30 jul 2013

La sagrada corrupción

Hoy resulta prácticamente imposible hablar de ninguna institución estatal ni marco autonómico sin darse de frente con algún importante caso de corrupción.

Eso de que se trata de casos aislados y excepcionales, no cuela. Empezando por la propia Casa Real, pasando por altos y medianos Tribunales, gobiernos centrales y autonómicos, Confederaciones empresariales, grandes sindicatos y constitucionalísimos partidos y terminando por los más pequeños ayuntamientos, la corrupción es algo inseparable a la “marca España” (la “carca España” le llaman otros) que nos pretenden vender.

La corrupción hunde sus raíces en las propias esencias de la sociedad en la que vivimos. Cuando un sistema socio-económico está asentado sobre el ánimo de lucro, el individualismo y la competencia más descarnada y no en la cooperación, la solidaridad y el bien común, no es de extrañar que los codazos y zancadillas, las mentiras y falsedades y la prestancia para meter la mano en cualquier cajón o cepillo formen parte del paisaje diario. Que la puñalada al competidor sea liviana o mortal, el soborno de simple prebenda o compra completa de alma y conciencia y el pago a través de sobre o maletín, depende tan solo de las exigencias del negocio, que no de ley o moral alguna.

En el Estado español, aparte de estas razones de fondo, existen otras ligadas al régimen nacido de la Transición. Durante la Dictadura no era fácil distinguir dónde empezaba lo público y dónde lo privado, dónde la ley y dónde la arbitrariedad, dónde el negocio y dónde el estraperlo. Luego, tras el esperpento constitucional, siguió en pie aquella Monarquía que juró fidelidad a Franco y sus leyes y ahora se autodenomina constitucionalista, la Iglesia que todo lo bendijo y hoy mantiene casi todas sus viejos privilegios y la Banca que apoyó y se lucró con el dictador y luego lo hizo lo propio con el PSOE y el PP.

En el Estado español el fraude fiscal alcanza el 23,3% del PIB, del que el 72% corresponde a grandes empresas. Sin embargo, el 80% del trabajo de la Inspección de Hacienda persigue tan solo a los pequeños defraudadores: trabajadores, autónomos, pequeños empresarios,… Ocho de cada diez de las multinacionales españolas del IBEX-35 tienen al menos una sociedad domiciliada en paraísos fiscales, desde donde se opera libremente sin pagar apenas impuestos ni estar sometido a control financiero alguno.

Todo lo anterior, evidentemente, no podría hacerse sin la existencia de un alto nivel de complicidad activa o pasiva por parte de un importante número de altos cargos políticos y ministeriales, así como de la necesaria colaboración de toda una red de banqueros, notarios, registradores y demás honradísimos profesionales de fe pública. Algo de esto debía tener en mente el ex fiscal anticorrupción del Estado, Luis Pastor, al afirmar que “los paraísos fiscales están en el Paseo de la Castellana”, lugar donde se ubican los grandes bancos españoles y desde donde éstos ofrecen a sus principales clientes cauces y medios para salvar sus dineros de controles e impuestos.

El guante de seda de la Administración en el trato a todas estas prácticas es evidente. Recientemente, la Asociación de Inspectores del Banco de España afirmaba que “se ha actuado de un modo excesivamente suave en relación con las infracciones…” añadiendo que “la forma habitual de reacción –del Banco de España- ante los indicios de delito es mirar hacia otro lado”.

El papel en todo esto de los principales partidos políticos –PP y PSOE-, es también determinante. No sorprende por ello que el Grupo de Estados contra la Corrupción  del Consejo de Europa (CRECO) haya suspendido al Estado español por no haber cumplido ninguna de sus recomendaciones sobre información, transparencia, dependencia bancaria…, en relación a la financiación de los partidos políticos. La responsabilidad de éstos en el tema de la corrupción es tan evidente que desde hace ya años todas las encuestas del INE señalan a la clase política como el tercer motivo de preocupación de la ciudadanía y un 95% de ésta añade que “los partidos tienden a tapar y proteger a aquellos de sus militantes corruptos en vez de denunciarles y expulsarles”.

La actuación del propio poder judicial en la persecución y castigo de estas prácticas queda muy por detrás de lo que se necesita. Que todo un presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, tan recto y piadoso él, fuera descubierto montándoselo en plan kuwaití, en Marbella, con cargo a los presupuestos públicos y ahora se sume a eso que el presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos, ha ocultado su afiliación al PP, es algo que clama a todos los cielos. Que el Gobierno del PP acopte posturas comprensivas con estas prácticas sin que ninguno de los dos super presidentes haya sido enviado a galeras, es tan solo la guinda que le faltaba al pastel de esta gran desvergüenza institucional.

En esa misma medida, que el Tribunal Supremo haya acordado días atrás que no es delito alguno la creación en la antigua Caja de Ahorros de Navarra de un órgano no estatutario, secreto y sin funciones, del cual cobraban suculentas dietas la presidenta del Gobierno de Navarra y demás cuadrilleros de UPN por cada una de las reuniones que ellos mismos amontonaban en una misma mañana y en las que no se trataba tema concreto alguno, tan solo pone de manifiesto el hecho de que tanto la ley argumentada, como el Tribunal argumentador y el propio Estado “de Derecho” que cobija a ambas son herramientas inútiles para perseguir este tipo de prácticas corruptas.

Por todo ello, ante la próxima comparecencia de Rajoy en el Congreso, lo principal no son los sobres, sobresueldos y dobles contabilidades. El problema es el propio modelo del Estado español en el que la corrupción se ha convertido en fuente del Derecho, legislación básica y programa de gobierno.

Mientras todo esto ocurre, en Euskal Herria, por encima de nuestras propias mayorías políticas, sindicales y sociales, Madrid nos está imponiendo, una tras otra, reformas laborales, recorte de las pensiones, LOMCE…. El régimen actual nos arrastra más que nunca a la ruina económica, política, social y, hoy también, moral. Euskal Herria debe cortar amarras con este buque a la deriva y emprender su propio camino hacia la soberanía.

por Sabino Cuadra Lasarte
Lunes, 29 de Julio de 2013

29 jul 2013

¿Es usted de UPyD?

Rosa Díez pide a Monago que no se ponga "chulito" y explique por qué baja el IRPF
Rosa Díez, en el Congreso con el portavoz de CiU, Duran i Lleida.

Aunque estoy convencida de que hay millones de españoles que saben con certeza que no son de UPyD, no me sorprendería que, como ha dicho Rosa Díez, hubiera otros tantos millones que no supieran que lo son o si lo son o no lo son. Lo realmente sorprendente sería que lo supieran, porque, desde luego, entender algo de lo que UPyD propone (o no) entraña grandes dificultades. Imagino que sus electores y militantes deben estar acostumbrados a internarse en tortuosas investigaciones a fin de extraer alguna conclusión sobre la posición política propia que les deje dormir tranquilos. Ser o no ser.

Yo misma, quizá en algún momento en que he sido, inconscientemente, de UPyD, me he dedicado a dilucidar algunas de sus propuestas. Por ejemplo, en uno de sus últimos juegos de prestidigitación, UPyD decidió rechazar el Pacto anti-ley Wert por tratarse de una declaración de intenciones que no podía realizarse en el presente (¿), y porque el acuerdo en el desacuerdo no era un acuerdo que pudiera superar sus desacuerdos con los nacionalistas (periféricos, se entiende, porque ya se sabe que hay un nacionalismo malo y otro bueno, y el periférico es de los malos). Yo deduje entonces que su desacuerdo con los nacionalistas era mucho mayor que su desacuerdo con la contrarreforma educativa del PP, pero nunca he podido confirmarlo. También creí vislumbrar esta cercanía con el PP cuando UPyD afirmó que el copago sanitario no le parecía una mala idea. Lo sé. Que no sea una mala idea, no significa que sea buena. Sin duda, estos enigmas forman parte de ese deporte de riesgo en el que consiste ser de UPyD sin saberlo. Y, acaso, ¿no fueron los magentas los que, junto con CIU y el PP, evitaron que se revisaran los beneficios fiscales de los que disfruta la Iglesia? Nunca me quedó claro porqué. Yo estaba convencida de que, como dice Rosa Díez, las viejas instituciones están en crisis y han de ser superadas, pero la Iglesia no debe ser tan vieja.

Y lo peor de todo es que a esto ya debería estar acostumbrada porque han sido muchas las ocasiones en las que Rosa Díez ha declarado que su partido no era de derechas, ni de izquierdas, e, incluso, ha llegado a añadir que tampoco era socialdemócrata, aunque ella sí que lo era. Por lo visto, la pareja de baile no es lo que importa, sino la música que se baila, que, en este caso, es la de la política y la regeneración democrática (¿). Esto no he llegado a entenderlo en ningún momento, ni siquiera por aproximación.

Lamentablemente, me pasó lo mismo hace unos meses cuando intenté buscar una respuesta clara entre los diputados de UPyD a la cuestión del aborto, la violencia de género, o la “fiesta” de los toros. Bien es verdad que Toni Cantó no ayuda, si de claridad se trata, pero hay que reconocer que introduce elementos de performance que refuerzan y adornan el (no)discurso pretendidamente postmoderno del ignoto universo de UPyD. Ahí está su granito de arena, y no es poco.

Y, bueno, reconozco que me dejó estupefacta otra de las líneas abiertas (abrir se les da bastante mejor que cerrar, eso sí) por el partido “magenta”. UPyD propuso penalizar el negacionismo de los delitos de ETA y de los del franquismo pero se abstuvo en todas las votaciones en las que se planteó la investigación de estos últimos. Y eso que lo tenía bien fácil porque es algo que ha exigido Amnistía Internacional, la Asociación Española para el Derecho Internacional o la Plataforma por la Comisión de la Verdad, integrada por más de cincuenta asociaciones, además de un buen número de partidos políticos en diferentes sedes. Yo, ingenua, siempre pensé que era difícil o, cuando menos, ilegítimo, penalizar la negación de lo que no se conocía, pero seguramente he pecado de exceso de racionalismo. ¿Por qué sería que UPyD se negó a apoyar que nuestro significado 18 de julio figurase como día de condena al franquismo? Soy un mar de dudas.

En fin, ya es sabido que hay discursos construidos para no ser entendidos, discursos fragmentados en los que se renuncia de forma “total” a una visión “total”. El de UPyD debe ser uno de esos. El problema es que así como en arte o, incluso, en filosofía, estos discursos han sido deconstructivos y críticos, en política suelen orientarse a generar adhesiones impulsivas de corte populista. ¿Lo sabrán (consciente o inconscientemente) los de UPyD?

Como bien sabe Rosa Díez, y no cesa de repetir, en un momento como éste, en el que la descomposición del bipartidismo es evidente, ser minoría parlamentaria puede ofrecer una ventaja estratégica indudable, pero quizá olvida que formar parte de una minoría o de una mayoría no dice nada de la legitimidad de una propuesta. La legitimidad no es cosa de números, sino de argumentos, y para ser legítimos, los argumentos, además de ser comprensibles y razonables, tienen que ser buenos. Basar la legitimidad de un programa en el simple hecho de no ser PPSOE es radicalmente absurdo, especialmente, si hablamos de un programa ambiguo orientado a la desesperada captación de votos. Siempre es bienvenido que se nos señalen los errores cometidos por los partidos históricos, pero esto no exime a nadie de la necesidad de demostrar que su programa es mejor.


Lo cierto es que estos partidos “atrapalotodo”, ‘desideologizados’ y pragmáticos han existido siempre, y no tienen nada de novedosos. De hecho, es esta forma de hacer política la que resulta caduca por completo, y es esta misma la que ha contribuido, además, a ese deterioro de las instituciones al que tantas veces alude UPyD. La tesis del “fin de las ideologías”, vulgarizada en su momento por ese gran “humanista” llamado Fukujama, no sólo no fue nunca empíricamente contrastada, un auténtico error histórico, sino que pretendió ser la simple sustitución de una ideología por otra, abiertamente más retrógrada y conservadora. Conviene tenerlo en cuenta.

María Eugenia R. Palop  
28/07/2013

25 jul 2013

La falacia de la investigación rentable

Mucho se ha escrito estos días sobre la situación financiera del CSIC, que su propio Presidente Emilio Lora-Tamayo, llegó a calificar de catástrófica. En efecto, las declaraciones del Presidente CSIC en la reunión anual con los directores de institutos y centros de investigación, la resolución de apropiación de remanentes por la entidad, y la rueda de prensa del pasado 9 de julio, augurando un cataclismo si no se recibían los 75 millones que la entidad necesita, ha desatado un gran conmoción, como comentaba hace unos días en esta entrada.

El revuelo ha generado a su vez un gran debate. Mientras que muchos se posicionan a favor de que el Gobierno rescate al mayor organismo científico español y han contribuido con su firma en una campaña online, otros consideran que el CSIC debe ser capaz de generar sus propios recursos y no necesitar apoyo público. Estos últimos sostienen que solamente se debe llevar a cabo investigaciones que sean económicamente rentables. Es decir, aquellas investigaciones que tengan una aplicación directa y que generen un beneficio económico a las empresas o instituciones que se beneficien de ellas.

En muchos casos, este tipo de afirmaciones se deben al desconocimiento sobre el funcionamiento de la ciencia y de la generación de conocimiento científico, a lo que ha contribuido en gran medida la confusión generada por la equiparación de los términos investigación e innovación, sobre todo en España, con la consabida “i” minúscula del I+D+i. Es lo que se ha dado en llamar la “falacia de la investigación rentable”, como se explica magníficamente en este blog y que puede resumirse en el ejemplo del iceberg: para que una investigación sea finalmente rentable, es necesario haber realizado anteriormente muchas otras que no lo han sido y que probablemente nunca saldrán a la superficie. De hecho, muchas de ellas habrán obtenido resultados negativos.

IcebergQ1

Infinidad de veces, para obtener descubrimientos científicos realmente rentables, es necesario realizar investigaciones previas, de las que muchas veces se desconoce ya no solo su rentabilidad, sino su utilidad. A este respecto, es conveniente recordar las palabras de Santiago Ramón y Cajal: «Cultivemos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento las aplicaciones. Estas llegan siempre, a veces tardan años, a veces siglos». Por tanto, siguiendo el consejo de Ramón y Cajal, el hombre debería hacer ciencia por el mero hecho de generar nuevo conocimiento, sea éste rentable económicamente o no.

En el modelo económico actual, parece evidente que la ciencia tiene que estar al servicio de la economía, porque tiene que servir como “motor de crecimiento” y cimentación de la competitividad, y nos lo repiten hasta la saciedad, incluso aquellos mandatarios, que teniendo responsabilidades políticas, son incapaces de hacer una apuesta firme por la investigación y el desarrollo. Sin embargo, y aunque sea cierto que la I+D puede dar réditos económicos, no debe ser planteada exclusivamente en esos términos. La ciencia es consustancial al desarrollo humano en cuanto a sujeto económico, pero también en cuanto a sujeto social y cultural. La ciencia es la traslación práctica de la curiosidad humana y como tal debe ser apoyada por la sociedad, con independencia de los efectos económicos que eso tenga, porque hacer ciencia, es decir, satisfacer nuestra curiosidad generando conocimiento, nos hace más humanos.



Carl Sagan, en su libro “El mundo y sus demonios” se pregunta por qué debe ser subvencionada la curiosidad, y aporta algunos ejemplos ilustrativos de investigaciones que en un principio no tenían aplicación alguna y que difícilmente podían ser rentabilizadas. Maxwell no pensaba en la radio, el radar y la televisión cuando garabateó por primera vez las ecuaciones fundamentales del electromagnetismo. Newton no soñaba con el vuelo espacial o los satélites de comunicación cuando entendió por primera vez el movimiento de la Luna. Un tal señor Fleming comunicó su descubrimiento sobre la penicilina en 1929, pero hasta la II Guerra Mundial la comunidad científica creyó que la penicilina sólo sería útil para tratar infecciones banales. También hay ejemplos de científicos altruistas aunque sus investigaciones les costarán la vida. Marie Curie y su marido Pierre descubrieron varios elementos radiactivos, pero no quisieron lucrarse con ellos y se negaron a patentarlos, cediendo su conocimiento a la sociedad.

Como vemos, las grandes aplicaciones que cambian nuestra forma de vida surgen casi siempre de investigaciones que inicialmente parecían no tener ninguna aplicación práctica. Pretender que sólo se haga ciencia con rentabilidad económica a corto plazo es como pedir que sólo se contraten científicos capaces de ganar el premio Nobel.

Javier Sánchez Perona (@Er_Pashi)
Científico Titular del CSIC y miembro de Ciencia Con Futuro
Publicado en julio 24, 2013 de cienciaconfuturo

Un nuevo récord en las emisiones de CO2 que ya no podemos ignorar

Por primera vez en al menos 800.000 años, la concentración de este gas de efecto invernadero ha superado la marca de las 400 partes por millón. Cuantos más gases se emitan mayor será el incremento de la temperatura, y mas difícil, si es que posible, detener el calentamiento

En el entorno remoto de las islas Hawái, en medio del océano Pacífico y alejado de toda fuente importante de contaminación, desde hace algo más de medio siglo se viene midiendo en el observatorio de Mauna Loa con precisión la concentración atmosférica de dióxido de carbono. A 3.000 metros de altitud, es la estación más antigua que, interrumpidamente, ha venido midiendo esta variable tan importante de nuestro planeta. El 7 de mayo de 2013 entrará en la historia de la humanidad y del planeta porque, por primera vez en al menos 800.000 años y puede que desde el Plioceno (hace de casi tres millones de años),  la concentración de este gas de efecto invernadero ha superado la marca de las 400 partes por millón (ppm). Hace unos 200 años, cuando se inventó la maquina de vapor, estábamos en 280 ppm.


Muy pocas personas son los que aún viven que, al nacer, hubieran respirado aire por debajo de 300 ppm. Casi todos hemos vivido ya en esa centena. Y, desde luego, nunca nadie ha vivido un cambio de más de 100 ppm a lo largo de su vida. Es más, un cambio de esta magnitud y rapidez es totalmente excepcional en la historia reciente de nuestro planeta. Y, lo que es peor aún, de no detener las emisiones, quienes ahora nacen y empiezan a respirar aire de 400 ppm es probable que, al final de su vida, respiren aire de 600 e incluso muchas más ppm.

El dióxido de carbono es un gas inocuo para nosotros en este nivel de concentraciones; sin embargo, es un gas que tiene efecto invernadero. Es este gas, junto con otros pocos gases y vapores, son los que hacen que Ia Tierra sea un sitio calentito, sin grandes extremos térmicos en la mayor parte de su superficie, lo que ha permitido la vida tal como la conocernos, incluida nuestra propia aparicion como especie Homo sapiens. Liberar dióxido de carbono a la atmósfera hace que el clima se caliente. Y el calentamiento del clima no es un asunto baladí.

Todos, de una manera u otra, dependemos del clima del lugar en el que habitamos. Cambiar el clima es, en última instanciar cambiar el funcionamiento de todos los ecosistemas de los cuales dependemos para nuestro sustento y bienestar; es cambiamos a nosotros mismos.

Puede que muchos piensen que el cambio climático será algo del futuro, pero no es verdad. Está con nosotros desde hace tiempo. Muchos han o hemos sufrido sus efectos, y muchos más los seguiremos sufriendo, tanto más cuanto mayores sean las emisiones. Puede también que muchos piensen que tenemos tiempo para reaccionar, pero están confundidos. Cuantos más gases se emitan mayor será el incremento de la temperatura, y mas dificil, si es que posible, detener el calentamiento. Si queremos que el clima no se caliente más alla de 1,5ºC, como piden muchos países en desarrollo en el marco de las Naciones Unidas, hay que empezar desde hoy mismo a reducir las emisiones.

De no hacerlo y continuar como hasta ahora, en 2030 esta meta será ya inalcanzable. Para hacerla posible, habría que disminuir drásticamente las emisiones a tasas que ponen nuestra propia capacidad, y no digamos nuestra voluntad, en un durisimo aprieto. No hay acuerdos en el horizonte para conseguir tal meta. Pero, lo que es peor, no se necesitará mucho más que otra década para hacer imposible la meta de evitar que el planeta se caliente por encima de 2°C, objetivo que han acordado otros muchos países por entender que superar esa cifra supondría una interferencia peligrosa sobre el clima. Inalcanzable significa que no podremos evitarlo y que la alteración que se produzca continuará durante siglos. El tiempo apremia como quizás pocos llegan a concebir.

El 7 de mayo de 2013 habrá sido un mal día para toda la humanidad, pues evidencia que los deseos de los gobiernos del mundo no se corresponden con la tozuda realidad de que las emisiones no disminuirán si no se adoptan las decisiones oportunas. Esta frontera no debió cruzarse nunca. Como en tantas otras cosas, la ciencia, aun con sus limitaciones, hace ya mucho tiempo que dio la voz de alarma. El mensaje era correcto v, con el tiempo, no ha hecho sino incrementarse. Pero los humanos reaccionamos mal ante lo imprevisto y preferimos aceptar la duda que, en no pocas veces, algún mercader siembra, antes que hacer lo necesario para evitar el mal que, sin lugar a dudas, todos querríamos evitar; eso sí, a poder ser, sin coste.

Pero eso no es posible. Detener el calentamiento tiene un coste, pero este es mínimo y más pequeño, mucho más pequeño, que los daños que se derivaran de no hacerlo. Es en días como este, que serán recordados durante siglos, cuando debemos exigirnos a nosotros mismos un poco de reflexión, un alto en el camino, para recapacitar sobre lo que es verdaderamente importante y decidir que “si queremos, podemos”. Tú decides.

— José Manuel Moreno Rodríguez, Catedrático de Ecología en la Universidad de Castilla La Mancha y autor revisor en el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) de la ONU.
12/05/2013

18 jul 2013

No es el Partido Popular, es el sistema

Todas las condiciones parecen estar dadas para una revolución social... menos una

Cada día que transcurre la situación política de Mariano Rajoy se torna más comprometida. La imagen que ofrece el presidente del Gobierno español es la de un personaje que, atrapado en un barrizal de arenas movedizas, se hunde más en la medida en que se mueve para liberarse.

El periódico "El Mundo", que dirige un hombre próximo a la extrema derecha del PP, se ha convertido en el peor enemigo del presidente del gabinete ultraconservador. Las revelaciones que han aparecido en las primeras planas de este rotativo no son solamente la expresión de los buenos contactos que mantiene su director, Pedro J. Ramírez, con áreas privilegiadas del Poder. Ponen de relieve que no nos encontramos ante los resultados de una inocente investigación periodística sino también ante una operación política de gran envergadura. Los perseverantes ataques a la cabeza del Ejecutivo parecen situarse en la línea de intentar promover desde un sector de la derecha una alternativa de recambio a un sistema monárquico que se está cayendo a trozos, cuarteado por las contradicciones inherentes a su propio origen.

Las últimas revelaciones del periódico "El Mundo", publicadas hoy [por ayer] lunes 15 de Julio ponen de manifiesto que la radiografía del Poder se parece más a un fotograma de la película "El Padrino" que a una Administración del Estado. No se trata, por otra parte, de un fenómeno nuevo, propio de tiempos de crisis. En las tres últimas décadas han tenido lugar, periódicamente, situaciones tan o más bochornosas que éstas, tanto con los gobiernos del PP como con los del PSOE. Sin embargo, su difusión social estaba restringida por los límites de la autocensura y la inexistencia de medios masivos como Internet, pero también porque el grado de descomposición y las contradicciones del sistema no alcanzaban los niveles actuales. Es igualmente cierto que la crisis económica ha multiplicado por mil la sensibilidad social y aumentado hasta el infinito la irritación de las masas. Pero haríamos mal en olvidar que lo que hoy sucede es sólo la última secuencia de un proceso iniciado hace más de tres decenios, nacido con el "consenso" que hizo posible la operación que recambió la dictadura franquista por la Monarquía borbónica.

"Si hablas, tu mujer irá a la cárcel. Si callas, Alberto Ruiz Gallardón será destituido en el último Consejo de ministros antes de las vacaciones y tu tema será archivado en septiembre por nulidad", le prometían hace unos días a Luis Bárcenas, el hombre que durante más de 20 años fuera "capo di tutti capi" de la cúpula del PP. El que hizo esta oferta de omertá - según informa la edición de este lunes 15 de julio del periódico "El Mundo" - fue Javier Iglesias Redondo, abogado de Álvaro Puerta -el correveidile que en una caja de puros disimulaba los sobresueldos que distribuía entre los dirigentes del Partido Popular-. El ultimátum se lo espetaron a Luis Bárcenas en la cárcel de Soto del Real hace justamente una semana. No se trataba de una oferta gratuita. Iglesias Redondo iba, según dijo, en representación de la dirección del PP. Pero no fue él el único al que la cúpula de la organización ultraconservadora encargó la misión de transmitir este mensaje a Bárcenas. Una propuesta similar le planteó Miguel Durán, el inocente y mediático "cieguito" de la ONCE, hoy abogado defensor de alguno de los inculpados en la trama Gurtel. Así es como andan las cosas.

Desde la perspectiva del análisis político y social sobre lo que está sucediendo, lo que resulta más dramático es que aquella "izquierda" que reclama durante los periodos electorales una difusa y confusa "rebelión", parece incapaz de desprenderse definitivamente de los vicios de origen contraídos con su complicidad en la construcción del sistema político vigente. Está inerme y sus ilusiones están cifradas en los votos que va a recibir de su maltrecho hermano mayor el PSOE. Pero, ¿para qué sirven los votos si no están respaldados por la voluntad y la conciencia política de revolucionar la sociedad?


La "otra izquierda", la situada en los extrarradios de las instituciones, ni acaba de articularse ni tampoco ha tenido tiempo de clarificar cuál debe ser su lugar en el ámbito de acción política. Y todo ello se produce justo en el "minuto histórico" en el que todas las condiciones parecen estar dadas para una revolución social. Menos una, la existencia de una organización política con arraigo popular que arramble con el edificio de una superestructura cuarteada por sus propias inmundicias.

x Editorial de Canarias-semanal.org
17/7/2013

¿A qué temperatura arde Rajoy?

Rajoy afirma que la mayoría de pensionistas ganará poder adquisitivo este año

Si el otro día hablábamos de la resistencia del PP a la radioactividad (1), hoy vamos con la calidad ignífuga del presidente. Todos dicen que se está achicharrando estos días con las revelaciones de Bárcenas, y a la vez se preguntan cuánto tiempo más podrá seguir ardiendo, y se admiran de que a estas alturas no sea ya un montoncito de ceniza, tras varios meses en el crematorio Bárcenas.

El secreto de la resistencia a Rajoy al fuego es que ya ha desarrollado callo, se le ha curtido la piel. Es el resultado de una década sometido a altas temperaturas, pues si repasamos la biografía política de Rajoy veremos que lleva diez años sin apenas salir de la hoguera. Unas veces con brasas, otras con llamaradas, pero no ha dejado de estar expuesto al fuego en todo ese tiempo.

Desde que asumió la gestión del desastre del Prestige a finales del 2002 y acabó de chapapote-plastilina hasta las cejas, Rajoy ha ido encadenando un marrón tras otro, como si tuviese un imán para la desgracia.

Fue elegido candidato, sí, pero tuvo que aguantar el peso del dedazo durante mucho tiempo, y el aliento constante de quien pronto pareció arrepentirse de haberlo designado. Después se comió una derrota electoral aliñada con la escandalosa manipulación de los atentados del 11-M, y a partir de ahí tuvo que atravesar el desierto de la oposición con los suyos tirándole piedras, incluida esa misma prensa que hoy dispara a matar.

Cuando parecía que empezaba a levantar cabeza y consolidaba su liderazgo, se destapó la Gürtel, otra hoguera que lo fue horneando durante meses al ritmo de las revelaciones judiciales, policiales y periodísticas. La panda de Don Vito y el Bigotes, el amiguito del alma con sus trajes pagados, los imputados que se resistían a largarse, el tesorero del que nadie podría probar que no era inocente. Tuvo que poner tantas veces la mano en el fuego que no extraña que hoy la siga poniendo sin pensar, pues ya ni tiene sensibilidad de las veces que se la ha quemado.

Así llegó Rajoy, con quemaduras por todo el cuerpo, a las elecciones de 2011. Ni la victoria pudo celebrar, pues su triunfo fue más bien por incomparecencia del adversario, y encima recibía un país en sus momentos más bajos. A partir de ahí, una sucesión de incendios que no le han bajado la temperatura ni un solo día: incumplimiento de programa, sapos tragados en crudo, rechazo ciudadano, rescate bancario, gobierno teledirigido por la Troika. Y por fin el caso Bárcenas, que no ha dejado de subir grados desde principios de año.

Así contados, los últimos diez años de Rajoy dan hasta pena. Un desgraciado, un gafe, un pupas. Desde su punto de vista tal vez lo vea como una forma de ganarse el cielo, un camino de santidad. Pero hay que reconocerle que de todos esos tropiezos se ha levantado, y el de ayer no era el primer día en que hacíamos porras excitadísimos sobre cuántos días le quedan en el cargo. Ya hubo otros momentos en que nadie daba un duro por él, y ahí sigue, abrasado pero en pie. Su lema, que lleva tatuado en el pecho, ya lo conocemos, se lo envió por SMS a la mujer de Bárcenas: “al final la vida es resistir”.

¿Significa que el presidente es ya ignífugo, que es un puro callo y aguanta lo que le echen, incluidas llamaradas como las que ayer le disparó Bárcenas con el lanzallamas? ¿Seguirá ardiendo impasible, aunque el pestazo a carne quemada recorra el planeta, asombrando a los medios extranjeros? No. Más bien significa que hace falta algo más, que solo con leña de sumarios judiciales, portadas periodísticas y acciones parlamentarias no caerá este árbol, por mucho que esté podrido por dentro y carbonizado por fuera.

Hace falta algo más, no esperar a que actúe la ley de la gravedad. Tendremos que empujar, salir a la calle, dejarle claro que estamos hartos, que no aguantamos ni un minuto más un presidente calcinado, un gobierno en llamas, un partido en descomposición y una democracia fallida. Si no empujamos, ya les digo yo que Rajoy no cae.

(1) http://www.eldiario.es/zonacritica/Barcenas_boton_nuclear_PP_6_149145096.html

Isaac Rosa
15/07/2013

16 jul 2013

En Europa y EEUU, hay miedo a cómo puede terminar el asunto Bárcenas

Página web de BBC News en la tarde del lunes.
Página web de BBC News en la tarde del lunes.

No se sabe a qué inversores internacionales habrá consultado Luis de Guindos para afirmar que no detecta inquietud alguna en esos medios tras las últimas revelaciones del asunto Bárcenas. Pero los periódicos que suelen formar la opinión en esos ambientes tienen una impresión muy distinta de la del ministro: están convencidos de que el escándalo ya ha limitado, y limitará aún más, la capacidad de maniobra del Gobierno para actuar contra la crisis económica y están convencidos de que eso terminará, más bien pronto que tarde, por reflejarse en los mercados: tanto el Financial Times como el Wall Street Journal, los dos diarios que más se leen en el mundo de los negocios, vaticinan que la prima de riesgo española está llamada a subir.

Esto ha escrito el Financial Times –que ha seguido puntualmente y de forma extensa todas las novedades que han surgido en las últimas semanas en torno al caso Bárcenas– en su edición del lunes, en la que se daba por hecho que el extesorero del PP iba a confirmar al juez Ruz sus recientes declaraciones a El Mundo: "Eso debilitará aún más la posición del Gobierno, cuando sus principales ministros se esfuerzan desesperadamente por convencer a los votantes y a los inversores extranjeros de que la largamente golpeada economía española está empezando a salir del agujero".

Las informaciones en torno a Bárcenas han tenido un importante reflejo en los diarios de referencia de toda Europa. El tono ha sido generalmente comedido. Particularmente en los diarios alemanes, que, sea cual sea su color, no parecen desear que el escenario político europeo estalle a sólo dos meses de las elecciones germanas. Y deben tener claro que una crisis de ese tipo en España tendría efectos mucho mayores y trascendentes que la recientemente ocurrida en Portugal que, no obstante, ha inquietado bastante y agudizado las dudas sobre la capacidad de la política oficial europea para salir de la recesión.

Le Monde, un diario generalmente moderado en sus valoraciones, ha sido menos pacato y ha llegado al punto de utilizar el grito que se ha oído en una de las últimas manifestaciones sobre las preferentes –"Esto es la cueva de Alí Babá"– como titular de un largo artículo sobre el caso Bárcenas, uno de los varios que el diario francés ha dedicado al asunto en las últimas dos semanas.

Ningún analista ha hecho pronósticos tremendistas sobre lo que puede ocurrir en el escenario político español a corto plazo. Para todos ellos está claro, y se ha subrayado con profusión, que la sólida mayoría parlamentaria del PP impide que presiones políticas externas fuercen una crisis de gobierno, y aún menos la dimisión de Rajoy. Pero la percepción es que el problema va bastante más allá de eso. El más claro, y más duro, al respecto ha sido el New York Times que en su primera página del 12 de julio titulaba: "La verdadera crisis española es el vacío de liderazgo".

El artículo añadía: "El resultado (del asunto Bárcenas) es menos una crisis para Rajoy –aunque esté resultando muy dañado en los sondeos– que para España, para su moral nacional y para la credibilidad de sus instituciones". El Financial Times ha hablado de "ruptura política" y analistas de ese diario, así como del New York Times y del Wall Street Journal, entre otros, creen que en el terreno económico la consecuencia directa del escándalo es que éste será la prioridad del Gobierno, dejando en muy segundo lugar su acción contra la crisis. Casi todos ellos opinan que eso está ocurriendo ya –el hecho de que De Guindos tenga que hacer las declaraciones citadas más arriba así lo confirma, porque ese no es, ni mucho menos, su papel–, pero todos temen que va a seguir ocurriendo en el futuro, porque tienen bastante claro que el escándalo seguirá estando aún durante muchos meses en las primeras páginas.

Finalmente, y para contextualizar lo anterior, la impresión de los expertos más creíbles es que la crisis no cede: los pronósticos de la mayoría de ellos se acercan más al pesimismo expresado por el FMI –que la semana pasada ha dicho que el crecimiento económico europeo volverá estar cerca del cero en 2014– que a las buenas intenciones de otras fuentes. Y, al tiempo, sigue viendo negros nubarrones ciñéndose sobre el horizonte financiero europeo. No sólo porque la posibilidad de la unión bancaria en la eurozona aparece cada vez más lejana, sino porque la situación de los bancos europeos –incluidos los españoles– preocupa cada día más: entre otras cosas porque la recesión misma ahonda más los agujeros que tienen en sus cuentas. "Que Mario Draghi ha anunciado que los tipos de interés seguirán muy bajos todo el tiempo que haga falta quiere decir que el presidente del BCE es más pesimista que yo sobre la marcha de la economía europea. Y yo creía que eso no era posible", ha escrito Wolfgang Munchau en el Financial Times.

Carlos Elordi
15/07/2013 

9 jul 2013

Esta exclusiva de todos es

Esta democracia es tan limitada que hasta la filtración de la contabilidad “A” del partido en el gobierno debería ser noticia. Tener acceso a estos datos de entidades que, además de hacer las leyes y ejecutarlas, reciben enormes cantidades de dinero público debería ser lo normal. Pero ya sabemos que lamentablemente no es así.

Entre otras muchas cosas, si las donaciones que aparecen en los datos liberados por Anonymous sobre la contabilidad del PP se contrastan con adjudicaciones y cambios legislativos, se podría hablar de una corrupción estructural que explicaría por qué los gobiernos que hemos tenido hasta ahora han estado tan descaradamente al servicio de las élites.

En los documentos también aparecen las abultadas deudas con los bancos, entregas de dinero a medios de comunicación y un montón de maneras más de entender por qué la transparencia no la quieren ver ni en pintura.

Además hay que tener en cuenta que, en el caso que nos ocupa, el PP había negado conservar los datos anteriores a 1995 tras el requerimiento del juez Pablo Ruz dentro de la investigación sobre los papeles de Bárcenas y en la realización de su tan cacareada auditoría interna.

Los datos entre 1990 y 1995 han pasado de no existir, según la versión del partido en el gobierno, a estar ahora mismo en el disco duro de un montón de gente. Sólo por esto parece evidente que estamos ante una noticia de calado.

Son las 23:00h y darse un paseo por las webs de los periódicos que hasta ahora se reparten las exclusivas sobre el caso Bárcenas es bastante sorprendente.

El País y el Mundo no dicen absolutamente nada al respecto.

Unas horas antes, los telediarios de La Sexta, Antena 3 y TVE tampoco hacen ninguna mención.

Es gracioso que sí aparezcan las declaraciones de Cospedal asegurando esta mañana que la contabilidad de PP “la conoce toda España”. En el momento de decirlo era mentira, como siempre, pero después de la filtración tiene algo más de verdad. Ya sólo nos falta la “B”.

En alguno de estos telediarios y en las portadas digitales de ambos periódicos sí se ve a Snowden, quizás porque las filtraciones de ultramar preocupan menos. Es evidente que es un tema importante, no digo lo contrario, pero sin grandes novedades hoy.

Quizás conviene recordar también las nimiedades que se han publicado respecto al ex-tesorero del PP para ponerle contexto al silencio de hoy y para esto no hay mejor ejemplo que aquellos presos que a la salida de Soto del Real decían que era un tío de puta madre, un delincuente de lo más campechano.


El vídeo de La Sexta del que está tomado el pantallazo fue publicado por El País y El Mundo. Aquello si que era un notición y no que el gobierno diga que no existen unas cuentas y de repente te las puedas bajar desde Pirate Bay.

Es un silencio muy difícil de entender si tenemos en cuenta el tiempo y el espacio que le dedican algunos de estos medios a los escándalos de financiación del PP.

¿Tendrá que ver con su calculada gestión de las exclusivas y la pérdida del monopolio de la filtración?

Acostumbrados a publicar pensando en las ventas y en intereses que se nos escapan, dejando en segundo plano el derecho a la información, de repente se encuentran con que toda esta jugosa información está a disposición de todo el mundo.

Y que, además, la gente está sorprendentemente dispuesta a tragarse ese enorme volumen de datos para hacer de manera colaborativa la auditoría que ninguna auditora quiso hacer.

Sin intereses de por medio, por principios y con la única intención de vislumbrar cómo funciona esta basura de sistema.

Vamos, que están dispuestos a hacer gratis y sin cortapisas lo que debería ser el trabajo propio de los medios de comunicación, ese al que parecen haber renunciado. 

Por J. Garín
09-Jul-2013

22 jun 2013

¡Brasil, despierta, un profesor vale más que Neymar!

La primera víctima ha sido un joven que murió atropellado la noche del jueves en Ribeirao Preto. En esa población tuvo lugar una de las manifestaciones en demanda de mejores servicios públicos que han movilizado a más de un millón de brasileños en al menos 80 ciudades del país. La segunda, una mujer barrendera que inhaló gas lacrimógeno lanzado por la Policía en la ciudad de Belén. Ha muerto de un paro cardíaco. Era Cleonice Vieira de Moraes, de 54 años, empleada de la compañía de limpieza pública de Belén.

Los choques en la noche del jueves dejaron al menos 62 heridos en Río de Janeiro y 50 en Brasilia, pese al carácter pacífico de la mayoría de las manifestaciones. Las protestas comenzaron la semana pasada en Sao Paulo, contra la subida de precio del transporte público. Luego se añadieron otras reivindicaciones: mayores inversiones en salud y educación pública, y críticas a los elevados gastos del Gobierno para organizar eventos como el Mundial de fútbol de 2014.
Algunos aficionados a las puertas del templo futbolístico de Brasil, han subrayado que Maracaná es la estampa perfecta de lo que condena el pueblo [1]. “El coste de la renovación se disparó respecto al presupuesto inicial y al final ha supuesto más de 300 millones de euros”.

“No estamos contra el fútbol, sino contra la corrupción”, se leía el pasado miércoles, 19 de junio, en varias pancartas desplegadas en el estadio de Fortaleza, en el encuentro entre Brasil y México. Unas 15.000 personas habían intentado bloquear los accesos.
Los futbolistas, esta vez sí, han sentido la necesidad de intervenir. La inmensa mayoría se ha posicionado a favor de los manifestantes.

Horas antes del partido Brasil-México, corrió por la rede la idea de que los aficionados brasileños dieran la espalda al himno al inicio de los protocolos del encuentro.
Juninho Pernambucano, ex internacional con la Canarinha, apoyó la idea desde Estados Unidos.
Alves, el defensa del Barça, se solidarizó por Instagram. “Por un Brasil sin violencia, mejor, en paz, educado, con salud, honesto y feliz”.

Hulk, interior derecha titular, escribió en la red: “La gente de Brasil necesita mejoras”.
El defensa David Luiz también dijo la suya: “Me parece bien que la gente proteste por sus derechos”.
Neymar, el nuevo jugador del Barça, el icono actual del fútbol brasileño, reconoció estar “triste” por lo que sucede estos días en su país. “Siempre tuve fe en que no sería necesario que llegáramos al punto de tirarnos a la calle para exigir mejores condiciones de transporte, sanidad, educación y seguridad, sobre todo porque es una obligación del Gobierno. Mis padres trabajaron mucho para poder ofrecerme a mí y a mi hermano un mínimo de calidad de vida… Hoy, gracias al éxito que ustedes [aficionados] me proporcionan, podría parecer demagógico por mi parte .pero no lo es- levantar la bandera de las manifestaciones que recorren todo Brasil; pero soy brasileño y amo a mí país (…) Quiero un Brasil más justo, más seguro, más saludable y más honesto. En el partido contra México entro en el campo inspirado por esas movilizaciones, estamos juntos”. Durante el choque con México, Neymar gesticuló una y otra vez hacia la grada.
Uno de los gritos en los aledaños del partido fue: “Brasil, despierta, un profesor vale más que Neymar”.

No faltaron varios ex jugadores. Al frente, no podía faltar Pelé.
Pero el gran Pelé metió la pata (siempre ha estado más o menos cercano al poder). Colgó un vídeo en la Red: “Pido a los brasileños que no confundan las cosas. Estamos preparando la Copa del Mundo, vamos a apoyar a la selección, vamos a olvidar la confusión que reina y vamos a olvidar las protestas”.

Romario, el inolvidable Romario, el actual diputado federal por Río, le pidió callar –“Pelé en silencio es un poeta”- y criticó con dureza la “escandalosa” inversión estatal para el Mundial (sin contar la que tendrá que abordar Brasil para Río 2016).
En las redes las cargas contra Pelé acumularon detractores. El embajador del Mundial 2014 intentó rectificar: “Siempre he luchado contra la corrupción, tras mi gol mil hablé sobre la importancia de la educación, no me entiendan mal, solo pido no descargar nuestras frustraciones en la selección”.

Para Rivaldo, uno de los grandes jugadores de todos los tiempos [2], “es una vergüenza que el Mundial se vaya a celebrar en Brasil con las desigualdades existentes, con gente pasando hambre”. Y añadió: “Yo fui pobre y sentí el no tener un buen servicio sanitario. Mi padre fue atropellado y murió por no haber sido atendido en un hospital público de Recife.”
¿Y la Rja? ¿Dónde está la Roja? ¿Villa no dice nada? ¿Y Xavi? ¿Iniesta tampoco? ¿Piqué no sabe de qué va la cosa? ¿Sergio Ramos también está callado? ¿Iker? ¿Y Del Bosque, una persona razonable y sensata, no tiene nada que decir? ¿No van con ellos, no va con todos?
PS: Boaventura de Sousa Santos da alguna claves de la situación en un reciente artículo: “El precio del progreso” [3]:
Este Brasil está hecho de tres narrativas y temporalidades, señala. La primera es la narrativa de la exclusión social (Brasil uno de los países más desiguales del mundo), “de las oligarquías latifundistas, del caciquismo violento, de las élites políticas restrictas y racistas, una narrativa que se remonta a la colonia y se ha reproducido sobre formas siempre mutantes hasta hoy”. La segunda narrativa es la de la reivindicación de la democracia participativa: “se remonta a los últimos 25 años y tuvo sus puntos más altos en el proceso constituyente que condujo a la Constitución de 1988, en los presupuestos participativos sobre políticas urbanas en centenares de municipios, en el impeachment del presidente Collor de Mello en 1992, en la creación de consejos de ciudadanos en las principales áreas de políticas públicas, especialmente en salud y educación, a diferentes niveles de la acción estatal (municipal, regional y federal)”. La tercera tiene apenas diez años de edad: “versa sobre las vastas políticas de inclusión social adoptadas por el presidente Lula da Silva a partir de 2003, que condujeron a una significativa reducción de la pobreza, a la creación de una clase media con elevada vocación consumista, al reconocimiento de la discriminación racial contra la población afrodescendiente e indígena y a las políticas de acción afirmativa, y a la ampliación del reconocimiento de territorios y quilombolas [descendientes de esclavos] e indígenas”.

Lo que ha sucedido desde que la presidenta Dilma asumió el cargo ha sido “la desaceleración o incluso el estancamiento de las dos últimas narrativas”. Y como en política, sostine BdSS, no existe el vacío, “ese terreno baldío que dejaron fue aprovechado por la primera y más antigua narrativa, fortalecida bajo los nuevos ropajes del desarrollo capitalista y las nuevas (y viejas) formas de corrupción”.

Las formas de democracia participativa han sido “neutralizadas en el dominio de las grandes infraestructuras y megaproyectos, y dejaron de motivar a las generaciones más jóvenes, huérfanas de vida familiar y comunitaria integradora, deslumbradas por el nuevo consumismo u obcecadas por el deseo de éste”. Las políticas de inclusión social se han agotado “y dejaron de responder a las expectativas de quien se sentía merecedor de más y mejor”. Además, la calidad de vida urbana empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional “que absorbieron las inversiones que debían mejorar los transportes, la educación y los servicios públicos en general”.
El racismo mostró su persistencia en el tejido social, en las fuerzas policiales. “Aumentó el asesinato de líderes indígenas y campesinos, demonizados por el poder político como “obstáculos al crecimiento” simplemente por luchar por sus tierras y formas de vida, contra el agronegocio y los megaproyectos mineros e hidroeléctricos (como la presa de Belo Monte, destinada a abastecer de energía barata a la industria extractiva)”.

La presidenta Dilma fue el termómetro de este cambio insidioso, sostiene el autor portugués. “Asumió una actitud de indisimulable hostilidad hacia los movimientos sociales y los pueblos indígenas, un cambio drástico respecto a su antecesor. Luchó contra la corrupción, pero dejó para los aliados políticos más conservadores las agendas que consideró menos importantes. Así, la Comisión de Derechos Humanos, históricamente comprometida con los derechos de las minorías, fue entregada a un pastor evangélico homófobo, que promovió una propuesta legislativa conocida como cura gay”.

Es necesario que “las dos narrativas (democracia participativa e inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que ya habían tenido”. Si fuese así, apunta finalmente BdSS, “Brasil mostrará al mundo que sólo merece la pena pagar el precio del progreso profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que consideran que el progreso sin dignidad es retroceso”. Ni más ni menos.

Lo dicho: un profesor vale más que Neymar.

Notas:
[2] Un jugador como pocos, capaz de ponerse tras de sí todo un equipo con una elegancia excepcional. Lo hizo varias veces en su etapa barcelonesa.

Salvador López Arnal
Rebelión
22-06-2013

17 jun 2013

Feliz país hipotecado

Celebración
Rajoy en el partido inaugural de la Eurocopa, un día después de pedir el rescate bancario. EFE

Que al cumplirse el primer aniversario del rescate bancario, el FROB lance una campaña de cuñas radiofónicas y páginas de periódico anunciando que ha llegado “el momento de que entre todos volvamos a hacer realidad nuestros proyectos”, parece una forma fina de pitorreo. Como además el FROB es la institución receptora del dinero del rescate, solo faltaría que la campaña se hubiese pagado con ese mismo dinero, para reírnos más.

La campaña juega con la metáfora del grifo que al abrirse hace fluir el crédito, lo que al pitorreo suma algo de sadismo: enseñar el agua a quienes se mueren de sed por la sequía de crédito, que el rescate no ha aliviado un año después.

El único crédito que ha fluido, y no con goteo de grifo sino más bien con descarga de embalse con las compuertas abiertas, es el que se han llevado los bancos. Así lo llamó Luis de Guindos en aquel sábado para la infamia: no era un rescate, sino un crédito, “ un préstamo en condiciones muy favorables”. Y al día siguiente, un ratito antes de irse al fútbol, un risueño Rajoy dijo que solo era “una línea de crédito”.

Para ser más exactos, yo no lo llamaría crédito ni préstamo: mejor digamos hipoteca. Lo que España hizo el 9 de junio del año pasado fue pedir una hipoteca, pero una hipoteca a la española, como las que los bancos concedían a las familias españolas: con cláusulas abusivas, con letra pequeña, que nos encadena por muchos años, y que nos costará un desahucio total como país en caso de no atender nuestras obligaciones.

La hipoteca no la necesitábamos nosotros, sino nuestro pariente rico: la banca, que necesita mucho más que un grifo, porque su sed es inagotable: desde el comienzo de la crisis, sumando el rescate europeo, los recursos destinados a reestructurar el sector, las inyecciones de capital a los nacionalizados, y el desembolso en el “banco malo”, resulta que la banca se ha bebido ya 120.000 millones de euros, un 12% del PIB español; a los que sumar los más de 300.000 millones que la banca española ha tomado del BCE a interés reducido (copio los datos de un libro muy recomendable para entender dónde estamos: Lo llamaban democracia, del Colectivo Novecento).

Pero todavía no es suficiente, porque los bancos no han terminado de limpiar sus bodegas, y porque la recesión sigue pudriendo sus activos, de modo que en cualquier momento habrá que ampliar la “línea de crédito”, tomar más dinero del rescate. Es decir, ampliar la hipoteca. Y si así tampoco es suficiente, acabaremos vendiendo los muebles y el ajuar de la abuela.

Un año después del rescate que no era rescate, nada ha mejorado: el grifo sigue cerrado, las dudas sobre la banca se mantienen, tenemos más deuda, más recesión y más paro, la prima solo se ha relajado un poco, el banco malo se va ganando el nombre de banco peor, los hombres de negro que nunca iban a venir nos visitan cada tres meses, y las condiciones del rescate que no era rescate y que no iba a tener condiciones nos han traído más recortes sociales y una próxima rebaja de pensiones.

Feliz aniversario, feliz hipoteca.

Isaac Rosa
10/06/2013

10 jun 2013

El trabajo asalariado

Vivimos tiempos de paradojas: nunca ha habido tanta riqueza y dinero circulando, pero “hay que apretarse el cinturón” para salir de la crisis. Hay más de seis millones de personas sin empleo, el paro es percibido como el mayor problema del país y pareciera que, por ahora, la respuesta de los sindicatos de concertación pasa sobre todo por la renovación del pacto social. Y la de los alternativos por la movilización y llamados a la huelga general... ¿No queda otra, “con la que está cayendo”, que pedir empleo a los empresarios? Abrimos el debate.

El trabajo no es un problema, y es, además, necesario, porque la transformación de la naturaleza por la actividad humana es imprescindible para la supervivencia de la especie y de los individuos. A este respecto, lo único que ha cambiado es que la enorme productividad desatada por el capitalismo ha llegado a entrar en contradicción con los límites ecológicos y ha configurado un gigantesco mercado de bienes de consumo innecesarios. Quizá ya no hace falta tanto trabajo para reproducir la vida humana. Quizá hay un exceso de actividades antisociales alimentadas por el proceso de acumulación sin fin en que el capitalismo consiste. Pero esa no es la cuestión principal.

El problema esencial –el que genera el mismo proceso de acumulación– de nuestro tiempo no es el trabajo, sino el trabajo asalariado. La relación asimétrica que impone que una persona, sin acceso a los medios de producción, deba vender su fuerza de trabajo a otra, propietaria de los mismos, a cambio de una retribución que ha de permitir –trabajo doméstico no pagado mediante– reproducir esa misma fuerza, para que la rueda pueda seguir girando al día siguiente. La diferencia entre el valor de lo que permite reproducir la fuerza de trabajo y el valor de lo producido se llama plusvalía. Y es un producto específicamente humano que se apropia en exclusividad una de las partes de la relación.

Asalariado

Sustentada esa dinámica esencial –el trabajo asalariado–, el problema se configura como una cuestión relativa a una relación de fuerzas en un momento concreto. Es el escenario de un conflicto: la lucha de clases. Las victorias parciales de una u otra parte le permiten aumentar o disminuir el grado de explotación, modificar los mecanismos por los que se expresa la misma confrontación, desestructurar al adversario. Eso es lo que ha pasado con el mundo laboral en las últimas décadas: la emergencia de un profundo proceso de desestructuración, segmentación y debilitamiento de la clase trabajadora por parte de un empresariado cada vez más triunfante y organizado.

Subcontratas, ETT, contratos tem­­porales, deslocalizaciones, facilitación del despido, flexibilidad absoluta en torno a las condiciones esenciales de trabajo… constituyen mecanismos, conscientemente desarrollados, para enfrentar a los trabajadores entre sí.

La llamada descentralización productiva –lo que otros llaman el postfordismo– no es más que una brutal mutación que transforma un mundo laboral de obreros, con contrato para toda la vida, con un cierto contrapoder sindical y con el salario suficiente para poder hacer frente a los gastos de una familia patriarcal –modelo fordista–, en un magma ultraflexible de posiciones diferenciadas, nadando desde los restos de lo anterior, cada vez más acosados –el llamado core business–, hasta las mil y una formas de la precariedad post­moderna: temporales, subcontratados, en misión, falsos autónomos, con jornada parcial, en formación, etc.

Estructura esencial

Lo que ha explosionado es la idea misma del derecho del trabajo como elemento de racionalización de la relación salarial, como normativa que legitimaba y, al tiempo, limitaba, la explotación inherente a la forma capitalista de trabajar. Ahora estamos ante una mixtura ultraflexible entre la dictadura del Capital en el centro de trabajo y mecanismos de domesticación de la fuerza laboral, como el desempleo de masas y la conformación de “zo­nas grises” entre el derecho social y otros ordenamientos legales –falsos autónomos, prácticas formativas, trabajo migrante, etc.–

¿Deberíamos trabajar tanto? Pro­bablemente no. ¿Deberíamos garantizar un ingreso básico a quienes no pueden acceder a un empleo? Sin duda, sí. Pero no olvidemos que ni la renta básica ni el reparto del empleo serán posibles sin operar seriamente sobre la relación salarial. Sin intentar, organizadamente, influir sobre ella y, si se puede, abolirla. Cómo hacerlo es una pregunta compleja que daría para otro artículo. Lo que está claro es que el de la relación salarial es un espacio decisivo para discutir la estructura esencial de la sociedad.

JOSÉ L. CARRETERO MIRAMAR. 
Profesor de Derecho del Trabajo e integrante del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA)
06/06/13 
Fuente

9 jun 2013

Cómo ser intercultural y no morir en el intento

España, año 2013 de la era occidental, o 1434 de la era musulmana o 4711 de la era china, elija usted la que quiera. La fecha no es determinante para analizar el contexto social en el que vivimos, son los hechos los que determinan en qué momento se encuentra nuestra sociedad y estos hechos por desgracia nos trasladan a una época en la que nos vemos envueltos en grandes retrocesos sociales, sobre todo en lo concerniente al reconocimiento de la alteridad como núcleo esencial de los Derechos Humanos.

Gestionar la Diversidad social en la que nos encontramos es en sí mismo un reto complicado y más si somos conscientes de que las personas que se encargaran de gestionarlo son individuos que forman parte de nuestra sociedad, por lo que debemos tener en cuenta que ambiente es el que les rodea para saber así como reaccionan.

Para un sencillo análisis del cómo se utiliza de manera irresponsable, o no, las corrientes de creación de opinión, podríamos empezar por los medios de comunicación. Existe una preocupación por la representación que los medios de comunicación europeos dan del mundo árabe y musulmán y el énfasis por trasladar esta imagen podríamos decir que empieza tras la primera guerra del Golfo, poco tiempo después de la caída del muro de Berlín. Es a partir de ese momento en el cual podríamos decir que el enemigo pasa de ser el “rojo” (contexto de la guerra fría y la lucha entre los dos bloques, el occidental y el de los países comunistas) a ser el “verde” (color que representa el Islam). Ya en su momento, Edward Said alerta en su análisis sobre la cobertura mediática del islam (Said, 1997) que “para la opinión pública en general de EE.UU y Europa, el Islam representa noticias desagradables. Los medios, los gobiernos, los estrategas geopolíticos y los académicos, todos ellos coinciden en señalar al Islam como una amenaza para la civilización occidental”.

Analizado este contexto, podríamos afirmar que tal y como explican Maxwell McCombs y Donald Shaw en su “teoría de la configuración de agenda”, los medios nos dicen sobre que pensar y por tanto, sobre que opinar. Esto aclararía que las responsabilidad sobre lo que está sucediendo es compartida y nos debería hacer reflexionar sobre qué modelo de sociedad queremos.

Pero tal y como decía Edward Said, existen muchos responsables en la representación de una imagen desagradable de Islam o lo Árabe. Si analizásemos el papel de los medios audiovisuales, veríamos que en muchas ocasiones de una manera sutil y en otras no tan sutil, las series de televisión o las películas en las cuales salen árabes o musulmanes, el papel que se les asigna e interpretan refuerzan estereotipos (viven en el desierto, visten chilabas, son los malvados de la película o de la serie, se mueven por odio o venganza, son de piel oscura y llena de cicatrices, etc) hasta las películas de dibujos animados como la de Aladdin, refuerzan esta imagen asignando un acento más marcado y diferente a la hora de hablar, acompañado de rasgos más marcados a los malos (nariz ganchuda, barba larga, ojeras muy marcadas).

Tampoco se quedan cortos algunos intelectuales y académicos. En este ámbito especializado encontramos de manera destacada al ideólogo de la Teoría del “Choque de Civilizaciones” (Samuel Huntington) el cual, en un momento dado de su teoría, habla del “peligro de los musulmanes y de su propensión hacia el conflicto y la violencia que los convierte en una amenaza” Con estos comentarios contribuye de forma intencionada a alimentar una imagen violenta y que sirve para generar odio, ligando unas características de identidad del individuo a la violencia y el conflicto.

Pero no solo Huntington contribuye al discurso del miedo y del prejuicio y estereotipo, también podemos encontrar declaraciones sorprendentes de la mano del premio Príncipe de Asturias, Giovanni Sartori, el cual afirmaba que “…el Islam representa el extremo más alejado de Europa…La integración de sus fieles es muy difícil. Esta situación mejorara con los inmigrantes de segunda generación…siempre que no sean educados en escuelas musulmanas”. En este discurso se puede apreciar un afán por la anulación total de los orígenes del individuo, haciendo que se asimile al entorno en el que vive, pretendiendo a su vez crear una imagen falsa del continente europeo ignorando las aportaciones musulmanas a la creación de Europa y sobre todo excluyendo a una parte de la ciudadanía europea musulmana propia del continente de países como Croacia, Bosnia o Bulgaria entre otros.

En resumen, revisando el papel de los medios, académicos y demás sujetos notables de repercusión, podríamos decir que nos encontramos ante lo que Hall denomino como el “poder simbólico” consistente en la capacidad de marcar, asignar y clasificar a otros reforzando los estereotipos y aumentando los prejuicios. Esto lleva tiempo ocurriendo con diversidad de colectivos y en cada ocasión existen cada vez mas entidades interesadas en la creación de conflictos resaltando las diferencias en lugar de los puntos de unión.

Todos estos ejemplos demuestran las trabas a las que cualquier persona se tendrá que enfrentar para iniciar un diálogo interno y posteriormente externo, de acercamiento y respeto al otro, al diferente. Si alguien hoy en día quiere convertirse en un individuo pleno y ciudadano global, deberá salir indemne de todo este caudal de información negativa y estereotipada, para así llegar al final a convertirse en un miembro de esta sociedad Intercultural y no morir en el intento.

Mohammed Azahaf
08/06/2013

2 jun 2013

La cosa ciudadana


El concepto de "ciudadanía" no ha sido históricamente emancipador. En las democracias griega y romana la ciudadanía se otorgaba como un privilegio.

El ciudadanismo se concreta en un conjunto de movimientos de reforma ética del capitalismo, que aspiran a aliviar sus efectos mediante una agudización de los valores democráticos abstractos y un aumento en las competencias estatales que la hagan posible, entendiendo de algún modo que la explotación, la exclusión y el abuso no son factores estructurantes, sino meros accidentes o contingencias de un sistema de dominación al que se cree posible mejorar moralmente (Manuel Delgado, en la acampada del 15 M de Barcelona)

El término "ciudadano" es un término interclasista, un término que reproduce una de las grandes fantasías de la sociedad capitalista: la igualdad formal como camuflaje de una desigualdad esencial. Rajoy, Botín y el indigente de mi barrio sólo tienen una cosa en común, aparte de pertenecer a la especie denominada homo sapiens: los tres son "ciudadanos".

Los filósofos Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero han expuesto en sus obras, con bastante razón a mi parecer, que nuestra revolución debe aspirar a crear una sociedad de ciudadanos dotados de independencia civil real, lo cual sólo puede lograrse colectivizando los medios de producción. Pero también han dejado meridianamente clara otra cosa: bajo el capitalismo, la ciudadanía es una farsa porque no se cumple ese requisito.

Por tanto, bajo una sociedad capitalista hay dos clases de ciudadanos: los empresarios (la clase dominante) y los que, por no tener medios de producción, nos vemos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir. Los primeros no deben tener sitio en nuestra asamblea porque, de hecho, si nuestra asamblea tiene algo de emancipador, su tarea esencial será luchar contra la dominación que dichos ciudadanos empresarios ejercen.

Es cuestión de clase

Y es que el análisis de clase de la sociedad no es un antojo purista. Es sencillamente la única forma de entender algo de lo que sucede a nuestro alrededor. El lenguaje nunca es neutral, sino que nos ayuda a configurar el reflejo de nuestra realidad circundante y, por lo tanto, a transformarla mediante consignas y tácticas adecuadas. Por eso no rechazamos la categoría de la "ciudadanía" por empecinamiento. Más bien observamos un empecinamiento de los ciudadanistas por meternos esta palabra hasta en la sopa.

Diferentes encuestas corroboran algo: el término "ciudadano" es, principalmente, un término propio de ambientes universitarios, refinados y cultos. La gente normal de los barrios suele emplear la categoría de "pueblo" y, también con relativa frecuencia, habla de "los trabajadores". Rara vez se refieren a sí mismos como "ciudadanos". ¿Y por qué empeorar la situación? Es positivo que así sea, ya que la palabra "pueblo", aun sin ser tan precisa como la noción de "clase trabajadora", ha tenido siempre a lo largo de la historia connotaciones jerárquicas muy claras, haciendo referencia siempre a los de abajo. Rajoy o Botín no son parte del pueblo, aunque sí son ciudadanos, ya que la ciudadanía es más que nada una noción administrativa, legalista... y poco respetuosa con los inmigrantes sin papeles, por cierto.

Pero, como ya nos conocemos de sobra, me adelantaré a lo que contestarán los "ciudadanistas". "Es que no se puede ser tan radical, así irá más gente a las manifestaciones", etc. Desgraciadamente, esta insensatez ha salido incluso de la boca de miembros del Frente Cívico creado por Anguita. Me sentiría mejor, con todo, si alguien me explicara qué fundamento empírico tiene tal presuposición.
La verdad es que una idea así sólo la puede albergar alguien que, por no salir nunca del reducido ambiente de la pequeña burguesía radicalizada en el que se mueve, cree que la palabra "pueblo" causa rechazo en la gente mientras que la categoría "ciudadana" le gusta.

Como siempre, la ignorancia es demasiado atrevida. La categoría de "ciudadanía" puede encontrarse fácilmente en autores tan "modernos" como Platón y Aristóteles. Es decir, que ya se usaba en el siglo IV a. C. En cambio, categorías como "clase obrera" tienen menos de dos siglos de antigüedad. Por lo tanto, alguien que habla de ciudadanía está 23 siglos más anticuado que alguien que habla de clase obrera.

Supongamos que planteamos prohibir los desahucios, cosa con la que yo naturalmente estaría de acuerdo. Si bajo el capitalismo se hiciera tal cosa, ¿qué propietario iba a alquilar una casa, sabiendo que los inquilinos no tienen la obligación de pagar? La única solución sería la expropiación forzosa. Si insistimos en la propiedad es porque es la clave, no por sectarismo. Sectaria es la obsesión por parte de los ciudadanistas de que no se toque la propiedad.

En última instancia, el ciudadanista niega la existencia de ideologías (algunas de las cuales, aun siendo justas, pueden estar dominadas y minorizadas) e intenta convencernos de que es la ciudadanía en sí misma, con su derecho formal a la participación, la que nos hace ser libres. Nosotros, que no somos eclécticos ni queremos serlo, defendemos la liberación no sólo formal, sino esencial, de una parte de la población que se encuentra oprimida y cuya explotación es perfectamente legal. Por lo tanto, aspiramos a que las ideas que defienden dicha liberación se extiendan y ganen hegemonía hasta condicionar el discurso político de toda la sociedad.

En realidad, el concepto de "ciudadanía" no ha sido históricamente emancipador. En las democracias griega y romana la ciudadanía se otorgaba como un privilegio y para contar con mas reclutas para los ejercitos y conquistar nuevos territorios.

Hoy día, el concepto de "ciudadano" funciona porque está limpio de resonancias hacia la desigualdad de clase que padecemos. Por eso, a fin de desactivar el conflicto, las instancias oficiales emplean este término. El ciudadanismo es, pues, la ideología que el poder establecido usa para mantener el orden público, para intentar que nos "autocontrolemos" nosotros mismos, que seamos nuestra propia policía interior. Pero salvo el poder, todo es ilusión.

La "cosa ciudadana" no puede aportarle nada a los explotados en su lucha por la libertad, salvo confundir aún más los actores políticos, los aliados y los objetivos. Máxime si su propósito es conformar una "candidatura electoral ciudadana" de programa ambiguo, confuso y que deja totalmente intacta la estructura del poder económico. Porque, parafraseando a Guevara, no se puede confiar en el ciudadanismo, pero ni tantito así, nada.

Estractos del artículo 16/3/2013
Manuel Navarrete
lahaine.org


29 may 2013

Tres siglos de mentiras políticas

Hoy, como en el siglo XVIII, “la falsedad vuela, mientras la verdad se arrastra tras ella”

Se acaban de cumplir nada menos que 300 años desde la primera publicación del opúsculo El arte de la mentira política, falsamente atribuido durante siglos a Jonathan Swift. Y el lector contemporáneo, en estos tiempos de corrupción, no puede sino preguntarse si de verdad el ser humano cambia con el paso de los tiempos o si esa creencia es solo una ilusión.

En realidad, podríamos remontarnos mucho más lejos, 2.000 años atrás si hiciera falta, y volveríamos a vernos fielmente reflejados en cada uno de los textos del momento, como en espejos prodigiosos. Si no lo creen, piensen, por ejemplo, en aquel pasaje de Séneca en De la serenidad del alma, en el que criticaba a la gente que adquiría libros solo para adornar sus salones, pensando en lo decorativo de sus lomos, o en lo conveniente de sus títulos, sin considerar siquiera llegar a leerlos. Sin duda, gozamos de una pasmosa capacidad para perseverar en nuestra propia naturaleza.

Y así de pasmado y atónito se queda el lector de nuestros días, asediado por las noticias políticas y económicas del presente, y sin demasiado tiempo para ahondar en la historia, cuando se adentra en las páginas de El arte de la mentira política y descubre a su autor sopesando cuáles de las mentiras de los dos partidos entonces dominantes —los Whigs y los Tories— habían sido más creíbles en las últimas legislaturas.

Un autor que, por cierto y para colmo, no fue de manera alguna el señor Swift, sino su amigo, el mucho más reservado escritor escocés John Arbuthnot (1667-1735), médico de la reina Ana, quien a decir verdad disponía de una agudeza, un talento irónico e incluso un estilo muy semejantes a los del primero.


Ese autor, el verdadero, el doctor Arbuthnot, comienza el ensayo reflexionando sobre la disposición fisiológica de los hombres a la mentira y continúa proclamando que un arte tan útil y tan noble como el de mentir debería tener, al igual que el resto de las artes y las ciencias, su propia entrada en la enciclopedia. Y poder así servir de ayuda para todo político que pretenda alcanzar la gloria en los siglos venideros.

Su definición de la mentira política es sencilla y contundente: “es el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con un buen fin”. Y, de inmediato, pasa a facilitar una clasificación de los posibles tipos de engaños. Si bien la gente suele pensar que toda mentira es difamatoria, Arbuthnot distingue hasta tres clases de falsedades: la “mentira calumniosa”, que es la que trata de arrebatar a un hombre la reputación que se ganó justamente, por temor a que la utilice contra lo que se cree que es bueno para el pueblo; la “mentira por aumento”, que atribuye al personaje político mayor reputación de la que le pertenece; y la “mentira por traslación”, que transfiere el mérito de una buena acción, o el demérito de una mala, de una persona a otra.

Todo esto lo va trufando Arbuthnot de ejemplos y de consejos para que las mentiras funcionen mejor, se extiendan más rápido o duren más tiempo. Recomienda asimismo a los jefes de partidos políticos que no se crean sus propias mentiras, porque el exceso de celo en el ejercicio de este arte puede hacer que algunos se acaben persuadiendo de que lo que afirman es en efecto verdadero, y podrían terminar intentando resolver los asuntos de la nación según el dictado de las mentiras inventadas por ellos mismos. Algo que, al parecer, solía ocurrir a menudo.

Si un partido, apunta más adelante este analista del siglo XVIII, se hubiese excedido en el número y tamaño de sus mentiras, “para restablecer su credibilidad acordará no decir nada, durante tres meses, que no sea verdadero; esto les dará derecho a difundir mentiras durante los siguientes seis meses”. Aunque el propio autor se ve obligado a reconocer que, en la práctica, es imposible encontrar políticos capaces de semejante esfuerzo de contención.

Todo esto lo analiza John Arbuthnot en una época previa a la televisión, a las campañas mediáticas y a los debates de tertulianos, anterior a Internet, a los blogs, a los comentarios anónimos y a las redes sociales, en una era en la que ni siquiera se intuían las consecuencias del retoque fotográfico o la suplantación digital. Por suerte, ahora también contamos con los vídeos y las hemerotecas.

En el artículo que cierra el pequeño volumen, Jonathan Swift —ahora sí, el famoso escritor irlandés— sostiene que “al igual que el más vil de los escritores tiene sus lectores, el más grande de los mentirosos tiene sus crédulos: y suele ocurrir que si una mentira perdura una hora, ya ha logrado su propósito, aunque no perviva”. El ruido y la confusión harán su trabajo. Nada parece pues haberse alterado en estos últimos tres siglos recién cumplidos. Hoy, todavía, “la falsedad vuela, mientras la verdad se arrastra tras ella”.


Juan Jacinto Muñoz Rengel es escritor, su última novela es El sueño del otro.
28-MAY-2013

Abajo no está arriba, ni arriba está abajo



Quienes dirigen el mundo han acabado por robarnos el juicio y las palabras. Se divierten con ellas y nos subvierten su significado. Esta tergiversación de ideas, sujetos y verbos impregna todo lo que tocamos

Vemos a José K. inmerso en un trabajo que ahora conoceremos, más concentrado y afanoso que nunca, sin prestar atención a su emisora de siempre, rumor de fondo en su costroso transistor. Ha optado por quedarse en la mesa de la cocina —única, por otra parte— en el muy modesto tabuco en el que agota sus años de vejez. Íngrimo en su rincón, alejado de ruidos externos perturbadores, nuestro hombre avanza en su labor. José K., impactado por esta vuelta al siglo XX, o quizá al XIX, o al XVIII, o incluso al XVII o el XVI, a los que nos lleva el ministro Wert y su vuelta a la asignatura de religión, ha decidido preparar un esquema para un próximo libro sobre la materia que se podría dar, por ejemplo, en todos los centros de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Ya lleva pensados algunos capítulos. Tal que la Historia del Vaticano. Ha quedado para más adelante la descripción sobre algunas fruslerías recientes como la del banco Ambrosiano y el ahorcamiento de Roberto Calvi, que se ha quedado enredado José K. en aquellos memorables días en los que los cardenales, directamente, se asesinaban los unos a los otros mientras ponían al frente de la Iglesia a hijos, hijas, queridas y mantenidos. Otro capítulo entretenido podría tratar sobre la Santa Inquisición, métodos y utensilios de tortura, tan eficaces para arrancar senos, romper brazos o arrancar jirones de carne con el misericordioso fin de salvaguardar la fe verdadera: los aplastacabezas, la bota española, el cepo, la cuna de Judas, la silla del interrogatorio, el potro. Por último, está pensando en cómo explicar con detalle el impúdico apoyo de la jerarquía católica a la mugrienta cruzada de Francisco Franco, aquel glorioso general que tras fusilar a miles de españoles entraba en las catedrales bajo palio y al que los cardenales rendían pleitesía medieval. ¡Claro que es conveniente que nuestros infantes estudien tan piadosas gestas!.

La sintonía del boletín informativo le saca de su ensimismamiento, cual perro de Pavlov, y presta oídos a la actualidad. En mala hora lo hiciera, que otra vez se le revuelven los higadillos y la pajarilla se le arrebola por los adentros. Porque quienes dirigen el mundo han acabado por robarnos, además, el juicio y hasta las palabras. Se divierten con ellas y nos subvierten su significado para que justicia siempre sea lo que les beneficia a ellos y delito lo que a ellos les perjudica. La misma piedra es una joya cuando sale de sus manos, y un simple pedrusco cuando llega a las tuyas. De su lado los campos feraces, del nuestro el barbecho. La culpa, finalmente, como el fracaso, son siempre nuestros, que la recompensa y el éxito siempre premian a los suyos.

José K. quiere que la asignatura de religión incluya la Inquisición y el apoyo a Franco
De Wert y la asignatura de Religión, verbigracia, hablábamos. ¿Es una muestra de arcaico y retrógrado clericalismo esa imposición? No, en absoluto. Es anticlericalismo rancio y añoso oponerse a ella. ¿Queda claro? Este malabarismo de conceptos, esta tergiversación de ideas, sujetos, verbos y predicados impregnan todo lo que tocamos. ¡Cómo será de obvio y manifiesto el hurto, la ratería, el latrocinio, que hasta una princesa —¡una princesa, allá en las alturas!— se ha dado cuenta de la existencia de tanto vampiro!

Insta José K. a seguir el razonamiento de Slavoj Žižek a propósito de la condena en Rusia a las Pussy Riot: “Hay dos tipos de cinismo, el cinismo amargo de los oprimidos que desenmascara la hipocresía de aquellos en el poder, y el cinismo de los propios opresores que violan abiertamente sus propios principios proclamados”. ¿Piden ustedes muestras? Con gusto. Fíjense qué enorme violencia la de esas decenas de ciudadanos que se acercan —solo se acercan— a la vivienda del señor ministro de Justicia a pegarle cuatro gritos y enseñarle unas pancartas. Intolerable, claro: una terrible coacción a la libertad del ministro y de su familia. Por contra, cuánta paz encierra la decisión de Alberto Ruiz-Gallardón de negar a la madre que haga lo que crea conveniente con su vientre. Qué ausente de violencia se muestra la decisión del ministro y todo el Gobierno de obligar a esa madre a convivir —ya sea un día o 30 años— con un ser no querido, haya nacido o no con tal o cual enfermedad. ¿Esos católicos que tanto presumen de amar y respetar al prójimo, por qué obligan —sí, obligan con la violencia de la ley— a tener que aceptar sus creencias sobre algo tan alejado de las competencias de los obispos como la biología? Porque el adusto Antonio María Rouco Varela no parece ser un experto investigador de zigotos, mórulas, blástulas y embriones.

¿Cómo es posible que luzcan como grandes genios de las finanzas esos egresados de carísimas escuelas de negocios, que día sí y otro también inventan productos financieros a cuál más complejo para que los bancos que les pagan —con obscena generosidad— puedan engañar más y mejor a sus usuarios y guapear sus socaliñas? ¿Por qué la culpa es del incauto endeudado que se pringó de por vida, se pregunta José K. al borde de la apoplejía, y no del delincuente que vendía basura envuelta en papel dorado? Loado y listísimo quien vendió engaños; culpable, malquisto y bobón quien los compró. Con gran dolor ha observado nuestro hombre que los segundos andan ahora rebuscando yogures caducados en las basuras de los supermercados, mientras los primeros siguen mandando, dirigiendo y ordenando la circulación. Y además, insultan a los más angustiados y empobrecidos: manirrotos, les dicen. Imprudentes, les afean.

Lucen como genios de las finanzas quienes inventan productos para engañar a los usuarios
Así llegamos a que los jubilados sean unos insensatos que ponen en peligro el equilibrio financiero del mundo occidental porque piden, gentuza insolidaria, que no les bajen su ya magra pensión o, al menos, que se ajusten a la subida del IPC. Pero en cambio, qué injusto y disolvente —cosas de rojos irredentos— exigir, supongamos, una tasa a las operaciones financieras, una décima de más en las Sicav, o un mayor control fiscal a las grandes fortunas. ¿Qué tal si apretamos un poco las desorbitadas ganancias de ciertos empresarios textiles —espejos de emprendedores— que hacen blusitas en edificios infectos de Bangladesh? Ya sabe José K., ya, que es muy feo decir estas cosas. Una grosería, una muestra de intemperancia. Lo que le asombra es que sea mucho peor denunciar el crimen que cometerlo. Porque los culpables, no hay más que tener ojos, son quienes promueven o mantienen con su acción o falta de ella, tantas y tantas injusticias. Y no, en absoluto, los damnificados por ellas o quienes, adoloridos, claman contra tanta infamia.

Y ahora, en medio de todos estos desmanes, surge un doloroso trabajo extra, que hay que ver lo acongojados que están Gobiernos y banqueros porque acaban de descubrir que en el mundo existen, qué sorpresa, ciertos lugares de nombres encantadores donde unos desaprensivos depositan miles de millones de euros, sin pagar por ellos ni un céntimo en impuestos ni cosa que se le asemeje. Los llaman, qué bonito, paraísos fiscales. Y es allí donde al parecer, los pobres del mundo guardan sus ahorros. ¡Cuánto trabajador, cuánto pequeño empresario, cuánto autónomo esconde sus miles de millones en las islas Jersey, por citar una simpática localización! Avariciosos y canallas que privan a sus conciudadanos de unos impuestos que permitirían, por lo menos, acabar con la pobreza.

Porque quién va a creer —anatema— que son esos mismos banqueros y esos mismos gobernantes que tanto sufren —pobres— y que tanto se preocupan por nosotros, los culpables de esa infamia, de esa indecencia cósmica. Oh, no, de ninguna manera, se dice José K., sonrisa de hiena, que anoche, antes de poner término al detallado libro para Wert, había echado un vistazo, una vez más, a su muy querida Alicia:

—Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca.

—Oh, eso no lo puedes evitar. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.

-—¿Cómo sabes que yo estoy loca?

—Tienes que estarlo, o no habrías venido aquí.

(Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll).

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO 
28 MAY 2013 
LA CUARTA PÁGINA. EL PAÍS  OPINIÓN