19 jul 2016

Cuando éramos idiotas


“Esa idiotez que decíamos cuando éramos
de extrema izquierda de que las cosas se cambian
en la calle y no en las instituciones es mentira”.
Pablo Iglesias

Cuando éramos idiotas creíamos en la posibilidad de cambiar la sociedad para hacerla mas justa, más democrática. Pensábamos que no bastaba con lavarle la cara a la realidad. Creíamos también que los representantes políticos no nos representaban y que tampoco tenían por qué representarnos. Creíamos que la participación directa de la gente, organizada, era imprescindible. Que éramos mayores de edad para decidir acerca de nuestro destino. Sabíamos que ninguno de los derechos sociales, laborales o culturales conquistados en el pasado fueron concesiones voluntarias del poder. Que hubo que arrebatárselos luchando en la calle, que costó miles de vidas, de humillaciones, de cárcel, de marginación, de vidas entregadas a esas causas justas. Pensábamos, cuando éramos idiotas, que jamás se lograron cosas a nuestro favor desde las instituciones del poder. Que había que sostener las demandas desde la calle, precisamente. Creíamos que los que mandan debían obedecernos y no decidir por nosotros.

Cuando éramos idiotas creíamos que todos los luchadores que dieron sus vidas, para mejorar la sociedad no eran idiotas. Al contrario, estábamos convencidos de que marcaron el camino a seguir, que fueron ejemplos de dignidad. En esos momentos de idiotez nos ubicábamos en la izquierda y la clase dominante era la derecha. Ahora, gracias a Laclau, sabemos que los significantes que significan los significados vacíos no son significativos y que, por lo tanto, no hay más clases sociales. Clarito, ¿no? Ahora están los de arriba y los de abajo. Todos juntos, como en el tango Cambalache, ya que hablamos de Laclau. Había que ser muy idiota para no entenderlo.

Lo que no sabíamos cuando éramos tan idiotas es que integrábamos la extrema izquierda. O sea, una izquierda que no entendía el significado de los significantes. En aquellos tiempos lejanos, hace unos dos años más o menos, llamábamos a las cosas por su nombre. Al opresor le decíamos opresor, al capitalismo, capitalismo y hasta irresponsablemente queríamos una sociedad socialista. Al menos ese era el objetivo, aunque sabíamos que “la lucha es cruel y es mucha”, al decir de Discépolo. Éramos tan idiotas que ni pensábamos en la socialdemocracia y menos que Marx había sido socialdemócrata como Felipe González, por ejemplo.

Pero, si 20 años no es nada, como decía Gardel -para no olvidarnos de Laclau-, 2 años es el tiempo suficiente para dejar de ser idiota. Apareció Podemos en el horizonte del 15M generando una nueva ilusión de cambio y poco a poco fuimos dejando idioteces por el camino. Abandonamos teorías descabelladas, como las elaboradas por Marx y Engels, y nos abrazamos a Laclau para significarnos. Una vez significados, nos dimos cuenta de que el tema de conquistar el cielo, en realidad, quería significar que era mucho mejor pedir permiso para acomodarnos en lo posible, en lo terrenal. Que teníamos que dejarnos de aventuras utópicas que jamás nos llevarían a saludar a Obama. Y menos a convertirnos en el ejército regular del sistema y despreciar, como debe ser, la fantasía partisana propia de aquellos tiempos idiotas.

Hasta nos avergonzamos de viejas tertulias donde combatíamos a lengua partida a los tertulianos de arriba. Era para provocarlos que nos autodenominábamos comunistas, ¡faltaría más! Ellos, que entendían la broma, nos seguían el juego para que todos, finalmente, creyéramos que esa parodia de debate era real. Además, como dijo Don Pablo -que me parece que así hay que nombrarlo desde ahora para tener presente su presente señorial de general del ejército regular-, ya aclaró que comunista es uno de joven. Mejor aún, de joven idiota de extrema izquierda. Y que esa especie de desliz juvenil se cura cuando uno ya es un adulto que pretende gobernar desde el sistema. Integrado plenamente en el sistema que aquellas locuras juveniles querían, irresponsablemente, cambiar. Que no hay mejor cambio que cambiar algo para que nada cambie, sin abusar por supuesto.

En fin, que, gracias a Podemos, dejamos de ser idiotas. Dejamos de ser de izquierda. Dejamos de ser jóvenes. Dejamos de ser utópicos. Dejamos de ser.


Por Ángel Cappa
14-07-2016
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4 jul 2016

España ha votado corrupción, desigualdad y autoritarismo

Desde que a última hora de la noche del pasado domingo supimos que los resultados electorales no habían hecho caso alguno a las encuestas, sobre todo en lo que tocaba a Unidos-Podemos y al Partido Popular, a los otros los clavaron, se vienen sucediendo análisis que tratan de explicar con diversos argumentos por qué empresas dedicadas a adivinar científicamente lo que sucederá en los comicios, han errado de manera tan brutal como poco explicable. No son nuevos los errores de las demoscópicas, lo que si resulta novedoso y extraño –porque hay instrumentos sociológicos para corregir la probable mentira de un sector de los encuestados- es que el yerro supere el veinticinco por ciento en el caso de la formación Unidos-Podemos. Esa es una novedad mundial, una nueva aportación de España al campo de la sociología, la psiquiatría clínica y la alcornocología –ciencia desgraciadamente olvidada en nuestro país- que tendrá que ser estudiada con especial interés por los sabios de cada una de esas disciplinas si queremos saber por qué lo que es no es y lo que no es, es. De modo que quienes se dedican a las prospecciones de opinión son capaces de afirmar con toda seguridad que la próxima salida al mercado del yogur de apio con semillas de nabo y aire de linimento será un éxito absoluto, y aciertan, y son incapaces, pese a lo que cobran y a los medios de que disponen, de aproximarse con un mínimo de credibilidad a lo que votarán los expañoles en un momento dado. O han puesto el mismo interés que yo cuando pinchan en la radio a Chiquetete, o nos han mentido con deliberación o no saben lo que hacen. De las tres opciones, de momento, me quedo con la segunda.

Sin embargo, hay una cuestión que podría explicar de forma sencilla el estrepitoso fracaso de las empresas de opinión y el solemne ridículo que ha hecho el país en su conjunto a la hora de depositar su fragmento de poder en las urnas. Lo que ha sucedido en España es absolutamente insólito, es cierto que hay un gravísimo corrimiento hacia la derecha en todos y cada uno de los países europeos, que la izquierda está atravesando por un periodo de confusión incomprensible ante las salvajes políticas derechistas que nos acosan, que la xenofobia, la insolidaridad, el racismo y el clasismo son los nuevos fantasmas que recorren Europa, pero no es menos cierto que en el resto de Europa los votantes castigan a los corruptos, a los prevaricadores, a los ladrones y a los malnacidos. Salvo el caso de Italia en el periodo de Berlusconi, no existe ningún otro país que haya votado de forma mayoritaria a un partido que ha protagonizado más casos de corrupción de los que mi memoria puede recordar ni a un Presidente que los ha comprendido y tolerado como algo natural. Hemos visto dimitir a un ministro por uso privado de un coche oficial en el Reino Unido, a varios ministros alemanes renunciar por haber sableado –cosa que parece bastante habitual allí- sus respectivas tesis doctorales, por mentir en el Parlamento, por diversos asuntos relacionados con la vida íntima, y todos, absolutamente todos, han desaparecido de la vida pública al poco de conocerse sus tropelías, tropelías de mucho menor calibre que las que aquí se suceden día tras día. Y es que ni las encuestadoras ni el personal con derecho a voto –al menos una parte importante del mismo- han tenido en cuenta un factor decisivo para que eso no suceda en nuestro país, para que un chorizo sea más apreciado cuando más sinvergüenza sea, para que un prevaricador, un estafador, un recalificador, un explotador, un mangante o un arruinador gocen del aprecio, el aplauso y el voto del público cuanto mayor sea el éxito en su vida criminal de guante blanco. Ese factor, ese imponderable, esa contingencia se llama burrería. No le den más vueltas, es indiferente si hubiese habido alteración de los resultados electorales en las altas instancias del poder, insignificante si la mitad de los votantes de Izquierda Unida, por eso tan español de “yonomeajunto”, hayan declinado acudir a las urnas, baladí que el conteo se haya hecho de forma más o menos rigurosa, el factor determinante es que el pueblo español viene siendo sometido desde mediados de los años noventa a un proceso de embrutecimiento tal que ha conseguido que una fracción del mismo sea incapaz ya de distinguir entre lo digno y lo indigno, lo decente y lo indecente, el bien y el mal.

Hay quienes achacan la remontada del Partido Popular al resultado del referéndum en Reino Unido, cuando eso aquí importa exactamente un pijo; hay quienes ponen el acento en la inseguridad, cuando aquí más de un tercio de la población no tiene trabajo, ni comida, ni techo ni seguridad de ningún tipo, ni siquiera esperanza, y hay, también los hay, que achacan el resultado a los cambios de estrategia de Unidos-Podemos o al grito que aseguraba “venían los comunistas”. Nada de eso ha influido en el resultado electoral, aquí no andamos con sutilezas ni otras suavidades, aquí lo decisivo fue la aparición de “Dj Pulpo con Soraya Sáenz de Santamaría en el mitin final de campaña del PP en la plaza de Colón de Madrid, aquí lo concluyente fue ver a Rajoy Brey comentado la alineación de la selección española de fútbol mientras viajaba en el AVE, aquí lo definitivo fue la hostia que el domingo le soltó Bárcenas a un ciudadano que lo llamó por su nombre. Entre nosotros –un país ineficiente como España entre dos guerras civiles, Gil de Biedma dixit- se valora y se envida al triunfador, y el triunfador no es el que trabaja hasta el agotamiento para sacar a los suyos adelante, ni el que se ha dejado los codos estudiando biología molecular o arte, ni el que se mata en un hospital público para que vivan quienes padecen enfermedad, no, aquí el que triunfa es el que compra la primitiva porque no tenemos sueños baratos, porque en los áticos hace aire y los deportivos descapotables hacen mucho ruido; aquí, para ser reconocido tienes haber pisoteado a tus semejantes, exponer sin remilgos toda la soberbia del mundo, dilapidar el dinero que no es tuyo porque es de todos, lucir Armani, Rolex y Mercedes serie alta y mostrarte campechano como el rey Juan Carlos llegada la ocasión electoral. El mangante es un triunfador, alguien a quien se envidia y se admira al mismo tiempo que se teme. No existe ningún rechazo –al menos no se ha visto en las calles como sus currículums demandan- contra la familia Pujol, ni contra Blesa, Camps, Fabra, Valcárcel, Castedo, Prenafeta, Granados y tantísimos otros que han hecho mangas y capirotes de la “Res Pública”, no existe la ira pública que sería normal ante tanto estrago y tanto desalmado, hay indolencia, hay fascinación, encandilamiento y asombro ante esos hombres y mujeres que han dado el salto a la fama y a la riqueza con malas artes, cosa a la que ha contribuido sobremanera la lentitud y laxitud de la justicia y los medios del petardeo que un día sí y otro también nos han contado los pesares de la Pantoja o los sufrimientos del pobre Fabra en la cárcel. Evidentemente tenemos un problema, la burrería conduce inexorablemente a la estupidez y en ese estado no existe la conciencia.

Por Pedro Luis Angosto
28-06-2016
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10 jun 2016

El que paga manda, el que cobra calla. Silencio sobre los Papeles de la Castellana

Hace un par de semanas, nos dimos cuenta de una serie de frecuentes visitas a algunos de los sitios web que alojamos. No es extraño ver a ciertas multinacionales y despachos de abogados prestando especial atención a los medios de comunicación independientes, pero el tráfico a estas páginas era más grande de lo habitual.

Esta semana, por fin pudimos entender por qué los sitios web estaban recibiendo dichas visitas. "Los papeles de Castellana". Aristócratas, funcionarios públicos y grandes empresas españolas implicadas en la evasión de impuestos y lavado de dinero mediante paraísos fiscales.

Los papeles de Castellana y los documentos de Panamá ahora se cruzan en Madrid.

Durante los últimos diez días, La Marea y Diagonal han estado recibiendo visitas diarias de grandes corporaciones y sus empresas de consultoría. Sus oficinas centrales, sus abogados y departamentos de comunicación nunca han estado tan interesados en los medios de comunicación independientes.

Es la primera vez en la historia que los primeros visitantes de los sitios web de cada mañana son VOCENTO, S.A. (ABC, El Correo) o Promotora de Informaciones S.A. (PRISA, El País, la Cadena Ser). Es bueno saber que “Ustedes” están allí, con nosotros ... bebiendo su primera taza de café pensando cómo llenar sus editoriales. En silencio, porque el que paga manda,... manda callar.

Hacemos un llamamiento a romper el bloqueo informativo:
- Difundiendo las noticias sobre Los Papeles de la Castellana por todos los medios a tu alcance: webs, redes sociales, foros, correo electrónico, en tu centro de trabajo, en el bar...
- Denunciando el silencio de los grandes medios. Podéis dirigiros directamente a ellos en las redes sociales, o en los comentarios a las noticias en sus webs.
- Hablando con periodistas y trabajadores silenciados de esos medios para animarles a explicar los motivos del silencio informativo.
- Suscribiéndote a los medios que difunden Los Papeles de la Castellana.

MAS INFORMACIÓN

Principales accionistas de PRISA (fuente Wikipedia)

A marzo de 2015 los principales accionistas de PRISA eran los siguientes:
- Familia Polanco. 19,5%
- Ghanim Al Hodaifi Al Kuwari, empresario de Catar. 10%
- HSBC. 9,6%
- Roberto Alcántara, presidente del Grupo IAMSA. 9,3%
- Caixabank. 9%
- Banco Santander. 4,6%
- Telefónica. 4,5%
- Fondos de capital riesgo

El accionariado de PRISA ha evolucionado significativamente entre 2009 y 2015 debido a las dificultades económicas del grupo. La familia Polanco, que en 2009 controlaba el 71% de las acciones, vio su participación disminuir por debajo del 20%. En las sucesivas ampliaciones de capital entraron en el accionariado empresarios acaudalados, fondos de capital riesgo y también bancos españoles que canjearon por acciones las deudas que PRISA había contraído con ellos.

Principales accionistas de VOCENTO (fuente Wikipedia y el libro de Pascual Serrano "Traficantes de información")

- Familia Ybarra 11,077%
- Víctor Urrutia Vallejo 10,137%
- Familia Luca de Tena 10,090%
- Familia Bergareche 7,982%
- Enrique Ybarra Ybarra 6,536%
- Mª del Carmen Careaga Salazar 5,471%
- Familia Aguirre 5,016%
- Familia Castellanos 4,427%
- Eolo Media S.L. 2,000%

Es sencillo encontrar información de estos nombres por la red. No sorprende encontrar a grandes empresarios, directivos de bancos, financieras, sociedades de inversión, multinacionales de energía, grandes empresas de alimentación y cadenas de hoteles.


Por NODO50
10 de junio de 2016

Los Papeles de la Castellana y la familia del rey

Entre los 38.598 documentos filtrados de clientes procedentes de varios despachos de asesoría fiscal con sede en el Paseo de la Castellana, en Madrid, se incluyen declaraciones fiscales, correos y otros datos de grandes fortunas, empresas y funcionarios públicos.



Los infantes Alicia de Borbón-Parma y Habsburgo-Lorena y Carlos de Borbón-Dos Sicilias, y dos de los hijos de éste último, Cristina de Borbón-Dos Sicilias de Orleans y Pedro de Borbón-Dos Sicilias de Orleans, usaron la amnistía fiscal para aflorar 4 millones de euros ocultos en Suiza, lo que implicó que pagaran menos del 2% de la cantidad total regularizada..

Por otra parte, la familia Borbón-Dos Sicilias montó una estructura societaria opaca con base en Panamá acudiendo a gestores de offshore y testaferros que aparecen en los sumarios de las principales tramas corruptas.


Éstas son algunas de las informaciones que han trabajado eldiario.es, La Marea y Diagonal a raíz de la filtración de un total de 38.598 documentos, recibida hace tres meses a través de la plataforma Fíltrala, relacionados con clientes de varios despachos de asesoría fiscal situados en el paseo de la Castellana, en Madrid. Entre los documentos se incluyen declaraciones fiscales, correos electrónicos y diferentes informaciones relacionadas con empresas, funcionarios públicos y grandes fortunas de todo el Estado.

Por Diagonal
09/06/16

5 jun 2016

Algunas razones para no leer

Lectores en la Feria del Libro de Madrid.  EFE
Lectores en la Feria del Libro de Madrid. EFE

Hoy aquí, contraviniendo todas las previsiones y ejerciendo de enanita saltarina, mosca cojonera, duendecillo maligno, demonia o Ángela caída, voy a intentar daros algunas razones fundadas para NO leer. Habéis escuchado bien para NO, NO, NO leer. Voy a colocarme al otro lado de ese espejo donde si uno se refleja de noche, alumbrado por una vela, se tropieza con un fantasma. Voy a subir al desván para mostraros el auténtico rostro del angelical Dorian Grey: su cara reconcomida por gusanos y devastadoras arrugas. Ahí va el listado razones por las que, como diría Amy Winehouse, NO, NO, NO debéis leer:

Si lees, corres el riesgo de que de pronto muchos de los seres humanos que te rodean empiecen a convertirse en animalillos. Salvajes o domésticos. Puede que, al darse la vuelta, tu vecina del segundo te enseñe el rabito de rata que le sale entre la botonadura de su vestido. Poco a poco notarás que se le han afilado las orejas y en la piel de las manos le ha nacido una capilla de pelusa. Tu vecina seguiría siendo una mujer normal si tú no hubieses leído La celestina o Las alegres comadres de Windsor.

Si lees, dejarás de tener tiempo para ver la televisión y cabe la posibilidad de que los gritos de los tertulianos —tertulianos de la casquería o tertulianos políticos, tertulianos que hablan de deportes— empiecen a resultarte incomprensibles, como si hablaran en una lengua que desconoces y que no tienes ninguna gana de aprender. Ahora hablas en otro idioma porque has leído La soledad del corredor de fondo de Sillitoe, La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe o Miss Lonelyhearts de Nathanael West.

Si lees, cabe la posibilidad de que te despistes a menudo y se te dibuje en la boca una sonrisilla que muchos pueden calificar de tonta. Algunos pensarán que has esnifado pegamento o bebido más de la cuenta. Lo cierto es que leer no es más barato que consumir ciertas drogas y que también genera adicción. Cuidado. Te darás cuenta de ello cuando leas Los paraísos perdidos de Baudelaire, La pipa de Kif de Valle-Inclán o Yonqui de William Burroughs.

Si lees, quizá todo el mundo piense que eres un empollón, que te crees superior a los demás. Puede que te segreguen y te aparten. Que no te consideren una persona normal, que te llamen friki. Posiblemente tendrán razón. Pero también son frikis los klingon, los coleccionistas de Barbies, los seguidores de Mujeres, hombres y viceversa, los eurofans... Bienvenidos al club del licenciado Vidriera o a la compulsión de Madame Bovary por la lectura de novelas románticas.

 Si lees, cuando escuches los telediarios puedes llegar a saber hasta qué punto te engañan. Todas las noticias y ciertas actitudes se te pueden clavar en la niña de los ojos como una esquirla de cristal. Eso te hará sentir casi enfermo. Como Heinrich Böll cuando escribió El honor perdido de Katharina Blum o Evelyn Waugh se rio del mundo del periodismo en ¡Noticia bomba!.

Si lees, verás que muchos emperadores van desnudos y puede que incluso te atrevas a decirlo. No solo los niños y los borrachos dicen la verdad, pero ya sabes que a veces decir la verdad no sale a cuenta. Incluso puede llegar a ser una acción contraproducente.

Si lees, llorarás a menudo: de tristeza o de felicidad. Notarás cómo la sangre te corre por las venas y puede que enfermes del mal de la hipocondría como aquel enfermo imaginario de Molière. Certificarás que no eres de madera ni de trapo, paja u hojalata como el muñeco del mago de Oz que anduvo, junto a Dorothy, por el camino de baldosas amarillas, para conseguir un corazón.

Si lees, tendrás que tomar muchas decisiones difíciles, verás las aristas de las cosas, aprenderás a ponerte en el lugar del otro y a veces tendrás la sensación de que las buenas palabras –el amor, la protección, la familia— esconden significados dañinos. Como en La piedad peligrosa de Stefan Zweig y en todas esas novelas donde las madres o los padres devoran a sus propios hijos. Estar expuesto a tanta lucidez de golpe duele más que un pinchazo de reúma en la articulación.

Si lees, querrás comprarte muchos diccionarios, usar todas las bibliotecas. Y entenderás que nos roban las palabras. Y leerás doscientas veces, como si estuvieses castigado, La biblioteca de Babel o El nombre de la rosa. 

Si lees, tendrás visiones de molinos que son gigantes e inmediatamente los gigantes volverán a ser molinos y te sentirás muy listo y muy tonto al mismo tiempo. Más exclusivamente tú que nunca y al mismo tiempo más conectado con tu comunidad y con tu mundo.

Si lees, te transformarás en el lobo de Caperucita y tendrás los ojos muy grandes para verlo todo más y mejor. Luego el cazador te arrojará al río con la barriga llena de piedras porque no conviene ver más de la cuenta ni mirar lo que pasa en los cuartos cerrados. Todos los lectores son mirones que observan a través de un agujerito. Y alguien los castigará por esa curiosidad que perdió al gato y a la mujer de Barba Azul.

Si lees, siempre saldrás a la calle sin gafas de sol, de modo que los rayos ultravioletas podrán herir tus pupilas, pero al mismo tiempo no te perderás ni uno solo de los colores de la realidad: el color azul del cielo y el de la basura. La vida huele muy bien, pero también huele muy mal. La literatura invita a la hiperestesia como al protagonista de La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe.

Si lees, puede que pases muchos ratos en silencio, pero cuando encuentres un interlocutor, ése sabrá escucharte y compartir contigo los momentos más reveladores de tu vida. También puede que, al mirarte al espejo, no te encuentres. No te asustes ni te creas un personaje de los relatos de fantasmas de Edith Wharton. 

Si lees, vivirás otras vidas que de un modo irremediable empezarán a formar parte de tu propia existencia. Se te quedarán ahí dentro del estómago y en el intestino delgado. Allí habitan sin que tú te des cuenta de ello: Anna Karenina, Peter Pan, Zalacaín, el Lazarillo, John Silver el largo, Holden Caulfield, el Pijoaparte, Sam Spade y todas las mujeres fatales, el conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas, el comisario Montalbano y David Copperfield. 

Si lees es posible que engordes. Vuelve a pensar en la cantidad de gente que guardas en la barriga como la ballena de Jonás o el bolsillo del mudito de los Hermanos Marx. A esa circunstancia has de sumarle el hecho de que la lectura a veces hace que el deporte nos dé mucha más pereza y la separación de nuestro sillón preferido puede ser un trauma. Una aberración.

Si lees, a menudo encontrarás muchas razones para tirar una piedra y te preguntarás por qué manda el que manda. Te harás preguntas sobre el precio de las cosas y sobre quién es el jefe de todo esto. Ten cuidado, si lees, si piensas, puedes acabar en la cárcel. Como El extranjero de Camus. Como los incinerados personajes de Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Como Las brujas de Salem. Y todas las mujeres que fueron estigmatizadas a causa de su ansía de conocimiento: Eva, Medea, Carmen, la marquesa de Merteuil…

Si lees, separarás mejor el grano de la paja. Y esa separación a menudo puede provocarte un disgusto. Como el hijo pródigo, encontrarás con más facilidad el camino de vuelta a casa. El problema será que ya no sabrás si de verdad quieres volver.

Si lees, ya nunca podrás leer un libro sin acordarte de todos los demás. Porque leer es haber leído y es muy posible que empieces a sospechar que ni la pureza ni la inocencia existen verdaderamente. Te darás cuenta de que dentro de Lolita están las hadas y las ninfas y las traviesas libélulas con rostro femenino. También todas las mujeres que se abandonan y se ponen gordas de tanto comer bombones y cortezas de cerdo.

Si lees, te dará una rabia inmensa haber consumido ya casi todas tus primeras veces: la primera vez que leíste Niebla, Miau, Poeta en Nueva York; la primera vez que leíste una tragedia de Shakespeare, un cuento de Chéjov, los versos cárnicos de Anne Sexton, El bello verano de Cesare Pavese… Esa primera vez, esa primera experiencia, esa sensorialidad, esa explosión, ese descubrimiento, esa epifanía ya no se volverán a repetir…

Si lees, puede que pierdas el gusto por las hamburguesas y por pasar la tarde en un centro comercial o tomando un café en una franquicia de expresos y wifi.

Si lees, querrás tocar a las personas, ver a la gente de cerca, mirar a los ojos, recuperar el espacio de la fisicidad, saber cómo suena una voz, romper los espejos virtuales. Te transformarás en un ser terriblemente táctil, casi sexual, y no se te caerán de las manos los textos de Sade o de Bataille.

Si lees, te harás más lento. Necesitarás de una medida del tiempo más demorada. Elogiarás la lentitud y la gente pensará que eres un anfibio que ha aprendido a caminar por debajo del agua cuando paladees, sílaba a sílaba, cuando leas en voz alta, profundices en el sentido de cada una de las frases de Cien años de soledad o de Pedro Páramo. Sin prisas. Disfrutando el presente y del pasado. Del inframundo.

Si lees, verás los tomates de todos los calcetines. El reverso de las cosas. Lo que guardamos en los cuartos oscuros. Te insultarán llamándote “Aguafiestas, pejiguero”. Esto le pasaba mucho al gran Rafael Chirbes.

Si lees, generarás una mirada de rayos X que te permitirá detectar las enfermedades morales de las personas de tu entorno. Sufrirás porque te darás cuenta de que a menudo no puedes curarlas. Entonces deberás hacer lo mismo que Blimunda, la protagonista del Memorial del convento de José Saramago: comerás miga de pan antes de abrir los ojos cada mañana para no ver el lado oscuro de cada ser humano. Sus tumoraciones.

Si lees, te darás cuenta de que la libertad pasa por la conciencia de sus límites. Y comprarás un cuchillo para romper las cuerdas. Sudarás mucho mientras estés cortando las ataduras.

Decide si quieres leer. No es una decisión fácil ni cómoda. Es una decisión subversiva. Es una decisión que a la vez nos alivia y nos hace daño. Lee porque, entre los artefactos y maquinaciones de la literatura, es posible que encuentres ciertas verdades y a ti mismo. A ti misma. Aunque puede no gustarte lo que veas. Sé valiente, lee. Hazlo, no por contentar a nadie ni por razones estúpidas, ramplonas, hazlo por agrandar tu vanidad o por un egoísmo que paradójicamente hará de ti un ser muy generoso. Lee por lo que de verdad merece la pena de la literatura: salir transformado de cada buen libro. Como la mariposa surge de la crisálida o como Gregorio Samsa reducido a cucaracha, escarabajo o bicho bola. Atrévete. No es fácil. No siempre compensa. Pero cuando compensa ya no hay vuelta atrás. Ésa es la gracia y el peligro de los libros.

*Marta Sanz es escritora. Este texto fue leído en la Feria del Libro de Fuerteventura.
03/06/2016
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20 may 2016

Ese pobre nos roba

Hay mucha gente que montada en su fundamentalismo ideológico, aún hoy, defiende el escamoteo de unos recursos básicos a los que más lo necesitan y, sin embargo, presionan para obtener suculentos beneficios fiscales y no fiscales; se niegan a pagar y esconden sus dineros en paraísos fiscales burlando sus obligaciones para con la sociedad que les acoge y de la que dicen ser máximos defensores de su bandera y símbolos; marca España. Y vemos, sin embargo, con estupor que el Ibex-35, en el que se encuentran las grandes empresas de nuestro país y los empresarios que reciben los sueldos más estratosféricos, triplicó su presencia en paraísos fiscales durante la presente crisis.

A los pobres, sin embargo, se les excluye de los derechos sociales, se les priva de los medios básicos para una vida digna y se les hace, además, responsables de ello. Hay así "…una categoría de personas ‘excluidas’ a las que se atribuye un amplio repertorio de características individuales: poca fuerza de voluntad, vagancia, vicios, incapacidad para gestionar el dinero, hábitos sexuales no aceptados, impulsividad, predisposición a la delincuencia, alcoholismo, drogodependencias […] la sutil pero progresiva transformación de los problemas sociales en asuntos individuales justifica la transferencia de responsabilidades del ámbito de los servicios sociales al de la política criminal (1)".

Un recurso ampliamente utilizado por el fundamentalismo neoliberal para acabar con el paro, es poner a los ciudadanos al borde de la indigencia para que formen un ejército de parados que pueda servir de reducción de los costes salariales y, como consecuencia, sirvan de impulso de nuevas actividades empresariales con más posibilidades de beneficio y luego echarles la culpa de lo que les pasa. El incremento de la presión sobre los parados para que trabajen vía su culpabilización, viene a plantear que las causas del desempleo se encuentran en deficiencias aptitudinales o actitudinales de carácter personal. El mensaje que se lanza es que el empleo lo crean los empresarios y el desempleo los propios trabajadores.

Con esta filosofía todo vale. Nos inoculan para cualquier barbaridad. El colmo de la insensibilidad y la falta de empatía lo hemos visto en estos días con la propuesta del BBVA de reducir los salarios de los trabajadores un 7 por ciento para fomentar el trabajo, ¡cómo si la austeridad estuviera dando resultados! Aclaremos, además, que el salario mínimo interprofesional (SMI) es de 9.168 euros anuales y que el presidente del BBVA cobra alrededor de 15.470 euros diarios.

No obstante, debiéramos estar acostumbrados a estas cosas con el modelo neoliberal; una, entre muchas, que nos cuenta Owen Jones es la siguiente: “Brian McArdle era un exguardia de seguridad de cincuenta y siete años de Lanarkshire que había quedado medio ciego y paralizado de un costado por un derrame cerebral. Le costaba horrores hablar, ya no digamos alimentarse o vestirse; un ejemplo clásico y trágico de por qué es tan importante que en nuestro país exista un Estado de bienestar, pueden pensar ustedes. Sin embargo, al señor McArdle le mandaron presentarse a una “evaluación de aptitud para el trabajo” a cargo de Atos, una empresa francesa contratada para reducir el gasto en prestaciones a base de reducir el número de personas que solicitaban ayudas de incapacidad. Días antes de su cita, McArdle sufrió otro derrame cerebral, pero, aun así, se presentó. Lo declararon apto para el trabajo. El día 26 de septiembre de 2012, le informaron de que iba a dejar de cobrar prestaciones al día siguiente, le dio un ataque al corazón, se desplomó en la calle y murió (2)”.

Quien nos ha traído la crisis nos ha apresado en un mundo cruel y feroz. El índice de incidencia de siniestralidad laboral, cuya tendencia era descendente  antes de la crisis, se revierte en el año  2012 a pesar del cierre casi completo de la construcción. Sector que mostraba los peores índices de siniestralidad laboral. Las personas que han solicitado la Renta Mínima de Inserción (RMI) en el ámbito nacional, han pasado de 103.071 personas titulares de RMI en 2007 en el inicio de la crisis, a 258.408 personas en el año 2013 según los ministerios de Sanidad y Servicios Sociales e Igualdad. Sin embargo, en el año 2014, el número de filiales ubicadas en territorios con ventajas fiscales batió el récord con 891. El Banco Santander, con 235 filiales, es la principal beneficiaria de la elusión fiscal, según un informe de Oxfam Intermón y el ORSC.

No puedo estar más de acuerdo con Susan George cuando nos dice: “Estamos viviendo una fase regresiva en lo que respecta al bienestar humano y medioambiental. Una clase internacional dominante especialmente codiciosa no ceja en su empeño de arrebatar a la clase pobre trabajadora y a la clase media muchas de las mejoras y ventajas por las que tanto han luchado en las últimas décadas y los últimos siglos. La lucha  ahora debe ser internacional. Los derechos humanos deben ser universales y, para que ello suceda, las instituciones públicas y privadas deben  estar bajo el control de la democracia (3)".

En estos últimos decenios la diferencia entre pobres y ricos no ha hecho más que agrandarse, sin embargo, no se ha penalizado a aquellos que han tenido la culpa de la misma y sí a los pobres que han sufrido las consecuencias. ¡Qué mundo cruel!


(1) Sales, Albert (2014:13): El delito de ser pobre. Una gestión neoliberal de la marginalidad, Barcelona: Icaria.
(2) Jones, Owen (2015:270). El Establishment. Seix Barral.
(3) George, Susan (2005:37-38) Frente a la razón del más fuerte. Galaxia Gutenberg.


Por Ernesto Ruiz Ureta
18 de Mayo de 2016
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3 may 2016

El centro es de derechas

“No hay guerra más triste que la que libran dos que no querían pelear” .

Lo que no tiene precio también se puede vender, y en eso consiste el neoliberalismo, que es la religión de los inmorales, esos apóstoles de la usura para los que el único dios digno de ser adorado es el becerro de oro y el único Jardín del Edén posible es un paraíso fiscal. Para ellos el valor de las cosas equivale a lo que puedan sacar por ellas, nada es sagrado y todo se puede tasar con ojos de prestamista, da igual si se trata de la Sanidad, la Educación, la hucha de las pensiones o la construcción de infraestructuras públicas, que siempre se pueden convertir en un buen negocio si al que lo subasta no le importa el daño que pueda causar a quienes se lo roba. A estos vampiros sólo se les puede detener haciendo que lo que ganan les salga muy caro, que es lo que podría ocurrir si prospera la acusación que acaba de presentar la Fiscalía de Santiago de Compostela contra dos altos cargos de la Consellería de Sanidade de la Xunta de Galicia por un delito de homicidio imprudente que se pudo cometer al retrasar la financiación de las medicinas con que se trata la hepatitis C aduciendo “razones presupuestarias”, lo que causó la muerte de varios enfermos. Es un asunto al que no se ha dado mucha publicidad en los medios de comunicación. ¿Por qué? Igual es porque aquí cada vez que alguien tira del hilo, se lía la madeja.

Una campaña electoral también es un mercado, en el que cada partido trata de vender sus candidaturas y sus promesas, pero la gran diferencia es que en él no existen ricos y pobres, no hay billetes sino papeletas y éstas se reparten de forma equitativa, dos por persona, una para las urnas del Congreso y otra para las del Senado. Quien no acude a votar, desperdicia la ocasión de no ser menos que nadie, algo que en este mundo, por lo general no resulta tan sencillo.


Las elecciones de junio se pueden definir de cualquier manera excepto como una repetición, porque en realidad no se parecen ni a las de diciembre ni a ninguna de las que se han celebrado en nuestro país hasta el momento, ya que van a ser las primeras de nuestra historia en las que los ciudadanos hayan tenido la oportunidad de verle durante cuatro meses el plumero a los líderes políticos, que en ese tiempo han cambiado de discurso como una bandera cambia de dirección según de qué lado sople el viento. En mitad de la batalla, hubo generales que se pusieron el uniforme del enemigo, los rivales se transformaron en aliados y las líneas rojas en tachaduras que hacían desaparecer la mitad de los programas. Pero la jugada no les ha salido bien, la partida ha quedado en empate y a los que se quisieron llevar el gato al agua, se les ha ahogado. Seguramente es que pedían mucho para lo poco que dan de sí, que es lo que pasa cuando se tienen más ambiciones qué cualidades.

Los aspirantes a La Moncloa vuelven a empezar su carrera hacia el poder, pero no lo hacen de cero ni desde la casilla de salida, porque por muy cínicos que puedan llegar a ser, la mayor parte de ellos no se atreverán a volver a decir de sus adversarios lo que dijeron en su día y después matizaron. El número uno del PSOE, por poner de ejemplo a quien ha intentado con más decisión formar Gobierno, se supone que no va a volver a definir a Albert Rivera y los suyos, con quien caminó a dúo hasta el borde del abismo, como “la derecha de toda la vida con otro collar” o “las nuevas generaciones del PP”; y en justa correspondencia es de esperar que éste tampoco tendrá el valor de catalogar a los socialistas de estar acabados, ser la otra mitad del lobo feroz del bipartidismo y representar la “vieja política”, aunque la previsible cabeza de lista del PSC a las generales, Meritxell Batet, haya dado por extinguido el pacto con Ciudadanos, lo que nos hace ver que habrá algún fuego cruzado entre ellos, pero será de fogueo: ya hemos aprendido que del rojo al naranja había un lavado y que en esa batalla los combatientes luchaban con espadas de madera. Queda por saber si unos y otros se seguirán calificando a sí mismos como formaciones de centro, algo que dejaría toda la izquierda libre para Podemos, Izquierda Unida y las confluencias, porque todo el mundo sabe que lo que distingue la geometría de la política es que en ésta el centro es de derechas.

Hay un personaje inquietante en uno de los poemas del libro Las princesas no tienen nombre, de Silvia Rodríguez, recién publicado por la editorial Maclein y Parker, al que la autora dice: “No tienes cara / hasta que empiezo / a ver tu cara / en la cara de todos”, y esos versos que hablan del miedo y la obsesión me han hecho pensar en lo complicado que resulta ver más allá de las imágenes que sonríen en los carteles pegados por los muros, ser capaces de separarlas de las personas a las que representan y que, por desgracia, a menudo son tan distintas de lo que dicen ser. ¿O haremos borrón y cuenta nueva y volveremos a creerlos una vez más? Puede que necesitemos hacerlo, tener alguien de quien fiarnos, algún héroe. “Sophia Loren nació en Nápoles / a los 25 Clark Gable / la besaba en blanco y negro / en el salitre de Marina Grande / en Amalfi los pescadores / han colgado su bandera / la foto de Sophia recibiendo el Oscar / envuelve la vida de los vecinos”, dice Silvia Rodríguez. O tal vez es que nos han decepcionado tantas veces y desde tantos sitios distintos, que ya no quedan más que soluciones individuales. “La fachada del convento próximo / exhibe eslóganes de spray roto / ahí donde está prohibido / ti amo Simona / é amore vero / morte al nemico”.


Por si a alguien pudiera interesarle, ofrezco esta fórmula para afinar nuestra decisión en la próxima cita electoral: se toma lo que nos digan ahora, se le resta la parte de lo que dijeron en diciembre de la que se desdijeron en enero, y el resultado es igual a la cantidad de mentira que intentan hacernos creer. Si es que al final, todo puede ser una ciencia exacta.


Por Benjamín Prado
03/05/2016
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2 may 2016

La industria de la separación

“No recuerdo un solo momento de mi vida donde no me haya sentido ajeno del resto, distanciado, en un estado de aislamiento respecto de lo que me rodeaba”, reflexiona el autor.

La industria de la separación
Robert Desnos.
No recuerdo un solo momento de mi vida donde no me haya sentido ajeno del resto, distanciado, en un estado de aislamiento respecto de lo que me rodeaba. Sin ser esto, por otro lado, el resultado de la falta de empatía y sí precisamente el resultado de la misma, al moverme por el mundo no he recolectado más que incomprensión, frialdad y la sensación de no entender por qué todo sucedía en unas coordenadas tan atroces.

Al sentarme frente a la televisión, encender la radio, abrir un periódico, la sensación se hacía más patente, casi lapidaria. Ninguno de mis valores, expectativas y opiniones tenían un momento de cabida en los medios, al contrario, eran vilipendiados sin descanso. Bajo estas premisas no es raro que a uno le invada ese sentimiento de estar en un momento y en un lugar equivocados, de no pertenecer, de estar separado de todo y de todos.

Por eso se empieza leyendo a Hesse a los diecisiete, buscando algún tipo de respuesta, palpándote la frente para encontrar la marca de Caín, caminando como un lobo estepario, alerta pero esperando no ser visto. Luego llega el resto: la música que no se escucha en tu entorno, la estética de tiralíneas afilado, la mirada arrogante del raro. Y el rastreo de referentes.

Eso no se pierde nunca, la necesidad de reflejo, digo. Lo otro se atenúa, por sociabilidad, por supervivencia, por ideología. No hacerlo sería caer en el elitismo del que prefiere atesorar sus razones antes que enfrentarlas, que es lo mismo que decir underground. Y en esa labor arqueológica, para sentirte menos solo, encuentras huellas que son ejemplo y virtud.

El otro día leía sobre Robert Desnos, el poeta surrealista, el escritor del sueño, una persona que reflejaba en su cara, su mirada, el fin de época que vivió. Con la llegada de la guerra y la caída de Francia, Desnos no escapó, pese a haber podido hacerlo, ni del país ni de su realidad. Pudo callarse, refugiarse en versos leves y palabras huecas. Eligió resistir. Eso le costó, en el 44, la detención de la Gestapo, la tortura, el periplo por varios campos de concentración. Y su muerte por tifus en Terezin, ya exhausto, aunque las tropas del Ejército Rojo le hubieran liberado.

Cuenta la escritora Susan Griffin, a propósito del espíritu surrealista que Desnos mantuvo hasta el final, que en una ocasión en que él y otros prisioneros eran conducidos a la cámara de gas, el poeta salió de la fila y agarró la mano de una mujer fingiendo que leía sus líneas, asegurándole una larga y feliz vida. A continuación se puso a hacerlo con el resto de prisioneros, que aún en tan terrible momento, se sentían confortados por el súbito don precognitivo de Desnos. Los guardias, estupefactos ante la nueva realidad creada, ante la resistencia desde el absurdo, decidieron no ejecutarlos y mandarles de vuelta a los barracones.

Aunque el pasaje resulta increíble -y todo sea dicho, no pude encontrar más referencias al mismo- ejemplifica muy bien el espíritu de alguien que no renunció a su ser, a quien era, hasta el último momento. Retrata a quien eligió no colaborar, pese a las consecuencias.

Hoy, pese a que Europa empieza a mostrar los mismos síntomas preocupantes que dieron pie a aquel desastre, ni los tiempos son los mismos ni nosotros somos los mismos. Quizá por eso no seré yo quien exija a nadie, ni siquiera a mí mismo, ni una mínima parte de lo que muchos dieron en aquella época.

Lo que me resulta raro -por no decir obvio- es que quien escribe, quien se entrega a ese esfuerzo por narrar su realidad, comprenderla, dar un contrapunto a lo esperado y además consigue hacerlo desde esas tribunas donde la audiencia está asegurada, siempre elija enseñar la pata en el mismo sentido. En ese donde el cálculo sobre lo suyo, que coincide siempre con las cuentas de los de arriba, sea lo único que importa.

Nunca, por ejemplo, les veo escribir sobre los trabajadores de Coca Cola y sí mostrarse horrorizados ante la jauría de las redes que ataca al pobre intelectual, que tras soltar alguna soflama clasista, dice sentir cercenada su libertad de expresión pese a contar con una columna semanal en un gran periódico. Nunca les veo interesarse por la mujer que ha sido maltratada y sí lograr la polémica fácil buscándole las vueltas al feminismo desde, eso sí, aquello que llaman lo políticamente incorrecto. Nunca les veo, a la hora del desalojo del CSO, investigar qué de terrible se hacía allí y sí, por contra, les leeré buscando la anécdota chusca que justifique la represión y las detenciones.

Eligen, como Desnos, pero justo en el sentido contrario. Escriben, sí, más como contables que como poetas. Narran, pero siempre con las gafas de lo aceptado, de aquello que finge libre-pensamiento, crítica y mordacidad pero sólo nos entrega seguidismo, complacencia y polémica inane. Se dicen intelectuales, periodistas, escritores, pero no son más que piezas -muy bien pulidas, muy bien pagadas- de la industria de la soledad, de la industria de la separación.


Justo esa que nos hace sentirnos como les contaba al principio, ajenos de todo y de todos, distantes de nuestro tiempo, perdidos en nuestra cotidianidad.

Por Daniel Brnabé
21-04-2016
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29 abr 2016

Los progresistas pijos: una explicación a los cambios en la política contemporánea.


Foto: Dicen que son progresistas y van en limusina. ¿Un estereotipo? (iStock)

Un nuevo libro del ensayista estadounidense Thomas Frank ofrece pistas acerca de qué está ocurriendo en la sociedad. Y sirve para describir a la izquierda dominante en España.

Entre muchas personas de izquierda, tras los últimos éxitos de la extrema derecha austriaca, alemana o estadounidense, y constatando cómo esa tendencia está imponiéndose en la Europa de la crisis, late la preocupación de que las malas perspectivas vitales, la frustración y la ira acaben dirigiendo a grandes masas de votantes hacia movimientos autoritarios. Unos recuerdan a la Europa de 1920, otros alertan del populismo, muchos de ellos equiparan una cosa y la otra, y los menos piensan en cómo pueden dirigir esas tensiones hacia un terreno políticamente productivo.

Thomas Frank ofrece una respuesta a los progresistas en su nuevo libro, 'Listen, liberal': “Mirad dentro de vosotros”. La causa primera de que los liberales estadounidenses, los equivalentes a nuestros progresistas, hayan perdido a parte de la clase media y a la clase obrera para su causa, tiene que ver con que han pasado demasiado tiempo asistiendo a charlas TED, yendo de vacaciones a Martha's Vineyard, hablando de microfinanzas, de lo saludable que es montar en bicicleta, de la filantropía y de que la desigualdad se soluciona con la políticas educativas que promuevan la innovación. Salvo lo de Martha's Vineyard, todos estos males también son aplicables aquí.

La izquierda caviar

El 'New York Times' publicó esta semana una reseña en la que, además del libro de Frank, incluía la revisión de 'The Limousine Liberal', de Steve Fraser, quien analiza el estereotipo al que parece apuntar Frank. La izquierda caviar o la izquierda bling-bling, según la nominaban los franceses, alude a ese tipo de progresistas que conducen coches de lujo, viven en casas muy por encima de la media, alternan con las élites y cuentan con un nivel de vida elevado (o son directamente millonarios). Hay una serie de nombres en la sociedad española que encajan en esa tipología, por lo que este tipo de argumentos también nos suenan familiares.

El argumento de Fraser no consiste en profundizar en el estereotipo, sino en dinamitarlo. Desde su perspectiva, algunos de sus elementos no dejan de ser ciertos: el partido demócrata está constituido por nuevas élites y se ha convertido el espacio en el que se juntan el mundo del management, los profesores de las grandes universidades y los emprendedores tecnológicos, como Zuckerberg o Gates, sólo que, en lugar de promover el mundo jerárquico y patriarcal de los conservadores, apuestan por la interconexión y el cosmopolitismo. Sin embargo, avisa, la utilización del término “liberal de limusina” más que responder a esta realidad, constituye una acción populista de la derecha neoliberal para instigar el resentimiento. El nacimiento de nuevas formas de conocimiento experto y las nuevas instituciones que exigía la modernidad han promovido cambios notables, y los conservadores tratan de aprovechar políticamente la resistencia que generan utilizando una expresión peyorativa que desprestigia a sus rivales.

La solución a un gran misterio

La de Fraser es también la interpretación que de los liberales de limusina han acogido los partidos socialdemócratas europeos y la izquierda que circula a su alrededor. Pero esta lectura implica estar varios años por detrás de la realidad presente, que es la que Frank trata de subrayar. Hay una idea que expone el autor de 'La conquista de lo cool' que le hubiera venido bien a Fraser. Según Frank, existe una pregunta que los liberales estadounidenses se niegan a contestar, esa que es el centro del asunto desde hace algunos siglos. Hoy se la denomina desigualdad, pero en el siglo XIX se la llamaba de otra forma: era la cuestión social, o por decirlo en los términos de Frank, “la solución a ese gran misterio que es cómo vamos a vivir todos juntos”. Desde esa perspectiva, y entendiendo que lo fundamental es qué forma de sociedad es más adecuada para la vida en común, incluyendo la cuestión del reparto de la riqueza, apenas tiene importancia el hecho de que se posean más o menos bienes o que se tenga una posición social mejor o peor para emitir un juicio. Recurrir a las características personales de quienes enuncian las ideas es con frecuencia una forma de negarse a debatir: se desprestigia al adversario y así no hay que ofrecer razones.

Aún así, no debería olvidarse que Frank ha puesto el dedo en la llaga, y bien puede concluirse que existe un progresismo que se ha alejado mucho de sí mismo y que ha terminado por defender exclusivamente sus intereses. Pero ese progresismo de limusina no es exactamente al que se refieren los neoliberales, el de ricos hipócritas que engañan al populacho para que les vote, sino un tipo de opción política totalmente alejada de los intereses de las clases medias y de las obreras.

Un retrato ideológico

Su ideología recoge un montón de asuntos de interés general a los que da un giro para que encajen en su perspectiva. Son cosmopolitas, europeístas y defensores del medio ambiente. Los asuntos sociales están entre sus principales preocupaciones, pero desde esa vertiente instrumental que subrayaba Nancy Fraser cuando se refería a Hillary Clinton como el prototipo del feminismo de derechas “centrado en romper el techo de cristal. Eso significa eliminar los obstáculos que impiden a mujeres más bien privilegiadas, con buena formación, y que ya poseen grandes cantidades de capital cultural y de otro tipo, subir en los escalafones de gobiernos y empresas”.

Esta misma operación se repite en el mundo del trabajo: suelen hablar del gran problema de la precariedad, pero se refieren a las dificultades del ingreso en el terreno laboral de personas con buena formación y grandes capitales de capital cultural, a menudo sospechosamente parecidas a sus propios hijos. El paro es una cuestión que se soluciona ayudando a que los desempleados se formen, y sólo son partidarios de medidas especiales para casos concretos, como  el de los jóvenes o los parados de larga duración.

Aman las estadísticas

Son especialistas en las guerras culturales, y enseguida sacan a relucir los problemas que está causando la religión en el mundo y la católica en España, o las discriminaciones que sufren los homosexuales de clase alta en su vida cotidiana. Odian a los populistas, por supuesto. Y aman los gráficos: en cuanto alguien les subraya un problema real, echan mano de las estadísticas para negar que ese asunto exista.

Les gusta el 'running', y en general la vida saludable, y disfrutan con la comida, sobre todo con la de los restaurantes que más cobran. La cultura es algo que siempre defienden, con la condición de que no sea demasiado problemática, y autores como Muñoz Molina o Millás, o tantos otros que giraban alrededor de 'El País' se han convertido en sus referencias. En España son fáciles de reconocer, porque han estado ligados al partido socialista y a sus entornos, pero sobre todo porque, como subraya Thomas Frank son progresistas para casi todo menos para las cuestiones económicas, donde se muestran insistentemente ortodoxos.

¿España es diferente?

En este contexto, es sencillo entender que buena parte de las clases medias y de las clases obreras estén girando en Europa hacia la derecha, porque es enormemente complicado que con este tipo de visión del mundo puedan generar simpatías entre la gente común. Podría argumentarse que España es diferente porque aquí no han estallado los partidos populistas de derechas. Y siendo cierto, también lo es que esas clases no son particularmente favorables a la izquierda: el voto que recibe el PSOE de esas capas sociales proviene de la tradición más que de la convicción, y el de Podemos ha llegado tanto desde posiciones favorables al nacionalismo periférico como de clases medias empobrecidas (universitarios precarios, profesionales que han salido del mercado, funcionarios) con motivos para indignarse.

Si podemos hablar de una suerte de gentrificación de la izquierda socialdemócrata, también podemos hacerlo de una operación similar en la izquierda emergente, que ha acogido ideas, actitudes y formas que les separan de esos estratos que por origen y situación social deberían ser sus principales simpatizantes.

De modo que, si la izquierda quiere entender cuáles son sus problemas, y por qué la derecha populista está ganando terreno en Europa, el consejo de Thomas Frank suena pertinente: mirad dentro de vosotros.

Por ESTEBAN HERNÁNDEZ
28.04.2016
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28 abr 2016

La integración de la cultura militar en la educación

Los valores militares y la cultura de la defensa cada vez penetran más en la sociedad, auspiciados por una estrategia política que distintos colectivos califican como adoctrinamiento.

Visita de alumnos al cuartel de Cabo Noval, en Asturias. / RTPA

Soldados con la cara pintada con camuflaje de batalla permiten a niños que apunten con sus fusiles de asalto. Chavales que se suben a vehículos militares y participan de simulacros de combate en los que se utilizan petardos para imitar el sonido de las balas, atacando a un enemigo ataviado con pañuelos palestinos con el fin de simular el contexto histórico, tal y como recoge uno de los soldados presentes en el evento.

Parece una escena propia de Estados Unidos, pero sucedió en España hace dos semanas. El pasado viernes 16 de abril, 200 escolares pertenecientes a cinco colegios e institutos, uno de ellos de educación especial, asistieron a una visita al cuartel de Cabo Noval en Asturias.

El ministerio de Defensa, al hilo de las críticas que los hechos suscitaron en diversas formaciones políticas y organizaciones relacionadas con la educación, valoró la jornada como "una de tantas visitas de escolares a cuarteles que tienen como fin que los escolares conozcan cómo es el ejército".

Ciertamente, el ejército se ofrece como una alternativa laboral y educativa más, en el mismo contexto que la educación no obligatoria. Todo ello, según el Centre Dèlas de Estudios por la Paz, forma parte de una estrategia política que tiene como objetivo inculcar la cultura de la defensa, haciendo comprender a la sociedad la necesidad de un ejército para garantizar su protección ante las amenazas que acechen su seguridad.

Militarismo y xenofobia

En lo que se refiere asociar al enemigo con con el mundo árabe, el ministerio aseguró que era una casualidad sin intencionalidad, además de añadir que "en Afganistán el enemigo no lleva pañuelos de colores. ¿Quién es el malo ahora? El malo en Afganistán, en Mali o en Irak es el talibán. Y el talibán no se viste en Dolce y Gabbana".

Paula Mateo, miembro de la ejecutiva del Sindicato de Estudiantes de Asturias, afirma que "nos parecen unos hechos gravísimos, que además en el contexto actual en el que se han llevado a cabo fomentan la xenofobia y los prejuicios hacia los árabes, no olvidemos el 'palestino' que lucia el enemigo. No creemos que haya sido ninguna casualidad la elección de estas figuras".


Mateo también asegura que la actividad desarrollada en el cuartel de Cabo Noval no juega ningún papel en la formación de los jóvenes, sino que se acerca más al adoctrinamiento y captación de futuros soldados.

"Los hechos me parecen aberrantes. Como dicen muchos psicólogos, si el juego es un entrenamiento para la vida, habrá que preguntarse para qué tipo de vida estamos educando a nuestros más jóvenes. No se trata de una anécdota aislada y más o menos desafortunada: forma parte de una estrategia que busca perpetuar un determinado tipo de sociedad y de ciudadano", denuncia Elisa Ramírez, profesora de Educación Secundaria y miembro de Yo estudié en la pública.

Ramírez asegura que, cada vez más, los gobiernos fomentan la educación en la competitividad, dando prioridad al enfrentamiento por delante de la colaboración, además de anteponer el individualismo frente a la solidaridad. Por su parte, Mateo evidencia que de esta forma se ofrece el ejército como una salida laboral más, en el momento en el que las familias obreras son más golpeadas por la crisis. "Vienen a los colegios a captar carne de cañón", asevera de forma tajante.

El acercamiento del ejército a la sociedad

Tal y como recoge el libro Mentes Militarizadas, cómo nos educan para asumir la guerra y la violencia, un esfuerzo del Centre Dèlas publicado recientemente por la editorial Icaria, la educación y valores de lo militar forman parte de nuestro día a día y son promovidos por las estructuras militares en connivencia con nuestros gobiernos.

Jordi Calvo, coordinador general del libro, sostiene que "existe una política por parte del Ministerio de Defensa que tiene como objetivo acercarse a los escolares. La manera de hacerlo es, por ejemplo, a través de guías didácticas en las que se promueve la cultura de la defensa. En vez de acercar a cultura de la paz o del desarrollo, estas guías sirven para explicar de manera amable el papel que tienen el ejército y las estructuras militares en España y en el mundo".

Calvo asegura que también se fomenta la creación de murales en escuelas, relacionados con las cuestiones de la defensa, en las que a los escolares se les dan ciertos premio y reconocimientos. Otra forma de acercarse a escolares y jóvenes consiste en participar en las ferias de educación como AULA.

El ejército justifica su presencia en estas ferias por su papel educativo y laboral, es decir, mostrándose como una salida laboral más. No obstante, Calvo subraya que este tipo de ferias no son de trabajo, sino de educación.

Asimismo, dentro de esta lógica, Calvo señala que el ejército tiene otras maneras de acercarse a la población, como por ejemplo a través de exhibiciones militares o las maniobras. El coordinador de Mentes militarizadas afirma que las maniobras tienen dos funciones: "una, su propio entrenamiento, el día a día de los militares es entrenarse para ir a la guerra; y por otro lado, las maniobras también sirven para normalizar su presencia. Salir a los lugares civiles sirve para generar empatía e intercambio y ayuda a que se acepte su existencia", concluye.

La cultura de la defensa

Todo lo anteriormente mencionado contribuye a la creación de una cultura de la defensa. Maria de Lluc Bagur, coautora del libro, define dicha cultura como "una estrategia política que tiene por objetivo crear 'consciencia de defensa', es decir, conseguir que la sociedad se haga cargo de las amenazas que acechan a su seguridad y comprenda la necesidad de disponer de un ejército para garantizar su protección".

"Para ello", prosigue, "el Ministerio de Defensa se dota del Plan de Cultura de Seguridad y Defensa, un documento que organiza y sistematiza las diferentes estrategias a utilizar a nivel político para hacer lo que ellos llaman pedagogía social y nosotros, militarización de las mentes".

La autora señala que el objetivo de fondo es la justificación del gasto militar, las intervenciones en el extranjero y la sobredotación de la institución castrense, y alerta de que a pesar de que "afortunadamente" no se hayan dedicado grandes esfuerzos al desarrollo e implementación de estos documentos, poco a poco reciben más atención.

Dentro de la promoción de esta cultura de la defensa, De Lluc señala el papel que tienen sucesos como la visita al cuartel de Cabo Noval: "La realización de este tipo de actividades tiene por objetivo la militarización de las mentes de los más jóvenes. Proponerles la entrada al ejército como una salida profesional cuando acaben los estudios obligatorios o facilitar que se familiaricen con instrumentos creados con el fin único de matar se aleja considerablemente de los valores que se deben transmitir desde las instituciones educativas".

A su vez, con este tipo de visitas también se busca implantar la idea de las armas como herramienta necesaria para la resolución de conflictos, crear la idea del 'enemigo' y de la necesidad de estructuras de defensa militares, justificar el gasto militar, la jerarquización de la sociedad y del mundo basada en el poder de los ejércitos,y una serie de valores opuestos a la seguridad humana y la cultura de la paz, concluye De Lluc.

De este modo, el Centre Dèlas mantiene la campaña Desmilitaricemos la educación, que tiene como objetivo impedir la presencia de las instituciones militares y sus valores en los espacios educativos. Bajo el lema 'Las armas no educan, las armas matan', diversas asociaciones de madres y padres, sindicatos de estudiantes y otras muchas organizaciones como las Brigadas Internacionales de la Paz de Cataluña o la Universidad Internacional de la Paz muestran su desacuerdo con la progresiva militarización de determinados espacios públicos.

Por Salvador Esteban
26/04/16
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19 abr 2016

Historia económico-política del cortijo andaluz

LECTURAS
Reseña del libro 'Poder, economía y sociedad en el sur. Historia e instituciones del capitalismo andaluz', de Carlos Arenas Posadas, profesor de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Sevilla.

Recogida de uvas en Almachar (Málaga). / ANTONIO


Empecemos por el principio, es decir, por las palabras. La etimología, esa especie de antropología y arqueología del lenguaje, nos recuerda que la palabra 'cortijo' viene –así es– de 'corte'. Si entendemos esta última como aquel lugar y aquel conjunto de personas donde residen la soberanía de un territorio, el cortijo sería un espacio más reducido; exactamente, sí, se trataría de una pequeña corte o, por utilizar la expresiva descripción de Tomás y Valiente, 'fragmentos de monarquía'.

Poder, economía y sociedad en el sur. Historia e instituciones del capitalismo andaluz, el último libro del profesor Carlos Arenas Posadas, nos cuenta al menos tres cosas: que existe una modalidad histórica de capitalismo andaluz; que es posible rastrear las instituciones, formales e informales, que han constituido y que siguen constituyendo una forma de capitalismo distinta a las que se dan en el resto de la península; y que si algo la define es la capacidad que ha tenido esa oligarquía compuesta por caciques locales, terratenientes, grandes fortunas y, por supuesto, clase política, para convertir la producción y la gestión de la desigualdad en su principal mecanismo de gobierno. Arenas Posadas lo llama capitalismo extractivo.

En torno a los orígenes del capitalismo andaluz

Debemos retrotraernos –sin idealismo y sin romanticismo– a la conquista de Al Andalus. Es en ese momento, al mismo tiempo que se construye un sistema señorial dependiente del reino castellano, cuando se ponen las bases socioeconómicas del capitalismo andaluz que tienen que ver, una vez más, con tres elementos. El primero de ellos es, en palabras del catedrático sevillano, “la institucionalización del mercado como forma de asignación de recursos y de adquisición de bienes”. Señores de la guerra, aristocracia terrateniente y élites locales son los actores principales a la hora de integrar el comercio andaluz en el moderno sistema-mundo: se trataba, en efecto, de conquistar el territorio para controlar una vastísima red comercial que se abría tanto al Atlántico como al Mediterráneo.

Las otras dos patas del incipiente capitalismo andaluz están relacionadas con la creación de dos mercados: el de tierras y el de trabajo. Respecto al primero, en el que considera la tierra como una mercancía más, enlaza con la idea que Karl Marx formuló en el vigésimo cuarto capítulo del primer volumen de El capital: los cercamientos de tierras son una de las primeras formas de acumulación originaria del capital. A partir de una abundantísima bibliografía –una de las características que atraviesa Poder, economía y sociedad en el sur es la minuciosa labor de documentación que ha realizado el autor–, Arenas Posadas sostiene que “la tierra, incluso los privilegios jurisdiccionales a ella inherentes, se adquiere en el mercado: desde el siglo XIII existió un activo mercado de compra y venta de tierras que aceleró el proceso de concentración latifundista de la propiedad”.

Respecto al segundo, al del trabajo, a finales del siglo XV ya encontramos un mercado de mano de obra conformado por esclavos moriscos, musulmanes y centroafricanos que constituían, en ciudades como Sevilla, Almería o Málaga, en torno al 10% de la población. También formaban parte de este tercer mercado los nuevos colonos castellanos y los pequeños campesinos. Según las investigaciones que ha llevado a cabo Mercedes Borrero para la Baja Andalucía, a finales del siglo XV casi un 70% de la población era asalariada agrícola. Por eso, recordando la expresión utilizada por el economista catalán Joan Martínez Alier, la arquitectura de la economía política andaluza es la de “un edificio capitalista con fachada feudal” o, en palabras del propio autor, “una economía capitalista embutida en un régimen político señorial”.

El “equilibrio del sur” y el tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen


Como he señalado al principio, otra tesis que se desarrolla a lo largo de las 600 páginas de la obra es que desde el siglo XV hasta ahora han perdurado, con muy pocas alteraciones, las mismas instituciones económico-políticas; incluso durante el tránsito del modelo de Estado absolutista al liberal, el capitalismo andaluz, extractivo y oligárquico al mismo tiempo, habría sostenido un 'equilibrio del sur' entre la corte central y el cortijo andaluz. Desde la “revolución liberal” del siglo XIX hasta el Estatuto de Autonomía de 1981, Arenas Posadas va desgranando los distintos resortes y mecanismos que configuran ese pacto entre élites: el sistema electoral, la conexión entre intereses familiares y políticos, el clientelismo o el caciquismo son algunos de ellos.

Así, “desde la 'reconquista' –sostiene en esta larga cita el catedrático de la Universidad de Sevilla– el Estado español se fue construyendo a partir de un 'equilibrio del sur' entre el poder central y los poderes locales; entre la Administración central y las grandes familias aristocráticas o burguesas del sur que gozaron de un poder abusivo, sin contrapeso, sobre el entorno inmediato. Como en los señoríos del Antiguo Régimen, acumulación del poder y acumulación de capital han sido dos caras de una moneda que las élites andaluzas han guardado con extraordinario celo a lo largo de los siglos”.

Dentro del propio Estado, ese 'equilibrio del sur' ha producido dos efectos. Por un lado, en ese rosario de capitalismo que según el historiador sevillano componen el Estado español, el poder central, sobre todo a partir de las décadas finales del siglo XIX, ha sido mucho más inclusivo con los modelos vasco y catalán que con el andaluz. Las élites industriales y las grandes familias burguesas del norte peninsular adoptaron estrategias de presión y de 'entrismo' en los órganos de gobierno estatales. No obstante, en ese 'equilibrio entre capitalismos' que se describe en el capítulo 14 del libro, ha sido el Gobierno central quien ha remendado los intereses de las oligarquías regionales con el lugar que ocupan las distintas modalidades de capitalismo en el andamiaje económico político estatal.

Los constantes intentos de maridar los intereses del poder central con los de las grandes familias andaluzas –el mecanismo de gobierno al que Arenas Posadas denomina 'equilibrio del sur'– ha producido un segundo efecto; en este caso tiene que ver con el papel que han desempeñado los distintos linajes que han ocupado posiciones de poder en el territorio andaluz. Ese pacto por arriba tiene como principal contrapartida –por abajo– “dejar hacer a las élites andaluzas que organizaran a su gusto el capitalismo autóctono, estructuras de recompensas en modelos productivos de baja productividad, o que sirvieran de testaferros o valedores de empresas nacionales e internacionales”. Dos han sido los mecanismos que han utilizado para gestionar sus intereses: el monopolio de la violencia y el modo de organizar la acumulación de capital.

Los motores de la desigualdad: oligarquía y extractivismo

Desde la minas de Riotinto hasta Sierra Almagrera; desde el régimen señorial hasta el PSOE de Susana Díaz, el capitalismo andaluz, con la ayuda de toda una plétora de señoritos, amiguetes, caciques y grandes empresarios, conforma una estructura orgánica de poder que se ha sostenido gracias a dos pilares: una oligarquía compuesta por no más de dos decenas de 'casas' andaluzas y un modelo económico fundamentalmente extractivista.

La familia Larios en Málaga; los Orozco en Almería; Ybarra en Sevilla... Rodríguez Acosta, Carbonell, Heredia, Domecq, Núñez de Pedro, y un puñado más de familias son las que han consolidado una forma de gobierno oligárquica. Por eso, tal y como nos cuenta en diferentes epígrafes Arenas Posadas, el familismo, la ociosidad del capital, el abuso de poder, la corrupción, el fraude, el rentismo o el oportunismo, son las formas bajo las que se ha manifestado la actuación empresarial y política de todas esas familias.

Por otra parte, el carácter extractivo de la economía andaluza se despliega en dos sentidos. La explotación de la tierra, la minería, el turismo de “sol y playa” o la especulación urbanística son sólo algunos ejemplos de un sistema económico que ha perseguido de distintas maneras una misma cosa: la extracción y puesta en el mercado de recursos naturales. El segundo sentido tiene que ver con el hecho de que “la inteligencia de las élites burguesas ha estado orientada a posicionarse lo mejor posible para legitimar la percepción de rentas y para aprovechar la ocasión de hacer negocio donde y cunado surgiera, con independencia de que el lucro inmediato comunicase al conjunto de la sociedad incertidumbres en forma de dependencias, “burbujas” inmobiliarias, fuertes oscilaciones cíclicas o incapacidad para construir algo distinto sobre lo ya iniciado”.

En la combinación de ambas dimensiones reside la capacidad, tanto de las distintas 'familias' como del propio capitalismo andaluz, para sostenerse. De ahí que el principal efecto que genere sea, por un lado, un atraso económico relativo respecto al resto de las regiones y, por otro, enormes tasas de desigualdad tanto social como económica dentro del territorio. Es la propia modalidad de capitalismo andaluz el motor de la desigualdad, y no al revés. Y se podría añadir, para concluir, que si hay alguien que haya sabido ensamblarse a la perfección con ese régimen ha sido –sin lugar a dudas– el partido que ha gobernado Andalucía durante los últimos 30 años: el PSOE.


Por Francisco Fernández Caparrós
16/04/16
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13 abr 2016

Lo que no se dice ni se dirá de los papeles de Panamá

La publicación por parte de los mayores medios de comunicación del mundo occidental de las empresas ficticias establecidas con la ayuda de la firma de abogados panameña Mossack Fonseca ha creado un gran revuelo, pues documenta lo que todo el mundo ya conoce, a saber, que el 1% de la población mundial (y el 1% de la gente más rica en cada país) deposita su dinero en paraísos fiscales a fin de esconderlo y/o evitar pagar impuestos en su propio país. Tal descubrimiento, por lo tanto, no es una novedad. La gran mayoría de la población sabe que los “super-ricos” tienen su dinero en paraísos fiscales. Lo que no saben, sin embargo, es que esta situación sería fácilmente corregible si hubiera voluntad para resolverla. Que no se resuelva se debe a que las personas que podrían hacerlo están ellas mismas implicadas en la transferencia de fondos a estos paraísos fiscales, o pertenecen a instituciones (representativas o no representativas) sumamente dependientes e influenciadas por los grupos financieros o empresariales, que son los que se benefician de tales paraísos. Es también ampliamente conocido que los mayores bancos en cada país, incluido en España, están metidos hasta la médula en este proceso de falsificación de empresas en dichos paraísos. Hasta aquí todo esto es conocido.

Ahora bien, lo que despierta gran interés y también curiosidad es ver los nombres concretos de los personajes relacionados con estos paraísos fiscales. Que ahora se vaya conociendo quién depositó allí sus fondos es una buena noticia. Y, sin embargo, tiene un gran problema que no se cita. Y este problema es que la enorme cantidad de información que se está descubriendo está siendo canalizada por los mismos medios de comunicación que han sido cómplices con el silencio ensordecedor que ha existido sobre este tema. Veamos, pues, los datos.

¿Quién obtuvo estos datos?

La investigación conocida ahora como “Panamá Papers” la ha realizado el International Consortium of Investigative Journalists (el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación), que ha sido financiado por varias instituciones estadounidenses tales como la Ford Foundation, el Carnegie Endowment, el Rockefeller Family Fund, la WK Kellog Foundation y la Open Society Foundation (financiada por el filántropo George Soros). Y tal información ha sido canalizada a través de los mayores rotativos a los dos lados del Atlántico Norte, y muy en particular los medios de la Unión Europea y de EEUU, que tienen su propia agenda en la distribución de tal información. En realidad, el periódico alemán Süddeutsche Zeitung (SZ) fue el primer receptor de parte de aquella información que también fue recogida por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, distribuyéndose a partir de entonces a través de The Guardian y otros medios. Son estos medios los que controlan esta información, habiendo mostrado solo una parte de los 11,5 millones de documentos recogidos. Esta situación es particularmente preocupante en España, donde los mayores medios de información tienen una relación muy estrecha, de dependencia financiera, con los grandes bancos del país (como el BBVA, el Santander y otros), bancos que han jugado un papel fundamental en canalizar dinero hacia otros paraísos fiscales, incluyendo Panamá. Es bien conocido que la gran prensa de España carece de diversidad ideológica, consecuencia, en parte, de la dependencia de tales medios de la gran banca que los financia.

La promoción del neoliberalismo por parte de la Gran Prensa y su silencio sobre la Banca

En este país, los grandes bancos, a través de su enorme influencia en los medios de información y persuasión, así como en los centros de investigación y propaganda como las fundaciones y revistas económicas, son los grandes promotores de las políticas neoliberales, incluyendo los recortes de gasto público social con el fin de reducir el déficit público y la deuda pública. A la vez, estos bancos han estado facilitando la utilización de paraísos fiscales para que las grandes  empresas, las grandes familias y los super-ricos no paguen impuestos, generando así el déficit público. En realidad, si no hubiera habido este fraude fiscal, no habría habido ninguna necesidad de recortar en servicios públicos como sanidad, educación, servicios domiciliarios y un largo etcétera. El poder de la banca en España es enorme. Y de ahí que les aseguro a los lectores de este artículo que no verán en los medios españoles (incluyendo, naturalmente, los catalanes), tanto públicos como privados, sean escritos, orales o televisivos, un análisis de cómo los grandes bancos juegan un papel clave en el establecimiento de los paraísos fiscales. Esperen y lo verán. Y me sabe muy mal llevar razón en este punto, pero les garantizo que va a haber un silencio ensordecedor sobre cómo el BBVA o el Santander, entre otros (que promueven los recortes), están facilitando que se vaya el dinero a Panamá.

Otras observaciones

Esta canalización de las noticias explica también la gran atención que se ha dado a la figura de Putin, el actual presidente de Rusia, el supuesto enemigo nº 1 de Occidente, que ha sido objeto de un gran ataque mediático, presentándolo como el responsable de la inestabilidad en la Europa oriental y en Siria. He escrito críticamente sobre tal personaje (incluso antes de que colapsara la Unión Soviética) y la clase corrupta que representa, continuadora de aquella que controló el Estado Soviético (ver mi libro Social Security and Medicine in the USSR, escrito en 1977). Como consecuencia de tal crítica, mi libro fue prohibido y yo declarado persona non grata en aquel país. Cualquiera que haya leído mis trabajos sobre la Unión Soviética y su colapso entenderá que Putin no sea santo de mi devoción. Ahora bien, este dirigente ruso no es el único responsable de tales tensiones que estamos viendo en Ucrania o en Siria. En realidad, la mayor parte de las tensiones se derivan del comportamiento de la OTAN. Y entre los aliados de tal organización están algunas de las dictaduras más horribles hoy en el mundo, mucho peores que la rusa, como la de Arabia Saudí, profundamente corruptas, con amplias inversiones no solo en Panamá sino en España, sin que los mayores medios de información y persuasión españoles hayan analizado nunca estas inversiones y estas amistades con el establishment financiero-político-mediático español. Verán ustedes cómo aparecen muchos artículos sobre Putin (cuyo nombre, por cierto, no aparece en ninguno de los papeles) y muy pocos sobre los dirigentes de Arabia Saudí y su relación con los bancos españoles.

Una última observación. Es más que probable que en la lista de nombres que depositaban su dinero en Panamá no aparezcan ciudadanos o residentes estadounidenses, lo cual tiene que ver primordialmente con el hecho de que los paraísos fiscales que utilizan los super-ricos de EEUU están en el propio país (Wyoming, Delaware o Nevada). Los super-ricos estadounidenses no necesitan Panamá, Suiza u otros paraísos conocidos. Los tienen en su propio país. Sería interesante que se analizaran estos paraísos. También se sorprenderían de lo que verían. Pero es probable que tampoco lo vean. La libertad de prensa es la libertad de los que la poseen y controlan. Así de claro.

Por Vincenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona. Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 35 años.  
11 de abril 2016
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11 abr 2016

Ojalá cunda el pánico




<p>Borbones del Caribe.</p>
Borbones del Caribe. LA BOCA DEL LOGO
Lo más probable es que usted acabe de enterarse hace unos días de que existe un despacho de abogados llamado "Mossack Fonseca" que ofrece servicios de creación de sociedades "offshore" en Panamá, a modo de nichos o guaridas donde puede ingresarse, guardarse y esconderse dinero procedente de cualquier actividad lícita o ilícita, en cualquier parte del mundo, a buen resguardo de las obligaciones fiscales de su titular en su país de origen y del conocimiento de acreedores, de cónyuges y familiares, de Hacienda y de jueces. No lo sabía, porque es una información que no le habría servido para nada: a usted le basta con recordar a duras penas cómo se llama la chica de la oficina bancaria a la que de vez en cuando va a recoger la tarjeta renovada o a preguntar por un recibo extraño, que es para lo que normalmente va al Banco.

Pero hay otra gente que sí conocía ese despacho. Gente de otro nivel, oiga. Gente de dinero y fortuna a la que no le parece justo que Hacienda le “expropie” sus ahorros con una tasa intolerable, y acude a asesores de cabecera que saben aconsejarle. Algún día esos asesores le han dado respuestas a su pregunta sobre cómo guardar ese dinero por si acaso y ponerlo a cubierto de la vulgaridad del tráfico normal, de los impuestos y del artículo 1911 del Código civil (“Del cumplimiento de sus obligaciones responde el deudor con todos sus bienes presentes y futuros”). Gente preocupada por reservarse para sí y para su familia, fuera del sistema, un fondo de contingencias por si hace falta en el futuro, por si hay una crisis sistémica más dura de lo previsible, por si hay que abandonar el país y comenzar de nuevo en otro sitio. Gente que ha aprendido que en la vida hay que tener un margen de seguridad. Gente para la que el “por si acaso” es una buena razón para abrir un tablero de juego paralelo y diferente al del común de los ciudadanos, por más que tenga claro que ese tablero de juego general es imprescindible para que las cosas funcionen. Gente que se sabe distinta, porque tiene mucho más dinero que usted y yo, y que por ello tienen “derecho” a un trato especial que se procuran a sí mismos, porque las normas generales, esas que aprueban los Parlamentos, están pensando en el ciudadano vulgar, y ellos no lo son. Esos sí acaban sabiendo un día que existe el despacho Mossack Fonseca, como contactar con él y cuánto cobra por sus servicios.

Es verdad, en algunos casos puede tratarse de proteger una herencia recibida o un capital acumulado con el acierto en los negocios y en las inversiones, y el interés que les guía será el de eludir el pago de impuestos o posibles responsabilidades y embargos de acreedores presentes o futuros; pero sería ingenuo tener dudas de que por ese despacho más bien pasa gente que lo que busca es proteger un dinero procedente de robos, de transacciones delictivas, de negocios inmorales, de pelotazos no sólo inmobiliarios, de cohechos, de extorsiones mafiosas, de narcotráfico, de facturas millonarias en B.

¿Se imaginan cuántas horas de trabajo de tanto abogado, tanto asesor, tanto empleado, tanto intermediario, tanta energía dedicada a tejer y proteger una red de captación de clientes en todo el mundo, desde Hong-Kong hasta cualquier oficina de Madrid o de Buenos Aires? ¿Se imaginan las entrevistas, los modelos, los formularios, las garantías, los trámites, los contratos simulados, los domicilios ficticios, la elección de testaferros, la concreción de la fecha para la orden de transferencia? ¿Se imaginan los maletines, los movimientos bancarios, los viajes, los correos electrónicos, los programas informáticos específicos, las llamadas telefónicas al bajar del avión, el sistema de asignación de claves y contraseñas, las anotaciones de agenda, las firmas plasmadas en documentos después de una charla complaciente en la que alguien le dice al cliente que es una operación segura y adecuada para su situación patrimonial, y contrastada por ser la fórmula preferida por miles de clientes de su mismo nivel?  Y, ¿pueden imaginarse también el daño, la sangre, la pobreza, el deterioro de las condiciones de vida de tantas familias cuya dignidad depende de prestaciones sociales, la suciedad en la contratación pública, la ruina de acreedores defraudados, los disparos con armas prohibidas y las muertes por drogadicción que, como subproducto, hay debajo de esas operaciones de papel satinado con membrete elegante?

Cómo me alegro cada vez que la audacia de algunos permite entrar en las confortables cuevas de ladrones y reconstruir alguno de los laberintos financieros con los que "la casta" (porque eso sí que es una casta, con todas sus letras) se pone a salvo de las reglas de juego. Qué enorme satisfacción me da pensar en el insomnio de los fundadores de ese despacho de Panamá, la zozobra inmensa de aquellos cuyos nombres ya han sido publicados y de aquellos que temen la cárcel o su ruina por la multa que, quizás, si hacemos las cosas bien, se verán obligados a pagar. Qué inmensa alegría me produce imaginar la preocupación de esos otros que habían optado por otro despacho y otro "paraíso", cuando esta semana han comprobado que hay resquicios de inseguridad en su búnker pestilente y que quizás hoy mismo otros audaces piratas, periodistas, empleados infieles o agentes tributarios están ya persiguiendo su rastro y pisándoles los talones.

Sí, lo confieso: la publicación de los "papeles de Panamá" ha sido para mí la mejor noticia de este año. Los llamados "paraísos fiscales" no podrán quizás suprimirse por falta de voluntad política, por insuficiencia de medios o por necesidades técnicas de este sistema pseudocapitalista infame que necesita márgenes de ilegalidad como tubos de escape para liberar su toxicidad y socializar difusamente el daño; pero estos "fallos del sistema", estas puñaladas de luz que rasgan ocasionalmente la normalidad oscura de los circuitos en los que esa casta infame se esconde, deben ser celebrados por todo lo alto, porque son una pequeña victoria inesperada.

Brindo por cada palmo de "paraíso fiscal" que se convierta en un infierno para sus usuarios, por cada socio de los Mossack Fonseca que en el mundo haya que vea devastado su chiringuito y asediado por linternas, rotativos y registros policiales. Ojalá cundiera el pánico, ojalá los ricos tramposos se sintieran perseguidos por el miedo a quedar descubiertos un día y a depender de los servicios sociales que ellos mismos están contribuyendo a deteriorar. Es importante que no nos quedemos la anécdota de ocho nombres célebres ni en la dimisión de un sorprendido primer ministro islandés. El brindis debe ser más ambicioso y derramarse sobre las cámaras de corrupción, sobre las fosas ocultas del delito global, sobre la indecencia de los ricos que no soportan serlo un poco menos, sobre todos aquellos que estos días, por fortuna, están pasando un mal día porque se sienten menos seguros.

“No sea hipócrita, usted haría lo mismo si tuviera una gran fortuna, y, a su escala, ya lo hace con sus pequeñas defraudaciones”. Es posible que en alguna conversación alguien le haya dicho eso. Pero es importante que no caiga en la trampa. Indígnese más aún si alguien le dice eso. Hay ricos decentes que pagan sus impuestos y aceptan el pacto social, conforme al cual la condición intrínseca de la propia prosperidad es la garantía de la dignidad de todos. Pero más aún: los ciudadanos vulgares tenemos derecho a alegrarnos de la desdicha de quienes jugaron a escondidas la carta de la indecencia.


Por MIGUEL PASQUAU LIAÑO
6 DE ABRIL DE 2016
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27 mar 2016

¿Por qué Trump?

Cuanto más se debaten las opiniones del millonario neoyorquino en los medios, más se activan y se fortalecen, tanto en las mentes de los conservadores a ultranza como en las mentes de los progresistas moderados
Southern strategy y Donald Trump: La lógica republicana
Donald Trump está ganando las primarias republicanas presidenciales a tal velocidad que parece tener muchas posibilidades de convertirse en el próximo candidato republicano a la presidencia y tal vez en el próximo presidente. Los demócratas no alcanzan a comprender por qué está ganando —y tan cómodamente— e incluso hay muchos republicanos que no le consideran republicano y tratan de detenerlo, pero no saben cómo. Hay varias teorías: la gente está enfadada y él da voz a ese enfado. La gente no cree mucho en el Congreso y quieren a alguien que no se dedique a la carrera política. Puede que ambas teorías sean ciertas. Pero, ¿por qué? ¿Cuáles son los pormenores? ¿Y por qué Trump?
Mucha gente está perpleja. Trump parece haber salido de la nada. Su postura ante muchos asuntos no encaja en un patrón común.

Le gusta la Planificación Familiar, la Seguridad  Social y el Medicare (programa estadounidense de asistencia médica para mayores de 65 años), que no son los típicos postulados republicanos. Los republicanos odian el derecho de expropiación (el paso de propiedades privadas a manos del gobierno) y adoran el Acuerdo Transpacífico (TPP), sin embargo Trump opina exactamente lo contrario en ambos casos. No es religioso y desprecia las prácticas religiosas, no obstante los evangélicos (es decir, los evangélicos de raza blanca) le adoran. Cree que las aseguradoras médicas y las empresas farmacéuticas, así como los contratistas militares, obtienen demasiados beneficios y quiere que eso cambie. Insulta a los grupos de votantes mayoritarios, p. ej., los latinoamericanos, cuando la mayoría de los republicanos intentan cortejarlos. Quiere deportar a 11 millones de inmigrantes sin papeles y cree que es capaz. Quiere impedir que ningún musulmán entre en el país.
¿Qué está ocurriendo?

La respuesta requiere el análisis de algunos antecedentes que, hasta la fecha, los medios de comunicación no han abordado.

Algunos antecedentes…

Trabajo en ciencia cognitiva y del cerebro. En la década de 1990 me propuse responder a una pregunta relativa a mi ámbito de trabajo: ¿hasta qué punto son coherentes las diversas posturas políticas de conservadores y progresistas? En el caso del conservadurismo: ¿cómo se conjuga estar en contra del aborto con estar a favor de la pertenencia de armas?, ¿qué tiene que ver la pertenencia de armas con negar la realidad del calentamiento global?, ¿cómo encaja estar en contra de la injerencia del estado con querer unas fuerzas armadas más potentes?, ¿cómo se puede ser provida y defender la pena de muerte? Los progresistas opinan exactamente lo contrario. ¿Cómo encajan las opiniones de ambas ideologías?

La respuesta surgió al comprender que tendemos a entender la nación metafóricamente desde el punto de vista de la familia: tenemos padres fundadores. Enviamos a nuestros hijos e hijas a la guerra. Tenemos seguridad de la patria. Las visiones del mundo conservador y progresista que dividen nuestro país se pueden entender más fácilmente si nos basamos en las formas morales de ver el mundo que se sintetizan en dos formas muy diferentes de vida familiar: la familia de Progenitores Educadores (progresista) y la familia de Padre Estricto (conservadora).
¿Qué relación tienen los asuntos sociales y la política con la familia? En primer lugar nos gobiernan nuestras familias y, de este modo, crecemos comprendiendo las instituciones  que nos gobiernan según los sistemas de gobierno de las familias.

En la familia de padre estricto, el padre sabe qué es lo mejor. Él distingue lo que está bien de lo que está mal y es la máxima autoridad que se asegura de que sus hijos y su esposa hacen lo que él dice, que todos ellos asumen como lo correcto. Muchas esposas conservadoras aceptan esta forma de ver la vida, defienden la autoridad del padre y son estrictas en esos terrenos de la vida familiar que están a su cargo. Cuando los hijos desobedecen, el deber moral del padre es castigarlos con suficiente dureza de modo que, para evitar el castigo le obedecerán (harán lo correcto) y no harán únicamente lo que les gusta. Se supone que a través de la disciplina física se hacen disciplinados, fuertes por dentro y capaces para prosperar en el mundo de fuera. ¿Y si no prosperan? Significa que no son disciplinados, y por lo tanto no son capaces de ser morales y merecen su pobreza. Este razonamiento se manifiesta en la política conservadora, en la que los pobres están considerados vagos e indignos y los ricos merecedores de su riqueza. La responsabilidad se interpreta, de este modo, como una responsabilidad personal y no como una responsabilidad social. En lo que te conviertes solo depende de ti; la sociedad no tiene nada que ver en ello. Eres responsable de ti mismo, no de los demás —que son responsables de sí mismos.

Ganar e insultar

Tal y como dijo el legendario entrenador de los Green Bay Packers, Vince Lombardi: “Ganar no lo es todo. Es lo único”. En un mundo gobernado por la responsabilidad personal y la disciplina ganan los que merecen ganar. ¿Por qué Donald Trump insulta despiadadamente en público a otros candidatos y a líderes políticos? Es sencillo, porque sabe que puede ganar en un concurso de insultos en un plató de televisión. Ante los estrictos ojos de un conservador eso lo convierte en un magnífico candidato ganador que merece ser un candidato ganador. La carrera electoral se considera una batalla. Los insultos que calan se consideran victorias —victorias merecidas.
Analicemos la declaración de Trump de que John McCain no es un héroe de guerra. El razonamiento: McCain fue derribado. Los héroes son ganadores. Vencen a los chicos malos. No son derribados. Aquellos que son derribados, apalizados y  metidos en una jaula son perdedores, no ganadores.

La jerarquía moral

La lógica del padre estricto va más lejos. La idea básica es que dicha autoridad está justificada por la moralidad (la versión del padre estricto) y que, en un mundo bien organizado, debería haber (y tradicionalmente ha habido) una jerarquía moral en la cual los que tradicionalmente han dominado deberían dominar. La jerarquía es: Dios por encima del Hombre, el Hombre por encima de la Naturaleza, Los Disciplinados (Fuertes) por encima de los Indisciplinados (Débiles), Los Ricos por encima de  los Pobres, los Patronos por encima de los Empleados, los Adultos por encima de los Niños, la cultura de Occidente por encima de otras culturas, Nuestro País por encima de otros países. La jerarquía se extiende a: los Hombres por encima de las mujeres, los Blancos por encima de los que No son blancos, los Cristianos por encima de los que no son cristianos, Los Heterosexuales por encima de los Gais.

Estas tendencias se observan en la mayoría de los candidatos republicanos a la presidencia, así como en Trump y, en general, las políticas conservadoras derivan de la forma de ver el mundo del padre estricto y de esta jerarquía.

Las formas morales de ver la vida basadas en la familia provocan opiniones encontradas. Puesto que la gente quiere verse a sí misma haciendo lo correcto y no lo incorrecto, las visiones morales de la vida tienden a ser parte de la autodefinición —quién eres de verdad. Y, de este modo, tu forma moral de ver el mundo te define cómo debería ser el mundo. Cuando no es así, puede llegar la frustración y el enfado.

Hay cierta flexibilidad en la visión de la vida del padre estricto y hay variaciones importantes. La mayor división se halla entre (1) cristianos evangélicos blancos, (2) conservadores liberales partidarios del libre mercado y (3) conservadores pragmáticos que no están ligados a ninguna creencia evangélica.

Evangélicos blancos

Aquellos blancos que tienen una personal visión del mundo del padre estricto y que son religiosos tienden hacia la cristiandad evangélica, puesto que Dios, según esta religión, es el Máximo Padre Estricto: si sigues Sus mandamientos, vas al cielo; si desafías Sus mandamientos, ardes en el infierno por toda la eternidad. Si eres un pecador y quieres ir al cielo, puedes “volver a nacer” declarando tu lealtad al escoger a Su hijo, Jesucristo, como tu Salvador personal.

Dicho modelo de religión es natural para los que creen en la moralidad de padre estricto. Los cristianos evangélicos acuden a la iglesia porque son conservadores; no son conservadores porque estaban por casualidad en una iglesia evangélica, aunque pueden haber crecido con ambas cosas.
El cristianismo evangélico gira alrededor de la vida familiar. Por consiguiente, hay organizaciones como Focus on the Family y una referencia constante a los “valores familiares”,  que son los valores evangélicos del padre estricto. Según la moralidad del padre estricto, es el padre quien controla la sexualidad y la reproducción. Donde la iglesia tiene control político, hay leyes que exigen la notificación paterna y conyugal en caso de una propuesta de aborto.

Los evangélicos están muy organizados políticamente y ejercen control sobre una gran cantidad de carreras políticas locales. De este modo, los candidatos republicanos generalmente tienen que avenirse con los evangélicos si quieren ser candidatos y ganar las elecciones locales.

Conservadores pragmáticos

Los conservadores pragmáticos, por otra parte, pueden no tener ninguna inclinación religiosa. En su lugar, puede que se preocupen principalmente por su propia autoridad personal, no por la autoridad de la Iglesia, ni de Cristo, ni de Dios. Quieren ser padres estrictos en sus propios dominios, con autoridad principalmente sobre sus propias vidas. De este modo, una persona conservadora, joven y soltera —hombre o mujer—puede querer mantener relaciones sexuales sin preocuparse por el matrimonio. Puede que necesite acceso a la contracepción, consejos sobre enfermedades de transmisión sexual, información sobre el cáncer del cuello del útero, etcétera. Y si una chica o una mujer se quedan embarazadas y no hay posibilidad o deseo de contraer matrimonio, puede que sea necesario practicar un aborto.

Trump es el conservador pragmático por excelencia. Y sabe que hay muchos votantes republicanos como él en su pragmatismo. Hay una razón por la que le gusta la Planificación Familiar. Hay montones de conservadores pragmáticos, jóvenes, solteros (e incluso casados)  que pueden necesitar lo que la Planificación familiar ofrece —de forma barata y confidencial.

De un modo similar, los conservadores pragmáticos jóvenes o de mediana edad quieren maximizar su salud. No quieren agobiarse con la carga económica de cuidar de sus padres. La Seguridad Social y el Medicare les relevan de la mayoría de dichas responsabilidades. Esta es la razón por la que Trump quiere mantener la Seguridad Social y el Medicare.

Partidarios del libre mercado y del laissez-faire

Las políticas conservadoras de la clase dirigente no solo las ha configurado el poder político de las iglesias evangélicas de blancos, sino también el poder político de aquellos que buscan mercados libres que permitan un laissez-faire al máximo, donde la gente adinerada y las  corporaciones establecen las reglas del mercado a su favor con una regulación e imposición estatales mínimas. No ven los impuestos como una inversión en recursos que ofrece el Estado a todos los ciudadanos, sino como si el gobierno les quitara sus ganancias (su propiedad privada) y les diera el dinero a aquellos que no se lo merecen a través de programas estatales. Este es el origen que determina las ideas de los republicanos en contra de los impuestos y a favor de la disminución del papel del gobierno. Este conservadurismo está bastante contento con la externalización para aumentar los beneficios enviando la fabricación y muchos servicios al extranjero donde la mano de obra es barata, con la consecuencia de que los empleos bien remunerados abandonan América y los sueldos bajan. Puesto que dependen de importaciones baratas, no estarían a favor de la imposición de aranceles elevados.

Sin embargo, Donald Trump no está en un negocio que fabrique productos en el extranjero que se importan aquí aumentándolos el precio para obtener un margen de beneficios. Como promotor inmobiliario construye hoteles, casinos, edificios de oficinas, campos de golf. Puede construirlos en el extranjero con mano de obra barata, pero no los importa. Por otra parte, reconoce que la mayoría de los propietarios de pequeños negocios en América son más como él —negocios americanos como tintorerías, pizzerías, cafeterías, fontaneros, ferreterías, jardineros, contratistas, lavacoches y profesionales como arquitectos, abogados, médicos y enfermeras--. Las tarifas altas no parecen un problema.

Muchos  pequeños empresarios son conservadores pragmáticos. Les gusta el poder del Estado cuando trabaja para ellos. Por ejemplo el derecho de expropiación. Los representantes republicanos lo ven como un abuso por parte del gobierno —el Estado que quita propiedad privada. Sin embargo, los promotores inmobiliarios conservadores como Trump dependen de la expropiación para que las casas y pequeños negocios de las zonas que quieren promover puedan ser confiscadas por el derecho de expropiación por el bien de sus planes urbanísticos. Lo único que tiene que hacer es conseguir que los funcionarios locales le secunden, con contribuciones de campaña y la promesa de un aumento de los impuestos locales que ayudan a adquirir los derechos de expropiación pública. Trump señala a Atlantic City, donde construyó su casino empleando el derecho de expropiación pública para conseguir la propiedad.

Si los negocios tienen que pagar las prestaciones de asistencia sanitaria de sus empleados, Trump querría que pagaran lo menos posible para maximizar los beneficios de los negocios en general. Por lo tanto, querría que las compañías de seguros de salud y las farmacéuticas cobren lo menos posible. Para aumentar la competencia querría que las aseguradoras ofrecieran planes de ámbito nacional, evitando los intercambios de seguros administrados por el estado según la Ley de Protección de Pacientes y Asistencia Asequible (ACA). Los intercambios existen para maximizar la cobertura sanitaria de los ciudadanos y ayudar a que las personas con bajos ingresos estén cubiertas, más que para aumentar los beneficios de los empresarios. Trump, sin embargo, quiere mantener la obligatoriedad de la ACA, ley que los representantes conservadores odian puesto que la consideran una extralimitación del gobierno, obligando a la gente a comprar un producto. Para Trump, sin embargo, la obligatoriedad para los individuos aumenta los consorcios de seguros  y reduce los costes de los negocios.

Causalidad directa vs. causalidad sistémica

La causalidad directa lidia con un problema a través de la acción directa. La causalidad sistémica reconoce que muchos problemas surgen del sistema en el que se encuentran y deben afrontarse a través de la causalidad sistémica. La causalidad sistémica tiene cuatro versiones: una cadena de causas directas. Las causas directas interrelacionadas (o cadenas de causas directas). Ciclos de retroalimentación. Y causas probabilísticas. La causalidad sistémica en el calentamiento global explica por qué el calentamiento global del Pacífico puede provocar enormes tormentas de nieve en Washington DC: masas de moléculas de agua sumamente cargadas de energía se evaporan sobre el Pacífico, vuelan hacia el noreste y sobre el Polo Norte y llegan en invierno hasta la costa este y partes de la región central de EE. UU. como masas de nieve. La causalidad sistémica tiene cadenas de causas directas, causas interrelacionadas, ciclos de retroalimentación, y causas probabilísticas —a menudo combinadas.

La causalidad directa se entiende fácilmente y parece estar presente en las gramáticas de todos los idiomas del mundo. La causalidad sistémica es más compleja y no está presente en la gramática de ningún idioma. Hay que aprendérsela.

La investigación empírica ha demostrado que los conservadores tienden a razonar con la causalidad directa y que los progresistas tienen mucha más facilidad para razonar con la causalidad sistémica. Se cree que la razón, en el modelo del padre estricto, es que el padre espera que el hijo o la esposa respondan directamente a una orden, y que una negativa debe ser castigada lo más rápida y directamente posible.

Muchas de las propuestas políticas de Trump se expresan en términos de causalidad directa.
Hay una oleada de inmigrantes procedentes de México —construye un muro para detenerlos. En el caso de todos los inmigrantes que han entrado de forma ilegal, simplemente depórtalos —aunque haya 11 millones trabajando en todos los sectores de la economía y viviendo por todo el país.  El remedio para la violencia de las armas es tener un arma lista para disparar al directamente al agresor. Para evitar que los puestos de trabajo se vayan a Asia, donde la mano de obra es más baja y que los artículos más baratos invadan el mercado de aquí, la solución es directa: poner un arancel enorme en esos artículos para que sean más caros que los productos fabricados aquí. Para horrar dinero en productos farmacéuticos, haz que el mayor consumidor —el gobierno— acepte ofertas a los mejores precios. Si Isis está ganando dinero con el petróleo iraquí, envía tropas de EE.UU. a Irak para lograr el control del petróleo. Amenaza a los líderes de Isis asesinando a los miembros de sus familias (aunque sea un crimen de guerra). Para obtener información de los sospechosos de ser terroristas, emplea simulacros de ahogamiento o métodos de tortura aún peores. Si hay posibilidades de que algún terrorista entre con los refugiados musulmanes, simplemente prohíbe a todos los musulmanes la entrada al país. Todo esto es lógico para los que piensan en términos de causalidad directa, pero no para aquellos que ven las inmensas dificultades y las espantosas consecuencias de dichas acciones debido a las complejidades de la causalidad sistémica.

Lo políticamente correcto

En América hay al menos decenas de millones de conservadores que comparten la moralidad del padre estricto y su jerarquía moral. Muchos de ellos son personas pobres o de clase media, y muchos son hombres blancos que se consideran superiores a los inmigrantes, a los que no son blancos, a las mujeres, a los que no son cristianos, a los gays —y a la gente que depende de la asistencia pública. En otras palabras, son lo que los liberales llamarían “intolerantes”. Durante muchos años, dicha intolerancia no era admisible públicamente, especialmente a medida que llegaban más inmigrantes, a medida que el país era menos blanco, a medida que más mujeres estudiaban y se integraban en el mundo laboral, y a medida que los gays se hacían más visibles y se aceptaba el matrimonio homosexual. A medida que organizaciones liberales antiintolerancia han proclamado alto y claro y han hecho de la naturaleza nada americana de dicha intolerancia una cuestión publica, los conservadores se han sentido cada vez más oprimidos por lo que ellos llaman  “lo políticamente correcto” —la presión pública contra sus opiniones y contra lo que ellos consideran “libertad de expresión”. Esto se acentuó de un modo exagerado desde el 11 de septiembre, cuando los sentimientos antimusulmanes se hicieron más intensos. La elección del presidente Barack Hussein Obama provocó la indignación entre los conservadores, y se negaron a considerarlo un americano legítimo (como el movimiento birther), mucho menos una autoridad legítima, especialmente cuando sus ideas liberales contradecían casi todo en lo que creen como conservadores.

Donald Trump expresa en voz alta todo lo que siente —con fuerza, hostilidad, enfado y sin vergüenza--. Lo único que tienen que hacer es apoyar y votar a Trump y ni siquiera tienen que expresar sus opiniones “políticamente incorrectas”, puesto que ya lo hace él por ellos y sus victorias hacen que esas opiniones sean respetables. Él es su campeón. Él les proporciona un sentimiento de autorrespeto, autoridad y la posibilidad de obtener poder.

Cuando oigas las palabras “políticamente correcto”, recuérdalo.

Los biconceptuales

No hay término medio en la política estadounidense. Hay moderados, pero no existe la ideología del moderado, no hay una sola ideología con la que estén de acuerdo todos los moderados. Un conservador moderado tiene algunas posturas progresistas sobre ciertos asuntos, aunque varían de una persona a otra. De un modo similar, un progresista moderado tiene algunas posturas conservadoras sobre ciertos asuntos, y de nuevo varía de una persona a otra. En resumen, los moderados tienen ambas visiones políticas, pero generalmente usa una de ellas. Estas dos formas morales de ver el mundo en general se contradicen. ¿Cómo pueden residir en el mismo cerebro al mismo tiempo?

Ambas se caracterizan en el cerebro por un circuito neuronal. Están unidas por un circuito común: la inhibición mutua. Cuando uno se activa, el otro se desactiva; cuando uno se fortalece, el otro se debilita. ¿Qué los activa o desactiva? El lenguaje que encaja en esa visión del mundo activa esa forma de ver la vida, la fortalece, mientras que desactiva la otra visión del mundo y la debilita. Cuanto más se debaten las opiniones de Trump en los medios, más se activan y se fortalecen, tanto en las mentes de los conservadores a ultranza como en las mentes de los progresistas moderados.
Esto ocurre aunque estés atacando las opiniones de Trump. La razón es que negar que hay un marco activa ese marco, como señalé en el libro ¡No pienses en un elefante! Da igual que estés promocionando o atacando a Trump, estás ayudando a Trump.

Un buen ejemplo de que Trump está ganando con biconceptuales progresistas son ciertos trabajadores no sindicados. Muchos miembros de los sindicatos son padres estrictos en casa o en sus vidas privadas. Creen en “los valores familiares tradicionales” —una expresión clave conservadora— y puede que se identifiquen con los ganadores.

¿Por qué Trump ha estado ganando en las primarias republicanas?

¡Fíjate en todos los grupos conservadores a los que les gusta!
El Partido Demócrata no se está tomando en serio muchas de las razones por las que Trump recibe tanto apoyo, así como el alcance de ese apoyo. Y los medios no están analizando muchas de las razones por las que Trump recibe apoyo. Eso tiene que cambiar.



Por GEORGE LAKOFF
Traducción de Paloma Farré.
El artículo original está publicado en el blog del autor.
16 DE MARZO DE 2016