7 abr 2013

“LA CORROSION DEL CARÁCTER. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo”

Capitalismo hoy: el riesgo permanente
 
Sobre el libro LA CORROSION DEL CARÁCTER Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo”por Richard Sennett. Editorial Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona, 2000. 188 páginas.

Richard Sennett es inglés, sociólogo y profesor de la renombrada London School of Economics y otras sedes universitarias. Académico de dilatada trayectoria en el estudio del trabajo, la familia y las clases sociales, goza del reconocimiento de importantes intelectuales y colegas de renombre internacional. Entre ellos, el historiador inglés Eric Hosbawn, que lo considera como uno de “nuestros mejores sociólogos”. Vale aclarar a lectores desprevenidos que Sennett no se ubica en el terreno del marxismo revolucionario. Él mismo nos dice que se siente, aunque incómodo, formando parte de “esa nebulosa situada justo a la izquierda del centro, en donde las palabras ampulosas son más importantes que los hechos”, a la que llegó luego de algunos desencantos. Eso sí, con la misma honestidad con que nos aclara su posicionamiento político, se sumerge en la problemática a estudiar.

No espere el lector encontrar aquí un crudo alegato anticapitalista contra las actuales formas de la organización del trabajo. Tampoco, a pesar de lo que podría sugerir su titulo, algo así como un estudio de los estragos psicológicos causados en los trabajadores por el neocapitalismo. Nada de eso es el presente ensayo.

El lector, interesado o no en la temática del trabajo, encontrará aquí un intento por desnudar las consecuencias, a veces evidentes y brutales, otras aparentemente inofensivas, provocadas por la flexibilidad laboral en la subjetividad de los trabajadores. Ese es el tema de este libro: el impacto de los cambios laborales en los sentimientos, en los viejos valores aceptados socialmente, en la relación entre las personas.
Sennett encara este ensayo sin hacer distingos originados por el lugar de procedencia en la pirámide salarial. Estudia, entrevista y analiza a obreros panaderos de Boston, también a programadores altamente especializados pero despedidos de IBM, e incluso a un joven y exitoso ejecutivo norteamericano, hijo de un portero y a quien muchos no dudarían en rotularlo como un “triunfador” (el encomillado es mío). Y en todos ellos encuentra las profundas huellas dejadas por el nuevo capitalismo.

El autor pone bajo su lupa de sociólogo los grandes cambios operados, fundamentalmente en los Estados Unidos y parcialmente en Gran Bretaña: la veloz extensión del trabajo flexible, el ataque a los males de la rutina y los horarios rígidos, la organización empresarial en red como oposición a la vieja pirámide burocrática, el nuevo lugar de la autoridad en el mundo laboral, el trabajo en grupo, etc. Sennett muestra lo que está cambiando y que esto nuevo viene cargado de incertidumbre, pérdida de confianza en uno mismo y en los demás, y de una sensación de estar a la deriva y de vivir en riesgo permanente. El capitalismo impaciente de nuestros días proclama, por boca de sus líderes “Nada a largo plazo”, lo que significa que de poco vale la experiencia y que nada está asegurado; que todo proyecto debe ser a corto plazo y que en cualquier momento uno es prescindible, independientemente del esfuerzo realizado. Asistimos al fin de la “carrera” laboral, lo que se impone es el trabajo fragmentado Para los trabajadores eso tiene una angustiante lectura: sólo se puede pensar en el presente. ¿Cómo imaginar un futuro en estas condiciones? A lo largo de una vida sólo se harán fragmentos de distintos trabajos. ¿Cómo saber entonces lo que somos, si no terminamos de saber lo que hacemos?

Para evitar juicios apresurados, aclaremos que Sennett no hace nada parecido a una apología de las pasadas formas de organización laboral ni de la rutina estupidizante del viejo capitalismo. Él mismo lo aclara sobre el final, luego de pasar revista a los cambios “Al pintar este cuadro soy muy consciente de que, a pesar de todas las reservas, corre el peligro de parecer un contraste con un antes que era mejor y un ahora peor... El problema que nos enfrentamos ahora es cómo organizar nuestra vida personal ahora, en un capitalismo que dispone de nosotros y nos deja a la deriva”. Y más allá de los términos y categorías que se utilicen para describirlo, este ensayo logra mostrar cómo, detrás de formas aparentemente más flexibles y menos autoritarias, más grupales y menos rutinarias, se esconden los viejos y conocidos objetivos del capitalismo: más productividad, más trabajo con menos gente, más poder patronal al interior de los lugares de trabajos, más debilitamiento de las organizaciones sindicales.“Pensaba que este lugar sería diferente con su concepto de equipo y todas esas bonitas palabras, pero la dirección sólo está tratando de que la gente trabaje hasta reventar “ testimonia un desilusionado operario en la cadena de montaje del complejo Subaru-Isuzu. Siempre el mismo objetivo: la ganancia.

El lector se encontrará con un libro de lectura ágil, con un ritmo ajeno a los textos técnicos o especializados, que invita a la reflexión desapasionada. Sennett arrastra al lector a una gira conceptual donde desfilan clásicos de la Antigüedad, pensadores de la modernidad e investigadores contemporáneos. Podrá el lector discrepar con pocas o muchas de sus afirmaciones o análisis, pero terminada la lectura queda la sensación de que este ensayo es un aporte valioso para comprender los cambios vertiginosos que se están operando en el mundo del trabajo y la sociedad. Cambios que hacen que las certezas de ayer no sean para muchos hoy tan evidentes. Tiene razón Sennett cuando afirma que “El nuevo capitalismo es con frecuencia, un régimen de poder ilegible”. Libros como este, más allá aun de las intenciones de sus autores, ayudan a “leer” mejor al capitalismo de nuestros días; son un aporte para denunciarlo y combatirlo más eficazmente. Y eso ya es un mérito ¿verdad?

Mozzo, Enrique.

Herramienta debate y crítica marxista

 

5 abr 2013

Tenemos que hablar de Facebook

de paseo por las letras y las teclas: La ideología Facebook

La ideología Facebook




Internet es una tecnología y Facebook un programa que la usa. Las tecnologías surgen de equis necesidad, y los programas, de equis propósito. Si de veras necesitamos de muchos amigos, si realmente nos resulta indispensable localizar a la novia de ayer o al compañerito de primaria, adelante... ¡Facebook!. Cuando siendo adolescente pateaba las calles de una gran ciudad y ejercitaba la concentración mental para asesinar al director de mi escuela, solía detenerme en los escaparates de las librerías. Un libro que estaba en todas llamaba mi atención: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnegie.

A pesar del exultante cintillo que lo recomendaba (¡millones de copias vendidas!), nunca lo compré. Me bastó abrirlo y leer la primera recomendación para constatar que la obra iba contra mis ideales: No critique, ni condene, ni se queje.

En el ciberespacio hay redes y... telarañas. Internet es una red (de redes), y Facebook una telaraña (de personas). Internet vincula, Facebook captura. Ambos sistemas enlazan. Sólo que Internet fue diseñada con fines públicos y Facebook, así como el libro de Carnegie, manipula lo público con fines privados.
¿Qué ideología profesaban los jóvenes de la Universidad de Stanford que a finales de los sesenta exploraban las potencialidades de la red? Digamos que el proverbial pragmatismo de la elitista democracia yanqui los invitó a responder una puntual petición del Pentágono: crear un sistema de comunicación descentralizado, capaz de resistir un ataque nuclear.

Como el proyecto no mencionaba que el sistema evitara la censura (o que se inspirara en la igualdad de derechos entre las fuentes de información), el Estado no reparó si los investigadores apoyaban la guerra de Vietnam o acudían a recitales para cantarle We shall overcome a Ronald Reagan, gobernador de California. Licencias del american way, que no volverán.

Internet fue concebida con el espíritu desinteresado de una comunidad de científicos, y Facebook surgió de la traición de Mark Zuckerberg a los amigos que, junto con él, diseñaron el programa para hacer amigos. Una historia que Ben Mezrich contó en Multimillonarios por accidente (Planeta, 2010) y que los reacios a la lectura pueden apreciar en La red social, la buena y simplona película de David Fincher (2010).

Zuckerberg es el dueño de Facebook (el hombre del año según la cavernícola revista Time), y Peter Thiel (inventor del sistema de pago electrónico PayPal) opera como piedra angular de su ideología. Por motivos de espacio, remito a Google el perfil de este ciberdinosaurio del mal. De mi lado, me detengo en René Girard (1925), filósofo y antropólogo francés, y alter ego de Peter Thiel.

En julio de 2008, en una revista de la derecha mexicana que presume de libre (y no menos manipuladora que Time), se dijo que "...la teoría antropológica de René Girard empieza a ser considerada la única (sic) explicación convincente sobre los orígenes de la cultura". ¿Cuál sería esta ignota teoría? Nada menos que la vapuleada mímesis del deseo que, según Girard, configuramos gracias a los deseos de los demás.

Las piruetas intelectuales de Girard rinden tributo a sicólogos racistas, como Gustave Le Bon (1841-1931), y encajan en la mentalidad de tipos como Thiel: la gente es esencialmente borrega y se copia una a otra sin mucha reflexión. El sitio Resistencia Digital (RD) puso el ejemplo de la burbuja financiera: cuando Bill Gates compró parte de las acciones de Facebook, los tigres de Wall Street dedujeron que valía 15 veces más.

El segundo inversionista de Facebook se llama Jim Breyer (miembro de la junta de Walmart) y el tercero es Howard Cox, de In-Q-Tel, ala de inversión en capital de riesgo de la CIA. El Proyecto Censurado (iniciativa de la Universidad de Sonoma State, California, que ventila los temas que ocultan los medios) dice que la FBI recurre a Facebook en remplazo de los Infragard creados durante el primer gobierno de W. Bush: 23 mil microcomunidades o células de pequeños comerciantes patrióticos, que ofrecen los perfiles sicopolíticos de su clientela.

Facebook y su experimento de manipulación global acabaron con las teorías conspirativas. Por izquierda y derecha, millones de personas, que en principio estiman la democracia y la libertad (valores que para Thiel son incompatibles), parecen no reparar en que la privacidad es un derecho humano básico.

Atrapados en la cultura neoliberal (auténtica red de redes), gobiernos, instituciones y usuarios le entregan a Facebook redes de contacto, relaciones, nombres, apellidos y fotografías que se prestan al reconocimiento facial, la geolocalización móvil, la estadistica ideológica y los perfiles de mercado y sicológicos.

En ese sentido, Facebook es un subproducto ideológico de la imparable metástasis totalitaria que se expande en Estados Unidos. En lugar de las ambidextras obsesiones del púdico George Orwell, Facebook se nutre de la profecía que Jack London describió en El talón de hierro (1908): la instauración de un Estado policiaco, plagado de alcahuetes anónimos.


Por José Steinsleger
Fuente : Red Latina Sin Fronteras

20 Julio 2011



1 abr 2013

Internet, la nueva era del rumor

Hans Joachim Neubauer aborda la problemática de la habladuría a lo largo de los siglos

El rumor, representado con muchos ojos ante ciudadanos escandalizados / Paul Weber Museum

La información es una pieza clave en la vida de cualquier persona, ya sea para saber qué horario debe cumplir, cómo desempeñar una función o qué puede ser peligroso y cómo evitarlo. Por eso, Hans-Joachim Neubauer (Neuss, Alemania, 1960) se interesó por la rumorología para escribir Fama: Una historia del rumor (Siruela). "Es un agente histórico del que nadie habla, al que no se reconoce, pero que tiene fuerza sociológica. Es interesante ver cómo distintas sociedades han tratado el rumor y cómo reconocen su poder y peligro al mismo tiempo", explica al teléfono desde Berlín entre el alemán y el inglés.

Poder. Secreto. Seductor. La habladuría, escurridiza e incontrolable, no solo sigue existiendo, cuenta el alemán, sino que recobra fuerza ante las nuevas tecnologías. El ser humano no es capaz de escapar de la tentación del poder que confieren la información y el rumor.

Gracias a esta arma de doble filo, el rumor y la propaganda que, afirma Neubauer, nunca han estado interesados en la verdad, podrían afectar incluso a los medios de comunicación. "Es importante citar bien y nombrar las fuentes. Lo mejor contra el rumor es la palabra escrita. Está ahí al día siguiente y puedes compararla con la realidad", receta el también periodista y profesor universitario. Este peligro puede, asimismo, verse incrementado si la información se ve presionada además por la inmediatez y prisa, como explica el sociólogo francés Pierre Bourdieu en Sobre la televisión (Anagrama).

Lejos de la idea de que una sociedad desarrollada y civilizada está a salvo del rumor, Neubauer advierte de que la habladuría ha encontrado cobijo en las nuevas formas de comunicación. Estas herramientas contribuyen a su difusión, entendido como una voz "tan relevante como imposible de corroborar" que se propaga de forma autónoma y rápida. Para ello, Internet y las nuevas tecnologías fomentan dos aspectos vitales: llegar a un grupo numeroso de personas y que se apele a sentimientos fuertes como el miedo, el odio o la incertidumbre –algo de actualidad ante el escenario de crisis–. "Internet es muy rápido y cualquier desmentido llega siempre tarde. Estamos ante una nueva era del rumor".

Por ello Neubauer incluye en su libro un apartado a las desconocidas clínicas del rumor (rumour clinics), que empezó el psicólogo estadounidense Gordon Allport (1897-1967) en 1942. A través de la recopilación de habladurías y su estudio, un grupo de intelectuales trató de controlar la propagación e impacto de los rumores. "Publicaban artículos en periódicos para deconstruirlos. Explicaban por qué tendían a creérselos, de dónde venían, por qué eran peligrosos, etcétera". Sin embargo, el peligro no es nuevo aunque sí comenzó a ser lo suficientemente importante como para que gobiernos e instituciones prestaran atención de forma especial. "Llegó hasta el ejército. Se pusieron películas a los soldados para concienciarlos. De aquella época recuerdo un cartel: Zip your lips and save a ship (Cierra la boca y salva un barco). Era genial, genial, sencillamente genial", se maravilla el alemán.

A lo largo de los siglos, pheme –la personificación del rumor en la mitología griega– o fama, ha sido representada de diferentes maneras: como una mujer con una o dos trompetas, un hombre armado –por Cesare Ripa– o, incluso, como un monstruo de muchas cabezas. En un texto de Shakespeare que recoge Neubauer, el rumor es definido como "una flauta donde soplan las sospechas, los recelos, las conjeturas, y tan sencilla y fácil de toca, que ese monstruo sin arte, de cabezas innúmeras, la multitud eternamente discordante y bullidora, puede hacerla resonar".

¿Y por qué tanto interés por el rumor y el cotilleo? "Es una cuestión de poder, permite a cualquiera formar parte de una discusión moral sin ser la persona que opina", ríe Neubauer. "La habladuría se centra en el secreto, en lo escondido, que suele ser algo negativo. Las personas ocultan su lado oscuro de otros (...) Contar algo te mete en el papel de alguien que sabe lo que hay detrás, has descubierto algo. A los rumores les gusta descubrir algo, es sexy y todos quieren tenerlo".

*Fama: Una historia del rumor, de Hans-Joachim Neubauer. Traducido por Germán Garrido y editado por Siruela. 232 páginas.

Sergio Delgado Salmador
Madrid 26 MAR 2013

 

21 mar 2013

El robo de Chipre en versión española


Un cálculo del saqueo a una familia-tipo española

Ha creado un gran revuelo en toda Europa la decisión del gobierno de Chipre de meter la mano en la cuenta bancaria de los ciudadanos para quitar, como mínimo, el 6,75% a los que tenían menos de 100.000 euros en el banco, aunque después se propuso en el Parlamento que se libraban los que tenían menos de veinte mil. Sin duda puede parecer fuerte terminar con esa aparente inviolabilidad que tenían nuestras cuentas de cuentas de ahorro, pero sería bueno intentar establecer una comparación entre esa quita y lo que nos ha pasado a los españoles. Aquí el gobierno ha sido más elegante, no ha entrado en nuestras cuentas directamente para conseguir dinero para darle a los bancos en crisis, ha utilizado otros métodos. Vamos a repasarlos y observar su reflejo en una familia media española de tres personas, con un sueldo de mileurista, 18.000 euros brutos al año.

Una de las medidas que hemos sufrido es la subida del IVA. Según la Confederación española de organizaciones de amas de casa, consumidores y usuarios, teniendo en cuenta los grupos de gasto que contempla la Encuesta de Presupuestos Familiares del Instituto Nacional de Estadística (INE), y la diferente tributación de cada uno de éstos, el impacto en las economías familiares media de este incremento será, de media, 600 euros al año para cada familia [1] .

Entre las muchas prestaciones sociales que ahora tenemos que pagar se encuentra un porcentaje de las medicinas. El gobierno retornará lo que supere la cantidad de ocho euros por persona y mes. Podemos establecer que dos miembros de nuestra familia-tipo van a alcanzar ese coste. Tendríamos un gasto mensual de 16 euros mensuales, que quedarán en un total anual de 192 euros al año.

Otro nuevo gasto que se debe afrontar es el del transporte escolar si el hijo no va a la universidad o el incremento de las tasas si va. En el primer caso podríamos establecer una media de gasto de dos euros por día lectivo, lo que podría alcanzar los 450 euros al año. Una cantidad similar podría ser la subida de la tasa de matrícula universitaria.

Según el Índice de Coste Laboral Armonizado (ICLA) que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) [2] el coste por hora trabajada disminuyó el 3,1 % en el cuarto trimestre de 2012 respecto al mismo periodo de 2011. Podríamos establecer por tanto que ese porcentaje es la disminución media de los sueldos, si bien varía por sectores. El propio estudia calcula un 15,4 % en la Administración Pública, sin duda debido a la eliminación de una paga extraordinaria. Como la subida del IPC está en torno al 3%, podemos decir que nuestra familia ha perdido un 6,1% de ingresos procedentes del sueldo que llegaba a casa. Total 1.098 euros.

El caso que hemos analizado sería uno de los que menos se ha visto afectado en su economía. Imaginemos el que ha perdido el trabajo, quien disponía de una ayuda por dependencia, quien ahora tenga que pagar un transporte sanitario. Existe toda una casuística de prestaciones sociales que han desaparecido y que no hemos contemplado en nuestra familia-tipo.
Si sumamos los conceptos que hemos calculado, tenemos que nuestra familia española-tipo ha perdido como resultado de las decisiones gubernamentales la cantidad de 2.340 euros. Esa sería la cantidad aproximada que el gobierno de Chipre nos hubiera quitado de nuestra cuenta bancaria si tuviéramos 35.000 euros ahorrados (el 6,75% de 35.000). Lo que sucede es que en España nos la han quitado sin ni siquiera tener ese dinero en el banco y ni siquiera la quita ha sido mayor para los ricos como pretenden en Chipre.. Y, además, algunos de los costes analizados son para todos los años (medicinas, transporte escolar...). De modo que cuando pensemos en lo sinvergüenza que es el gobierno de Chipre y en el robo que les quieren hacer a sus ciudadanos, no olvidemos que aquí hace ya tiempo que nos lo han quitado, incluso a los que no lo teníamos.




[1] Ver http://www.ceaccu.org/notas-de-prensa/subida-del-iva-afectara-familias
[2] Ver http://www.lavanguardia.com/economia/20130311/54368251614/caen-costes-laborales-espana-aumentar-competitividad.html


14 mar 2013

Para ti, que eres joven

Isaac Rosa.

Querido joven, hoy es tu día: el presidente del gobierno recibe en la Moncloa a la patronal, los sindicatos y un grupo de grandes empresarios entre lo más selecto de este país, pero todo es por ti. Nadie te ha invitado a la fiesta, si te presentas allí no te dejarán entrar, pero el brindis será en tu honor.

Hoy en Moncloa repetirán unos y otros hermosas palabras: que si los jóvenes son el futuro del país, que si la generación mejor preparada de la historia, que si la ilusión, las oportunidades, patatín, patatán. Se presenta en sociedad la llamada “Estrategia por el emprendimiento y el empleo joven”. Sí, ya sé que creías que la única estrategia de empleo joven en España era la emisión en TVE de “Españoles en el mundo”, pero resulta que el gobierno tiene un plan. Un plan para ti.

No estás invitado a tu propia fiesta, pero ya te aviso que te tocará servir las copas y fregar los platos, echando más horas que un reloj y a cambio de un sueldo miserable: la “Estrategia” propone más contratos temporales, más contratos a tiempo parcial y más contratos de formación; es decir, la santa trinidad de la precariedad laboral. Todos ellos serán bonificados y flexibilizados, de modo que podrás enlazar contratos basura hasta los 30 años, momento en que dejarás de ser un joven precario para ser un adulto precario, en larga travesía hacia la vejez precaria.

Por ejemplo, podrán hacerte un contrato en formación o prácticas aunque haga un porrón de años que terminaste tus estudios; podrán contratarte a media jornada pero permitiendo horas extraordinarias (que además te las paguen es otra historia); y además podrás concatenar contratos de formación y de prácticas. ¿No que eres de la generación mejor preparada de la historia? ¡Pues más que te van a preparar!

Te he dejado para el final el premio gordo: las ETT. Eres muy joven, igual esas siglas no te dicen nada, pero ya las descubrirás, como las descubrimos tus mayores cuando también fuimos “los jóvenes”. A partir de ahora las ETT podrán hacer contratos de formación y aprendizaje, cosa que hasta ahora tenían prohibido.

Ah, y para ti, que eres joven y además estás dispuesto a comerte el mundo, el gobierno te invita a emprender, a crear tu propio empleo. Ahí está el futuro: tu padre es un autónomo que las pasa putas, pero tú serás un emprendedor que también las pasará putas, ¿ves la diferencia?

Para ti, que eres joven, te recomiendo una lectura, para que te hagas una idea aproximada de lo que te espera: el “Informe Petras”, una investigación que el gobierno de Felipe González encargó al sociólogo James Petras a mediados de los noventa, y que al final prefirió dejar en un cajón porque no le gustó cómo retrataba Petras a la España de finales del felipismo, sobre todo a “los jóvenes” de entonces, que éramos nosotros. No te voy a contar batallitas, pero también nosotros conocimos un desempleo de más del 40%, y nos lo quisieron curar a golpe de reforma laboral, precariedad y ETT. La historia se repite, pero me temo que está vez será peor. Cuídate.

 (el título es, obviamente, un homenaje a mis admirados Monteys y Fontdevila)


Isaac Rosa.
12 Marzo 2013
eldiario.es

11 mar 2013

Política del exilio

exilio-detalle
Ilustración de Ramón Rodríguez.
Lo primero que aprende el colonizado es a quedarse en su lugarFrantz Fanon

La semana pasada, el colectivo Juventud Sin Futuro lanzó una campaña (#nonosvamosnosechan) para denunciar la situación de precariedad general en que vive la juventud del país. La página web de la campaña recoge una serie de datos espeluznantes: las cifras de paro juvenil se disparan, las condiciones laborales de los que sí tienen trabajo no dejan de empeorar, y cada vez más personas deciden irse del país para labrar su futuro en otra parte. Mucho se ha hablado de la sangría que supone la fuga de cerebros, y de cómo el Estado ha sufragado con dinero público la valiosa formación de jóvenes trabajadores (médicos, investigadores, personal sanitario, técnicos de todo tipo, ingenieros, profesores, arquitectos…)  a los que ahora se obliga a emigrar. Los países receptores reciben estos flujos de mano de obra cualificada como un maná caído del cielo; la ministra alemana de Trabajo dijo la semana pasada que la inmigración española era “un golpe de suerte”.

Pero la realidad es que muchos de los emigrantes (cualificados y no cualificados) se encuentran en sus destinos con enormes dificultades y condiciones no mucho mejores de las que dejaron (“precariedad everywhere” es uno de los lemas de la campaña). Hasta hace relativamente poco, se iban del país los que querían intentar algo distinto. Ahora se están yendo los que ya no pueden quedarse, y eso da lugar a escenas y situaciones que se habían reprimido en lo más profundo de nuestro inconsciente político, familiar, cultural. La ironía, además, es dolorosa: en un país que sigue teniendo centros de internamiento de migrantes opacos a todo escrutinio y control social, nos encontramos deseándole suerte a aquellos que se van buscando una vida mejor.

Juventud Sin Futuro se ha lanzado pues a una apuesta osada y decidida: politizar ese exilio masivo. Hasta ahora, la emigración se ha vivido generalmente como un fenómeno privado; la decisión de partir siempre es al fin y al cabo una cuestión personal, y hay tantas trayectorias y situaciones como personas se marchan. Todo el mundo conoce a alguien que se ha ido, pero rara vez se encuentran parecidos entre esas historias más allá de un mismo diagnóstico resignado: las cosas están muy mal, es normal que la gente decida buscar fuera lo que no puede encontrar aquí. Al apuntar directamente a las causas de ese proceso, sin embargo, JSF presenta el exilio como una realidad desindividualizada, una condición que se comparte más allá de lo privado y lo singular, el tronco común de todas las voces y trayectorias que están sin estar en el país. O mejor, JSF consigue hacer las dos cosas a la vez: el centro simbólico de la campaña es un mapamundi lleno de diminutos puntos amarillos, cada uno de los cuales representa una historia individual con nombres y apellidos; todas son diferentes, pero todas son parte también de un mismo entramado que expresa lo que tienen en común. Eso se lee en el mapa: que la emigración no es una tormenta o una plaga, ni una suma de odiseas personales, sino una realidad económica y política que tiene causas, responsables y alternativas.

Pero la campaña hace algo más que denunciar esa realidad. Vaya donde vaya, el emigrante aprende a hacerse invisible: su lugar es el de quien se ha ido, un lugar vacío y sin voz. Por eso politizar el exilio significa también rescatar a los emigrantes de su muerte civil, de ese destino trágico por el que irse es abandonar lo que uno deja atrás, renunciar a decir nada, perder definitiva o temporalmente la ciudadanía y el vínculo con la realidad política del país. Frente a esa imposición de silencio, la campaña hace presentes a los emigrantes fuera (porque les permite comunicarse y organizarse entre sí) y dentro a la vez (porque la campaña no se limita a los que se han ido, sino que vincula esas trayectorias con las de los que se han quedado, con los que piensan o no en marcharse pero que, independientemente de lo que decidan, comparten con los de fuera los mismos problemas y una misma condición). La juventud sin futuro está de los dos lados, fuera y dentro del país, y eso logra la campaña: hacerla presente en dos lugares a la vez, darles una voz y un nombre común, reunir lo que está aislado y darle un cuerpo político a lo que era invisible.

A primera vista, el mapa político de los exiliados parece un cerebro o un rizoma, esas estructuras botánicas llenas de raíces, brotes y nudos que crecen horizontalmente y sin centro alguno. Aunque para eso falta aún algo importante: trazar líneas entre los puntos, crear vínculos entre cada una de las historias, multiplicar sus cruces y trayectorias. Ojalá circulen ideas y prácticas en todas las direcciones, y ese nombre común se convierta en una máquina de derogar distancias. La juventud sin futuro de los que se van y los que se quedan es paradójicamente el mejor futuro que tiene el país: es un sujeto que, para liberarse, tiene la tarea de abolir su propia condición presente. En ese empeño, los jóvenes no tienen nada que perder, salvo la precariedad y el silencio que los encadena.

Pablo BustinduyFilósofo
11-03-2013

8 mar 2013

¿Por qué somos tan pocos (los anticapitalistas)?

Juan Pastor
La realidad es injusta. La política busca compensar la injusticia de la realidad con una sociedad justa. El capitalismo, sin embargo, es un sistema injusto (dominación de una mayoría por una minoría, sumisión de los intereses comunes a ciertos intereses privados), que nos lleva a una sociedad...

... injusta, y en ningún momento lo esconde, es más, justifica su injusticia aludiendo a que es reflejo de la naturaleza (ley de la selva, lucha por la supervivencia…). El capitalismo busca el beneficio de unos pocos a costa de la mayoría (que unos pocos vivan muy bien y el resto mal o muy mal). Para ello el capitalismo necesita privatizar: que sea de unos pocos lo que antes era de todos [1]. Así funciona el capitalismo: privatizar los beneficios (por ejemplo, la sanidad) y socializar las pérdidas (por ejemplo, las de los bancos). No es de extrañar que la política (la organización de la polis, es decir, de lo público, lo que es de todos) quede sometida a la economía (la gestión de tu casa, es decir, de lo privado).

¿Por qué seguimos aferrándonos al capitalismo si es un sistema injusto que no para de generar deshechos humanos? ¿Por qué desconfiamos de los políticos pero seguimos confiando en el capitalismo? Si el capitalismo nos lleva a una sociedad injusta, ¿por qué preferimos entonces una sociedad injusta, si ya Rawls nos mostró que lógicamente es preferible una sociedad justa?
Pues porque no somos lógicos sino psicológicos.

La lógica y el sentido común son los grandes problemas de la izquierda anticapitalista, porque no somos lógicos sino psicológicos, y el capitalismo es muy débil lógicamente; pero es casi insuperable psicológicamente, pues es muy difícil luchar contra una ilusión (estar arriba, consumir como los ricos). El éxito del low cost pone de manifiesto que tenemos que gastar menos pero no queremos consumir menos. Es más fácil derrotar una idea que un deseo (triunfar, hacerse rico, ser élite) o un sueño (el sueño americano). Si algo nos ha demostrado el Estado de Bienestar es que el obrero deseaba ser burgués. Al menos vivir como él (la envidia al burgués acaso sea mayor que el orgullo de serlo). Por ello, creo que todo movimiento social contra el capitalismo debe atacar no tanto su “lógica” (acumulación, crecimiento…) como su “psicológica” (mostrar la falacia del “sueño americano”)

Algún día habrá que hablar de la importancia del cine de Hollywood en la interiorización del sueño americano (en la construcción de subjetividades capitalistas). A fin de cuentas, casi nadie se ha leído a Milton Friedman; pero todos hemos visto Pretty Woman. Mientras haya hombres que sueñen ser como Richard Gere (un tipo rico que ha triunfado especulando y despidiendo trabajadores), mujeres que sueñen que se les aparezca un Richard Gere que les salve, o mujeres y hombres dispuestos a hacerle la pelota a quien sea que tenga dinero (espeluznante la escena de los dependientes de una tienda de moda haciéndole la pelota a Julia Roberts), el capitalismo seguirá siendo, para la mayoría de la población, el menos malo de los sistemas políticos. ¿Es este el futuro que quieren algunos para nuestro país, hacerle la pelota a cuanto turista con dinero venga a visitarnos?

En el viejo sistema feudal, dos personas vivían bien, los señores, y el resto, los siervos, luchaban penosamente por sobrevivir. El sistema era inamovible: los hijos de los señores serían los nuevos señores y los hijos de los siervos los nuevos siervos. El comunismo (y el anarquismo) nos propone un mundo justo donde ya no habrá siervos ni señores, lo que es irrefutable lógicamente. El capitalismo, por el contrario, mantiene la injusticia feudal; pero nos promete que esta injusticia puede favorecernos (el sueño americano es una promesa de éxito y ascenso social), pues ahora ya no van a ser dos sino ocho los que van a vivir muy bien, pues es indiscutible que el capitalismo genera riqueza, y alguna de esas nuevas plazas para nuevos ricos puede ser nuestra si nos esforzamos, si somos disciplinados, hacemos sacrificios y trabajamos mucho y bien. La injusticia del capitalismo es su debilidad lógica, así como su gran potencia psicológica: lógicamente es preferible una sociedad justa; pero psicológicamente preferimos una sociedad injusta porque queremos que esa injusticia nos favorezca (queremos vivir muy bien, ser ricos [2]) y, lo que es más importante, creemos que la injusticia nos va a favorecer.

Y lo creemos, entre otras cosas, además de por sesgos psicológicos como la ilusión de invulnerabilidad (¿Quedarme fuera? Eso no me va a suceder a mí) o un “optimismo ilusorio” cara al futuro que rompe el velo de la ignorancia de Rawls, porque nos hemos creído (hemos interiorizado) los grandes mitos, más bien falacias, del capitalismo: el mito de la libertad de mercado (¿cómo podemos hablar de mercado libre en un sistema dominado por monopolios y oligopolios?), el mito de la igualdad (de oportunidades) y, sobre todo, el mito del self-made man, el hombre hecho a sí mismo (el capitalismo no existe sin subjetividades capitalistas). Hablo de ese hombre que se moldea a sí mismo… y solo; un sujeto aislado, abismado en su crecimiento personal; un sujeto asocial y ahistórico que busca solo, en soledad y a partir únicamente de su voluntad individual, crecer y enriquecerse hasta alcanzar la mejor versión de sí mismo. Hablo de un individuo narcisista que, en última instancia, se realiza consumiendo, no sólo productos y servicios sino además experiencias e identidades. Como no puede ser de otra manera, el capitalismo es el terreno en el que más y mejor crecerá este “hombre hecho a sí mismo”; por ejemplo: realizándose en su puesto de trabajo. La contribución de cierta psicología, pensemos en ese género literario que son los libros de autoayuda, a la interiorización de este mito es incuestionable.

El capitalismo se basa en la competición y el beneficio (económico y a corto plazo), conceptos que aparecen ligados: si te esfuerzas, compites y ganas (si triunfas), llegarás a rico. No olvidemos que con el capitalismo ya no hay ricos y pobres sino vencedores y perdedores (losers). Y mientras haya personas que admiren a los triunfadores (empresarios, ladrones, futbolistas), el capitalismo seguirá siendo un muerto que goce de una envidiable salud.

Algún día habrá que hablar del deporte, tan sospechosamente parecido a la vida. En el deporte, como en la vida, uno gana y el resto pierde, y además, como dice la canción de Abba, el ganador se lo lleva todo. Nos dicen que el deporte es una buena manera de educar a los niños. Y es cierto, por su extraordinario parecido con nuestra forma de vida capitalista: la mayoría se quedará por el camino; pero los ganadores ganarán mucho dinero en muy poco tiempo. El deporte es una buena manera de convertir niños solidarios y cooperativos en adultos egoístas y competitivos. El modelo a seguir por nuestros niños es Cristiano Ronaldo, un tipo egoísta, egocéntrico, ególatra… pero, eso sí, extremadamente competitivo; todo un ganador. Esto es lo que necesitamos para salir de la crisis: menos artistas y más deportistas. No creo equivocarme si digo que tipos como José Mouriño o Lance Armstrong, para los que sólo importa ganar, sea como sea, pues el fin justifica los medios, son tan representativos del capitalismo actual como Emilio Botín, Milton Friedman o George Soros.

Todo esto puede ayudar a explicar por qué a menudo los obreros votan a sus enemigos: no quieren pertenecer al club de los obreros, desprecian a los suyos más aún que los propios burgueses (la envidia a los ricos acaso sea más fuerte que el orgullo de serlo). Por eso, mientras haya obreros, o hijos de obreros, que se avergüencen de su condición, mientras el sueño de tantos ciudadanos sea que les toque la lotería para poder vivir como los ricos, a poder ser de las rentas, la muerte del capitalismo seguirá siendo una noticia notablemente exagerada. Una imprescindible solidaridad entre perdedores sólo será posible cuando comencemos, de una vez por todas, a aceptar nuestra derrota, lo que exige dejar de lado engaños del tipo: es sólo una mala racha, una crisis, nunca llovió que no parase…

Los noventa no van a volver. Ni para mí que entonces era guapo y las chicas me miraban por la calle, ni para nadie.

Y si hay alguien que aún cree ingenuamente que somos muchos, incluso mayoría, por el hecho de que las calles se llenen de gente, plantearía lo siguiente… ¿Cuántos de los indignados lo que están en realidad son frustrados porque han sido educados para consumir pero no podrán hacerlo, porque han sido formados para ser élites pero no tendrán un trabajo acorde con su formación, luego no podrán vivir y consumir como habían soñado; porque son gente de clase media que soñaba ser clase alta y se encuentra ante la cada vez más seria posibilidad de convertirse en clase baja?
Recuerdo que los indignados no eran antisistema sino ‘arreglasistema’ (No somos antisistema, el sistema es antinosotros), y si estaban indignados era porque no se rescataba al Estado del Bienestar, esa apuesta estratégica para salvar el capitalismo y enfrentar la amenaza soviética. De hecho, siempre he percibido cierta añoranza por los tiempos de bonanza económica anteriores a la crisis. Los jóvenes del Mayo francés no querían ser como sus padres; los jóvenes del Mayo español lo que querían era vivir como los suyos, para lo que necesitaban salvar el capitalismo, reformarlo para poder participar de él. 15m: reinicia el sistema. No se trata de cambiar el sistema capitalista sino de reiniciarlo, pues se ha producido un error del sistema y se han olvidado de invitarnos a la fiesta del consumo, fiesta que llevamos esperando desde niños.

Notas

1. Lo que es de todos no es de nadie y no se gestiona eficientemente, mejor que la propiedad sea privada, así el individuo, que es egoísta, al buscar su propio beneficio lo gestionará mejor, lo que, por la mano invisible del mercado, redundará en el beneficio general.

2. Hablo de los demás, claro, no de mí.


Juan Pastor, 02 de Marzo de 2013




4 mar 2013

Stéphane Hessel: el "gurú" que quiso domesticar la indignación

Cristóbal García Vera.


"“El mercado capitalista siempre existirá", aseguraba el ex diplomático que apoyó la agresión contra Libia

El pasado miércoles fallecía en París, a los 95 años, el ex diplomático y escritor Stéphane Hessel (en la foto), autor del best-seller "¡Indignaos!". El libro que, según la versión de los grandes medios de comunicación, inspiró movimientos ciudadanos de protesta como el 15M.

"Con la muerte de Hessel -aseguraba en su edición del jueves 28 el diario El País - desaparece el referente moral que inspiró el último gran movimiento de descontento social en Europea". "¡Indignaos! - continuaba asegurando el redactor del periódico del Grupo PRISA - catalizó la reacción de resistencia pacífica de los ciudadanos en España y Grecia”.

En Francia, el presidente François Hollande lamentaba la desaparición de quien - según dijo - "consagró su vida a la defensa de la dignidad humana" y "nos dejó la gran lección de no resignarse a ninguna injusticia". De esta manera, el mandatario galo agradecía el apoyo público que Hessel le concedió durante la campaña electoral que le llevaría al Elíseo. "Su capacidad de indignación no tenía límites, salvo el de su propia vida" - añadió François Hollande.

La realidad es, sin embargo, que el llamamiento a la indignación de la juventud que Hessel realizó en los últimos años de su vida sí tuvo unos límites muy definidos, que el propio ex diplomático se encargó de explicitar reiteradamente.

¿REALMENTE INSPIRÓ STÉPHANE HESSEL AL 15M?

Pese a la insistencia con la que se ha repetido esta afirmación desde las televisiones, radios y periódicos corporativos, no existe ninguna evidencia contrastable que permita sostener que el libro "¡Indignaos!" actuara como una suerte de manifiesto del 15M. Aún más infundada resulta la pretensión de que Hessel fuera "inspirador" o "catalizador" de dicho movimiento. La verdadera "inspiración" de lo que la prensa bautizaría como 15M hay que buscarla en el estruendoso estallido de la crisis capitalista, con su inevitable corolario de desempleo, desmantelamiento de derechos sociales, desahucios y represión estatal. Así como en la intuición generalizada en amplios sectores de la ciudadanía, provocada por estas contradicciones, de que todas las instituciones del establisment eran corresponsables en el sostenimiento del tipo de sociedad responsable de tales injusticias.

UN DEFENSOR DE LA PATA SOCIALDEMÓCRATA DEL SISTEMA

Sí existen pruebas irrefutables, en cambio, de que Stéphane Hessel no compartía en absoluto las aristas potencialmente emancipadoras del discurso y la práctica del 15M. Ya antes de las elecciones locales y autonómicas celebradas en el Estado español el 22 de mayo de 2011, Hessel manifestó su desacuerdo con el popular lema "no nos representan", con el que los “indignados” reflejaron su incipiente toma de conciencia acerca del carácter esencialmente antidemocrático del sistema capitalista. En los días previos a estos comicios, Stéphane Hessel mostró abiertamente su preocupación por el hecho de que los ciudadanos españoles pudieran actuar consecuentemente con dicha convicción, absteniéndose de participar o propugnando el voto nulo. "No vale decir yo me abstengo porque todos son iguales; no es cierto. Hay que empezar por usar los partidos más democráticos, hay que apoyarlos en las elecciones" - afirmaba.

En septiembre de ese mismo año, a poco más de dos meses de las elecciones generales, Hessel desembarcó en Madrid para reforzar con sus declaraciones al mismo partido que había sacado a las calles a cientos de miles de ciudadanos hastiados de sus políticas neoliberales. Stéphane Hessel no sólo se manifestó como un gran "admirador" de José Luis Rodríguez Zapatero y se dejó fotografiar junto al vicesecretario general del PSOE José Blanco. También lanzó un oportuno capote al que sería poco después el candidato socialdemócrata a la presidencia. "Tal vez Rubalcaba sea otro gran español", aseguró efiriéndose al antiguo ministro de Zapatero y Felipe González y responsable de las cloacas del Estado en los oscuros días de las acciones criminales de los GAL.

Estos oportunos apoyos de Hessel al PSOE se producían poco después de que miles de personas se manifestaran para rechazar la reforma constitucional impuesta por el Ejecutivo Zapatero, en coalición con el PP, para introducir en la llamada "Carta Magna" el límite al endeudamiento público y la prioridad absoluta del pago de la Deuda a las grandes entidades financieras y otros prestamistas usureros por encima de cualquier Gasto Social.

Hessel reconoció, igualmente, que era votante del Partido Socialista francés y, tal y como hemos apuntado con anterioridad, pondría posteriormente su imagen al servicio de la elección de François Hollande, actualmente embarcado en una guerra neocolonial en Mali.

EL "PACIFISMO" SELECTIVO DE HESSEL. CONTRA EL "TERRORISMO" DE LOS DE ABAJO, A FAVOR DE LAS INTERVENCIONES DE LA OTAN

Otro de los elementos del discurso de Stéphane Hessel que, no por casualidad, han destacado de forma recurrente los mass media, es el de su apuesta por "la no violencia" como única vía aceptable para cualquier tipo de “insurrección”. Y es que el "pacifismo" de Hessel fue, justamente, el más funcional para la perpetuación de la violencia criminal ejercida por las potencias occidentales en la mayor parte del planeta.

En su libro "¡Indignaos!", el ex diplomático se refirió a la resistencia palestina -una causa que supuestamente defendía - en los mismos términos que los voceros del Estado de Israel. "El terrorismo no es eficaz. Hay que comprender que la violencia de la espalda a la esperanza". (1) Su condena de la legítima respuesta armada de los pueblos colonizados tenía también un carácter retroactivo. "No podemos apoyar a terroristas tal y como hizo Sartre... durante la guerra de Argelia" (2) - aseguraba también en su publicitada obra.

Esta defensa de la "no violencia", sin embargo, no impidió que Hessel se pronunciase a favor de la agresión militar de la OTAN contra Libia. Según el mitificado autor, era necesario que la coalición bélica aplicara una "violencia precavida" en el país africano. “Estoy muy feliz y orgulloso de que esta intervención en Libia se haya llevado a cabo bajo los auspicios de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que es un organismo moralmente responsable basado en la Carta Fundacional de las Naciones Unidas” – llegó a declarar. (3) La guerra de conquista apoyada por Hessel provocó miles de muertos y heridos y una destrucción que es difícil saber cuánto tardará en superar la nación africana.

HESSEL: "EL MERCADO CAPITALISTA SIEMPRE EXISTIRÁ"

Para despejar definitivamente cualquier duda acerca del verdadero posicionamiento político del ex diplomático recién fallecido, nada mejor que acudir nuevamente a sus propias palabras.

Entre otros lugares comunes de la ideología dominante, “¡Indignaos!” reproduce, de manera particularmente superficial, la teoría del politólogo necocon estadounidense Francis Fukuyama acerca del "Fin de la historia". "El mensaje de un Mandela o un Luther King alcanza toda su pertinencia en un mundo que ha sobrepasado la confrontación de las ideologías y el totalitarismo conquistador… Tanto del lado de los opresores como de los oprimidos, hay que llegar a una negociación que haga desaparecer la opresión" (4)- escribía Hessel, antes de destacar como uno de los grandes "progresos" de la segunda mitad del siglo XX "la destrucción del imperio soviético" (5).

En una entrevista concedida al medio digital "món obert", en marzo de 2011, Stéphane Hessel expresaba también, nítidamente, su coincidencia esencial con Fukuyama en torno al horizonte que, en su opinión, no podría sobrepasar jamás la humanidad. "¿Tiene el capitalismo los días contados?" - le preguntaban. "Si hablamos del mercado capitalista, este siempre existirá. Pero también podemos hablar de una economía global y solidaria y no basada sólo en el beneficio económico" (6) -afirmó sin ambages, dando pábulo a la utopía reaccionaria que sostiene la posibilidad de construir un capitalismo de rostro humano.

No es extraño, en suma, que quien en su obra “¡Comprometeos!” llegó a legitimar la existencia de organizaciones como la OMC o el Fondo Monetario Internacional (7) fuera mediáticamente proclamado como el supuesto “gurú” del 15M. Un fenómeno que no es novedoso y que pone de manifiesto la urgente necesidad de los movimientos sociales de armarse con un pensamiento autónomo, capaz de guiar de forma efectiva sus aspiraciones y de combatir los diferentes procedimientos con los que el sistema intenta domesticar la justa indignación popular.

Referencias bibliográficas:

(1) Stéphane Hessel. ¡Indignaos! Ediciones Destino, S.A. 2011. Pág. 42.

(2) Ibídem, Pág 41.

(3) Entrevista concedida a “Món Obert” por Stéphane Hessel. 29/3/2011.

(4) Stéphane Hessel. ¡Indignaos! Ediciones Destino, S.A. 2011. Pág. 42 y 43.

(5) Ibídem, Pág 46.

(6) Entrevista concedida a “Món Obert” por Stéphane Hessel. 29/3/2011.

(7) Stéphane Hessel. ¡Comprometeos! Ediciones Destino, S.A. 2011. Pág. 47.

Canarias-semanal.org
Cristóbal García Vera (03-03-2013)

27 feb 2013

Se rompe el saco

Sin duda alguna la cuestión palpitante ahora en nuestro mundo es la crisis. En los hogares y en las empresas se sufren las consecuencias; en los parlamentos, en los medios y en las tertulias se analizan sus efectos y, sobre todo, sus causas. Pero la explicación clara y definitiva nos la ofrece la sabiduría tradicional: LA AVARICIA ROMPE EL SACO. Pese a no ser sinónimos, hoy la palabra “codicia” se asocia inevitablemente con la palabra “crisis”.

La crisis, por supuesto, es la financiera. Hay otras, algunas tan graves como la alimentaria o la climática, pero la financiera las eclipsa. Prueba de ello es la conferencia mundial de la FAO: no consiguió reunir ni siquiera veinte mil millones para aplacar el hambre de los países pobres mientras que para enmendar los disparates y estafas de la gente rica han salido cientos de miles de millones (y todavía siguen saliendo) de los paraísos fiscales, las cajas secretas, las hábiles contabilidades y otros ardides de la ingeniería financiera. Los banqueros aparecen como “los malos de la película”, pero se olvida que no operan en el vacío sino dentro de un sistema y en estrecha interdependencia con él, lo mismo que el corazón en el cuerpo humano. Los banqueros se han excedido, sin poder evitarlo, porque el sistema es codicioso por naturaleza. Esta crisis no es una enfermedad en un cuerpo sano y robusto, sino al revés: toda la estructura de ese cuerpo social está desquiciada. La crisis no es una fiebre juvenil sino una deficiencia senil.

No es que el capitalismo sea malo sino que está agotado y se revela incapaz ante un mundo diferente del que le hizo nacer. En sus comienzos, hace cinco siglos, su codicia radical le impulsó a descubrir océanos, colonizar continentes, alentar un humanismo frente a oscuridades teológicas, sembrar ideas con la imprenta y fomentar el pensamiento y la riqueza: el sistema de vida occidental se hizo con el dominio del mundo. Pero esa misma codicia ha socavado la prosperidad con su exageración permanente, convirtiéndose hoy en la avaricia del anciano que se abraza a su bolsa llena con temor de perderla pero todavía ansioso de aumentar el botín.

La codicia siempre exagerada y el capitalismo insaciable carecen del sentido del límite. En la antigua Grecia respetaban a una diosa, Némesis, guardiana de los límites y perseguidora de sus transgresores. Otras culturas han ensalzado la serenidad y el equilibrio, la vida tranquila o la armonía con la Naturaleza, pero la codicia capitalista no está satisfecha y llama progreso al aumento constante de bienes y productos. La población mundial se ha triplicado a lo largo del siglo XX, sin que los recursos naturales hayan podido crecer lo mismo. Diversos estudios, que coinciden en lo esencial, muestran que desde fines del pasado siglo la regeneración de los productos naturales de la Tierra ya no restituye el consumo. Se piensa más o menos que sólo para dar a toda la población el nivel de vida de España haría falta tres planetas como el nuestro.

La palabra CODICIA tiene una acepción taurina que alude al ímpetu con el que embisten algunos toros y, ese significado es aplicable al capitalismo, que es esencialmente predatorio, sin respeto a la naturaleza ni tampoco a las personas. Desde que en sus orígenes el hombre se erigió en el Rey de la Creación, ha explotado sin reserva los recursos del planeta. Todavía en los primeros tiempos el famoso médico y filósofo, Paracelso insistía en que a la naturaleza se la vence obedeciéndola, pero esa precaución pronto quedó olvidada, en contraste con otras culturas, que consideran sagrados un árbol o una fuente. Ni siquiera se respeta siempre al prójimo, se violan los derechos humanos a pesar de proclamarlos. Con la globalización el dinero, valor supremo del sistema, circula sin barreras, mientras el movimiento de las personas se restringe con métodos tan anacrónicos como erigir vallas y muros.

Ante tanta prosperidad en las grandes urbes de los países desarrollados muchos se resisten a admitir la decadencia de tal poderío. Olvidan con eso la experiencia histórica de todos los grandes imperios. Desde Asiria y Babilonia hasta nuestros días, tuvieron su decadencia y ocaso. Fenómeno descrito magistralmente hace ya seis siglos por Aben Jaldún, un musulmán cordobés autor de una historia de los bereberes. Otro andaluz, el poeta Rodrigo Caro, acuñó ante las ruinas romanas de Italica estos hermosos versos “Las torres que desprecio al aire fueron/a su gran pesadumbre se rindieron.”

El capitalismo se rinde ya a su codicia. Hace cinco siglos Europa era una explosión de afanes en aventuras creadoras. Las gentes se embarcaban en frágiles navíos y cruzaban océanos para llegar a tierras ignotas; los mercados prosperaban en las ciudades, las universidades se multiplicaban y la imprenta sembraba ideas nuevas y audaces. Aquel espíritu de aventura se ha convertido hoy en un afán de seguridad y en un repliegue a refugios protectores sacrificándose las libertades a una supuesta seguridad. Occidente vive ahora en el miedo y hasta los ciudadanos del país más poderoso de la tierra viven en constante temor, soportando controles y restricciones.

También Roma, dominadora del mundo de su tiempo acabó desmoronándose y cayendo en un estado de barbarie y desorden. No estamos muy lejos de una situación semejante, porque la barbarie consiste en la destrucción de los valores básicos de una cultura y eso precisamente está ocurriendo en nuestro tiempo. Asistimos a violaciones de la Justicia y los Derechos Humanos, ataques a la libertad, simulaciones de democracia, deconstrucciones de la familia y hasta las mismas religiones y sus iglesias tienen sus crisis. Pero, imperturbable, la codicia continúa.

¿Caerán en saco roto estas observaciones? Es de temer que sí, como la de tantos otros, pues no soy el único en formularlas. Ya lo dijeron los clásicos: “los dioses ciegan a aquellos a quienes quieren perder”, pero lo vean o no, la codicia está rompiendo el saco.

Miradas.
José Luís Sampedro.

Contra el paro

La lucha contra el paro no es técnica sino política.

Es así porque el paro no constituye un problema para todo el mundo. Lo es para quienes no encuentran trabajo remunerado en los mercados. Pero, curiosamente, lo que supone un grave problema para los grandes empresarios no es el paro sino el pleno empleo.

Es así porque, cuando se alcanza, los trabajadores son fuertes y están en condiciones de negociar con éxito las condiciones laborales, es decir de hacer frente al poder del que depende el bienestar y el beneficio de unos y otros. Aunque cueste creerlo, es por ello que a los capitalistas les interesa que haya niveles de paro elevados, pues así (aunque en conjunto ganen menos) tendrán en su mano el poder que necesitan para controlar a la fuerza de trabajo y su retribución.

Eso es especialmente necesario cuando los empresarios no están dispuestos a competir a través de la calidad o la innovación, como desgraciadamente ocurre con la mayor parte de la clase empresarial española. Entonces tienen que recurrir necesariamente a reducir salarios aunque es evidente que esa estrategia, empobrecedora, deben revestirla de algún modo para que sea fácilmente aceptable por la población trabajadora y por la sociedad en general.

El discurso que les permite eso es muy antiguo y consiste en afirmar que los salarios son uno de los costes principales de las empresas y que si éstos son elevados no podrán crear empleos. Así que si se quiere que los haya, habrá que aceptar que los salarios sean más bajos.

Por añadidura, se afirma que si los salarios son elevados, las empresas no tendrán más remedio que subir los precios, de modo que se producirá un peligroso proceso inflacionario que siempre hay que evitar. Y la conclusión será que deben establecerse normas que garanticen, por un lado, que los empresarios puedan reducir costes laborales constantemente, y, por otro, que todas las políticas del estado (y la fiscal y la monetaria, principalmente) deben dirigirse a combatir la inflación. Lo cual, dicen, se consigue reduciendo gastos, elaborando normas que flexibilicen los mercados y no permitiendo que los tipos de interés sean bajos.
Repetidas hasta la saciedad, estas ideas convencen pero la realidad es que son falsas porque se sostienen en un principio que carece de fundamento.

Parten, efectivamente, de una idea liberal del siglo diecinueve que afirma que el nivel de empleo solo depende de lo que ocurra en el mercado de trabajo. Si hay paro, dirán, es porque hay exceso de oferta de trabajo. Pero si los salarios bajan, entonces los empresarios contratarán a más trabajadores y desaparecerá el paro. Si éste existe será entonces “paro voluntario”, es decir, producido solo porque los trabajadores no quieren aceptar salarios más bajos.

Desde hace muchos años sabemos que esas ideas son falsas (incluso matemáticamente insostenibles) y que en realidad solo producen incrementos del beneficio empresarial. Podría ser que fuesen aceptables para una empresa en particular pero, a nivel de toda la economía, el nivel de empleo depende no solo de lo que ocurra en el mercado laboral sino, sobre todo, en el mercado de bienes y servicios. Por muy bajos que sean los salarios, si las  empresas no tienen clientes (demanda) no contratarán a nadie. Y la mayor parte de la demanda la componen los salarios.

Aplicando estas ideas a la situación española deduciríamos que para combatir el paro son imprescindibles dos cosas. La primera, limitar el poder político de las grandes empresas que imponen su voluntad (su preferencia distributiva) al resto de la sociedad. Es decir, las que, para ganar más, en realidad están empeñadas en crear escasez artificialmente, escasez de actividad productiva que realmente satisfaga necesidades reales y escasez de empleo estable y de calidad. La segunda, garantizar demanda suficiente a las empresas que de verdad pueden crear empleo, que hoy día son las pequeñas y medianas que fundamentalmente viven del ingreso de los trabajadores nacionales.

Por tanto, lo mejor que se puede hacer para crear empleo en España es elevar los salarios, cambiando la pauta de distribución de la renta para hacerla no solo más justa sino más eficiente económicamente.

Ahora bien, esto no se podrá hacer si no se abordan otras dos cuestiones (para lo cual también se necesita anular el poder político de los grandes grupos oligárquicos). La primera, sustituir las actividades productivas que vienen actuando como motores insostenibles de la economía por  otras que utilicen los recursos de otro modo y permitan consumir de forma más satisfactoria, equilibrada y humana. La segunda, controlar el dinero y las fuentes de financiación para ponerlas al servicio de la sociedad.

Juan Torres
18 febrero 2013
Publicado en Madrid 15m. Periódico de asambleas del 15M, nº 11, febrero de 2013
Ganas de escribir 

Los minijobs son (más) miseria

Por si la reforma laboral se había quedado corta, el gobierno ha anunciado una nueva medida que precariza más y más las condiciones de las jóvenes: la creación de ‘minijobs’ para incentivar la contratación a tiempo parcial con vinculación a la formación a los menores de 30 años.


Con esta medida “castigo” del neoliberalismo, la juventud pagará, una vez más, “su parte de la crisis”. Los minijobs, que sólo aumentan la precariedad y maquillan las estadísticas de desempleo, serán aprobados hasta que el desempleo baje al 15%.
 
Pese a la versión del gobierno, la evidencia muestra que los minijobs no generan nuevos puestos de trabajo, no son una herramienta para luchar contra el desempleo sino para precarizar más a los trabajadores. Por ejemplo, en Alemania han destruido empleo regular sustituyendolo por contratos precarios sin derechos.
 
Mientras a los banqueros les premian con grandes incentivos sin condiciones, a las jóvenes nos castigan porque los empresarios son incapaces de crear trabajo de forma legal. Estamos hartas de economía sumergida, de salarios en negro, de no cotizar, de becas que ocultan puestos de trabajo.
 
Sabemos que la solución al desempleo no es el subempleo; las soluciones pasan por permitir a las personas desarrollar sus proyectos de vida. No es vicio por trabajar, ni aspiración por estar produciendo para el 1%. Se trata de disponer de recursos suficientes para vivir con dignidad.
 
La única solución viable pasa por reformular el modelo: necesitamosrepartir el empleo para que se eviten las jornadas inhumanas mientras el desempleo sigue subiendo. Además, deben evitarse las contrataciones ilegales, con más y mejores inspecciones de trabajo y, paralelamente, fomentar el autoempleo bajo fórmulas democráticas para que los propios trabajadores sean quienes tomen las decisiones sobre sus condiciones laborales.
 
 
Para ello tenemos que reivindicar un modelo de redistribución que se desarrolle en dos fases: parar el expolio que significan las privatizaciones, los rescates bancarios y los recortes impuestos por las políticas de austeridad de la Troikaromper la idea de que sólo mediante el empleo podemos acceder a los derechos (sanidad, educación, vivienda, pensiones…). Esto último sólo será posible aumentando los impuestos sobre los beneficios empresariales, grandes fortunas y operaciones especulativas, para poder financiar un modelo de derechos universales desligados del empleo.

25 feb 2013

Todo es falso

estafa
Es falso que la crisis sea sinónimo de depresión económica, y que esta sea un fenómeno meteorológico pasajero. La recesión es solo el síntoma del pasaje a un nuevo escenario, reflejo de un conflicto político entre quienes queremos vivir bien en sociedad y los que insisten en vivir mejor que los demás a costa de ella.

Es falso que alguien “nos vaya a sacar” de esta crisis. Mucho menos quienes la aprovecharon para forzar la creación de una sociedad más injusta.

Es falso que las deudas haya que pagarlas. No si esto implica la tiranía. No si seguimos sin incluir todos los costes en el balance, especialmente el coste ecológico y social.

Es falso que lo que necesitamos para llevar una vida digna, más allá de la mera supervivencia física, pueda ser deficitario. Los que preconizan esta falacia son los mismos que no ven problema alguno al consumo ilimitado -subvencionado si hace falta- de lo que no es necesario. Si no hay recursos disponibles es por voluntad política.

Es falso que el crédito se haya secado, las empresas hayan cerrado y el desempleo haya aumentado por culpa de un elevado gasto público. Por más veces que nos hayan contado esta mentira, no está de más repetir que es exactamente al revés. Es más, el reciclaje selectivo de la inmensa deuda privada en deuda pública no solo no ha devuelto el crédito sino que representa un auténtico saqueo colectivo.
Es falso que haya una crisis española, una crisis griega, otra portuguesa. Claro que existen particularidades territoriales, pero lo que hay es una crisis europea, que forma parte de otra sistémica cuyo alcance real apenas percibimos. Países en una situación coyuntural favorable pueden verse de pronto afectados por la suerte de los vecinos, por la sequía financiera o por la súbita sed de los poderosos. Las economías bailan al compás del movimiento de los capitales. Pero también de las luchas de sus productores.

Es falso que haya que “cumplir los deberes” que nos impone un ente lejano llamado Bruselas. La principal institución que los promueve es el Consejo, formado por gobiernos como el español.

Es falso que la política sea el problema y que la economía o lo público deban estar libres de influencias políticas. Son precisamente los que se presentaron como gestores y como técnicos los que nos han llevado al desastre. Falta politizar más, pero la política no puede ser reserva de una casta.

Es falso que la corrupción sea solo cosa de dos, el que corrompe y el corrompido. Suele haber terceros que creen beneficiarse de este arreglo, y que votan en consecuencia.

Es falso que la reforma laboral sirva para crear empleo. Su principal objetivo siempre fue disciplinarnos y fomentar la servidumbre voluntaria.

Es falso que el empleo nos haga libres y permita proveer por sí solo a nuestras necesidades básicas. Para la mayoría, el salario necesita compensarse siempre por otras vías: o mediante el gasto público (sanidad, educación), o mediante el crédito, o con una combinación de ambos. El neoliberalismo apostó todo al crédito y acabó provocando la mayor crisis financiera en décadas.

Es falso que el mérito asigne a cada uno en la posición en la que está. La producción es una tarea colectiva: que a muchos no les alcance para vivir ya es un robo.

Es falso que el dolor que nos infligen sea necesario, como afirmó sin sonrojo Mario Draghi en el Congreso de los Diputados. Cuando Draghi dice que la solidaridad consiste en “asegurar que la carga no sea soportada desproporcionadamente por determinados sectores o grupos de personas” se refería a los más ricos.

Es falso que el Banco Central Europeo tenga como principal objetivo “la estabilidad de precios”. La manera en que ha intervenido durante la crisis y las declaraciones de sus presidentes muestran cómo ha servido de instrumento para aplicar una política económica antisocial.

Es falso que la alternativa al “ajuste” sea el crecimiento económico, si por tal entendemos la producción exponencial de bienes y servicios socialmente innecesarios, cuyo valor se apropian unos pocos sin consideración alguna de su coste medioambiental.

Es falso que la crisis económica pruebe que la dominación de clase sea más importante que la de género, racial, que la destrucción ecológica, o viceversa. Se puede y se deben afrontar todas.

Es falso que la izquierda partidaria pueda garantizar por sí sola una alternativa real a la cleptocracia. Las movilizaciones suelen producirse contra la derecha y apagarse tras el acceso al gobierno de fuerzas “progresistas”. Pero es entonces cuando en realidad las movilizaciones deberían ser más potentes y a favor de una agenda común.

Todo es falso, salvo alguna cosa.
La realidad que producen las mentiras.
Lo que vivimos. Todo lo bueno que ya hacemos en común. Y lo que todavía podemos lograr juntos.

25/02/2013
Texto de @Quilombosfera

21 feb 2013

Récord de empleo en Alemania... ¿a qué precio?

-Casi 42 millones de habitantes tienen un empleo, un máximo histórico desde la reunificación

-Los salarios reales de los alemanes han descendido un 1,8% en la última década

-Los famosos minijobs emplean a uno de cada cinco trabajadores en Alemania

La buena salud del mercado laboral "enferma" a los alemanes
Una oficina de empleo en Alemania.

Hace un par de días se publicaron los datos de ocupación de la Oficina Federal de Estadística alemana (Destatis). Los mismos indican que en Alemania se registró en el último trimestre de 2012 un máximo histórico de empleo desde la reunificación. Casi 42 millones de habitantes tienen un trabajo. Sin embargo, numerosas voces críticas alertan de que los datos pueden conducir a hacerse una idea equivocada de la situación del mercado laboral alemán.

En primer lugar destaca la bajada de salarios que se ha vivido en el país desde que se comenzó a aplicar la llamada Agenda 2000 a partir de 2003. Los salarios reales de los alemanes descendieron un 1,8% en relación a lo que se ganaba en el año 2000, según un estudio del Instituto de Ciencias Económicas y Sociales (Wirtschafts- und Sozialwissenschaftliche Institut, WSI, en alemán) publicado el 12 de febrero.
El estudio muestra, asimismo, que el beneficio de empresas y fortunas aumentó en ese mismo periodo en torno al 50%. El experto de dicho Instituto Reinhard Bispinck asegura en una nota de prensa que esta evolución es un indicador negativo para Alemania y para Europa, al dañar la estabilidad económica: "Una subida palpable del poder de compra a través del aumento de los salarios es una condición esencial" (para mantener la estabilidad).

Esta es la razón por la cual la reivindicación de un salario mínimo se ha convertido en uno de los temas centrales de la campaña electoral para las próximas elecciones de septiembre del partido de La Izquierda (Die Linke), así como uno de los campos de batalla de los sindicatos. Mientras estos últimos reclaman unos 8 euros la hora, los políticos de la izquierda piden hasta 10. Tal es el debate que ahora, a pocos meses de los comicios, el Gobierno del partido conservador CDU de la canciller Ángela Merkel parece preocuparse de la cuestión y ha declarado querer introducirlo.

Sin embargo, se trataría de varios salarios mínimos diferentes, dependiendo de la región alemana donde se trabaje y del sector económico. Dicha propuesta ha sido criticada por todos los grupos de oposición y por los sindicatos.

Asimismo hay en Alemania 2,6 millones de autónomos, de los cuales más de la mitad son del tipo denominado "empresa de uno solo" (ein-Mann-Unternehmen), y más de una tercera parte tienen bajos ingresos. El número de autónomos aumentó un 40% entre el año 2000 y el 2010, según el Instituto Alemán para la Investigación Económica (Deutsches Institut für Wirtschaftsforschung).
Por citar un ejemplo de la precarización que supone ser autónomo en ciertas circunstancias, hay que mencionar los contratos de los profesores de idiomas de las llamadas "escuelas populares" de Berlín. A pesar de tratarse de escuelas públicas de idiomas y de que los profesores trabajan en ocasiones únicamente para dichas instituciones educativas, no tienen contratos directos con las mismas, sino que son autónomos y cobran por curso impartido.

Ello supone un ahorro para el empleador (en este caso la Administración) en los pagos a la Seguridad Social y al seguro sanitario, que se vuelven más elevados para el propio trabajador. Además colocan al empleado en una situación de mayor desprotección, ya que tiene las conocidas desventajas de los autónomos, como por ejemplo no cobrar por días de vacaciones.

La cifra de empleo global no detalla tampoco el tipo de actividad del que se trata en cada caso. Según la Agencia Nacional de Empleo (Bundesagentur für Arbeit) a finales de junio había hasta 908.000 trabajadores temporales. Son empleos que dependen de la coyuntura económica y, por tanto, no pueden considerarse estables. La mitad de dichos trabajos duran de media unos tres meses. Eso sí, en cuanto al salario, los trabajadores contratados con estas condiciones ganan alrededor de un 50% menos que los empleados fijos aunque hagan las mismas tareas, según un estudio de la Fundación Bertelsmann.
Los famosos minijobs emplean a uno de cada cinco trabajadores en Alemania. En junio de 2012 hasta 7,4 millones de alemanes tenían un minijob. Con estos trabajos el empleador paga una mínima contribución a la Seguridad Social y el empleado no ha de pagar impuestos. Ello no significa que dichos empleados no puedan tener otra actividad económica o recibir una pensión.

De hecho, solamente en la región de Bavaria son casi 140.000 los jubilados que trabajan para completar su pensión "limpiando, ordenando estanterías en los supermercados o repartiendo periódicos", publica el periódico Suddeutsche Zeitung. El aumento del precio de los alquileres y de la vida, que no se ha correspondido con un aumento paralelo de sus jubilaciones, les obliga. Ellos también cuentan como empleados en la flamante estadística del récord de empleo alemán.

Carmela Negrete
21-02-2013

16 feb 2013

Señores, ¿en qué mundo vivimos?

Los sabihondos se reunieron como siempre en Davos, pero ahora nadie les da bola y ni ellos mismos confían en sus recetas, preocupados como están por la crisis de civilización y por esta crisis estructural del capitalismo que es al mismo tiempo una crisis ecológica.

No faltan, sin embargo, algunos, como Cristina Fernández de Kirchner, que muy sueltos de cuerpo proponen volver al capitalismo de antes, productivo, abandonando el especulativo, como si éste no fuese la consecuencia de aquél. O quienes hablan, como esa misma señora y sus agudos asesores, de volver a la fase anterior al neoliberalismo y a la desenfrenada especulación resultante del papel predominante del capital financiero como si neoliberalismo y especulación no fuesen el resultado de la caída de la tasa de ganancia que llevó a cerrar la fase del llamado Estado del Bienestar y a reducir brutalmente los salarios directos e indirectos de los trabajadores en todos los países y los espacios democráticos y las viejas conquistas sociales (como las ocho horas) en todo el mundo.

Otros, en los gobiernos progresistas (Brasil, de nuevo Argentina, Venezuela), piensan que hay que reforzar el capitalismo con los subsidios del Estado a las grandes empresas, para asegurar a la vez los consumos populares y la rentabilidad de aquéllas y así pagan a pocos con el dinero de todos pero no aumentan las inversiones productivas, porque éstas dependen de las expectativas tanto de los consumidores como de los capitalistas sobre la amplitud y sostenibilidad del mercado, expectativas que no existen.. Por eso las empresas se meten en el bolsillo el dinero de los contribuyentes pero no invierten y, como son monopólicas, aumentan los precios de sus mercaderías pero no los salarios reales, reduciendo así aún más el mercado consumidor e impulsando, al mismo tiempo, la inflación, que también los corroe.

China está al borde de una catástrofe ecológica en todo el país porque la opción por el crecimiento económico considerando cero el costo ambiental lleva ahora cientos de millones de personas a no poder salir –literalmente– de sus casas debido a la contaminación. A eso se le agrega la gran ola de movimientos por salarios, condiciones de trabajo o contra el despotismo y la corrupción. China y la India, por otra parte, hasta ahora principales sostenes del capitalismo mundial y en particular de la economía de Estados Unidos, Japón y la Unión Europea mediante la compra de bienes y de empresas, con su presencia en el mercado financiero mundial han acelerado brutalmente la circulación de capitales y el caos especulativo.

Independientemente de que no aparecen en el horizonte los sepultureros de un sistema en crisis estructural, porque los trabajadores, en el sentido más amplio, comparten aún la ideología de sus explotadores y sus valores hedonísticos y egoístas en vez de buscar una alternativa al sistema, el sistema está en una crisis agudísima desde el 2008 y aún no superó lo peor. Al sistema capitalista las inmensas destrucciones de seres humanos y de capitales en las dos guerras mundiales y en la crisis de 1929 le dieron sólo unos 30 años de prosperidad y reconstrucción. ¿Buscará arrasar con los bienes comunes, rapiñar nuevamente el planeta, recolonizándolo, recuperar mediante una nueva gran guerra para Estados Unidos la hegemonía perdida de modo de instalar un mundo futuro para un quinto de la población mundial, eliminando de un modo u otro a los sobrantes (con guerras locales, dictaduras, hambrunas, siembra de enfermedades mortales)? No hay nada que el capitalismo no pueda intentar… si se lo deja y si tiene la fuerza social suficiente.
Por eso hay adoradores académicos o no del sistema, nuevos doctores Pangloss, que dicen que el sistema siempre se recuperó de sus crisis y volverá a hacerlo, porque no se presenta una alternativa. Pero si la historia fuese una simple continuación indefinida de los sistemas, Europa viviría todavía la pax romana, los mayas seguirían dominando media Mesoamérica y en Tenochtitlán-DF se seguirían haciendo sacrificios humanos. El derrumbe del mundo antiguo y del Estado romano, su cultura, y sus relaciones de dominación fue el resultado de una larga crisis que duró más de tres siglos y que amenazó a la civilización, cuyo nivel más alto sólo fue reconquistado mil 200 años después con el Renacimiento. No está escrito en ningún lado que el capitalismo sea como Anteo que al caer al suelo reconquistaba su vigor.

Porque esta crisis estructural está acabando con las bases de una cultura material basada en el despilfarro del agua, de los alimentos, de los recursos naturales de todo tipo y en la producción masiva de desechos que la naturaleza no puede reciclar. Los gobiernos progresistas o no, como el de Bolivia, Brasil, Ecuador, Argentina o el de México, Perú, Chile fingen creer que el crecimiento se puede lograr con el despojo de las tierras arables que se convierten en monocultivos, con la depredación del agua y de la tierra por la gran minería, por el extractivismo neodesarrollista pero ese crecimiento de las ganancias es enemigo del desarrollo y de los bienes comunes.

Por lo tanto, o se acaba con la producción para la ganancia, produciendo de modo diferente, fabricando otros productos, elaborados de otro modo, para otras necesidades o terminan por acabarse los bosques, los mares, el agua, el aire puro, el equilibrio natural del planeta… y la especie humana, reducida a pequeños grupos, vuelve al estado natural o, reducida a cerca de un tercio de sus integrantes actuales, vive en una dictadura tecnocrático-fascista como la que pintara Jack London en El Talón de Hierro. Suena apocalíptico, pero enteras civilizaciones y grandes culturas han vivido antes apocalipsis semejantes.

La alternativa no es ya capitalismo o barbarie. Desde los campos de concentración nazis, los goulags stalinistas, Hiroshima y Nagasaki y los bombardeos a Vietnam vivimos en la barbarie. La alternativa es o acabar con el capitalismo o ver cómo éste acaba con las bases materiales de nuestra civilización.

Guillermo Almeyra
15-02-2013