9 feb 2014

El inmigrante como enemigo de conveniencia

El creciente rechazo a los inmigrantes en Rusia, que a comienzos de Octubre derivó en violentos disturbios en Moscú, le es útil a un gobierno ansioso por promover la imagen de un “enemigo público” ante una población disconforme, sostienen organizaciones de derechos humanos.




El 13 de Octubre, más de 1.000 personas salieron a las calles del distrito de Biryulyovo, en el sur de Moscú, , tras el asesinato de un joven presuntamente a manos de un inmigrante.

Los manifestantes destrozaron automóviles y comercios, enfrentándose con la policía.
El Kremlin respondió arrestando a más de 1.000 presuntos inmigrantes ilegales, mientras que los políticos empezaron a elaborar leyes para limitar la afluencia de extranjeros. La vasta mayoría de las casi 400 personas detenidas durante los disturbios fueron liberadas más tarde sin cargos.

Organizaciones de derechos humanos señalaron que este incidente le dio a las autoridades la oportunidad de mejorar su imagen ante un público cada vez menos conforme.

“El Kremlin intenta manipular a la opinión pública usando a un ‘enemigo’ como medio para que el pueblo deje de centrar su descontento en él”, dijo la activista Tanya Lokshina, de Human Rights Watch.
“Están explotando la imagen de los migrantes con este fin”, agregó.

El rechazo a los inmigrantes aumentó en los últimos años en Rusia, especialmente en sus principales ciudades, conforme cada vez más ciudadanos de exestados soviéticos, desde el Cáucaso hasta Asia central, llegaban en busca de trabajo.
Estos extranjeros se han integrado muy poco a la sociedad rusa, y la mayoría viven en comunidades cerradas.
Hay una idea generalizada de que la delincuencia es desproporcionadamente alta en estas comunidades.

Según datos de la Fiscalía de Moscú, extranjeros fueron responsables de alrededor de la quinta parte de todos los delitos cometidos en la ciudad.
La entidad también señaló que la cantidad de delitos cometidos por inmigrantes durante el verano boreal había aumentado 60 por ciento.

Los políticos capitalizan esta situación. El alcalde de Moscú, Sergey Sobyanin, miembro del gobernante partido Rusia Unida, fue elegido el mes pasado gracias a una campaña abiertamente contraria a los inmigrantes, y este verano boreal ordenó una enorme redada y arrestos de extranjeros indocumentados en la capital.
Tras los disturbios, el líder opositor Alexei Navalny también se expresó contra la delincuencia entre los inmigrantes.

La abierta xenofobia de los políticos marca un viraje en la agenda política local. Hasta hace relativamente poco tiempo, el Kremlin veía a las tensiones raciales como una amenaza a la seguridad nacional que no debía alentarse.
El propio presidente Vladimir Putin advirtió reiteradamente sobre los peligros del nacionalismo extremo.

Pero, frente a la creciente insatisfacción pública por la corrupción en el aparato estatal y por la falta de atención a los problemas de los ciudadanos, el gobierno ahora opta por atacar a grupos minoritarios a los que retrata como amenazas comunes.

Los críticos sostienen que el Kremlin busca lucirse luchando contra estas supuestas amenazas para congraciarse con el electorado. De hecho, la televisión dedicó una gran cantidad de tiempo a transmitir imágenes del sospechoso azerí en el asesinato que suscitó los disturbios, aparentemente golpeado por la policía mientras se lo llevaban en custodia.

“El Kremlin intenta manipular a la opinión pública usando a un ‘enemigo’ como medio para que el pueblo deje de centrar su descontento en él”. — Tanya Lokshina, activista de Human Rights Watch
Aparte de los inmigrantes, hay otras minorías elegidas como objetivos. Lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT) padecen discriminación y persecución, y este año se introdujo una controvertida legislación que prohíbe “promover” la homosexualidad pese a las violentas protestas de la comunidad internacional.

Se prevé que a comienzos de 2014 se aprobará una ley que confiera a las autoridades el derecho a a quitar los hijos a parejas integradas por personas del mismo sexo.

Pero no son solo minorías las que sufren.
El Kremlin también busca reprimir a grupos de la sociedad civil, especialmente a los que tienen conexiones con organizaciones extranjeras.
Una ley aprobada a fines del año pasado obligó a algunas organizaciones no gubernamentales financiadas desde el exterior a registrarse como “agentes extranjeros” –término que en Rusia connota espionaje o traición– o tener que pagar multas enormes y, potencialmente, cumplir sentencias de prisión.

“Las autoridades han estimulado intencionalmente la hostilidad contra varios grupos”, dijo Dmitry Oreshkin, analista político e investigador de la Academia Rusa de Ciencias, en diálogo con la prensa local luego de los disturbios.
Los reclamos públicos de controles más estrictos sobre los extranjeros –un estudio del instituto independiente Levada mostró que 84 por ciento de los rusos quieren que se introduzca un régimen de visas para los inmigrantes del Cáucaso y Asia Central– pueden alentar al Kremlin a imponer una ley autoritaria y medidas de orden.

A su vez, esto podría usarse contra otras minorías, pues el gobierno continúa arremetiendo contra toda potencial oposición a su mandato.
Es improbable que el descontento popular con los inmigrantes se aplaque en lo inmediato, especialmente considerando que, según expertos, es rampante la corrupción en el registro de extranjeros y en la policía.
Después de los disturbios hubo ciudadanos que exigieron medidas más severas contra los inmigrantes que delinquen pues, dijeron, casi nunca son castigados por sus crímenes.

Poco después de los incidentes, Navalny escribió en su blog: “Cuanto más pesadillas crean los guetos de inmigrantes, más pueden ganar los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y las autoridades locales. Salen impunes tras cometer delitos porque sobornan a las autoridades”.

04.11.2013 · IPS · Pavol Stracansky (Moscú)
http://periodismohumano.com/

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