante, es tu momento, pero eso sí, piénsatelo bien.

Estos serían los nueve pasos que debes seguir, más explicados en la infografía de "WhoIsHostingThis?" :

1. Desactivar todas tus cuentas en las redes sociales
2. Intenta encontrarte en buscadores de Internet, por si se te ha olvidado alguna
3. Si no puedes desactivar alguna cuenta, crea un perfil falso
4. Date de baja en todas las listas de correo como publicidad o boletines
5. Póngase en contacto con el proveedor de búsqueda para que borren tus resultados si siguen apareciendo.
6. Póngase en contacto con el webmaster de los portales sobre los que no tiene control
7. Utiliza servicios como Delete Me para borrar también los datos que puedan tener las empresas
8. Puede que su teléfono de la empresa esté online, pida también que lo borren
9. Por último, elimine su cuenta de correo electrónico.

por RAQUEL MARTÍN | 05 marzo de 2014 |
forbesmagazine.es

WhoIsHostingThis?
(Traducción parcial)
"Los medios sociales han hecho que la vida de todo el mundo sea un libro abierto (uno que está abierto un poco demasiado lejos en algunos casos). A medida que más y más empresas e individuos vienen a confiar en Internet como principal fuente de información acerca de otros, también crece la posibilidad de llegar información comprometida a la persona equivocada.

Que se trate acerca de su información personal, costando potencialmente a la gente puestos de trabajo y sus relaciones, o para los que tratan de las duras realidades de la lluvia radiactiva medios de comunicación social , la decisión de "tirar del enchufe" es una cada vez más atractiva. Y si bien puede parecer imposible de mantener su vida privada en privado y su presencia en Internet a un mínimo en un mundo conectado 24/7, la verdad es que puede desaparecer en línea con un poco de esfuerzo y dedicación.

El primer paso para mantener un bajo perfil en línea es (como se puede esperar) para detener el uso de sitios de medios sociales y borrar sus cuentas. Si usted está confundido acerca de por dónde empezar, sitios como JustDelete.Me ofrecen enlaces y consejos para ayudarle a sacar el proceso en movimiento (y si es realmente posible eliminar su cuenta absolutamente). Para eliminar la información que ha sido recopilada, en lugar de publicada por usted, es posible que desee considerar el nombre similar DeleteMe . Este servicio se compromete a explorar los sitios más populares de recopilación de datos y eliminar su información personal de contacto y las fotos, lo que genera un informe cada tres meses para mantener informados sobre lo que se ha eliminado.

Tirar del enchufe en los medios sociales y la eliminación de cualquier dato comprometedor o personal es un gran comienzo, pero a menos que usted esté pensando en abandonar Internet en su conjunto, estos pasos son sólo el comienzo. Con el fin de mantener su anonimato recién descubierto, debe dominar la gestión de la reputación, la de aprender a utilizar las cuentas ficticias, y tomar ventaja de la búsqueda en el anonimato. Esto puede parecer un montón de esfuerzo, pero seguro que gana a la espera de la goma de borrar .

Desaparecer de Internet no es para todos. Pero si usted es serio acerca de su vida privada, su seguridad y su reputación, tómese tiempo para hacerse invisible en línea, vale la pena el tiempo y los problemas".



5 mar 2014

¿Por qué nadie quiere expropiar a los banqueros?




Existe una evidente paradoja que pone de relieve al servicio de quiénes están aquellos que integran el Ejecutivo español. No sólo el actual equipo gubernamental de Mariano Rajoy, sino también todos aquellos que le han precedido. ¿Por qué decimos esto?

Como todos sabemos -o deberíamos de saber- el mantenimiento de la Administración del Estado no es algo ajeno a los ciudadanos. Sus fuentes de financiación son, fundamentalmente, los impuestos que por múltiples conceptos pagamos la mayoría de los españoles.

Hacemos esta obvia aclaración porque, a estas alturas de la crisis, las ayudas que el Estado ha prestado a la Banca, - a cargo del conjunto de la población- superan con creces la cifra de 200.000 millones de euros. Con las dimensiones astronómicas que tiene esta cifra, lo más sorprendente es que, según las estimaciones realizadas por los expertos, al menos un tercio de esta ingente cantidad no es recuperable, no lo pagarán nunca los banqueros. Serán, pues, los asalariados, los parados, los pensionistas y las clases medias quienes, de una u otra forma, se verán obligados a sufragar esa deuda a través de múltiples vías: impuestos, recortes en la sanidad, en la educación, en los servicios y otras prestaciones sociales, privatizaciones... sin hablar ya de la estela de tragedias humanas con la que tanto la codicia de los banqueros como la dinámica voraz del sistema capitalista han marcado estos últimos años.

Una simple operación aritmética nos permitiría descubrir un hecho sorprendente y que permanece oculto al conocimiento colectivo. Hasta el momento presente cada ciudadano mayor de edad del Estado español ya ha tenido la "generosidad" de prestarle a la Banca de este país la friolera de casi un millón de las antiguas pesetas para cubrir los efectos de las operaciones fraudulentas que sus ejecutivos realizaron durante la llamada "burbuja inmobiliaria".

Sin embargo, lo curioso de esta circunstancia es que, como antes referíamos, especialistas y técnicos ya nos han adelantado que los bancos no nos van a pagar todo lo que les hemos prestado. En el mundo de las altas finanzas cuando los acreedores no cumplen con los compromisos adquiridos los escualos que dirigen sus negocios proceden con una frialdad letal a expropiar implacablemente a sus deudores. Es este un espectáculo, por otra parte, que contemplamos todos los días. Alrededor de unas 400.000 familias han sido desahuciadas en el curso de los últimos años. Dicho de otro modo, paradójicamente los banqueros han procedido a expropiar sus viviendas a aquellos a los que el Estado había obligado a prestar dinero a los bancos para - dicen - "salvar el sistema financiero español" del atolladero en el que él mismo se había metido.

Si utilizáramos procedimientos similares a los que usan los tiburones financieros con sus deudores, lo que habría que hacer sería expropiar a los banqueros, nacionalizar la banca, socializarla y ponerla al servicio de la sociedad.

Pero, curiosamente, muy pocos se atreven a mentar esa posibilidad. La socialdemocracia de izquierdas apenas balbucea con la boca chica acerca de su propuesta de crear una Banca pública.

Los social-liberales del PSOE ni siquiera se aventuran a decir una cosa similar. Sin ir más lejos, en una ocasión el eurodiputado Juan Fernando López Aguilar, cuando un correligionario suyo, en un acto público, se atrevió a sugerir tímidamente esa eventualidad, la descalifico rápidamente calificándola como una propuesta "falangista". Lo cual, teniendo en cuenta que fue justo en el régimen franquista donde los banqueros encontraron a uno de sus más firmes valedores, no deja de ser un cínico descaro.

¿Cuál será, pues, el origen del sagrado respeto por la intangible propiedad de las entidades bancarias por parte de las organizaciones políticas y sindicales? La respuesta a esa intrigante pregunta hay que encontrarla en el hecho contrastable de que las principales fuentes de financiación de unos y de otros durante las tres últimas décadas han sido precisamente los bancos.

Los principales bancos españoles han estado financiando desde la llamada "Transición política" a todos los partidos pertenecientes al arco institucional español. Tanto a los de derechas como a aquellos otros que eufemísticamente se autocalifican "de izquierdas". Y tales apoyos no solo son prestados en las campañas electorales, sino también en sus gastos e inversiones corrientes. Algo similar pasa con los dos grandes sindicatos institucionales. Y es que esas organizaciones, al carecer de una base numerosa de militantes, dependen también económicamente de los Bancos. La prodigalidad de las entidades bancarias es muy generosa a la hora de fijar los intereses de los créditos concedidos a los partidos y otras organizaciones afines al sistema. En ocasiones, incluso, los banqueros se atreven a justificar su prodigalidad proclamando que se trata de un "servicio social" que prestan al país. Es más, frecuentemente sucede que a voluntad de los altos ejecutivos bancarios esas deudas quedan condonadas después de un tiempo, si de acuerdo con el criterio de la dirección del banco prestamista se estima "conveniente". Ni que decir tiene que tales condonaciones se producen con insólita frecuencia, sin que nadie se pregunte a cambio de qué se manifiesta este altruismo bancario.

En el siglo XIX, Carlos Marx escribía que los gobiernos eran simples Consejos de Administración de la burguesía dominante. La aseveración del viejo intelectual comunista fue precisa y rigurosa. Hoy, quizás, en la complejidad del mundo de nuestros días, a esta vigente certeza de Marx habría que añadir la contribución decisiva que prestan estos "cooperantes auxiliares" que permiten que los Consejos de Administración funcionen a pleno rendimiento.

x Manuel Medina
Canaria-semanal.org
1/3/2014

3 mar 2014

Empleo y formas de vida en el capitalismo contemporáneo

El capitalismo se nutre de empleo asalariado y declara su guerra sin cuartel a las formas de vida que no le están sometidas. Cualquier figura existencial que no esté sometida a las necesidades de valorización del capital es un espacio que debe ser conquistado. El capital nunca ha respetado la noción de formas de vida como un modo alternativo de existencia y desarrollo. Para el capitalismo, cualquier forma de vida no es más que un espacio de rentabilidad y debe ser primero conquistada y después sometida al proceso de valorización (o, si se prefiere, a un proceso de explotación).

Hace aproximadamente 30 años la economía mundial abandonó el esquema del Estado de bienestar y lo remplazó con el capitalismo de mercado libre. La historia de las fuerzas que motivaron esa transición es compleja, pero para 1984 la decisión ya había sido tomada y el viraje estratégico ya había comenzado. Los poderes establecidos justificaron esta transformación con una promesa de prosperidad y eso suponía dos cosas: una adecuada creación de empleos de buena calidad y una reducción sistemática de la desigualdad. Ninguno de estos objetivos ha sido alcanzado.

Hoy la economía mundial sufre una crisis de empleo y de formas de vida. El mercado laboral a escala mundial ofrece un panorama desolador y el desarrollo de formas de vida alternativas (por ejemplo, en la agricultura de pequeña escala) se encuentra sometido a un ataque despiadado. Basta observar lo que ha sucedido en el llamado mercado laboral mundial. La generación de empleos bien remunerados en las últimas tres décadas ha sido débil y se concentró en los más altos puestos directivos. En contraste, la mayor parte de los nuevos puestos de trabajo perciben bajos salarios y las clases medias han sido comprimidas. La incertidumbre que rodea a los empleos mal remunerados es un mal crónico.

A pesar del aumento en la productividad, las remuneraciones de la clase trabajadora se han mantenido estancadas. En muchos países, las remuneraciones que reciben los empleos de menor calificación se mantienen en los niveles que tenían en 1970. La participación de los salarios en el producto nacional se ha desplomado en todos los países y, por lo tanto, la desigualdad se ha intensificado.

La tesis de que las remuneraciones se mantienen deprimidas en los empleos de menor calificación porque las nuevas tecnologías conllevan un sesgo en contra de esa clase de empleos es falsa. En realidad, en la mayoría de las economías capitalistas los salarios dejaron de aumentar en la década de los años setenta, mucho antes de que se iniciara el proceso de cambio tecnológico que caracterizó los años noventa. Así que la verdadera explicación de este estancamiento en los salarios radica en una transformación radical de la estructura institucional del régimen de acumulación de capital a escala mundial. Es decir, el estancamiento salarial está más vinculado a la lucha de clases que a cualquier otro factor.

Los poderes establecidos impusieron a partir de la segunda mitad de los años setenta, el abandono de las metas de pleno empleo, tributación progresiva, y de servicios de salud y educación de buena calidad para la mayoría de la población. Esos objetivos fueron remplazados por la estabilidad de precios, el balance presupuestal y la idea de que el mercado sería capaz de proporcionar crecimiento económico y empleos suficientes para la población. El supuesto central de este nuevo paradigma económico era que sería necesario eliminar las fricciones que impiden el buen funcionamiento de los mercados. Esa fue la justificación de la guerra en contra de los sindicatos y de toda la cultura de las clases trabajadoras.

La ‘liberalización’ del mercado de trabajo estuvo basada en la idea de que las reducciones en los costos laborales serían acompañadas por más inversiones y mayor generación de empleo. Esa es la postura de la teoría económica del primer cuarto del siglo XX, antes de la Gran Depresión y antes de que Keynes escribiera su Teoría General. Esa teoría de hace cien años fue desempolvada para justificar el gran viraje: lo más importante es que ignora que la demanda agregada es el gran motor de la inversión y que con salarios deprimidos, lo único que podría mantener la demanda creciendo sería el crédito y el endeudamiento.

La llamada globalización (de corte neoliberal) es el resultado de colocar a las masas trabajadoras en un plano de competencia a escala mundial. La deslocalización de instalaciones industriales, la fragmentación de procesos productivos para crear maquiladoras y el castigo aplicado a los sindicatos en el plano institucional (y judicial) marcaron la evolución del mal llamado ‘mercado de trabajo’.

La contrapartida de todo este proceso de degradación del trabajo y de destrucción de formas de vida alternativas es la expansión y dominio del capital financiero. De ahora en adelante la lucha a muerte será entre estos dos polos, trabajo y capital financiero. Triunfará el que esté mejor organizado y tenga mejor capacidad analítica".

Alejandro Nadal, La Jornada
19 de febrero de 2014