31 ene 2016

Refugiado sirio, cirujano plástico

CRÓNICA
Entre los grupos de refugiados que llegan al campo de tránsito rápido de Presevo, en la frontera entre Macedonia y Serbia, se ven bastantes diferencias. Sin embargo, la diferencia crucial es, paradójicamente, lo que les une a todos ellos.

Puesto de ropa en el campo de tránsito de Presevo (Serbia). / IRENE LÓPEZ ALONSO

Entre los grupos de refugiados que llegan al campo de tránsito rápido de Presevo, en la frontera entre Macedonia y Serbia, se ven bastantes diferencias: algunos llegan bien vestidos, preparados para el frío (los 6 grados bajo cero del invierno balcánico), con maletas o mochilas, con smartphones. Otros, en cambio, llegan con las suelas de las botas desprendidas, los zapatos encharcados, la ropa empapada y sus pocas pertenencias en un hatillo echado a la espalda. Piden calcetines secos. “Only for children”, les contestan con impotencia los voluntarios de las ONG Mensajeros de la Paz y REMAR, enseñándoles los calcetines infantiles que tienen en el puesto de ropa que atienden en el campo, junto al de té y sopa. Entonces los hombres piden una bolsa de basura, se quitan los calcetines mojados, se envuelven los pies entumecidos con un cacho de plástico y vuelven a ponerse su calzado embarrado. Alguno sigue camino incluso descalzo.

Ahmed es uno de ellos, un sirio alto de ojos rasgados de ese color verde grisáceo que a muchos nos recuerda a la mujer de la portada de la National Geographic. Lleva alrededor del cuerpo la manta gris que la organización musulmana Islamic Relief les regala al salir de Turquía, en una bolsa impermeable, quizá porque saben que van a mojarse. Que para llegar a Grecia tendrán que cruzar el mar y que una vez alcancen tierra firme les esperan las lluvias y la nieve del Este de Europa. Saben que el agua les acompañará en la travesía.

Ahmed se acerca al puesto de ropa y le enseña a Elena, voluntaria de Mensajeros de la Paz, los pantalones de pana marrón que lleva puestos, que chorrean agua y barro. Salvo por eso, es de los que van bastante abrigados, con gorro y chaquetón negro, y con una pequeña cartera de plástico colgada al cuello. Otra funda impermeable, esta vez para los tan preciados papeles: el pasaporte y los distintos visados que ha ido acumulando hasta llegar a Serbia, guardados junto a algún billete. Sus más valiosas pertenencias caben en una fundita plastificada.


Elena no tiene pantalones que le valgan a Ahmed. Le enseña unos vaqueros que a simple vista parecen tres tallas más grandes y le dice con gestos que es lo único que puede ofrecerle. Ahmed sonríe, comprende, acepta. Coge los vaqueros y sigue el camino de los refugiados, hacia la cola donde tendrá que esperar a que la policía serbia le tome las huellas y le expida el visado de tránsito con el que saldrá rumbo a Croacia, pagando 35 euros a una compañía de autobús privada.

Al verle en esas condiciones, pidiendo ropa seca en el puesto de las ONG y conformándose con un pantalón tres tallas más grande, es inevitable preguntarse qué sería Ahmed antes de ser un refugiado. Como en aquel relato de Haruki Murakami en el que un cirujano plástico japonés queda conmovido al leer la historia de otro cirujano plástico judío que acabó en un campo de concentración nazi: “Si me despojaran de mi carrera y de mis habilidades de cirujano plástico, si perdiera el confortable estilo de vida que llevo y sin mayor explicación me arrojasen al mundo desnudo, ¿qué demonios sería?”, se pregunta el personaje.

Y es que Ahmed podría ser perfectamente un cirujano plástico sirio, o un médico de clase media-alta. Un profesional liberal con ahorros suficientes como para sacar a toda la familia del país (primero los hermanos mayores, de avanzadilla; luego los ancianos, mujeres y niños; el último él). Podría ser un intelectual, un gran conversador, un aficionado del ajedrez o un apasionado del cine. Ahmed podría ser cualquiera de estas cosas, o podría ser (¿por qué no?) un reputado cirujano plástico. “Si un día, de pronto, me sacasen a rastras de mi vida presente, me arrebatasen todos los privilegios y me quedara reducido a un simple número, ¿qué demonios sería?”, se seguía preguntando el personaje del relato de Murakami.

Ésa es la sensación de quien ve, como espectador, el constante desfile de hombres, mujeres, ancianos, ancianas, niñas y niños que pasan por el campo de refugiados de Presevo. Casi no hay ocasión de hablar tranquilamente con ninguno, todos tienen prisa por obtener la visa, montarse en el autobús y salvar otra frontera. Pero a muchos se les intuye que antes de ser refugiados de guerra eran tal vez personas acomodadas. Profesores de universidad, músicos, empresarios. Hasta que, de pronto, tuvieron que salir corriendo de sus hogares y se encontraron todos juntos haciendo las mismas colas, esperando los mismos tickets que les da Cruz Roja para poder hacerse un reconocimiento médico en el hospital de campaña.

De pronto se ven necesitando un vaso de caldo caliente o conformándose con un pantalón tres tallas más grande. De pronto son un refugiado de guerra. Ya no son el campeón asiático de Triatlón ni el cirujano plástico más reputado de Siria. Son refugiados, personas expulsadas de los circuitos de la vida normal, obligados a andar los caminos de un mundo paralelo y sin pavimentar, que no irán a comprar unas zapatillas al lujoso centro comercial que se encuentra a penas a dos kilómetros del campo de Presevo, sino que tendrán que preguntar si hay algunas de su número en la tienda del ACNUR. Tampoco irán a la farmacia que está al lado de la mezquita de este pueblo destartalado de población mayoritariamente albanesa, sino que pedirán una aspirina en la carpa de Médicos Sin Fronteras y seguirán viaje incansablemente, sin a penas cruzarse con la gente que sigue habitando el mundo normal y tranquilo en el que ellos también vivieron un día.

Con la guerra en los talones

En el campo de refugiados de Presevo todos los días parecen iguales. Llegan los autobuses y se forma la cola para el registro policial, que desde los atentados de París dura demasiado: “Cachean hasta a los bebés”, explica Alberto, voluntario que atiende la cocina de REMAR, a la que algunos refugiados llegan con tanta hambre que se comen las mandarinas sin pelar. Con la cáscara incluida.

Pareciera que quienes desfilan por esa cocina o por el puesto de ropa y pañales fueran siempre la misma gente: “Hoy han pasado 1.500, ayer fueron 3.000”, dice la trabajadora del Acnur que convierte el éxodo en cifras. Porque todos los días parecen iguales, también para los propios refugiados: dos jóvenes afganos preguntaron al llegar al campo en qué país estaban.

Un kurdo con la nariz rota cuenta que salió de Turquía en una barca. “Turquía nos odia”, dice, concediendo una respuesta a una pregunta no formulada. Ahora sí, le pregunto cómo se rompió la nariz. Me dice que fue al caer al mar, cuando cruzaba en una barcaza hacia Grecia. Al fondo del comedor, donde algunos hacen una pausa para beber algo caliente, hay dos mujeres con el rostro quemado. Explican que fue una explosión. Que muchos refugiados sirios se deciden a salir del país cuando ya no les queda más remedio. Cuando la guerra les estalla literalmente en la cara. Cuando la tienen detrás, rozándoles los talones.

Entre los grupos de refugiados que llegan al campo de tránsito rápido de Presevo, en la frontera entre Macedonia y Serbia, se ven bastantes diferencias. Sin embargo, la diferencia crucial es, paradójicamente, lo que les une a todos ellos: lo que tienen en común las personas acaudaladas que de vez en cuando pueden permitirse coger un taxi en vez de andar los caminos embarrados, los grupos de hombres que viajan en tren, las familias que caminan sobre las placas de hielo al paso de sus ancianos, o los jóvenes que vienen empujando a sus hermanos en una silla de ruedas; es que todos ellos han podido salir de un país en guerra.

Y es que en Presevo puede comprobarse aquello que los corresponsales de guerra saben muy bien: que la mayor desigualdad entre las personas no es la riqueza, la clase social ni el nivel cultural, sino la diferencia que distingue a los que tienen la suerte de poder huir de una situación de máximo riesgo, de los que saben que tienen que quedarse.

Porque las familias más pobres son desde luego las que ni siquiera pueden plantearse huir. Las que se quedan en Siria bajo los bombardeos. Los verdaderos parias. Los que ni siquiera llegarán a ser refugiados.

Por Irene López Alonso,  Presevo
30/01/16
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24 ene 2016

La OIT prevé una subida del desempleo a nivel mundial para 2016

La organización internacional cifra en 199,4 millones las personas sin trabajo remunerado que se contarán durante este año y apunta como razones los factores macroeconómicos y las políticas públicas implementadas por los gobiernos.

BROCCO

Más desempleo y más desigualdad a nivel mundial. Éstas son las previsiones hechas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para 2016, según explican en su informe ‘Perspectivas sociales y de empleo en el mundo - Tendencias 2016’, presentado el pasado martes. Unas previsiones nada halagüeñas que tendrían como principal origen factores macroeconómicos, como la bajada en precios de las materias primas y la disminución del comercio mundial, pero también en las políticas públicas implementadas por los gobiernos.

Si en 2015 se contaron, según datos de la OIT, 197,1 millones de personas en situación de desempleo –casi un millón más que el año anterior y 27 millones más que antes de los años previos a la crisis–, en 2016, la cifra de parados llegará a los 199,4 millones –2,3 millones más que este año– y la tendencia para 2017 seguirá el mismo camino, con 1,4 millones más. Este aumento del paro, según la OIT, tendrá lugar en países “emergentes y en desarrollo”, sobre todo Brasil (0,7 millones) y China (0,8 millones).


Por su parte, los países del sur de Europa, como España, Portugal o Grecia, mantendrán, según el informe, unas altas tasas de desempleo, aunque menores que las registradas en los años previos, y otros países europeos continuarán en sus máximos históricos.

Trabajador y pobre

El informe también apunta al aumento de la desigualdad. El índice Gini –que mide la tasa de desigualdad– en los países con economías más desarrolladas del G20 ha aumentado, sobre todo en Estados Unidos, donde ha pasado del 0,31 en 1980 hasta el 0,4 en 2015. El informe de la OIT muestra que, en 2015, 327 millones de trabajadores (12,5%) vivían en situación de extrema pobreza -menos de 1,90 dólares al día- y otros 967 millones (27,9%) estaban en situación de pobreza moderada -entre 1,90 y 5 dólares al día. “Los ricos siguen haciéndose más ricos y los pobres, más pobres”, sentencia la OIT. Aunque entre el año 2000 y 2015, el número absoluto de trabajadores en situación de pobreza extrema ha bajado un 4,9%, ha subido un 0,7 en el caso de la pobreza moderada o casi moderada.

La OIT también señala que “la mala calidad del trabajo continúa siendo un problema urgente en todo el mundo”. Según su informe, el 46% del empleo total a nivel mundial es por cuenta propia y familiar no remunerado. “Esto implica un acceso limitado a los sistemas de protección social contributiva, además de unos ingresos escasos y volátiles”, apunta el estudio. En el caso de las mujeres, la situación es aún peor, al tener entre un 25% y un 35% más de posibilidades de tener empleos precarios.


Leer más: "Se puede ser pobre teniendo múltiples empleos de mierda"

En 2015, la proporción de empleos a tiempo parcial sobre el total llegó al 23%, tres puntos más que en 2007. En la mayoría de los casos, este tipo de jornada laboral no fue voluntad del trabajador, como en Grecia (71,1%), España e Italia (64%) o Portugal (50%). También los contratos temporales suponen aún un alto porcentaje sobre el total, un 15% a nivel mundial en 2015, cifra que supera el 20% en Portugal, España y Países Bajos, aunque en este último país sólo el 44% de los trabajadores temporales citaban la falta de oportunidades de trabajo por tiempo indefinido, mientras que en el caso de Portugal, la cifra llega al 83% y en España al 91%.

Por Diagonal DERECHOS LABORALES
22/01/16

13 ene 2016

España: Bruselas prepara la factura del rescate bancario

El futuro Ejecutivo se encontrará con tres procedimientos abiertos en la UE y 12.000 millones por recortar. El PP, que aumentó la deuda en 300.000 millones, ha dejado unos Presupuestos que no cumplen con el compromiso de déficit


A Mariano Rajoy no le han salido las cuentas. Sus planes, quizá más promovidos desde Génova que desde Moncloa, tenían como objetivo ofrecer un segundo semestre económico de 2015 triunfante, con un fuerte crecimiento económico y una sólida reducción del desempleo, para reforzar su mensaje de que gracias a la gestión de su gobierno se habría salido primero de la recesión y luego de la crisis. Todo el esfuerzo último era terminar la legislatura con menos paro del que heredó, menos déficit del que heredó y más crecimiento del que heredó. Las advertencias y matices de las instituciones europeas a su optimista cuadro macroeconómico se trataron con desdén, señalando que a fin de cuentas el comisario era un socialista francés que quería aguarles la fiesta.

Una vez ganadas las elecciones en diciembre, ya llegaría el momento de corregir y recuperar la senda, quizá --y esto es política ficción-- señalando que los españoles habían apostado de nuevo por el partido de la recuperación, pero que quedaba trabajo por hacer. Y otros cuatro años por delante.
Pero la incertidumbre de los resultados del 20 de diciembre ha dejado en mal lugar su estrategia. Si se repiten las elecciones, Mariano Rajoy se presentará con un panorama económico menos triunfalista: el crecimiento parece que desacelera --como no podría ser de otro modo, en la medida en que nos acercamos a nuestro raquítico crecimiento potencial-- y a lo largo de este trimestre tendremos dos datos que darán prueba de la irresponsabilidad de su táctica electoral en materia económica: el déficit público total de 2015 y las previsiones de déficit para 2016.

España está sujeta a las gobernanza económica europea por tres procedimientos: la revisión post rescate --sí, el rescate de 2012--, el procedimiento de desequilibrios macroeconómicos, y el procedimiento de déficit excesivo del Pacto de Estabilidad y Convergencia. Los tres procesos son independientes pero actúan coordinadamente en el caso de España.

En relación con las revisiones post-programa (post rescate), España se compromete a someterse a una revisión periódica de su economía por los “hombres de negro” --los que no iban a venir a España, según el ministro de Hacienda-- mientras estemos repagando el préstamo del Mecanismo Europeo de Estabilidad que usamos en 2012 para reestructurar nuestro sistema financiero. La revisión incluye no sólo los aspectos relacionados con el rescate de la banca, como el desempeño del SAREB (el banco malo) o la gestión de las entidades nacionalizadas como Bankia, sino aspectos relacionados con la posición fiscal de España, la productividad o las medidas para el “incremento de la competitividad”. Son revisiones semestrales que transmiten a nuestros acreedores el desempeño de nuestra economía y el cumplimiento de las condiciones que acompañaban al crédito.

Por su parte, el procedimiento de revisión de los desequilibrios macroeconómicos ofrece de manera anual --en febrero de cada año-- una revisión de las magnitudes macroeconómicas de cada país de la Unión Europea, incluyendo déficit público, balanza comercial, deuda externa, deuda total o desempleo. A partir de esta revisión, la Comisión Europea establece una serie de recomendaciones y señala los principales elementos de mejora de la gestión macroeconómica.

Y por último, dentro del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, España está sometida al denominado Procedimiento de Déficit Excesivo, al que están supeditados los países cuyo déficit público se sitúa por encima del 3% del Producto Interior Bruto. Se suponía que España iba a salir de este procedimiento a lo largo de 2016, pero las previsiones de la Comisión Europea son que España no cumplirá su déficit público de 2015 y tampoco el de 2016, lo que obligará a alargar este procedimiento “correctivo” probablemente hasta 2017 si no hay medidas adicionales.

Menos austeridad, más deuda

Los tres procesos coinciden en sacar a la luz la estrategia de Rajoy: durante el año 2015, España ha levantado el pie del acelerador de la consolidación fiscal, lo que ha permitido un cierto respiro a la economía, que ha crecido más de lo inicialmente previsto. Es decir, si España crece más de lo previsto es precisamente porque el Gobierno ha levantado la mano con la austeridad, una estrategia que llevará a que el déficit público supere con creces el objetivo inicial (4,2% del PIB) y se acerque al 5%. Estas décimas de déficit público se trasladan automáticamente al crecimiento económico vía demanda interna, y a la creación de empleo, del que tanto han presumido los representantes del PP durante la campaña. A este diferencial de déficit público, la Comisión añade el abultado nivel de Deuda Pública -- que alcanzaría su pico en 2016, situándose por encima del 100% del PIB-- y que ha crecido alrededor de 300.000 millones durante esta legislatura.

La tónica para 2016, y con los presupuestos ya aprobados, es similar. En su carrera por ofrecer ventajas fiscales, Rajoy aprobó unas cuentas que, de acuerdo con la Comisión Europea, se alejan del objetivo previsto inicialmente para el déficit público de 2016 (2,8%) y lo situaría casi un punto por encima (3,6%). De cumplirse las previsiones de la Comisión Europea, España fracasará en su objetivo de salir del procedimiento de déficit excesivo en 2016. Si el Consejo Europeo o el ECOFIN se muestran inflexibles --y la actitud del Gobierno español invita a ello--, España debería realizar un esfuerzo fiscal acumulado de más de 12.000 millones de euros adicionales, bien a través de la subida de impuestos, bien a través de un nuevo recorte en el gasto público. La alternativa son sanciones económicas en forma de depósitos sin intereses, o incluso la posibilidad de activar la condicionalidad de los Fondos Estructurales y de Inversión de la Unión Europea para España, que suponen un montante de hasta 25.000 millones de euros para los próximos años.

No son las únicas advertencias de la Comisión: su interés en dar una nueva vuelta de tuerca a la reforma del mercado laboral y la necesidad de garantizar la sostenibilidad de las pensiones, así como la liberalización de algunos mercados del sector servicios, siguen estando en su agenda para los próximos años.

Un gobierno recién elegido podría haberse enfrentado a esta situación con la legitimidad de las urnas recién conseguida, pero Mariano Rajoy deberá responder a este requerimiento siendo todavía presidente en funciones. La previsible modificación de los presupuestos de 2016 tendrá que esperar hasta que haya un gobierno capaz de gestionarla, lo que significará que, si somos impelidos a realizar el esfuerzo, tendremos menos de un año para lograr los objetivos fiscales.

Trilerismo

La otra posibilidad es que el nuevo gobierno –sea del signo que sea-- renegocie con la Unión Europea la senda de la consolidación fiscal. Esta es la apuesta de los partidos de izquierdas. Pero lo harán ya en una mala situación negociadora: la credibilidad de España en las instituciones europeas está muy tocada, y la irresponsabilidad de utilizar los Presupuestos Generales del Estado como arma electoralista formarán parte del legado de este gobierno del PP a sus sucesores.

En Bruselas empiezan a estar cansados del trilerismo presupuestario español, que sólo se sostiene por el apoyo indubitado de Alemania al gobierno de Rajoy como “su alumno predilecto”. Como el profesor que infla las notas de quien le hace la pelota, a España la están pasando de curso sin tener los deberes hechos.


Que no nos sorprenda que un gobierno de izquierdas --ojalá factible-- se encuentre con una Alemania furibunda y una Comisión intransigente con el cumplimiento de unos objetivos de déficit público que el PP dejó a la mitad. Hace tiempo que la gobernanza económica europea es un festival de arbitrariedades y de normas que se aplican o no en función del color o peso de los gobiernos europeos.

Por JOSÉ MOISÉS MARTÍN CARRETERO
6 DE ENERO DE 2016
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11 ene 2016

Falta un Borbón en el banquillo

Juzgar a una infanta es un rareza en este país y no es descartable que la visión de Cristina de Borbón sentada en el banquillo dure un parpadeo si finalmente el tribunal le aplica esa doctrina que se inventó para que el banquero Botín no pisara la cárcel. Sería un coitus judicial interruptus, una puntita nada más, breve pero intensa. Lo interesante de este proceso, sin embargo, no es tanto que la hija de un rey acabe en el talego, que es casi un imposible metafísico, sino constatar que no está todo perdido y que la osadía de un magistrado puede remover los cimientos de un sistema pensado para que la justicia sea más igual para unos que para otros.

Lo que se juzga en realidad no son las mordidas de Urdangarín y su socio a las arcas públicas y el desvío de esas cantidades al pago de un palacete o al salario en negro del servicio doméstico. Tampoco si Cristina de Borbón sufría el síndrome de Ana Mato y era incapaz de distinguir si eran Jaguares o podencos lo que tenía en su garaje. Lo que se ha puesto por primera vez en cuestión es la manera con la que la familia más privilegiada del barrio se ha desenvuelto en relación con el dinero de los demás, que siempre ha creído suyo por designio divino.

La historia, por tanto, no comienza con el Instituto Noos, ese entramado de vanguardia que ha hecho posible que el yerno del Rey y su esposa se forrasen por medio de una institución sin ánimo de lucro, sino mucho antes, en Estoril, donde los Borbones vivían de la generosa caridad de los monárquicos, siempre dispuestos a pagar las abultadas facturas que el exiliado Don Juan dejaba en Maxim’s cuando viajaba a París. Debió de ser entonces cuando el hoy Rey emérito, entonces príncipe, se travistió en Vivien Leigh y juró no volver a pasar hambre al estilo de Lo que el viento se llevó. O dicho de otra forma, se dispuso a hacer un capitalito por si venían mal dadas y siguió en el empeño aun cuando ya todas las cartas estaban en su manga.

En la actualidad, la fortuna de Juan Carlos es un arcano y de los gordos, aunque algún indicio sobre su origen han aportado las genuflexiones que ha prodigado a lo largo de la historia a los sátrapas del Golfo o las peripecias judiciales y penitenciarias que siempre han acompañado a sus llamados administradores privados, ya se llamaran Manuel Prado y Colón de Carvajal, Javier de la Rosa o Mario Conde, tres señores impecablemente vestidos, ya se enfundaran un traje de Armani o el uniforme de presidiario.

Se han dedicado muchos esfuerzos en conseguir que la Casa Real explicara en qué gasta su asignación anual pero nadie ha preguntado a cuánto ascienden sus posibles, que de algún lado han debido de salir habida cuenta de que los ingresos formales se limitaban a la asignación presupuestaria anual. Mantener a la familia propia y a la griega con su ramalazo egipcio por eso de que venían con una mano delante y la otra detrás, así como a la pródiga prole que toda monarquía ha de engendrar para perpetuar el apellido no es nada barato.

Se entiende, por tanto, que la infanta y su marido deportista se dispusieran a hacer lo que veían en casa, bajo el asesoramiento y las directrices de Zarzuela, que en esto Diego Torres, el socio del yernísimo, no ha dejado lugar a la duda con su arsenal de faxes e emails. Todo padre aspira a que sus hijos se independicen y prosperen y está visto que los estipendios de los bancos y multinacionales en puestos florero ya no son lo que eran. ¿Acaso está regulado en alguna ley o existe alguna incompatibilidad para que un miembro de la familia real no pueda hacer negocios con las administraciones públicas?

La querencia por el dinero es un virus que afecta a buena parte del árbol genealógico de los Borbones, incluidas algunas ramas poco principales. Uno de los casos más curiosos se produjo hace más de diez años y tuvo como protagonistas a dos familiares del emérito, Bruno Alejandro Gómez Acebo y Marcos Gómez Acebo, hijo y sobrino, respectivamente, de la infanta Pilar de Borbón. Ambos intermediaron en la venta de Villa Giralda, la finca que fue residencia en Madrid de Don Juan de Borbón, padre del monarca, a cambio de una comisión de 1,5 millones de euros. El precio de venta fue de 2,7 millones de euros, por lo que la comisión representó un inusual 55,5% sobre el total. El comprador fue Comercializadora Peninsular de Viviendas (CPV), una empresa implicada en una espectacular estafa inmobiliaria que afectó a más de 1.200 personas y que con esta compra hizo su última operación. ¿Simple casualidad?

Hacer sayos con capas ha sido lo habitual en la familia y hace algún tiempo nada de lo que ahora escandaliza de las actividades de Urdangarín y de su señora habrían tenido relevancia alguna. Es más, ni siquiera se hubieran conocido gracias a ese manto de discreción cuando no de complicidad que se extendió sobre los hombros del jefe del Estado, al que se llegó a dotar de inviolabilidad en la Constitución por si con la discreción no bastaba.

El país ha cambiado a fuerza de crisis y latrocinios y cuando el patriarca se quiso enterar de que escaseaban las longanizas para atar a sus perros hubo de abdicar, no fuera a ser que el chollo se le acabara a él y a sus descendientes. En el medio de ese terreno otrora impune ha quedado su hija, pese a los denodados esfuerzos de un notable equipo de defensores encabezado por Miquel Roca, cuyo servicio nadie duda de que tendrá recompensa, y del que han formado parte la fiscalía del Estado y la propia Hacienda pública.

Cristina de Borbón reside ahora en la leprosería borbónica ya que cualquier contacto con ella se supone altamente contagioso. Así lo ha entendido su hermano, hoy Rey, y su padre, que desde que dejó el trono no es que haya quemado el corsé porque si lo tuvo nunca le apretó lo suficiente pero que se ha entregado sin disimulo a las francachelas y a la buena vida. Por derecho propio, el cazador de elefantes se habría ganado un sitio en el banquillo de Palma como cooperador necesario si ese olmo rarísimo que ha dado una manzana se hubiera atrevido con las peras.


Por Juan Carlos Escudier
11 ene 2016
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7 ene 2016

Los inútiles

(Inútil, como sinónimo de “impedido”, “lisiado”, “torcido”, “imposibilitado”, “improductivo”, “incapaz”, “incompetente”, “insolvente”, “ineficaz”, “inepto”, “infructuoso”…).
Fotograma de Los Inútiles, película de Federico Fellini.

Las exigencias de utilidad han impregnado de manera gaseosa y autoritaria las condiciones de posibilidad de las cosas, y cada vez más de las personas y de las palabras: todo se recicla de manera constante. El temor a quedarse obsoleto sale por primera vez de las cosas y se inserta en las conciencias y desde allí impone una constante adaptación a las demandas de la maquinaria productiva. Se hace necesario sospechar que aquello que adquiere la cualidad de útil se resiste a ser asido con continuidad, se resiste a permanecer: su naturaleza es mutante. Al reducirse el tiempo de formación de nuestros deseos se reduce la vida útil de los productos que los satisfacen, de tal manera que la espiral productiva asimila con mayor facilidad la volatilidad de la oferta y la demanda y, en consecuencia, reduce el espacio de desenvolvimiento funcional del consumo. Diremos que la categoría de nuestro tiempo no es la velocidad, sino la aceleración.


Lo útil nace sabiendo que va a morir, que tiene un tiempo limitado de vida, y más importante, que tiene un tiempo aún más limitado de vida útil. Pero no todo está sujeto a caducidad, ha existido y existe una constante que se resiste a convertirse en desecho o como diría aquél, en basura: el capital. (Entendemos por capital la capacidad de acumulación de riqueza y entendemos por riqueza la condensación de bienes que aumentan las posibilidades de existencia). Siguiendo la terminología monetaria de Marx, podemos pensar que el valor de uso queda asfixiado por la aceleración del intercambio, mientras que el valor de cambio por medio de la datificación ocupa el centro en la estrechura de este nuevo ritmo productivo, de este nuevo Tiempo.

Aquellas cosas que no se ajusten a las exigencias de utilidad que marca la norma económica, quedarán fuera del circuito de la riqueza y serán castigadas con la obsolescencia si son cosas o con la marginalidad si son personas. Nace así una nueva estructura disciplinaria que castiga el incumplimiento de sus normas y purga a los elementos subversivos de una manera más sutil y novedosa que las tradicionales estructuras de control. Aquellos que sean útiles seguirán dentro del juego mientras lo sean, los inútiles desaparecerán y lo harán mansamente, sin escándalo, bajo una apariencia de decisión (inevitable); abandonarán sus casas, sus países y sus trabajos para quedar hacinados en espacios sólo visibles a la práctica policial. Surge así una  categoría que delineará con precisión el adentro y el afuera de la norma económica, la condición necesaria de la utilidad: la solvencia.

Aquel capaz de pagar sus deudas es útil mientras conserva esta capacidad, no puede ser invisible al capital porque el capital quiere algo de este sujeto solvente, y por lo mismo, no le puede resultar indiferente una nueva oportunidad de acumular. En una sociedad que ha devenido mercado, en la que todo se compra y se vende, el sujeto que no tiene nada que vender y no puede comprar, es señalado como inútil, y es el propio insolvente el que, tras haber interiorizado la norma y la sanción de la moral capitalista, se marcha al lugar asignado para los desposeídos: el suburbio.

La moral económica dominante ha vaciado la noción de utilidad introduciendo una noción de bien  en su significado: la capacidad de pago, y ha criminalizando la inutilidad identificándola con la pobreza, pecado imperdonable que comenten aquellos que no pueden ser desposeídos.

Devenir inútil al capital es resistir al poder hegemónico.

Texto para la exposición “Aquí y ahora: les délinquants de l’inutile” de artistas jóvenes en la Galería Blanca Soto que se expondrá hasta el 9 de Enero de 2016.


Belén Quejigo, Germán Santiago

29/12/15
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1 ene 2016

Ingobernabilidad, inestabilidad e irresponsabilidad

Rajoy y Sánchez en la puerta de La Moncloa. / LA MONCLOA

Se preguntaba Marcuse en El hombre unidimensional si los medios de comunicación de masas habían conseguido suplantar las categorías de pensamiento y acción de los individuos por las del sistema dominante. Seguramente estas fiestas tendremos una buena oportunidad para comprobar que estaba en lo cierto. Solo habrá que sentarse a la mesa y escuchar al personal repitiendo hasta la extenuación los mantras que se han venido disparando por la televisión desde el 20D.

Llamamos ingobernabilidad a la necesidad de gobernar dialogando y gobernabilidad a la carta blanca para legislar sin necesidad de dar explicaciones. Parece ser que esa es la primera consigna de los medios tras el resultado de las elecciones generales. La segunda, que ya la conocíamos desde el caso griego, es que la inestabilidad consiste en la posibilidad de que la democracia ponga coto al poder financiero, mientras que la estabilidad describe el sistema que permite beneficio económico a costa de la explotación laboral.

Las dos interpretaciones anteriores pueden parecer exageradas, pero lo cierto es que ambos calificativos han sido utilizados hasta la saciedad para describir la situación política actual cuando tan solo han pasado unos pocos días desde que el bipartidismo hiciera aguas por primera vez en tiempos de democracia. Si el obispo San Sebastián ha calificado el veredicto de las urnas como el síntoma de una sociedad enferma, me pregunto qué pensará del unipartidismo, ¿sería el bien común que tanto necesitamos? A lo mejor es que, en un cruce de cables, lo confundió con el pensamiento unidimensional.

También estamos viendo estos días cómo se hacen insistentes llamamientos a la responsabilidad, en referencia a pactos que favorezcan la gobernabilidad, es decir, gobiernos estables que no tengan que dar muchas explicaciones. En otras palabras, que la irresponsabilidad se ha convertido en algo bastante reprobable, porque consiste básicamente en provocar asociaciones muy inestables que lo único que buscan es ingobernabilidad. Unos locos que quieren que sus propuestas de cambio político se tengan en cuenta dentro del futuro gobierno. Insensatos que pensaban que en verdad lo inestable era la miseria estructural del país, la falta de control democrático, la falta de entendimiento entre territorios, la destrucción de empleo, la corrupción, la pérdida de derechos laborales, los desahucios, la violencia machista o la economía sumergida.

Además, ante este panorama, lo que favorece la estabilidad del país es impedir cualquier tipo de cesión a los secesionistas, grupo en el que los medios se han esforzado por incluir veladamente a los autodeterministas. Todos estos rupturistas –personas sin cabeza que solo piensan en destruir− impiden la gobernabilidad, volviendo la situación muy inestable porque habría que hacer muchas reuniones y dar muchas explicaciones para encontrar soluciones intermedias. Y es que la política parece consistir en acumular poder, no en repartirlo, según los partidos autodenominados serios.

La seriedad es algo que no se debe tomar a la ligera, sobre todo en periodos de inestabilidad. Tiene que ver mucho con la responsabilidad, pero se refiere más a la capacidad de poner cara de consternación cuando emergen soluciones muy diferentes. Soluciones poco serias. Porque las soluciones nuevas, en definitiva, son poco serias. Son casi inventos.

Lo nuevo es, por lo tanto, algo muy viejo, porque no asume la modernidad seria y estable y propone barrabasadas que solo traen inestabilidad e ingobernabilidad. Una irresponsabilidad de magnitud supina. Es todo un discurso redondo, sin costuras, como cuando Eddie Murphy se dirigía a sus feligreses en Un vampiro suelto en Brooklyn y todos terminaban creyendo fielmente que “el mal es bueno”.



De todo lo anterior se extrae un mensaje claro que en estas fechas navideñas los medios de masas, los partidos políticos del régimen y los poderes financieros nos desean transmitir. Un mensaje de seriedad y responsabilidad. Porque es verdad, españoles, no hemos sido ni serios ni responsables votando, y merecemos un tirón de orejas y una fuerte reprimenda. Hemos metido al país en una situación ingobernable e inestable y deberíamos asustarnos por todo el trastorno e incertidumbre que estamos causado a la clase política y financiera. Sin embargo, ellos lo solucionarán por el pueblo, pactando y dialogando, aunque sea aburridísimo. Aunque haya que apelar a la responsabilidad de los irresponsables que vienen armando ruido. Como dejando caer agónicamente que esto no se debe volver a repetir.

La democracia es que tiene un puntito alocado. Según lo pintan, quizá sea mejor volver a lo de antes, que era mucho más sano. O a lo de antes de lo de antes, que era mucho más unidimensional. ¿No?


Por José Segovia Martín, profesor e investigador.
29/12/15
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30 dic 2015

La fábrica que venció tres veces a Coca-Cola

Tras 15 meses de lucha, ‘los 300 de Fuenlabrada’ logran que la Audiencia, el Supremo y la calle les den la razón.


Lo primero que hizo Aurora al levantarse a las 8.30h fue mirar el móvil. Una ristra interminable de whatsapps le hizo saltar de la cama. Era el 15 de enero de 2015 y una contrata valenciana, custodiada por medio centenar de policías, intentaba ingresar en las instalaciones para desmantelar la fábrica embotelladora de Coca-Cola en Fuenlabrada.

Cuando Aurora llegó a la planta, en huelga indefinida desde hacía un año, la policía había cortado la calle por ambos lados. Tuvo que marchar campo a través para entrar en el campamento base, una construcción levantada por los trabajadores despedidos para evitar precisamente lo que estaba a punto de suceder.

Pero no lo iban a permitir. Los trabajadores de Casbega, la embotelladora de Coca-Cola para la zona centro de la península, seguían pensando lo mismo que cuando instalaron casetas de control en cada una de las entradas de la planta y establecieron guardias de más de 15 personas en cada turno: debían cuidar la fábrica, porque algún día iban a volver. El intento de ingresar en la fábrica se convirtió pronto en una batalla campal.

El campamento base frente a la fábrica de Fuenlabrada no ha dejado de crecer desde el 22 de enero de 2014, cuando los trabajadores recibieron la noticia del despido. / Eliecer sánchez / Disopress


En el campamento base
El campamento, situado en en el exterior de la fábrica, no ha dejado de crecer desde el inicio de la huelga. De un bidón, una tienda de campaña y unos cuantos palés para quemar, el asentamiento ha evolucionado hasta convertirse en una construcción de madera que permite albergar sin problemas a más de 20 personas alrededor de una mesa alargada, también de madera. Fuera, entre barricadas que cortan la entrada de la fábrica, se acumula la leña. Las gallinas en un corral contrastan con el paisaje industrial y las miles de cajas de Coca-Cola apiladas, que forman un descomunal monolito rojo.

Alrededor de la mesa de madera, más de una decena de trabajadores de Casbega y familiares relatan a Diagonal la experiencia de 15 meses de lucha contra la multinacional por excelencia, la compañía que inventó la navidad tal como la conocemos.

En 2013, la compañía estadounidense decidió fusionar las siete embotelladoras de la península –Casbega entre ellas– en una nueva entidad, Coca-Cola Iberian Partners. Una decisión que vino acompañada de ciertos 'ajustes': el despido de 1.190 trabajadores y el cierre de cuatro centros, entre ellos el de Fuenlabrada, que daba trabajo a unos 600 trabajadores.

Realmente, para Paco Bermejo, empleado de Casbega desde 1974, todo empezó mucho antes, con la firma de los primeros convenios colectivos en la empresa y la construcción de una “sección sindical fuerte”, que permitió a los trabajadores de Casbega “ser partícipes de las ganancias de la empresa”. Una realidad que chocaba, sostiene Bermejo, con las nuevas condiciones del mercado tras las sucesivas reformas laborales, donde “las reivindicaciones sindicales no tienen cabida”.
"Las mujeres hemos sido el 50% de la lucha", dice una de la participantes del campamento. / Álvaro Minguito

Un año antes de aquel enfrentamiento abierto entre trabajadores y polícías, en la mañana del 22 de enero de 2014, se firmaba un nuevo convenio laboral de dos años de duración entre los sindicatos de Casbega y la empresa, cuenta Mercedes Pérez Merino, trabajadora de Casbega.

Sólo unas horas después llamaron a los representantes de los trabajadores para anunciarles el ERE y el cierre de las cuatro plantas. La producción se trasladaría a Portugal y a Barcelona, “donde los trabajadores cobran el 50% de lo que cobran en Madrid y en donde el comité de empresa, en vez de representar a los trabajadores, representa a la dirección de la empresa”, denuncia Bermejo.

“Los dueños están muy interesados en erradicar la representación sindical. Nosotros no les cuadrábamos, a pesar de que seguíamos siendo la fábrica con más rentabilidad”, añade Mercedes. Las negociaciones entre Coca-Cola y el Gobierno catalán –con presiones estadounidenses incluidas– que llevaron a Artur Mas a renunciar en 2013 al prometido impuesto a las bebidas hiperazucaradas, es otra de las razones de esta decisión empresarial.

“Esto se va a parar”

“Nos quedamos noqueados –relata Mercedes–. Salimos de allí a mediodía, y a mí es algo que me sigue emocionando, tengo la imagen grabada: esa misma tarde nos vinimos para la puerta de la fábrica y los compañeros y las mujeres de los compañeros iban llegando con los carritos de los niños. Nos juntamos en la puerta, entramos dentro de la fábrica y se paró todo, porque veíamos que se caía todo por lo que habíamos luchado, todo lo que habíamos construido año a año... Como un acuerdo tácito decidimos que no iban a cerrar Fuenlabrada. Esto se va a parar. No, no vas a cerrar Fuenlabrada”.

No fue necesario decidir que se iba a la huelga, cuenta Mercedes. “Nadie dijo nada. Fue una llamada que salió de aquí, de esta parte del hígado”, Mercedes señala su costado. La huelga indefinida fue secundada masivamente. El campamento empezó a montarse ese mismo día. Copiaron los turnos que tenían en la fábrica para organizar las guardias. “Antes trabajábamos mañana, tarde y noche para enriquecer al empresario, ahora lo hacemos para defender nuestro puesto de trabajo”, dice Marcelo Álvarez, otro de los trabajadores de Casbega que se anima a hablar alrededor de la mesa alargada de madera.

Para este trabajador de Casbega, el campamento no sólo sirvió para proteger los accesos de la fábrica, sino también para “organizarse y mantener activa a la gente”. También para estrechar los lazos entre ellos mismos: “No nos conocíamos todos. Con muchos de estos apenas había cruzado palabra, sólo nos veíamos en los vestuarios... Como había 11 líneas de producción separadas,  podían pasar meses sin ver a alguien”.

La empresa utilizó “una táctica muy común entre los empresarios: divide y vencerás”, dice Mercedes. De los 1.190 despidos anunciados en un principio, finalmente 821 se convirtieron en despidos efectivos. De todos ellos sólo el sector industrial de la fábrica de Fuenlabrada, los famosos 238, y una persona de Alicante, se negaron a aceptar distintos tipos de traslados o el despido voluntario.

“Nos decían que el comité no quería negociar, lo que no queremos negociar es el cierre de la fábrica. Ningún comité debería estar para negociar el cierre de una fábrica. Si se llevan el tejido industrial de aquí, si le quitan a Fuenlabrada una fábrica de 600 trabajadores, ¿a dónde va a  ir esta gente?”, se pregunta Bermejo.

Los trabajadores de Coca-Cola demostraron que la compañía había abastecido el mercado de la capital desde otras regiones, vulnerando el derecho a huelga. / Dani Gago
       
Mientras la huelga indefinida amenazaba con ser permanente, Coca-Cola utilizaba a los grandes medios de comunicación como portavoz de las palabras del entonces presidente de la compañía, Marcos de Quinto, que defendía que Coca-Coca Iberian Partners no era Coca-Cola y que los despidos estaban justificados. “¿Qué nos quedaba a nosotros? –se pregunta Mercedes–. Las calles y las redes”.

Centros comerciales, el metro, las estaciones y los vagones del tren, las salas de espera de los hospitales, los campos de fútbol, hasta la gala de los Goya fueron los sitios elegidos por los “300 de Fuenlabrada” para dar a conocer lo que estaba pasando. “Nos íbamos al Ramón y Cajal, a la sala de traumatología y le decíamos a la gente: '¿Usted sabe que Coca Cola nos ha despedido cuando tiene 900 millones de euros de beneficio?'”. Los petos rojos de los trabajadores de Coca-Cola parecieron multiplicarse en todo tipo de acto y convocatoria en las calles de Madrid.

–Nosotros hicimos dos marchas a Madrid. Y estuvimos en dos Marchas de la Dignidad... Y otras dos acompañando a las mareas –dice Mercedes.
–En total hemos estado en más de 150 manifestaciones –apunta Bermejo.
–Ha habido momentos en los que hemos estado en tres o cuatro sitios al mismo tiempo –replica Mercedes–. Una vez contamos que Pulido había estado en cuatro sitios en un solo día. Era el no parar, y sigue siendo.


Si la duración de la huelga y las guardias frente a la fábrica se convirtieron en un quebradero de cabeza para la empresa, el boicot a Coca-Cola no lo fue menos. La idea no surgió de los acampados, sino de los colectivos sociales, dice Bermejo, y de “la propia ciudadanía”. Este sindicalista utiliza una metáfora para hablar de lo que denomina la fuerza del consumidor: “Si a ti te agrede el vecino de al lado, ¿qué haces? ¿Le das los buenos días? ¿Y si te vuelve a agredir? ¿Le vuelves a dar los buenos días? Lo que haces al final es defenderte”.

El trabajo en la redes sociales, la presencia en la calle y la solidaridad de todo tipo de plataformas y colectivos sociales, también de todos los partidos de la oposición, pudieron con la campaña de imagen que lanzó Coca-Cola, uno de los principales anunciantes en todos los grandes medios.

La campaña de boicot, afirma Bermejo, terminó afectando a la imagen de Coca-Cola: “Hace poco sacaban sacaban las latas con los nombres de pila y la gente te decía: 'Oye, consígueme la lata con el nombre de Lucía, que no la encuentro'. Y ahora resulta que los nombres de las latas se han convertido en el nombre de los despedidos. La gente piensa y dice: 'Me están utilizando'”. Coca-Cola Iberian Partners reconoció ante la Audiencia Nacional que las ventas en la zona centro habían sufrido una reducción del 48,6% con respecto al mismo periodo de 2013. “Si Madrid no produce, Madrid no consume”, era uno de los múltiples mensajes presentes en todo tipo de pegatinas y carteles en las calles de la capital.

Trabajadores de Coca-Cola montan una carpa para celebrar la nochevieja de 2014. / Álvaro Minguito

El cortijo de Coca-Cola

Y la caída de ventas hubiera sido mucho mayor “si la empresa no hubiera violado el derecho de huelga”, denuncia Mercedes. “Si nosotros dejábamos de fabricar, no debería haber producto, porque la empresa tenía adjudicado la fabricación y la venta en toda la región. Pero sabíamos que seguían trayendo desde fuera”, relata. Los trabajadores despedidos iniciaron una cruzada para documentar que la empresa estaba “rompiendo la huelga” de forma ilegal.

Buscaban latas y botellas cuyos códigos de barras y referencias indicaban que venían, como pudieron demostrar, de otras fábricas que no estaban en huelga. A veces no tenían ni siquiera que ir a buscar las botellas, sino que los productos venían a la fábrica, cuentan entre risas. Entre el caos de la huelga, varios camiones llegaron a Fuenlabrada con productos de fuera de Madrid para abastecer el mercado de la capital. “Los conductores nos dejaban los albaranes y veíamos que el producto venía de Barcelona o de donde fuese, y venían a suministrar el mercado de Madrid, no hacía falta que fuéramos a hacer un piquete a ningún lado”, cuenta otro trabajador de la embotelladora. “En la Inspección de Trabajo se acordaban perfectamente de mí –rememora Mercedes–. El encargado me decía: 'Por esta inspección ha pasado mucha gente, pero no he conocido muchas personas que pongan 62 cartas y denuncias en 40 días'”.

La insistencia dio resultados. En mayo de 2014, la Inspección de Trabajo le dio la razón a los trabajadores de Casbega: Coca-Cola Iberian Partners había vulnerado el derecho a la huelga. Una sanción no vinculante que fue, sin embargo, fundamental para que un mes después, en junio de 2014, la Audiencia Nacional declarara nulo el ERE. Según la sentencia, los trabajadores deberían ser readmitidos en su puesto de trabajo previo.

“Nosotros estábamos contentísimos, pero la compañía, representada por los principales bufetes de abogados de España, dijo que iba a cumplir cuándo quieran y cómo ellos quieran”, cuenta Mercedes. Una supuesta victoria en los tribunales dio lugar a “una de las situaciones más dramáticas que se han vivido”. Como el ERE fue declarado nulo, los trabajadores dejaron de percibir las prestaciones por desempleo y, “como la empresa no los quería readmitir, los compañeros se encontraron sin un duro”.

–Era kafkiano, hablamos de personas que no podían pagar las hipotecas, gente que no podía tener los tratamientos que requerían– dice Mercedes.
–O no podían poner la calefacción –agrega Aurora.
–O tenían que ir a comedores sociales. Ha habido divorcios, enfermedades... Estuvimos así cinco meses.

La solidaridad entre los propios trabajadores y de otros colectivos sociales fue clave para poder resistir durante 15 meses. / Álvaro Minguito

Aurora no trabajaba en la embotelladora, era su marido el que lo hacía, pero no hubo diferencias a la hora de integrarse en el campamento y en las protestas. “Las mujeres han sido el 50% de la lucha, sin nosotras no hubiera funcionado... Él se hubiera derrumbado –dice señalando a su marido– y yo me hubiera derrumbado”. Tampoco hubiera funcionado sin la caja de resistencia para ayudar a los “compañeros que estaban en una situación más precaria”, una herramienta de apoyo mutuo creada con aportes de los trabajadores que estaban en una mejor situación y las donaciones realizados por particulares y todo tipo de organizaciones sociales. Otros colectivos llevaban leña o comida al campamento. Si un trabajador no podía pagar la hipoteca, cuenta Mercedes, el resto lo acompañaba al banco para renegociar mejores condiciones.

Para Marcelo Álvarez, el no cumplimiento de la sentencia por parte de Coca-Cola es un claro ejemplo del doble rasero existente en la aplicación de la ley: “Un empresario no puede hacer lo que le da la gana, porque hay derechos”. El marido de Aurora lo dice de otra manera: “Es como si te condenan a 15 años de cárcel y tú dices: 'No, es que no me conviene'”.

El clímax

Cuando se cumplía casi un año de huelga indefinida y a pesar de que la Audiencia Nacional había dictaminado que la empresa debía restituir los puestos de trabajo, aquel 15 de enero de 2015, la policía escoltaba a una cuadrilla valenciana que pretendía desmantelar las máquinas.

Pero los trabajadores y sus familiares no tardaron en ponerse en medio. Las redes funcionaron y en pocas horas cientos de integrantes de las mareas y de colectivos de Fuenlabrada, de organizaciones estudiantiles y de las juventudes comunistas, de Comisión Obreras y de partidos políticos como Izquierda Unida, Podemos o, incluso, UpyD, habían ido llegando para apoyar a los trabajadores de Coca-Cola. “Menos el PP, vinieron todos. Era Cristina Cifuentes la que había dado la orden, y claro, ¿cómo va a venir?”, se ríe Mercedes. 

En el forcejeo con la policía, una persona fue detenida y cinco resultaron heridas, Aurora entre ellas, que sigue llevando muletas tras sufrir una caída en medio del tumulto. “A Pulido le pegaron, a Picachu le dieron un porrazo en la cara, a él –Mercedes señala a otro trabajador– un pelotazo en la cara, y a Galán, que no estaba haciendo nada porque estaba recién operado de la columna, lo cogieron, lo tiraron al suelo y le dieron con la porra”.

–¿Y ahora la fábrica está vacía?
–¡No!–dicen todos a la vez–. Todavía está toda la maquinaria– continúa Mercedes.
–Todo el mundo se cree que está vacía, pero no– dice Aurora.
–¿Y qué se llevaron?
–Nada, ni un tornillo, porque no les dejamos– dice Mercedes.
–Entramos dentro de la fábrica, y les dijimos a esos canallas que se tenían que marchar –dice el marido de Aurora en referencia a los trabajadores de la contrata–. Los sacamos aquí, por esta puerta, y les dijimos que se fueran por ahí andando hasta Valencia. Y eso fue lo que salió de la fábrica. Lo único que se llevaron fue a los esquiroles en coche de policía.

Celebración de la sentencia del Tribunal Supremo, que daba la razón a los trabajadores de Coca-Cola. / Eliecer sánchez - Disopress

Parecía que las cosas empezaban a mejorar para los trabajadores de Casbega. En febrero comenzaban a cobrar el dinero adeudado por la empresa y el 15 de abril de 2015 el Tribunal Supremo les volvía a dar la razón: Coca-Cola había vulnerado el derecho a la huelga, el ERE era nulo y todos los trabajadores debían ser readmitidos en su puesto de trabajo previo. Además, obligaba a la empresa a pagar todos los salarios dejados de percibir desde el despido.

Pero diez días después de la sentencia, el campamento de Coca-Cola sigue en pie y en plena actividad. “Vamos a seguir aquí resistiendo hasta que se dé cumplimiento a la sentencia del Supremo, que ratifica lo que dijo la Audiencia en su tiempo”, dice Márcelo Álvarez.

El confesionario

El campamento se ha convertido en un sitio de peregrinaje para colectivos de trabajadores en conflicto. “Esta mesa es casi como un confesionario –dice Marcelo Álvarez–. Ha venido gente de Panrico, hemos estado con los barrenderos, con los de Madrid Río, con Airbus, con Telepizza de Zaragoza, con los mineros asturianos, con Everest...”.
–¿Y qué les decís?
–Les explicamos más o menos lo que hemos hecho– dice Mercedes.
–Ellos te preguntan, sobre todo, cómo hemos conseguido aguantar tanto tiempo. Eso es lo que más le llama la atención a la gente– dice Marcelo. 
–¿Y cómo lo habéis conseguido?
–Pues siendo solidarios, sobre todo, y organizados. Ésa es la única forma, así hemos aguantado estos 15 meses –resume Marcelo.
–Y otros 15 si hace falta... –concluye Mercedes.

Por Martín Cúneo. Fuente

04/05/15

Cuatro hitos en 15 meses

22 de enero, 2014

Los trabajadores de Fuenlabrada inician una huelga indefinida e instalan el campamento tras conocerse la noticia del ERE y del cierre de la planta.
 

12 de junio, 2014

La Audiencia Nacional da la razón a los trabajadores de Fuenlabrada: Coca-Cola vulneró el derecho a la huelga y deben ser readmitidos.
 

15 de enero, 2015

Coca-Cola no cumple la sentencia y envía a una cuadrilla y a la policía a desmantelar las máquinas. Los trabajadores lo impiden.
 

15 de abril, 2015

El Supremo vuelve a dar la razón a los trabajadores de la embotelladora, que mantienen las medidas de presión hasta que se cumpla la sentencia.

26 dic 2015

¿Para qué sirve un sindicato? Pregunten a los trabajadores de Abengoa

En los tiempos difíciles que se avecinan para los trabajadores de Abengoa éstos encontrarán a faltar que durante los años pasados no se hayan construido unas buenas organizaciones sindicales


Hemos leído y oído la información que está apareciendo referida a la empresa Abengoa, los errores en la gestión, el concurso de acreedores y la fuerte relación que la empresa ha mantenido con los centros de poder estatales, autonómicos y locales desde su fundación en Sevilla en 1941. Una relación que ha merecido la consideración de ser la empresa más politizada del Ibex 35, dado que en su Consejo de Administración se han sentado personas muy relevantes procedentes del ejercicio de importantes responsabilidades públicas y a quienes se les supone una sensibilidad especial con los derechos laborales básicos, o cuando menos que los conozcan.

Hemos sabido además que a muy pocas fechas de la presentación del concurso de acreedores y del desplome del valor de la empresa, sus principales gestores, los ya expresidente y ex consejero delegado, se embolsaron respectivamente 11,48 y 8 millones de euros de indemnización por su “cese anticipado". También han salido a la luz informaciones sobre las viejas y autoritarias formas de gestión de las personas en esta empresa, que, por el sector al que pertenece, debería suponerse del siglo XXI.

Una gestión autoritaria más propia de una vieja fábrica de montaje fordista que provoca que los 4000 trabajadores de su sede central no tenga comité de empresa y que el Campus Palmar Altas, sea conocida por los propios empleados como "Palmatraz". Han sido muchas las noticias que han ido apareciendo en la prensa local sobre el trato a los becarios, o los controles asfixiantes, o las continuas prolongaciones de la jornada laboral. Como ejemplo, en junio del pasado año el Diario Andalucía información.es, citando fuentes de la Inspección de Trabajo, informaba de “una multa de más de 300.000 euros en 24 filiales de la provincia de Sevilla por imponer horas extras gratis”, o las denuncias de despidos masivos que se están produciendo en estas semanas sin diálogo ni negociación en las distintas empresas del grupo industrial.

En los tiempos difíciles que se avecinan para los trabajadores y trabajadoras de Abengoa éstos encontrarán a faltar, en el disgregado mundo de las decenas de empresas que forman este grupo industrial, que durante los años pasados no se hayan construido unas buenas organizaciones sindicales que trabajaran por la unidad de los trabajadores. Seguro que encontrarán a faltar la fuerza de la organización y de la unidad para defender el futuro de la empresa, su empleo y sus derechos. Sin duda ahora, en estas circunstancias, muchos trabajadores y trabajadoras de Abengoa sentirán la ausencia del principal instrumento que hace decenas de décadas inventaron los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo: los sindicatos.

Sentirán la necesidad de promover la coordinación entre los cientos de centros de trabajo y empresas que componen su grupo empresarial, cuando comprueben que todo lo que sucede en un centro de trabajo de su grupo industrial, por muy lejos que esté, no es indiferente para el resto de los miles de trabajadores y trabajadoras de Abengoa. Por esto, en estos momentos de grave crisis, sentirán la ausencia de los necesarios instrumentos de información y participación sindical para conocer cómo y hacia dónde va la empresa. Algo que es un derecho contemplado en nuestra legislación y que ha sido mejorado, desde la negociación colectiva, en muchas empresas como la suya, también grandes y globales.

Todo esto, y seguro que mucho más, podrán sentir los trabajadores y trabajadoras de Abengoa en estos momentos de grandes desafíos para su empleo y condiciones de trabajo. Pero, sin lugar a duda, también sentirán el total apoyo de las organizaciones sindicales, de sus expertos y técnicos, pagados por las cuotas de afiliados y afiliadas de otras empresas, con su experiencia, presencia e interlocución institucional. Y sobre todo podrán contar, con toda seguridad, con la solidaridad organizada en los sindicatos del resto de los trabajadores y trabajadoras de pequeñas, medianas y grandes empresas.

En muy pocas fechas veremos el desenlace y las posibilidades de reestructuración financiera e industrial de esta gran empresa, si será capaz o no de resistir el feroz ataque de su competencia en un sector tremendamente agresivo e interesado en reducirla. También veremos el grado de compromiso de las entidades financieras y de las administraciones públicas para evitar que desaparezcan los miles de puestos de trabajo, el conocimiento tecnológico acumulado y el valor social y económico para Sevilla, Andalucía y España.


Junto a su compromiso de apoyo en búsqueda de soluciones, también es el momento para que las organizaciones sindicales incorporen entre sus prioridades cambiar y modernizar las relaciones laborales en esta empresa y construir, desde la afiliación masiva, las nuevas y más maduras relaciones laborales e industriales, con nuevos instrumentos de representación y nuevos compromisos  de la empresa de diálogo y participación. En conclusión, iniciar una nueva etapa más abierta y más propia del Siglo XXI.

Por Quim González Muntadas
19 de Diciembre de 2015
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Ver: Abengoa deja tirados a centenares de españoles en el extranjero y sin billete de vuelta

Periodistas corruptos




Los periodistas sabemos bastante bien dónde poner el listón para descalificar a un político: la mentira reiterada, el engaño deliberado, la deshonestidad económica, el servicio a intereses ajenos a los ciudadanos que dice representar… Pero ¿dónde se pone el listón para descalificar a un periodista indigno del oficio que dice practicar?

En la gran mayoría de los casos, los periodistas que tan bien sabemos hablar de los políticos nos callamos como muertos a la hora de hablar en público de periodistas deshonestos, que mienten y engañan deliberadamente, que sirven con cinismo otros intereses que los de sus lectores o seguidores. ¿Por qué sucede eso? Muchas veces, por miedo a que la denuncia pública de esos personajes se considere o aliente un ataque a la libertad de expresión. Por miedo a que se aprovechen esas denuncias para recortar la libertad de expresión y, por consiguiente, para recortar la ya debilitada democracia. Quizás también por simple miedo a no poder defenderse de sus mentiras y ataques. La realidad es que es ese silencio lo que perjudica la libertad de expresión y lo que debilita la democracia. Quienes callan, participan del juego y de la trampa.

No se trata ya solo de denunciar los intereses y tejemanejes de las empresas periodísticas y de sus responsables ejecutivos, incapaces de hacer frente a las presiones de los bancos o empresas con los que mantienen deudas. Eso es cierto y tiene un efecto demoledor sobre la credibilidad de esos medios. Pero también es cierto que los periodistas no son empleados de una mercería, y que al iniciar su oficio adquieren una serie de compromisos profesionales y éticos. Y que existen periodistas infinitamente más deshonestos, venales y sobornables que los políticos que denuncian.

La campaña electoral que acaba de terminar es un buen espejo para analizar lo que está ocurriendo. Programas de radio, programas de televisión, espacios en diarios digitales y en diarios tradicionales han sido vendidos, comprados y colocados al servicio de algún candidato particular, de manera casi siempre encubierta y tramposa. No se trata de que esos medios o periodistas hayan declarado su apoyo a un candidato o un partido particular, algo perfectamente legítimo, sino precisamente de lo contrario, del engaño con el que se han manejado. Por no hablar de la frivolidad insoportable con que esos medios se han comportado en un momento social tan grave, obviando toda referencia a la corrupción, la desigualdad o la pobreza.

No se trata de extender la sospecha sobre todos los profesionales. Hay centenares, miles de periodistas españoles que hacen su trabajo día a día, defendiendo las reglas del oficio. Periodistas, reporteros y simples informadores, que indagan los hechos y los relatan, mejor o peor, pero con la mayor honestidad que pueden. Columnistas que intentan argumentar sus opiniones con datos y razonamientos y que no apelan a las pasiones. Redactores jefes y directores que intentan mejorar la calidad de sus medios y la excelencia en el relato. No merecen ser confundidos ni mezclados con esos periodistas de otro pelaje, algunos de los cuales traspasan la frontera del fanatismo y se convierten en empleados a sueldo de partidos o empresas afines a esos partidos. Sumarios judiciales recientes, como el de la Púnica, revelan nombres de profesionales cercanos a esas tramas de corrupción política, así como la creación y / o financiación de medios y redes sociales locales, regionales y nacionales con fondos públicos y publicidad más o menos encubierta. Que se sepa, ninguno de esos profesionales y medios ha sufrido el menor contratiempo por participar en esos entramados.

El problema es que, a veces, periodistas que han acreditado sobradamente su profesionalidad aceptan mezclarse en esos programas o en esos medios con periodistas que saben perfectamente que son corruptos. Lo hacen sabiendo que con su mera presencia y su intento de mejorar el debate, legitiman a los comprados e indecentes. Si esos periodistas no encontraran ninguna legitimidad entre sus colegas, se verían obligados a conversar entre ellos y seguramente acabarían por desaparecer o, al menos, a verse obligados a analizar la situación política con Kiko Matamoros o Kiko Hernández.

Es verdad que hace ya mucho tiempo que se denuncia la deriva del periodismo hacia el espectáculo y el amarillismo, pero la cuestión no se plantea ya en esos términos. No es que los programas informativos se mezclen con bailes o con entrevistas de celebridades. La verdad es que algunos de estos programas espectáculo han dado origen a magníficos espacios llenos de verdadera y sustanciosa información. Pero esos programas o espacios han quedado ya completamente rebasados por este otro tipo de espectáculo manipulador y mentiroso. Algunos periodistas españoles han llevado el debate político al nivel de Donald Trump, y habría que reconocer que las declaraciones y actitudes de Trump están provocando un auténtico escándalo en Estados Unidos, mientras que en España un debate político degradado a propósito por periodistas infames se considera casi una broma, una gracia. No lo es. Tomarse a broma ese tipo de periodismo es un peligro y una desgracia para la democracia.

Las pretensiones del periodismo son enormes, pero sus logros casi insignificantes, decía un conocido periodista inglés del siglo XIX. Seguramente sigue teniendo razón. Pero aun así, por muy pequeños que sean los logros del periodismo profesional y de los periodistas que ajustan su trabajo a determinadas normas y reglas, su presencia en una sociedad democrática es fundamental. Que el periodismo honesto quede aplastado o encubra a los periodistas indecentes supone un precio demasiado alto para el oficio y un peligro inmenso para la democracia.

Por EDITORIAL CTXT
23 DE DICIEMBRE DE 2015
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16 dic 2015

20 de Diciembre. Vayamos a las urnas

Las próximas elecciones generales son una oportunidad para encauzar todo el cabreo que, sindicalistas, activistas sociales, trabajadores y trabajadoras, ciudadanía en general, venimos acumulando en esta pasada legislatura. Cuatro años en los que el Gobierno del Partido Popular se ha empleado sin piedad en desarrollar políticas  dirigidas a favorecer a los “de arriba”, las élites,  a costa de deteriorar la calidad de vida de los “de abajo”, la inmensa mayoría de la población.

Recortes, reformas laborales, regalos fiscales a los más acaudalados, más precariedad, más despidos y más baratos, más paro, más pobreza… No, no es una exageración. Basta echar una mirada al entorno de cualquiera, para ver como el problema del paro afecta dramáticamente a la mayoría de las familias, para constatar las dificultades de los más jóvenes para acceder a un empleo, y la dramática salida del mercado laboral de personas que son consideradas demasiado viejas para poder reincorporarse a un empleo en condiciones,  pero demasiado jóvenes para aspirar a una jubilación digna.

 Las políticas del Partido Popular han generado, y siguen haciéndolo, además de un deterioro de los servicios públicos,  auténticos desaguisados en la vida de muchas personas.  Han producido desasosiego, incertidumbres ante el futuro, imposibilidad para la emancipación de miles de jóvenes,  condenas inapelables a la pobreza. Eso sí, unos pocos, para los que parecen gobernar, no han dejado de forrarse, haciendo de la crisis una nueva oportunidad de negocio.

Y con eso no agotan sus pretensiones. El diseño de país que vienen desarrollando, que ya se va notando, se fundamenta en una economía que compita a costa de salarios miserables, de inestabilidad laboral. ¿Dónde ha quedado toda la palabrería de un nuevo sistema productivo, competitivo en valor añadido, en I+D+i, con empleo digno y estable?

Quieren un país en la que los servicios públicos se sigan tratando como nuevas oportunidades de negocio para sus amigos. Que las puertas giratorias no dejen de funcionar, que la corrupción y el enriquecimiento fácil de algunos, sigan siendo un motor importante de la gestión pública… Y para eso, para eliminar obstáculos,  seguir atacando el derecho de huelga  abriendo causas judiciales, como ya lo han hecho a más de 300 sindicalistas y podando libertades, desatando miedos, con leyes mordaza.

Y lo más cruel es pretender vender ahora, a unos días de las elecciones, que el sacrificio de los “de abajo” – ellos y para los que trabajan no han sufrido nada – no solamente ha sido clave para  salir de la crisis, sino que no hay otra manera de poderlo hacer.  Ellos saben, que la mejora estadística de la economía, se ha debido a factores ajenos a su gestión; depreciación del euro, abaratamiento de las materias primas y el petróleo, políticas más expansivas del Banco Central Europeo… Y con todo, esa recuperación nominal, no se está traduciendo ni en un alivio para  tanta gente que lo está pasando mal.

El sindicato seguirá movilizado, peleando día a día contra todas las agresiones a las personas, a los sectores de la población que representa. Seguirá en la pelea por la generación de riqueza y una más justa distribución, por los derechos y las libertades…

Pero los trabajadores y trabajadoras, ejerciendo con responsabilidad como ciudadanos de pleno derecho, tenemos la oportunidad el próximo día 20 de Diciembre, de pasar cuenta en las urnas a todas las agresiones de que hemos sido objeto, de votar contra ese diseño de país que se quiere hacer no solamente sin nosotros, sino claramente contra nosotros y nosotras. Tenemos la opción, la obligación,  de impulsar un cambio apoyando a todas aquellas fuerzas que se han enfrentado a las políticas que nos han hecho sufrir y que se suman a la proclama sindical de que si, si es posible hacer las cosas de otras formas. No desaprovechemos el 20 D.  Hagamos balances. Leamos programas. Vayamos a las urnas. 


Por Julián Buey
Secretario general de CCOO Aragón
12 de Diciembre de 2015
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13 dic 2015

París, un acuerdo decepcionante que desoye a la ciudadanía

Para Ecologistas en Acción el acuerdo alcanzado hoy en la cumbre del clima de París es decepcionante e insuficiente al carecer de herramientas necesarias para luchar con eficacia contra el calentamiento global y al desoír las luchas ciudadanas que ya están haciendo frente al cambio climático. Se ha perdido una oportunidad de reforzar e internacionalizar un cambio de modelo basado en las renovables, que mantenga bajo tierra el 80% de los recursos fósiles, frene la industria extractivista y se ajuste a los límites planetarios. Se ha optado en cambio por consagrar la mercantilización del clima y las "falsas soluciones"

La justicia climática, la descarbonización, la financiación adecuada, los derechos humanos, la perspectiva de género, los refugiados climáticos… son muchos los puntos fundamentales que han quedado fuera del texto final.

Además, se ha optado por la fórmula con menor fuerza legal (acuerdo) para un texto peligrosamente vago y abierto, en el que los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero no son vinculantes. La revisión de los compromisos se hará demasiado tarde, cuando estemos cerca de haber emitido ya una cantidad de gases de efecto invernadero que implicaría superar el límite de 1,5 grados.

La fundamental meta de la descarbonización de nuestras economías ha acabado en una vaga referencia a la necesidad de alcanzar el pico de emisiones "lo antes posible" y de "un equilibrio entre las emisiones antropogénicas y las fuentes y absorciones por sumideros de los gases de efecto invernadero". Es decir, se confía el cumplimiento de los compromisos a la compensación de las emisiones, en vez de a su reducción significativa, por medio de un cambio en la forma de producir y consumir.

El texto no contempla las emisiones generadas por el transporte aéreo y marítimo, abre la puerta a trucos contables en el cálculo de las emisiones y deja sin amparo luchas como la desinversión en combustibles fósiles y el freno del fracking y las arenas bituminosas.

El acuerdo mantiene además los mecanismos de mercantilización del clima inscritos en anteriores tratados, como los mercados de carbono, que favorecen la especulación y la política del talonario frente a los esfuerzos reales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Tampoco hay mecanismos garantistas para la financiación. La provisión de fondos para la adaptación a los países más vulnerables ha quedado relegada a una decisión de la cumbre, no al acuerdo vinculante, lo que posibilita una vuelta atrás en el futuro. Además, gran parte de esta financiación podrá ser usada para impulsar las citadas falsas soluciones, como la geoingeniería o la captura y almacenamiento de carbono, lo que supone una gran traba al desarrollo de las energías renovables.

Los elementos más interesantes figuran sólo en el preámbulo, es decir, en la parte declarativa que carece de fuerza legal. Es el caso de la apelación a "muchos mayores esfuerzos de reducción" de las emisiones. Esto convierte el acuerdo en algo más parecido a una declaración de intenciones que a un texto a la altura del reto que supone el cambio climático, en clara contradicción con el origen de las negociaciones climáticas y el propio sentido de las Naciones Unidas.

Los líderes mundiales han apostado en París por el mismo modelo devorador de recursos que nos ha traído a la situación actual y nos dirige al colapso ambiental. Se muestra una vez más que muchos ciudadanos y ciudadanas tienen claro cuál es el camino a seguir, mientras que estos marcos de negociación desoyen esas voces continuamente y carecen del liderazgo necesario ante el mayor reto del siglo XXI.

No es momento de bajar los brazos ni de caer en el pesimismo en la lucha contra el cambio climático. Para Ecologistas en Acción, lo sucedido en París muestra la necesidad de seguir presionando para que se tomen las medidas necesarias, frente a un acuerdo que nos condena de momento a un aumento de más de tres grados de temperatura. También subraya la importancia del empoderamiento del cambio impulsado por la ciudadanía frente al calentamiento global, con miles de luchas, como las articuladas contra el TTIP, el fracking o la energía nuclear.

Se ha cerrado una ventana, pero la puerta de la ciudadanía, la calle y las luchas cotidianas está más abierta que nunca. Experiencias como la agroecología, la soberanía alimentaria, la movilidad sostenible y la desinversión en combustibles fósiles pondrán en evidencia la falta de ambición de los líderes políticos. Solo un cambio genuino en el modelo de producción y consumo mitigará de forma eficaz el calentamiento global.

Fuente
12 de diciembre 2015, por Clima

3 dic 2015

La doble cara de las empresas que financian la Cumbre del Clima de París

Los patrocinadores del encuentro de la ONU tienen un largo historial de ataques al Medio Ambiente, aunque la organización destaca sus compromisos en este ámbito para los próximos años.


La Cumbre del Clima de Naciones Unidas tendrá un coste estimado de 170 millones de euros, a los que habrá que añadir los gastos de seguridad, que se elevarán de manera notable después de los recientes atentados yihadistas en París. Un 20% del presupuesto de COP21 correrá a cargo de empresas privadas, muchas de ellas del sector eléctrico, aunque también hay aerolíneas, compañías automovilísticas, bancas y aseguradoras.

“Todas estas empresas son amigas del clima”, afirman desde el Gobierno francés. Poco importa que entre los nombres se encuentren algunos de los máximos responsables del calentamiento global en las últimas décadas, industrias que ven la lucha contra el cambio climático como una posibilidad nueva de negocio. Algunos partidos como Los Verdes Europeos califican de “impresentable” e “incoherente” que “grandes corporaciones con una fuerte responsabilidad en el cambio climático” financien esta Cumbre. “Es como si invitáramos a las multinacionales del tabaco a financiar congresos de lucha contra el cáncer”, apuntan.

Pese a que la gran mayoría de estas empresas se ha comprometido a reducir su impacto medioambiental y se ha fijado objetivos para disminuir sus emisiones y su consumo de energía, la mancha en algunos casos es tan grande que un simple lavado de cara no es suficiente.

EDF: El mayor defensor de las «virtudes» de la «limpia» energía nuclear

Parte interesada. Así se podría definir la participación de Électricité de France como patrocinadora de la Cumbre del Clima. De hecho, ha aprovechado este papel para lanzar una campaña publicitaria a gran escala en la que alaba las “virtudes” de la energía nuclear por “limpia” y “libre de CO2”. En su eslogan, EDF se autodefine como el “socio oficial de un mundo bajo en carbono”, y llama a descubrir “la verdadera cara de la energía baja en carbono”. Lo que no cuenta es que su propuesta se basa de manera exclusiva en el aumento de la presencia de centrales nucleares en Francia. Instalaciones libres de carbono, pero con un problema de radiactividad que omiten. Para ellos, Chernóbil y Fukushima suenan muy lejanos. Poco se conoce del papel que las energías renovables juegan en el modelo “limpio” de EDF, al que apenas aportan poco más del 2% de su volumen de negocio.

ENGIE: La gran contaminante busca su sitio para salir de la lista negra

Resulta extraño que una de las empresas responsable de algunas de las centrales de carbón menos eficientes del mundo sea patrocinadora de un encuentro que precisamente lucha contra la dependencia energética de combustibles fósiles, pero así es. Engie, antiguamente GDF Suez, figura entre los primeros emisores globales de gases de efecto invernadero, con 155 millones de toneladas de carbono emitidas por año durante 2013, según Thomson Reuters. Sólo quedaron por delante de ella dos petroleras chinas, Arcelor Mittal, NTPC Ltd. y la empresa eléctrica alemana RWE AG.
Para intentar paliar esta mala imagen, Engie –que posee 30 centrales de carbón en el mundo, sobre todo en Europa, Estados Unidos y Australia– ha anunciado un plan de reestructuración con el objetivo de reflejar su transición a una “nueva era energética”.

Algunos medios especulan con la posibilidad de que durante la Cumbre, la empresa francesa anuncie una retirada parcial de su cartera de centrales de carbón. Es decir, vendería sus activos. Según un estudio de la Universidad de Oxford publicado en marzo de este mismo año, Engie posee la flota de centrales de carbón más ineficientes del mundo (después de dos pequeñas empresas indias), y sus consecuencias empiezan a notarse en forma de catástrofes medioambientales. En Italia, por ejemplo, Vado Ligure, una central participada al 51% por Engie, fue cerrada en 2014 por los impactos sanitarios y el “desastre ambiental” que ocasionaba.

BNP-PARIBAS: El gran inversor de proyectos expansivos de extracción de carbón

Si alguien sabe lo que cuesta el cambio climático, ese es BNP Paribas. Al menos, debería saberlo ya que se trata de uno de los bancos internacionales más involucrados en operaciones de financiación de carbón alrededor del mundo. Según el portal web coalbanks.org, entre 2005 y abril de 2014 el banco francés ha contribuido de manera efectiva a la expansión del carbón (minas y centrales eléctricas), con al menos unos 15.600.000 millones de euros. Desde la organización de los Premios Pinocho, creados para denunciar los daños de las multinacionales al medio ambiente y en la que participa Amigos de la Tierra, alertan de las prácticas de los poderes financieros y en concreto de BNP Paribas, y documentan varios casos. “En Sudáfrica, el banco está involucrado en la construcción de dos gigantescas centrales eléctricas a carbón, Medupi y Kusile. Entre ambas, cada año emitirán a la atmósfera 60 millones de toneladas de carbono, aumentando las emisiones de Sudáfrica en un 17% y exacerbando los devastadores impactos del cambio climático sobre las comunidades pobres”, apuntan. También aparecen los tentáculos de la entidad bancaria en India, donde, según denuncian, “BNP Paribas es el único banco internacional partícipe, a través de un préstamo de 327 millones de dólares en la infame central Tata Mundra, en la costa del Gujarat”. Esta factoría de 4.150 MW ha provocado la destrucción de los medios de subsistencia de las comunidades locales, ya que arroja masivas cantidades de agua caliente en el ambiente marino. Además, el polvo de carbón y la ceniza que resulta de su combustión caen del cielo y contaminan las tierras agrícolas y los pescados.

NISSAN: Los controles de emisiones de CO2 de los coches, bajo sospecha

En medio de la polémica por el caso Volkswagen, la empresa automovilística francesa se presenta como ejemplo de pureza medioambiental.
Las emisiones de CO2 registradas en Europa en 2014 fueron, de promedio, un 40% superiores de las que declaró la industria de la automoción, según un informe de la ONG Transport & Enviroment. Pese a ello, Renault se mantiene como la marca con menos emisiones de CO2, según el análisis realizado por la empresa consultora Jato.

IKEA: El ejemplo del modelo de consumo que impide un cambio a nivel global

Más de 70 millones de visitas a alguna de sus 16 tiendas repartidas por todo el Estado español. Un total de 1.165 millones de euros de facturación durante 2014. Éstos son los números de la empresa que mejor representa el consumo rápido y desmesurado. Artículos baratos, de procedencia lejana y en los que se prima más el placer de comprar (y montar) que la necesidad. Es “la república independiente de tu casa”.

Una “república” que apareció en un informe de Greenpeace del año 2009 en el que se le señalaba directamente como una de las empresas responsables de la desaparición “a pasos agigantados” de la selva amazónica. La compañía sueca rápidamente inició su contrarréplica y destacó sus “indicadores de sostenibilidad”. Este mismo año The Wall Street Journal publicó que Ikea había decidido comprar y gestionar bosques con los que asegurarse el suministro de madera. Ya lo hace en Rusia, donde las autoridades le retiraron el sello de sostenibilidad, y ahora tiene proyectado ejecutarlo también en Rumanía.

Otras empresas: Del negocio del agua al modelo económico de Michelin y Carrefour

En París también habrá sitio para otras empresas que no remiten especialmente a una lucha contra el cambio climático, aunque con su presencia como patrocinadoras de la Cumbre sí esperan obtener algunos réditos. En el listado de multinacionales aparecen Suez Environnement y Sedif, ambas vinculadas a la gestión del agua, un sector en el punto de mira ecologista por su permeabilidad a la especulación económica. También se encuentra en el listado de patrocinadores la compañía aérea Air France. Los vuelos comerciales son responsables del aumento de los gases de efecto invernadero. Entre 1990 y 2006, las emisiones aumentaron un 87% en la Unión Europea. La contribución de aeronaves civiles en vuelo a las emisiones globales de CO2 se estima en alrededor de 2% del total, aunque los expertos duplican esa cifra.

Michelin es otra de las empresas patrocinadoras. La multinacional es la que más hace en su sector a favor de la sostenibilidad, pero aun así representa un modelo que daña enormemente a la capa de ozono. Igual que el de Carrefour, quien sigue buscando solución a las toneladas de residuos que genera cada año.


[Este artículo es parte del reportaje sobre la Cumbre del Clima de París (COP21) que se puede leer en el número de diciembre de la revista La Marea. Ya a la venta en quioscos y en tienda online]

Fuente: http://www.lamarea.com/2015/11/28/la-doble-cara-de-las-empresas-que-financian-la-cumbre-de-paris/

Toni Martínez
La Marea


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